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lunes, marzo 28, 2022

UNA HISTORIA CONTADA POR MI PADRE

Siempre he  escuchado historias relacionadas con fantasmas, pero jamás he protagonizado en carne propia una experiencia de ese tipo, que por lo general tenemos la tendencia a relacionarlas con entes tenebrosos, que habitan en monasterios abandonados o viejas mansiones desvencijadas, en donde ocurrieron hechos desgraciados. Estas historias suelen pasar de boca en boca amplificadas y también distorsionadas. Pero esta que les contaré, proviene de alguien en el que siempre confié, mi padre. 

Esto contaba él en las sobremesas nocturnas y cabe señalar que justamente la noche se presta por lo general para estos acontecimientos del más allá, como comúnmente le decimos, porque la noche amplifica este tipo de historias y brinda el entorno indispensable para que ocurran cosas extrañas. Esta historia en particular, la que trataré de contar con lujo de detalles como la contaba mi padre al que le decían Quique, ocurrió una noche en el pueblo de Villa Ballester, tal vez en la década del 1920, o 1930.

Villa Ballester por aquellos tiempos tenía  todas sus calles de tierra y por la noche no existía un buen alumbrado público; por lo cual, la luz de la luna prestaba, cuando había, un servicio muy conveniente. Un detalle muy importante en el que hacía hincapié mi padre, era la no existencia de agua corriente; la misma se extraía de la napa mediante la utilización de una bomba.  Era frecuente colocar la misma  próxima a la quinta, para facilitar su riego. Este singular aparato tenía un cilindro al que se le provocaba un vacío moviendo una palanca en forma manual.

La noche en la que ocurrió esta historia, mi padre tendría unos catorce años y se encontraba cenando, cuando su madre, es decir  mi abuela, le pidió que fuera a buscar agua, tarea que un chico podía realizar sin problemas. 

Antes de avanzar, permítanme decirles algunas cosas que forman parte de la historia. En esos barrios se acostumbraba a no dejar puertas cerradas, tanto de los cercos de los frentes, como de las casas, y la división característica entre propiedades era el alambre tejido; para contener a las gallinas y a los perros. Los vecinos de estos barrios se conocían todos, y muy bien, incluso por su nombre, su profesión, cuántos miembros constituían cada familia, o incluso la fecha de los cumpleaños. Por las noches se podía observar los movimientos de los vecinos próximos; porque los postigos solo se cerraban los días tormentosos. 

Esa noche, contaba mi padre, la luna iluminaba el camino entre la casa y la bomba, y se tenía que atravesar toda la quinta. También hacía referencia que cuando se sale de un lugar iluminado, quedamos encandilados y tardamos unos segundos en habituarnos a la oscuridad. En esa noche de luna, me contaba, solo se observa tonalidades que van del negro al gris oscuro, pero se puede distinguir perfectamente un obstáculo que se encuentra frente a nosotros.


-Ir de noche a buscar agua, contaba mi padre -me provocaba cierto temor, porque por aquellos tiempos era frecuente que indigentes entraran a robar verduras, e incluso huevos del gallinero; si algo así hubiera ocurrido imagínate el susto. Pero esa noche nada extraño sucedió y un cierto sentimiento de seguridad me brindaba poder ver desde su ventana a nuestra vecina doña Aurora, que me saludaba con su mano. Teníamos un perro al que le decíamos Colo, era tipo fox terrier que en la cena se echaba debajo de la mesa, y si yo salía me acompañaba hasta donde fuera y luego entraba conmigo. Esa noche, lo recuerdo como si fuera hoy, Colo no me acompañó como siempre lo hacía, y se quedó echado observando desde la puerta; imaginé que no tenía ganas de seguirme.

Después de bombear agua y llenar el balde, regresé a la cena familiar. 

Al día siguiente, cuando me dirigía al colegio, me crucé por casualidad con doña Aurora, que regresaba de hacer los mandados. Era una muy buena señora, y servicial, amiga y vecina de toda la vida, mi madre la conocía de joven, y ella conocía a toda nuestra familia, era viuda y frecuente invitada de nuestros  cumpleaños familiares. Esa mañana después de saludarme, detuvo el changuito y me hizo una sola pregunta que hasta el día de hoy, mira que hace años, me corre un frío por la espalda.


-Hola Quique, decime una cosa - me preguntó Doña Aurora con una sonrisa- deteniendo su changuito. 


-¿Qué cosa Aurora, le pregunté?


-¿Quién era esa señora de pañuelo negro, que anoche te acompaño a cargar agua?, me hizo recordar tanto a tu difunta abuela. 


Siempre que mi padre me contaba esta historia, y al recordarla nítidamente, se le llenaban los ojos de lágrimas, y concluía diciéndome:


-Estoy seguro que el espíritu de mi abuela, a la que no conocí, me estaba cuidando esa noche.


FIN


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domingo, marzo 27, 2022

MISTERIO BLANCO

Esto que deseo contarles, no tiene que ver con el miedo o el terror; que nos pueden sorprender ocasionalmente, me refiero al misterio. Lo misterioso es aquello que implica cualquier hecho que no concuerda con lo conocido, dejándonos con el interrogante si fue verdad o no; porque es imposible de corroborar, pero entendemos que puede ser posible. 

Esta historia puede afirmar esto que digo; pero lamentablemente no poseo las pruebas. Por lo cual estimados lectores, ustedes serán los que juzguen si esta historia puede ser cierta o no.

Esto ocurrió hace más de diez años, y me lo contó el amigo de un pariente que era cocinero de nuestra base Marambio en la Antártida Argentina. 

