sábado, julio 06, 2024

VIAJE AL PASADO (decima primer entrega)

                A la mañana siguiente, muy temprano,  recién despuntado el sol, unos fuertes golpes en la puerta de la casa de Esteban y Juan los despertó sobresaltados; cuando abrieron, el padre de Fen y An, junto con los cuatro ancianos del consejo estaban parados con cara de angustia y preocupación. La señora mayor les dijo:

—Necesitamos que se presenten de inmediato ante el emperador, una carroza los está esperando para llevarlos, quiere verlos mañana mismo.

—Se ha enterado, no sabemos cómo, que ustedes son viajeros del tiempo, —dijo el hombre mayor con su voz agitada—  si mañana no están en su presencia, vendrán a matarnos a nosotros.

—¿Por qué harían algo así? —preguntó Juan angustiado. 

—Porque ocultar algo de tanta importancia es considerado una traición y eso solo se paga con la muerte  —dijo el anciano. 

Los dos amigos acataron de inmediato lo que le indicaron; cuando salieron a la calle, los esperaban veinte robustos soldados cuyas armas y sus caras infundían muchísimo respeto. Después de subir a la carroza, la misma junto con la custodia, salió rápidamente sin otro trámite. 

—Esto no me lo esperaba  —dijo Esteban, comprobando que llevaba el reloj en su bolsillo. 

—Yo tampoco —dijo Juan—, ¿qué le diremos al emperador?… que por lo que veo, maneja la comarca con mano de hierro… ¿Qué pasará si no queda conforme con lo que le decimos?

—Lo mejor es decir la verdad —dijo Esteban… o al menos gran parte de la verdad.


En la antigua China existían creencias como el Yin y el Yang que incluso llegan hasta nuestros días y es muy difícil no estar de acuerdo; también la creencia de la vida después de la muerte para lo cual se pensaba que había que estar preparado. Eso mismo pensaba el emperador Qin Shi Huang, para lo cual se estaba preparando con anticipación, prueba de ello es la realización del impresionante “Ejército de terracota” que consistió en realizar en arcilla cocida 8000 estatuas emulando soldados, más carros y caballos, en un tamaño algo mayor a lo normal, con la peculiaridad y laboriosidad artística de ser todas sus caras y gestos distintos. 








El viaje para ver al emperador fue vertiginoso, solo se detenían en puestos ubicados a lo largo de caminos polvorientos para realizar un recambio de los caballos y después se continuaba raudamente.

Un sirviente les trajo en dos oportunidades a Esteban y Juan algo para comer y tomar, sin decir una sola palabra. 

Al atardecer del segundo día el viaje concluyó, dos soldados le indicaron que los acompañaran; cuando Esteban y Juan vieron el exterior del palacio del emperador se sorprendieron por su magnificencia.





Para llegar al lugar donde se encontraba la máxima autoridad, tuvieron que atravesar no menos de seis puertas, las cuales estaban custodiadas por muchos soldados. Por fin llegaron a una sala no muy grande en donde los hicieron esperar. Cuando se abrió la última puerta pudieron ver al final de una larga alfombra que debían recorrer, a un hombre sentado en una lujosa poltrona, custodiado por diez soldados fuertemente armados.






Los dos soldados que acompañaban a Esteban y Juan, le indicaron que se acercaran al emperador; cuando estuvieron a pocos metros, este levantó su mano para indicarles que se detuvieran; en ese momento los dos amigos se inclinaron con respeto, después con un gesto casi imperceptible de su cabeza el poderoso emperador hizo que un hombre se acercara, era el traductor, también con la extraña capacidad de comunicarse solo con su mente.

—Dice el emperador Qin, si ustedes son en verdad viajeros del tiempo, y si es así, que lo demuestren de algún modo.

Esteban y Juan quedaron algo descolocados con la pregunta; porque en un primer momento no sabían cómo dar prueba de su origen del futuro. Fue entonces que a Esteban se le ocurrió decir esto:

—Señor emperador, lo único que podemos dar como prueba es nuestra palabra, sobre hechos que para ustedes aún no han ocurrido, por lo cual es muy difícil, que nos puedan creer, no obstante solo diré dos cosas. La primera es que su ambicioso proyecto de la construcción de la gran muralla, tardará mucho tiempo en ser terminada, pero lograrán el objetivo propuesto, y quedará como un legado indeleble de su tenacidad y esfuerzo como ejemplo para los pueblos de todo el mundo; pueblos con los que ustedes se relacionarán gracias a la ruta de la seda extendiendo mucho más su prestigio.

