miércoles, agosto 28, 2024

MARTE (octava entrega)

          Ser el hombre o la mujer con más poder y riqueza en el mundo entero pareciera ser un objetivo deseado por toda la humanidad; sin embargo, no siempre se tiene realmente en cuenta que una posición así demanda un esfuerzo de atención a muchos aspectos, como el curso de las empresas, la política, los eventos sociales, el humor social y la seguridad individual.

Marcos hijo trabajaba infatigablemente en todos estos aspectos, cada día de su vida, doce horas diarias, con excepción de los domingos, en los que solo escuchaba música clásica en soledad, porque su única familia era un gato, o mejor dicho, el séptimo clon de su primer gato, que se llamaba, curiosamente, “Fortuna”.

Sabía muy bien que la clave para que todo marchase correctamente era ser estricto e implacable con cada uno de sus colaboradores inmediatos; una pequeña distracción o error de interpretación de una orden impartida por él significaba quedar en la calle.

Marcos hijo dominaba el mundo, pero existían otros contrincantes que pretendían quitarle ese privilegio; uno de esos era el viejo Elon Musk, que lo odiaba con toda su alma y trabajaba cada día de su vida para asestar un golpe mortal a las empresas de Marcos hijo.

Elon, reunido con sus colaboradores, trazó una idea para arruinar a Marcos hijo; para ello era necesario algo descabellado: paralizar el mundo todo el tiempo que fuera necesario hasta que Marcos hijo capitulara y tuviera que recurrir a él para resolver la catástrofe. Elon soñaba con ver a Marcos hijo de rodillas frente a él pidiéndole ayuda.

Para este plan se convocó en forma secreta a un delincuente, el cual era buscado internacionalmente por ser el responsable de múltiples atentados de todo tipo; sin embargo, este malhechor era escurridizo como un pez en el agua y, por dinero, era capaz de llevar adelante cualquier cosa.

Después de cerrar el trato por una cantidad de dinero abismal, Elon pidió algo que, si no se cumplía, no pagaría un solo centavo: no podía haber víctimas, solo destrozos materiales.

El primer golpe sería paralizar el transporte de mercancías entre América y Europa, que se realizaba mediante ocho túneles bajo el océano que permitían el desplazamiento de varias formaciones de trenes ultrarrápidos. El trabajo fue impecable; varias detonaciones perfectamente controladas arruinaron miles de kilómetros de vías, que quedaron inutilizables. Su reparación duraría, como mínimo, dos meses de intenso trabajo. Esto provocó la interrupción de alimentos, insumos industriales y otras mercancías, lo que generó, a las veinticuatro horas, un caos. Los directivos de las principales empresas pedían instrucciones a sus casas matrices para que pudieran solucionar una catástrofe de proporciones globales.

Marcos hijo se reunió con sus colaboradores más estrechos, que eran solo cuatro y un robot de su flota de inteligencia artificial.

—¡Quiero que alguien me explique qué carajo ha sucedido! —estalló, envuelto en ira, el hombre más poderoso del mundo.

El primero en explicar lo que estaba pasando fue Bernardo, encargado de manejar el departamento de logística a nivel mundial. Bernardo era un ingeniero autodidacta, sin título, que sabía navegar por los ríos virtuales de las finanzas y la logística de mercancías de todo el mundo; su puesto de trabajo estaba instalado en su casa, la cual era una pequeña cabaña que compartía con su familia en un lugar paradisíaco de Argentina, frente al lago Nahuel Huapi. La habitación en la que trabajaba tenía tres de sus paredes tapizadas de monitores, que ininterrumpidamente mostraban el desarrollo de los movimientos bursátiles y comerciales mediante coloridos gráficos.



Después de escuchar detenidamente lo ocurrido y saber, además, que había sido un boicot, le preguntó a su robot de qué modo se podía solucionar esto de forma inmediata, a lo que el robot dijo:

—Debemos poner en funcionamiento todos los buques de transporte marítimo cuanto antes, y se comenzará a regularizar todo en unos diez días.

—Bien, ¡hagámoslo ya!

—Existe un solo inconveniente —dijo el robot sin expresar, obviamente, ningún tipo de emoción.

—¡Qué inconveniente puede existir! —gritó exasperado Marcos hijo.

—El problema es que todas las viejas compañías marítimas pertenecen a Elon Musk.

La cara de Marcos hijo se puso roja, parecía que iba a estallar; con ambos puños, pegó un golpe en su escritorio y después se quedó en silencio frente al monitor. Al cabo de un minuto dijo:

—Comuníquenme con ese hijo de perra.

Para muchas personas, la venganza puede tener un sabor muy dulce; eso fue lo que sintió el viejo Elon cuando le dijeron que tenía una videollamada de Marcos hijo. Tardó largos diez minutos en atenderlo, después se sentó en su escritorio, encendió su pipa y expulsó el humo contra el monitor donde se veía la cara enfurecida de su archienemigo.