Los que intervinieron en esta historia, no formaban parte del destacamento estable de la base; ellos fueron dos jóvenes periodistas, un reportero y un fotógrafo, de un medio muy conocido, el cual no aporta mucho, porque lo que allí pasó nunca se informó. Yo corrobore todos los detalles de esta historia de boca de uno de los protagonistas, Pepe el fotógrafo, cuyo material quedó allí incautado por la razón que más adelante les diré. 

Esto me dijo una noche este joven, al cual no tengo motivos para no creerle:


El viaje en avión nos resultó tranquilo, excepto en los últimos quince minutos antes de aterrizar, el viento por muy poco, y solo gracias a la experiencia del piloto, permitió que el avión no se estrellara. Cuando el motor se detuvo, estábamos blancos como el mismo paisaje. 

La recepción fue acorde a la ubicación geográfica, una tormenta de nieve castigaba toda la zona. La tripulación nos brindó unos trajes especiales color naranja, y cuando descendimos del avión, un grupo de tres personas nos esperaban para asistirnos y recorrer los trescientos metros desde la pista a la base en un vehículo especial para la nieve. 

Cuando ingresamos a la base, lo primero que nos impactó fue la diferencia de temperatura que había allí con respecto al exterior. Un grupo de militares nos esperaban sonrientes y con muchos deseos de recibir noticias de Buenos Aires, después de mostrarnos nuestra  habitación para que dejemos los bolsos, la  cena estaba servida. Compartimos un guiso de lentejas que me recordaba a los que preparaba mi madre. La sobremesa se prolongó bastante, y esta charla permitió que pudiéramos tener una idea a priori de lo que allí se hacía, y como se hacía, con que equipo se contaba y cuáles eran los principales riesgos. 

El tiempo de tres días para realizar toda la nota, no era mucho, y se complicaría si la tormenta persistía; porque las mejores tomas fotográficas estaban afuera. Una nota en la Antártida sin poder llevarse varias buenas tomas de la nieve, significaba un fracaso rotundo. 

La habitación que nos tocó era pequeña pero abrigada y confortable, una pequeña ventana de vidrios dobles, permitía observar el exterior. Mi compañero Adolfo no tardó en dormirse profundamente, pero yo no lograba conseguir el sueño con facilidad y entonces con la luz de mi velador aproveché para poner en orden todo mi equipo. Alrededor de la dos de la mañana el viento se había calmado, y al observar por la pequeña ventana ese paisaje blanco y ondulado, iluminado por la luna llena, me permitió sacar la primera fotografía nocturna de la Antártida.  Cuando apague el velador, la luz de la luna ingresaba a la pieza iluminando la pared, ya me estaba durmiendo cuando un pequeño golpe me despertó, al abrir los ojos, una sombra se proyectó muy rápidamente en la pared, me incorporé y miré hacia fuera, algo ágil y bastante grande se perdió detrás de unos tambores de combustible; a pesar de continuar  mirando durante un largo rato no pude observar nada, excepto escuchar a los perros llorar. Algo pude ver allí entre los tanques pero no lo podía definir, tal vez un animal, o alguien de guardia.

El desayuno se servía a las siete treinta, allí estábamos todos reunidos conversando sobre el beneficio de la finalización de la tormenta y la oportunidad que tendríamos de conocer todos los equipos externos. Fue entonces  cuando aproveche para contar lo que me pareció ver en la noche, y esa extraña historia produjo una reacción rara entre los presentes; tres muchachos jóvenes se levantaron de inmediato y se fueron, y el resto incluidos el jefe, permanecieron en silencio, sin decir una sola palabra. Adolfo interpretó de inmediato que lo dicho por mí, historia que aún no había escuchado, provocó una reacción como mínimo sospechosa.

Cuando ambos estuvimos a solas en la habitación le conté a mi compañero con lujo de detalles lo ocurrido, y Adolfo me respondió en voz baja. 


- Creo que aquí tenemos una historia interesante. 


Ambos pudimos recorrer todas las instalaciones exteriores de la base; la cual era enorme. Mientras yo tomaba fotografías, un meteorólogo nos explicaba con lujo de detalles el funcionamiento de cada uno de los aparatos. Adolfo con su grabador registraba todo, pero sabíamos que algo mucho más serio allí ocurría, que bien se ocultaba o no se deseaba enfrentar. Cuando regresamos a la base, ubique la ventana de nuestra habitación y separándome unos metros del grupo investigué el lugar; nítidamente pude ver en la pared de chapas un desgarro del tabique que dejaba a la vista las aislaciones, rápidamente fotografié el daño y me incorporó al grupo.

Cuando llegó la noche, nos retiramos  a descansar después del café, y ambos coincidimos en que era evidente y notorio que la charla no fue abierta y sincera  como cuando recién llegamos; incluso el jefe se refirió al hecho que  solo restaba ir al puesto más alejado, si lo queríamos conocer; aunque nos advirtió que no había mucho por ver. Nosotros insistimos en ir, porque era nuestra obligación, y entonces se coordinó el viaje para el día siguiente con los trineos tirados por los perros. 

La expedición estaba formada por diez hombres, y nosotros. A mi me pareció que eran demasiados acompañantes solo para ir a ver una estación meteorológica distante en un territorio blanco y desierto; pero mi intriga aumentó cuando observé que todos los soldados estaban armados con carabinas. 


- ¿ Es necesario llevar armas?, pregunté intrigado.