Y lo segundo que le puedo decir es, que usted tiene garantizada su existencia en el más allá gracias a ese ejército que está formando para que lo acompañe.

Después que Esteban terminó de decir esto, el emperador, durante un buen rato mantuvo su cara inexpresiva; esto no le brindaba mucha confianza a los dos amigos, existía el riesgo que los tomaran como unos farsantes con consecuencias muy riesgosas. Pero por fin aquel poderoso hombre inmutable sonrió y todos los allí presentes también. Después por intermedio del traductor dijo:

—El emperador quiere saber, cómo saben de su ejército de terracota, si el mismo es un secreto, solo lo conocen los artistas que allí trabajan, que no pueden salir de los talleres, ni siquiera para estar con sus familias hasta que la labor esté terminada.

—Su secreto señor emperador  —dijo Juan, que había estudiado mucho sobre ese tema— se descubrió después de muchísimo tiempo, para ser preciso tuvieron que transcurrir, ochocientos treinta y nueve mil quinientos amaneceres, fue descubierto por casualidad por unos agricultores que trabajaban precisamente aquí. 

El emperador después de esta respuesta se puso de pie y le dijo a Esteban y Juan que lo acompañaran a tomar el té; lo hicieron en un jardín que parecía un sueño en la tierra. Esa reunión fue muy confidencial entre el poderoso hombre y los ahora reconocidos viajeros del tiempo, el emperador dio la orden a su custodia que se mantuvieran lejos, excepto a su traductor.

—El emperador quiere saber algo del futuro que puedan contarle que sea deslumbrante. 

Esteban se quedó pensando unos instantes y después dijo lo siguiente:

—Quizás señor emperador podamos aprender juntos con respecto a un tema de gran importancia,  nuestras generaciones del futuro no se ponen de acuerdo si ustedes conocen o no a un enorme lugar en la tierra que está donde cae el sol, aquí en la tierra, después del océano. 

Cuando el traductor le dijo esto al emperador éste contestó:

—Sabemos que el mundo que pisamos no termina en el horizonte, pero algunas expediciones que hemos enviado a explorar jamás regresan, por esto no quisimos insistir para no molestar a la naturaleza, mucho es lo que tenemos que hacer aquí mismo.

—-Comprendo señor emperador, si usted lo desea puedo decirle sobre ese interrogante.

—El emperador dice, —dijo el traductor— que prefiere no saber para dejar las cosas en su lugar, no es aconsejable levantar ciertas piedras.

—Comprendemos perfectamente señor, —dijo Esteban— si lo desea puedo decirle algo sobre la luna.

—Hazlo —dijo el traductor— el emperador quiere saber.

—Después de mucho esfuerzo y perseverancia, —dijo Esteban— el hombre pudo pisar la luna, y debo decirle que su pueblo, también lo logró. 

—¿Cómo pudimos lograr tal cosa? preguntó intrigado el emperador, mirando a los ojos a los viajeros.

—Aunque usted no lo crea, la pólvora que ustedes utilizan para sus festejos, se fue perfeccionando a un grado extremo tal, que se hicieron enormes flechas de acero, que se lanzaron desde la tierra y pudieron llegar a la luna con tripulantes a bordo.

El emperador, después de esta revelación quedó extasiado a tal punto que les dijo a los viajeros si querían quedarse a vivir en su palacio, que serían tratados como consejeros, en la misma condición que sus propios hijos.

Ambos amigos se miraron, pero una decisión así deberían de evaluarla con calma, porque ser un consejero en la antigua China, implicaba también asumir grandes responsabilidades en un mundo de enfrentamientos bélicos constantes.

—Le pedimos con todo respeto señor emperador, —dijo Juan— que nos permita evaluar su ofrecimiento. 

—Por supuesto —dijo el emperador distendido—, no obstante esta noche y mañana serán mis anfitriones.


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