—Hola, querido Marquitos, qué sorpresa, tú por aquí.

—¡Viejo zorro malnacido!, irás preso por esto el resto de tu vida, y disfrutaré viéndote envejecer tras las rejas —le gritó Marcos en la cara a un viejo Elon Musk que ostentaba una sonrisa socarrona, disfrutando como un chico con un dulce en la boca.

—Te noto nervioso, Marquitos, ¿qué ha ocurrido?; tal vez pueda ayudarte en algo.

Marcos trató de calmarse, pero le era imposible, porque sabía que tenía que negociar con alguien que era tan despiadado como él; a esto se agregaba que tenía que cerrar un trato como fuera, porque, de lo contrario, esperar que todo volviera a la normalidad en un mes era demasiado tiempo y comenzaría un efecto dominó interminable hasta alcanzarlo.

—Tú sabes bien de qué estamos hablando… ¿cuánto quieres por tus obsoletas empresas de transporte marítimo?

—Ahh, sí, me parecía que tu problema venía por ahí. El punto es que, como todos los viejos, nos encariñamos con las cosas antiguas… por lo cual, querido amigo, ¡no están a la venta!

La hipocresía de Elon irritaba aún más el ánimo de Marcos hijo.

—Me tienes entre tus manos miserables, ¡dime cuánto quieres por esas viejas cáscaras que flotan!

—Sabes una cosa, estimado Marquitos, en el fondo no me caes tan mal; a decir verdad, yo era igual a ti cuando joven. Solo por hacerte un favor, te doy todas mis empresas marítimas por el cincuenta por ciento de todas tus empresas, o mejor dicho, por la mitad del mundo.

Marcos hijo, después de escuchar lo que Elon dijo, en lugar de despotricar y patear el tablero de ajedrez, solo se comunicó con su centro de inteligencia artificial, realizó una sola pregunta y después, mirando al viejo Elon, dijo:

—Trato hecho, mañana firmamos todos los papeles; serás mi socio. —Después apagó el monitor.

Esta reacción dejó a Elon con un sabor amargo; no era posible que este negocio haya sido tan fácil; quitarle la mitad del colosal negocio a Marcos hijo con tanta facilidad era imposible.

—Algo está tramando este hombre —les dijo Elon a sus colaboradores—, deberemos leer muy detenidamente la letra chica del contrato, nos quiere estafar, estoy seguro.

El estudio de abogados del viejo empresario no encontró nada anormal en los contratos, pero la principal empresa controlada por Marcos hijo era un engendro de empresas interconectadas a las que solo Marcos hijo, con su poderosa central de robots con inteligencia artificial, podía acceder y ordenar el rumbo de sus negocios.

Los socios del estudio de abogados de Elon no eran los de antaño; señores y señoras con impecable traje y corbata; los de ahora parecían tres jóvenes surfistas preparados para ir a la playa.

La reunión para firmar los papeles se realizó en una impresionante sala de reuniones virtual, con más de treinta participantes, donde los nuevos socios, Elon y Marcos hijo, ni se miraron a los ojos.



Después de que todos los contratos estuvieron firmados, teóricamente Elon y Marcos hijo se fusionaron como socios… con un pequeño detalle: eran socios tanto en las ganancias como en las pérdidas.

Al cabo de diez días, la impresionante flota de Elon, que comenzó a surcar todos los océanos del globo, llevando y trayendo mercancías de todo tipo, calmó de inmediato las aguas de los negocios. Pero Elon, a pesar de haber conseguido en teoría quedarse con la mitad de los principales negocios y empresas de todo el mundo, no estaba tranquilo; había sido demasiado fácil, y conocía muy bien a su reciente socio, Marcos Hijo.

No estaba equivocado; a los siete días, su responsable de finanzas lo llamó preocupado:

—Tenemos un problema, Elon.

—Dime qué ocurre —preguntó el viejo Musk, imaginando de inmediato de dónde provenía.

—Están llegando las rendiciones de cuentas de nuestras nuevas empresas asociadas y en todas solo hay rendimientos negativos; en todas estamos perdiendo dinero.

—¡Ya me parecía que este maldito tenía algo bajo la manga! —gritó Elon enfurecido.

Cuando Elon se comunicó con su socio, le dijo, tratando de ocultar su ira:

—Marcos, me están informando de que nuestras empresas en común no están funcionando bien. ¿Qué está pasando? —Exactamente eso —le respondió su socio con total calma e hipocresía—, están dando pérdidas. Ante esta respuesta del bribón de Marcos hijo, Elon no pudo mantener la calma y le gritó frenético: —¡Me estás estafando, maldito sinvergüenza! —Negocios son negocios, Musk; a veces se gana y otras se pierde. En este momento estamos perdiendo, ¿qué otra cosa necesitas saber, socio? —¡Te juro que irás a la cárcel, maldito bribón, no te saldrás con la tuya! —le gritó Elon a un monitor, en donde solo había quedado la cara congelada de un Marcos sonriente que ya no escuchaba.

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