- Si,...dijo uno de los soldados, -hemos detectado unos osos polares que pueden ser peligrosos. 


Ambos nos miramos muy extrañados, sabiendo que en la Antártida no habitan osos polares, no obstante preferimos no preguntar nada más. 

El viaje se realizó en tres trineos, y nosotros ocupamos el del medio. El recorrido duró dos horas aproximadamente, al llegar, un meteorólogo nos explicó cada detalle del equipo, pero a mi me llamaba mucho más la atención de ver como el resto de los hombres se ubicaron en un gran círculo mirando cada uno hacia fuera; como si se estuviera por sufrir un ataque inminente. Nada ocurrió, y se emprendió el regreso del mismo modo.

El jefe de la base era el Coronel García, tenía una basta experiencia en misiones Antárticas, cuando ya teníamos preparado nuestro equipaje para el regreso que sería en cuatro horas;solo restaba la última entrevista con el coronel. Un soldado nos avisó que nos esperaban en la oficina para la entrevista; cuando nos presentamos el coronel estaba sentado en un escritorio que ocupaba casi todo el espacio de esa habitación. Después de sentarnos frente a él, el coronel les sirvió dos tazas de café caliente, nos miró a los dos un instante y nos dijo.


- ¿Me realizarán la pregunta ustedes, o les cuento yo?


- Mejor usted, dijo Adolfo.


- Bien, les contaré todo con lujo de detalles,  pero con una condición indispensable. 


-¿ Cual condición ? preguntó Adolfo.


- Esta historia, no puede ser revelada porque si se supiera corre riesgo todo el proyecto de esta base Antártica. 


-Ambos nos miramos entendiendo que la historia que estábamos por escuchar no era menor, y que a pesar de ir en contra de nuestra profesión; pero considerando la honestidad del coronel García,  aceptamos. Apagamos nuestros celulares y el grabador, colocándolos sobre el escritorio.


-Bien,...confío en ustedes, nos dijo aquel hombre de voz gruesa. 


- Yo me hice cargo de este puesto hace dos años, y estáesta,...digamos historia o acontecimientos vienen de antes. El primer día que llegué me entregaron una información confidencial, que me informaba que habían ocurrido hechos muy extraños, concretamente; dos soldados recién llegados se extraviaron en una tormenta de nieve no muy lejos de aquí, pero jamás fueron encontrados ni siquiera algún rastro. Al poco tiempo algo; atacó a los perros dejando sólo vivos a dos  muy mal heridos. Estando yo en funciones habíamos recibido a cuatro alumnos de ciencias meteorológicas y por muy poco, este,...llamémoslo,...ser, o animal, o aún no sabemos que, aquí lo llamamos MB; rompe la pared de la habitación donde dormían, y gracias al soldado de guardia que actuó muy rápidamente al escuchar los gritos, nada sucedió.


- ¿A que se refiere con MB capitán? preguntó Adolfo muy intrigado. 


- En este continente helado y blanco; del cual aún sabemos muy poco, -nos dijo el capitán  señalando un mapa que estaba a su espalda en la pared - el cual posee una superficie de algo más de catorce millones de kilómetros cuadrados, hemos comprobado que existen, en teoría, animales muy inteligentes, tanto; que podemos decir que no se trataría de animales, por eso le decimos MB, misterio blanco.


-¿Y qué son entonces? pregunté apresurado.


- Por ahora señoresseres, -dijo tranquilo el coronel - solo que poseen algunas características muy notorias; sus presas favoritas son las visitas, y su comportamiento es muy agresivo, que sumado a su fortaleza y agilidad; los convierten en una amenaza muy peligrosa. Cuando lo de los perros, extrajimos de su boca piel y pelos que los enviamos a analizar, y el resultado de su adn, los ubica a mitad de camino entre un oso y un humano.


-A esta altura de la charla, comenzamos a calcular cuánto tiempo nos faltaba para irnos y cuán largo era el trayecto desde la base hasta el avión. 


¿Por qué todo esto se mantiene en secreto?, preguntó Adolfo. 


-Es una compleja situación económica, - les dijo el coronel en tanto agregaba más café a las tazas - los recursos de la base para la investigación científica son escasos y si esto se supiera el costo de las pólizas de seguro se elevarían; y todo el esfuerzo científico de muchos años, y lo aquí invertido, se perdería sin remedio.


-Nos quedamos mudos, pensando en lo jugoso de la historia desde el punto de vista periodístico, pero la sensación era la misma que descubrir una mina de oro y no poder utilizar ni un mísero gramo.


- Señores, - nos dijo el coronel mirando por aquella pequeña ventana, pegada a su escritorio - para terminar esta historia les digo, que a pesar de haber colocado cientos de trampas para poder atrapar al menos uno de estos seres, jamás hemos podido. Muchas veces hemos llegado a pensar que ellos son más inteligentes que nosotros y nos controlan.


-Cuando el avión despegó de la base rumbo a Buenos Aires a la hora prevista, observamos aquella inmensidad blanca que bien se podría comparar con un desierto solitario y gélido ...pero ahora sabíamos  muy bien que no era así. 


FIN



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miércoles, marzo 09, 2022

CUANDO LA VIDA REGRESÓ A SU NORMALIDAD

       Federico dejó cargada su furgoneta para el día siguiente realizar el reparto, como siempre primero acomodaba las cajas pesadas para la casa de repuestos y después las pequeñas y livianas cuyos destinatarios eran aproximadamente veinte; pero todos dentro de Tigre, excepto dos en San Fernando. Durante el desayuno Federico repasaba el recorrido y las entregas; a pesar de utilizar Google maps, le gustaba contar con cierta orientación mental.

Al subir a su camioneta necesitaba cargar combustible y se dirigió a la estación de servicio de su barrio, a los cinco de la mañana hay muy poca gente por la calle y tampoco cargando nafta, al llegar, un cartel indicaba que no había combustible; pensó que salir muy temprano tiene sus pro y sus contras, pero así era su trabajo. Si toda la mercadería se entregaba rápido, a las cuatro de la tarde terminaría su jornada. El plan de ese día era ir al cine con su novia y después a cenar.

Cuando llegó a la otra estación de servicio de la avenida un encargado le hizo seña que no había nafta, esto ya era algo no frecuente. 


-¿Qué pasa señor, vengo de otra y tampoco hay? - preguntó Federico, bajando de su camioneta.


-No sabemos, el camión que tenía que llegar anoche, hasta ahora no vino, no se si llegará más tarde.


A Federico solo le quedaba la reserva; y calculó que podía llegar a la Shell, pero si allí tampoco había, solo podría regresar a su casa. Cuando llegó a la estación de servicios, había diez autos esperando, pero no cargaban. Después de colocarse en la cola se bajó a preguntar. La novedad era que el camión llegaría en no más de media hora. Pasó esa media hora y media más, cuando un encargado muy amable recorrió la fila de autos solo para decir que el esperado camión hoy no vendría. Federico comenzó a intranquilizarse por el reparto, no por el combustible que seguro aumentaría de precio; pero al escuchar el noticiero de las siete, regresando a su casa, las noticias no se referían a otro aumento de precio en el combustible, decían que se trataba de un desabastecimiento generalizado, por un conflicto de las petroleras que en el peor de los casos duraría tres días. 


-¡Tres días!, - dijo en voz alta Federico, 

- estos tipos se piensan que pueden parar todo tres días sin problemas, total, arreglate como puedas.


Durante esos tres días Federico coordinó con la agencia que cuando pasara este desabastecimiento, realizaría un reparto y medio por día para en una semana regularizar las entregas. Las noticias al referirse a este tema, decían que el conflicto entre las petroleras y las empresas de combustibles lejos de solucionarse se agravaba, porque al parecer no se estaba importando petróleo y lo existente en depósitos se había agotado. Federico pensaba que todo esto era una patraña para fijar un nuevo aumento enorme, con la lógica consecuencias para su trabajo, había decidido que después de regularizar las entregas pediría aumento, pero lamentablemente al tercer día la situación continuaba sin resolverse, y muchas otras actividades comenzaron a tener problemas de abastecimiento, tres días sin combustible en una región puede causar una catástrofe, y la catástrofe ocurrió al quinto día sin el preciado insumo.

Las primeras marchas fueron organizadas por el sindicato de camioneros, junto a los taxistas, todos a pie, como es de suponer. 

Los medios informaban de un desabastecimiento jamás visto en la historia, y falta de insumos de todo tipo incluso medicamentos. Al séptimo día el temor, pasó a ser pánico; Federico recurrió a la pequeña huerta que su padre cuidaba, pero la misma solo proveía tomates cherry algunas pocas zanahorias y lechuga, por suerte su madre quizás por costumbres antiguas tenía una despensa muy completa, pero no era para más de quince días. 

Al mes, todo el mundo se levantaba por las mañanas esperando escuchar el sonido de algún automóvil, en cambio el silencio espantaba, salvo por los pájaros con sus gorjeos matinales, pero nadie estaba para escuchar pajaritos. 

Columnas de manifestantes cortaban avenidas; aunque no hacía falta cortar nada porque no había vehículos, solo bicicletas. 

Increíblemente la falta de combustible era en todo el país, en muchas ciudades que dependían del gasoil para sus usinas eléctricas a los veinte días del desastre quedaban incomunicadas y sin electricidad. 

El presidente de la nación en su último discurso había dicho que enormes buques desde Europa ya habían zarpado cargados de petróleo, y que se castigaría con enormes multas a los responsables,... que a estas alturas, los responsables eran tantos que difícilmente alguien sería enjuiciado. 

Siempre existe alguien que se le ocurre algo genial, y este fue un cartonero que con su carro y unos pocos pesos se fue con su dos ruedas, hasta una chacra en Pilar, y cargó: verduras, queso, huevos, y unos bidones de leche, al regresar con la mercancía, en la panamericana vendió todo al doble de su valor, esto en unas horas se extendió por todo el conurbano y daba gusto ver por tv, a miles de cartoneros yendo con sus carros vacíos para el norte y regresando repletos de mercaderías, la cual vendía al mejor postor. Es curioso como el sistema capitalista se desarrolla ante los negocios oportunos.

A otro "alguien'' se le ocurrió hacer una especie de trencito con ruedas de bicicleta que cuatro hombres podían trasladarlo cargado; solo pedaleando a una velocidad considerable y un original sistema de cambios, piñón y corona que aliviaba el esfuerzo en las subidas. A este buen hombre que se encontraba trabajando en su taller, una mañana se presentaron tres hombres de una importante firma automotriz y le compraron el invento por quinientos mil dólares (a mi entender fueron un tanto tacaños, pero un trato es un trato).

A Federico lo llamaron de la agencia y le dijeron que lamentablemente todos los repartos los estaban haciendo con gente en carros o bicicletas, y se habían suspendido el envío de mercadería pesada; por lo cual, no les quedaba otra alternativa que prescindir de él, salvo que quisiera conseguir una bicicleta y sumarse a los repartos. Después de esta charla Federico se dirigió a una bicicletería; pero la misma estaba vacía y cerrada con un cartelito que decía: "no tenemos más stock"

Federico recordó que su padre tenía una vieja bicicleta en el depósito, allí se dirigió, pero cuando la vio la misma daba lástima, no obstante sabiendo el problema su padre que era muy habilidoso con los hierros y la soldadura, le dijo que si podía arreglarla, él construiría un carro amplio y liviano.

Federico se fue con la bicicleta a una bicicletería próxima, pero cuando se acercaba en la vereda y en la calle había una multitud de gente, todos con la misma intención, reparar sus viejas bicicletas. Después de una hora logró hablar con el bicicletero el cual le prometió tenerla lista en dos semanas.


-¡Dos semanas!, gritó Federico.


-Tengo decenas de pedidos como el suyo, -le contestó el bicicletero, y solo dos empleados, imagínese, esto es un infierno. 


-¿No tendrá una bicicleta reparada para alquilar o vender? - le preguntó Federico con una cara de angustia que conmovió a aquel hombre.


-Mire, - dijo el bicicletero, con una llave inglesa en su mano, por la noche viene un muchacho a trabajar, si se viene, le dejó dicho que le preste las herramientas y usted se la arregla. 


Federico no sabía hacer nada con sus manos, excepto manejar y repartir cajas, pero contaba con la experiencia de su padre, pensando en eso aceptó. 

Esa misma noche se dirigieron a la bicicletería con su padre, al llegar detrás de una maraña de manubrio, ruedas, y horquillas un hombre bajito entrado en canas escuchaba la radio mientras trabajaba sentado en un banco; cuando Federico y su padre se acercaron el hombre los miró con una sonrisa y les indicó un lugar para trabajar próximo al tablero de las herramientas.

Pero pasó algo increíble, el padre de Federico, al ver a aquel hombre dijo:


-¡Antonio! , Antonio Gutiérrez, y aquel señor respondió eufórico -¡Miguel! ¡Miguelito! ¡Cuántos años! ambos hombres se abrazaron emocionados, se conocían del servicio militar, los recuerdos, las anécdotas y los chistes, hicieron de esa noche un momento de grata amistad. En tanto Federico servía café caliente, los trabajos en el arreglo de su bicicleta era lo de menos, a las cinco de la mañana, la bicicleta de Federico estaba en óptimas condiciones, y el padre de Federico quedó en contacto con un amigo de su juventud.

Federico se presentó muy temprano en la agencia con su bicicleta que arrastraba un amplio carro muy liviano montado sobre dos ruedas de bicicleta, una vez que cargaron todas las cajas, Federico comprobó el peso y no era mucho; al tomar envión por la avenida su movilidad se desplazaba con suavidad y silenciosamente. A Federico lo impactó lo que veía, ríos de personas se desplazaban en todo tipo de vehículos tracción a sangre, bicicletas, carros de dos ruedas, similares a esos que utilizan pueblos orientales con sombrilla trasladando a personas, uno coches montados sobre seis ruedas, para cuatro ocupantes en donde todos pueden pedalear, Varios hombres muy bien vestidos de corbata, con mochilas en sus espaldas, sobre unos monopatines muy ágiles. Los semáforos aún funcionaban, y esto permitía que ese flujo de tránsito silencioso, fuera ordenado. Le llamó la atención a Federico que a diferencia de los días en que realizaba el reparto con su furgoneta; ahora no se tensionaba con el ruido y el tránsito, al contrario, ese día se podía decir que disfrutaba del día y no reconocía la hermosa arboleda que franqueaba las calles y avenidas. Federico estaba descubriendo una nueva ciudad muy distinta a los días de tránsito alocado, sumado a los inconvenientes para estacionar y descargar la mercadería. 

Las noticias no eran nada prometedoras, se anunciaba que en muchos lugares habría cortes de luz programados y que todo se solucionaría cuando los barcos lleguen de Europa con el vital cargamento; pero no se decía cuando esto ocurriría. Ese primer día Fernando después del reparto, pedaleando seis horas, llegó cansadísimo, después de hablar con su novia, no cenó, se pegó un baño y se acostó; curiosamente al levantarse por la mañana y después de desayunar, se sentía muy bien, tranquilo y distendido, al principio le dolían un poco las piernas, pero a los quince primeros minutos de ejercicio; entró en calor y esta vez no le dolía ni un solo músculo. Ese segundo día curiosamente después de realizar casi el mismo recorrido, miró su reloj y había tardado media hora menos que el primer día. 

Desde que comenzó la falta de combustible ya había trascurrido dos meses y todo continuaba igual, excepto algunas complicaciones como los cortes de luz que provocaron serios inconvenientes en los edificios altos al no poder bombear agua al tanque superior; pero esto se solucionó contratando cuadrillas de jóvenes que subían el agua hasta el tanque utilizando bidones, resultaba ser un trabajo muy arduo pero bien pago, a un ingeniero se le ocurrió para facilitar esta tarea, construir un sistema de poleas y una soga continua suspendida de una rondana en la terraza, la cual sostenía cada dos metros bidones, los cuales subían llenos y bajaban vacíos,.el sistema se manejaba desde la vereda mediante una manivela la cual dos hombres la hacían girar,un tercero cargaba los bidones con agua y un cuarto en la azotea los descargaba, una vez que el tanque superior estaba lleno, el original sistema se utilizaba para subir a los diferentes pisos mercaderías. 

La escasez de combustible, generaba falta de energía y todos los sistemas que funcionaban con motores eléctricos quedaban paralizados, ascensores, trenes, semáforos, computadoras, teléfonos portátiles etc. De un momento a otro el correo postal se tornó vital, y miles de cartas eran necesario trasladarlas de una provincia a otra, para ello aquel primitivo trencito cuya idea fue adquirida por una empresa automotriz, hoy eran ágiles contenedores, montados sobre ruedas de bicicletas con dos hombres para pedalear y conducirlas. 

En las calles se escuchaba durante todo el día un zumbido como si se tratara de un enorme panal de abejas producido por las miles de ruedas de goma al rozar el pavimento. 

El padre de Federico junto a su amigo bicicletero continuaron con su amistad y por casualidad, charlando de bicicletas y la falta de combustible, se les ocurrió la idea de hacer algo así como un automóvil sin motor,  obviamente, impulsado a pedal, pero con un sistema de piñón y corona, que quintuplicaba la fuerza al que se enviaba a las cuatro ruedas, lo denominaron "bici auto". Fabricaron los primeros dos, y lo pusieron en exhibición en la bicicletería, los vendieron esa misma tarde y le encargaron diez más lo antes posible.

Al mes siguiente, los dos socios alquilaron un galpón y en poco tiempo estaban fabricando en serie, unos cien biciautos mensuales, los pedidos llegaban de todas las provincias, y eran retirados por sus clientes en persona desde el taller. El padre de Federico le dijo a su hijo si quería asociarse y este aceptó obviamente.

La personas en pocos meses se adaptaron a vivir sin combustible, las velas, y candelabros resucitaron, los mecánicos de automóviles se convirtieron en bicicleteros, y las empresas automotrices, en lugar de automóviles construían camiones a pedal; los cuales tan solo con dos hombres arrastraban tres mil kilos.

Por la falta de electricidad ya no se escuchaba ni la tv, ni la radio, solo se leían periódicos de papel, impresos con las antiguas imprentas manuales. Un día que Federeico, estaba en su fábrica leyendo el diario, un informe médico, daba cuenta que en estos últimos seis meses sin combustible, y por el uso intensivo de bicicletas y otros mecanismos similares, sa había comprobado en la población, una notoria caída de los accidentes cardiovasculares, problemas de hipertensión, estrés, y diabetes, también se redujeron los problemas de vías respiratorias, y ahora los análisis de la atmósfera en las grandes ciudades verificaba estar más pura y libre de smog. Federico, que ahora se había convertido en un empresario importante junto a su padre y su socio; pensó que no hay mal que por bien no venga, y asomándose a la ventana de su oficina, miró su furgoneta, abandonada y tapada de polvo. 

Un día cualquiera, Federico, después de desayunar junto a su señora y sus dos hijos, subió a su bicicleta para ir a su fábrica disfrutando del trayecto como todos los días, bajo las frondosas copas de los árboles, escuchando el trinar de los pájaros en ese hermoso día de primavera, al doblar por la avenida, pudo ver con asombro, lo que no tendría que haber ocurrido nunca más: tres automóviles se encontraban cargando combustible,... la vida volvería a su normalidad.







FIN

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sábado, octubre 16, 2021

LA PARTIDA DE TRUCO

Nicolás Sirreyes tenía un campo lo suficientemente extenso  para permitirle ser el hombre más acaudalado del pueblo. Corría el año 1912, se había implementado el sufragio universal para varones.  La pica venía de lejos con Gumersindo Luna que era dueño de la casa de productos generales, desde granos hasta tranqueras.


El galpón comercial tenía para las tareas del campo todo lo necesario, incluido los créditos para poder pagarlo después de la cosecha. La pica venía de lejos por culpa de una joven que solo estuvo en el pueblo dos noches, esas cosas de hombres que quedan arrinconadas en el recuerdo y salen en el momento menos pensado. 


El Negro Fonseca era un buen hombre pero a la segunda copa de Ginebra el humor le cambiaba para mal.


Abelardo era el muchacho de los mandados, pero lo único que tenía de malo era no ser lerdo, digamos que solo necesitaba que el contrincante quien sea, solo diera un parpadeo, para que el faconcito hiciera el resto.


Los de armas llevar eran Nicolás Sirreyes y Gumersindo Luna, cuyo rencor mutuo quedó allí, aquella noche, oculto por mucho tiempo, pero era tan grande y peligroso como una serpiente.


Las diez de la noche era una hora apropiada para comenzar un juego de truco en el almacén, que después de las ocho las señoras ya se habían retirado y el lugar daba paso a convertirse en boliche.


La apuesta era fuerte, mil pesos, sólo entre dos adversarios, Sirreyes y Luna, los otros dos eran laderos. El Negro 

Fonseca jugaba con Luna, y Abelardo con Sirreyes. De ganar no arriesgaban nada y se llevaban cien pesos.


Sirreyes pidió al almacenero unos naipes nuevos y una botella de Ginebra. El pedido llegó más cuatro vasos y un platito con porotos.


Se pactó que el juego se realizaría sin flor y a quince puntos. Esto indicaba a las claras que había revancha y otros mil pesos más de apuesta. 


En las primeras dos manos, Luna y el Negro tenían diez porotos de ventaja.

La mesa de juego estaba iluminada por un candelabro, negro y torcido que colgaba de algún lado con cuatro velas, más dos velas sobre la mesa, la iluminación estaba a cargo del establecimiento. 


En tanto barajaba el Negro Fonseca, Sirreyes sirvió una vuelta de ginebra para todos. En ninguno de los rostros y menos aún los que arriesgaban su dinero se podría decir que se estaba jugando por simple distracción, más precisamente era a muerte.


La mano para Sirreyes venía,  bien y mal, el ancho de espadas y dos cuatros, lo mira casi sin mirar a su compañero y Abelardo le hizo la seña inconfundible, cerrando los dos ojos, no lo podía ayudar con nada. Pero mentir es la principal estrategia de este juego de naipes, y entonces:


-¡Envido!, -dijo Sirreyes-, sin cartas.


-Quiero! -le contestó Luna-, hoy no era su día, pero lo que le molestaba no era perder ni mil, ni dos mil, ni tres mil pesos, lo que realmente le jodía a Sirreyes era perder a manos de Luna.


La partida esa y la siguiente salió de mal en peor para el estanciero. 

El almacenero les alcanzó la segunda botella de ginebra, y el ambiente no era lo que se dice cordial.


Gumersindo Luna ya le había ganado a Sirreyes cuatro mil pesos. 

Y entonces le pareció que lo mejor, o lo más saludable era ir dando por terminado el encuentro. Mirándolo a la cara a Sirreyes antes de empezar a barajar le dijo, 


-Creo que por hoy es suficiente, -dijo Luna- y fue entonces cuando la ginebra, los malos recuerdos o de sólo bruto no más, le espetó en la cara, Sirreyes: 


-¡Vas a jugar hasta que yo te diga carajo!


Después de eso el rumbo de la reunión se estropeó para no mejorar.


-¡Pagame que hasta aquí llego yo! -dijo en voz alta Luna-.


Sirreyes estaba esperando esa contestación, alcanzó a manotear su pistolón y disparó turbado al pecho de Luna, que se la venía venir; se pudo retirar un poco, pero no le alcanzó, sintió el desgarro en su pecho. El negro Fonseca hizo un ademán como quien quiere calmar algo, ya era tarde, 

Gumersindo Luna entendió que se le terminaba la vida, pero en un último impulso alcanzó a disparar su arma a la frente de Sirreyes, que cayó al instante desplomado.


Al día siguiente la gente del pueblo arrancó  con sus tareas de siempre, excepto por dos entierros, y aparentemente nadie pagó la cuenta del boliche de la noche anterior.


FIN



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martes, octubre 12, 2021

UN PROBLEMA DE ESPACIOS

 Ana, la mayor, ocupaba su espacio en la habitación de la planta alta, Claudia, disfrutaba del suyo en la habitación que miraba a la colina, Edgardo, se aturdía en el rústico altillo de la casa. Adolfo, el padre, compartía en silencio su espacio con la madre de los tres adolescentes. Verónica, la madre, abarcaba con su voz, todas las habitaciones. Adolfo por fin, delegó su espacio a Verónica y al poco tiempo se fue. Ana, siguió los pasos de su padre y dejó su habitación para siempre, Edgardo continuó aturdiéndose, pero ahora muy lejos de esa casa y de su altillo, ahora, Claudia la menor, ahogada por el poco espacio que queda en la casa, está pensando si no existirá un mundo mejor detrás de la colina.


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lunes, septiembre 27, 2021

LA CIUDAD DE LOS MIL DEMONIOS (cuento)

  El proyecto se había concluido, era una ciudad de mil manzanas todas ocupadas con edificios de propiedad horizontal que aprovechaban al máximo la superficie de construcción, se estimaba que se terminaría en cinco años aproximadamente, y así fue.



En el pliego de licitación del proyecto se buscó de lograr la mayor cantidad de departamentos al menor costo posible, esto permitió que el estudio de arquitectura ganador se decidiera por la propuesta de realizar todos los edificios exactamente iguales, de este modo al hacerse los trabajos en serie, los costos disminuían considerablemente, así fue como se comenzaron los trabajo y todos los detalles de la construcción eran una copia interminable de elementos, las empresas encargadas de los diferentes rubros como las que fabricaban las puertas y ventanas, sufrieron el inconveniente que sus operarios se estresaban por tener que realizar siempre la misma tarea, se comentaba que un encargado de tener que colocar bisagras, lo habían tenido que internar en una casa de retiro para enfermos mentales, sin poderle sacar de su mano el destornillador. También a un pintor de una de las empresas al cabo de terminar doscientos departamentos, todos del mismo color, en un momento dado comenzó a realizar extraños dibujos multicolores, similares a pinturas abstractas, cuando lo despidieron, llevaba en su bolsillo una brocha con pintura roja y salpicó todo el despacho del jefe de personal, en tanto gritaba desencajado: ¡en el mundo existen otros colores, no solo el gris perla!.


Solo faltando dos días para la inauguración y posterior entrega de los departamentos a sus dueños, surgió un inconveniente de último momento, no se podrían colocar los carteles indicadores del nombre de las calles por haber surgido un problema con la empresa encargada de realizarlos, y solo estarían para un par de semanas después de la inauguración.

En el departamento de planeamiento este tema de los carteles de las calles se analizaba como un serio problema debido a que el proyecto era una repetición de edificios exactamente iguales unos a otros, y no existía nada que los pudiera distinguir, ni las veredas, ni los postes de alumbrado, ni el color de sus fachadas, todo el emprendimiento era una constante repetición de miles y miles de espacios absolutamente iguales, comentaban que un inspector de obra había revisado el mismo edificios unas cuarenta veces, sin darse cuenta.

Al jefe de planeamiento se le ocurrió una solución de emergencia que podría resolver este problema, se entregaría a cada uno de los propietarios un plano en donde se indicaría la ubicación de su unidad de vivienda, y mediante la utilización de una brújula, una vez que se determinara los puntos cardinales, sería sencillo encontrar el lugar, esto no convenció mucho al intendente, pero otro remedio no quedaba, la inauguración era inminente. 

Así fue como se contrató a una empresa para la realización de cien mil brújulas de bolsillo y a otra la realización de planos que indicaran la ubicación de cada departamento, lamentablemente, esta última empresa cometió un pequeño error y lo que se indicaba como el oeste era el este y viceversa, pero para subsanar este pequeño error, se colocó al reverso de este plano una nota aclaratoria, en donde decía: “Para interpretar correctamente este plano solo cambie el este por el oeste”


El día de la inauguración llegó y se cortaron las tradicionales cintas, luego de esto el intendente en persona entregaba las llaves, junto a la brújula y el plano de ubicación a cada uno de los propietarios.

En un primer momento todo funcionaba bien, pero la mayoría de la gente no leía la nota aclaratoria por estar en el reverso del plano y se dirigía exactamente al lugar opuesto al que debería ir, luego, la llave no abría por supuesto.

Comenzaron los primeros reclamos, y al cabo de unas horas todo se tornó en un caos, en pocas horas ya se habían extraviado cinco chicos y diez abuelos, los nuevos propietarios pedían a gritos por familiares perdidos, y otros queriendo tomara posesión de sus viviendas lo antes posible amenazaban con realizar juicios a la comuna por estafa.

El intendente ante este alubión de reclamos decidió llamar a la gendarmería para que ayudara a esta pobre gente que ya era una multitud agolpada frente al estrado, se comenzaron a ubicar a las primeras familias pero este operativo resultaba muy lento y se hacía de noche con lo cual la impaciencia aumentaba, entonces se decidió armar carpas de campaña para que esta multitud pudiera pasar la noche, con la esperanza que por la mañana todo se solucionaría.

En este desorden general, aparecieron pseudos representantes de la comuna que por veinte pesos guiarían a las desamparadas familias hasta su hogar, muchos aceptaban la propuesta, y después de abonar por este “servicio” eran guiados solo unas pocas cuadras para luego dejarlos abandonados a su suerte.

Algunos habían podido llegar a su departamento, pero luego viendo desde sus balcones, el caos y la desesperación que imperaba en las calles, temían en salir y perderse, pero de pronto surgió el terror, se encontraban atrapados en sus viviendas, y sin poder conseguir alimentos, en pocos días morirían si no eran rescatados, muchos comenzaron a pedir auxilio desde los balcones a los gritos.

Al día siguiente, por las calles de esta ciudad repetitiva, seguían vagando personas totalmente perdidas, que ya no les interesaba encontrar su departamento, solo querían salir de ese laberinto infinito.

Se decidió convocar a tres helicópteros de la fuerza aérea para que a asistieran a esta gente desesperada con alimentos y agua que eran arrojados desde las alturas.

A media mañana el caos continuaba y los mismos gendarmes que habían concurrido para acomodar y auxiliar a los propietarios, debido al agotamiento de haber trabajado durante toda la noche también se perdían.


El intendente en persona desde uno de los helicópteros impartía instrucciones desesperadas para que todos los estuvieran alojados o no, dentro de esta trampa infernal se dirigieran para el oeste que era en donde estaba las tiendas de campaña, pero la gente que escuchaba aterrorizada a esta altura de los acontecimientos y debido al apresuramiento y el miedo se dirigía al lado opuesto guiadas por las instrucciones ahora del reverso del mapa.

Paresia que ya nadie podría poner orden a semejante catástrofe, cuando a un asesor del intendente se le ocurrió que se crearan brigadas de experimentados exploradores para ingresar en aquella ciudad de los mil demonios y rescatar a las personas.

Así fue como estas brigadas se internaron en esas infinitas calles gemelas, provistas de un importante equipo de sobrevivencia, y utilizando una especie de banderines multicolores auto adhesivos para poder después encontrar la salida, pero ocurrió lo inesperado, los banderines no quedaban bien sujetos y se desprendían, luego el viento los dispersaba por todos lados, las dos primeras brigadas se perdieron irremediablemente, entonces se decidió como un último esfuerzo desesperado, que una maquina vial de esas que realizan la demarcación de rutas, marcar dos línea blanca de este a oeste y de norte a sur al medio de la ciudad, luego de esto en los cuatro extremos de estas líneas se instalaron puestos de rescate, y se les indicó a la gente mediante panfletos y altoparlantes que se dirigieran a cualquier lugar pero siempre en línea recta, y que cuando encontraran una línea blanca la siguieran o para un lado o para el otro, que de esa forman podrían encontrar la salida.

Por fin lentamente los desconcertados propietarios fueron abandonando esta ciudad, y abrazados a sus hijos, lloraban de alegría cuando eran asistidos por lo puestos de la gendarmería que se encontraban en los extremos de las líneas blancas.

Al fin todo este acontecimiento solo paso a ser un mal recuerdo para la comuna, quedando impreso en los titulares de los diarios “caos ocasionado por una empresa irresponsable”

Los otros días me detuve en las proximidades de esta ciudad que se encuentra ahora abandonada, y me interné en ella solo unos pocos metros, por temor a perderme, pude ver merodeando por el lugar un par de perros muy flacos, que evidentemente no se pierden allí porque se guían por su olfato, dicen los comentarios que algunas familias nunca regresaron ni se supo nada mas de ellas, pero son solo comentarios.

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