Cuando las pantallas publicitarias de todas las más importantes ciudades del mundo fueron hackeadas por los “Roedores”, denunciando a Marcos hijo, ese día fue el principio del fin de su imperio. La opinión pública comenzó a preguntarse: ¿cómo podía ser posible que se pudiera engañar a todo el mundo, causando el terror, sin que ningún organismo internacional dijera absolutamente una sola palabra?
Las estructuras de control de las finanzas y delitos comenzaron a moverse. La vieja y respetada Corte Internacional de Justicia comenzó a investigar a Marcos hijo. El primer paso fue profundizar en la empresa desconocida que compró una enorme cantidad de acciones de cientos de empresas que se desprendían de ellas, entendiendo que el futuro del planeta era incierto. Los primeros informes señalaban a Marcos hijo como el dueño de dicha empresa. El primer interrogante fue poder saber en qué lugar del mundo vivía Marcos hijo. Esto era un aspecto complejo por lo siguiente: cuando la justicia de un país le enviaba una citación a alguna de sus empresas para que se presentara en los tribunales, sus abogados respondían que él no se encontraba en ese país, y ante el requerimiento de que se informara cuál era el país de residencia, con total desparpajo, sus abogados le enviaban al juez una lista de ciento noventa países, incluido el Vaticano, argumentando que vivía volando por los cielos de todo el mundo en su jet privado. Para lograr burlar a las autoridades, Marcos era propietario de cincuenta jets iguales. La maniobra fraudulenta consistía en cambiar en cada aeropuerto al que llegaba las matrículas impresas en el fuselaje; de este modo, podía aterrizar con un avión y, después de cargar combustible, despegar con otro… a pesar de ser siempre el mismo.
Por fin, se lo declaró prófugo, ofreciendo una recompensa de varios millones de dólares. Esto entusiasmó a la persona menos pensada: un viejo empleado que controlaba el despacho de combustible en el aeropuerto de Múnich, ex empleado de la prestigiosa y antigua Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). El buen hombre se tomó la molestia de revisar miles de registros de aviones, hasta conseguir los que pertenecían a compañías de Marcos hijo, dato que le llevó a averiguar durante varias semanas, y después verificó que un avión de dicha flota tenía turno para cargar combustible donde él trabajaba.
Esa noche, cuando el avión de Marcos hijo aterrizó, fue sorprendido por más de cincuenta carros de asalto de la policía que rodearon la nave, haciendo sonar sus sirenas e iluminando con sus luces características la pista y el avión.
Cuando el prófugo bajó por la escalerilla, decenas de flashes registraron su cara, la cual muy pocos conocían. Marcos hijo, el dueño de medio planeta, ahora tenía que responder y explicar muchísimas cosas a las autoridades.
Anticipándose al inminente derrumbe en cadena de cientos de empresas, el viejo Elon, socio de Marcos hijo, trataba de deshacerse lo más rápido posible de todas ellas. Vendía sus acciones a precios irrisorios, pero a nadie le interesaba comprar un problema. Incluso viejos amigos personales ni siquiera le respondían a sus llamadas. Era como si tuviera una enfermedad maligna y contagiosa.
Cuando la enorme estructura industrial y comercial montada por Marcos hijo comenzó a crujir, los responsables de áreas importantes comenzaron a pensar en un plan “B” para su vida laboral futura. Los que estaban en peor condición eran los miles de empleados de menor rango, que veían en los noticieros cómo llevaban esposado a Marcos hijo, presintiendo que su fuente de trabajo estaba en peligro… y esto era muy cierto.
Cuando la noticia llegó a los trabajadores de Marte, corrió el pánico, porque si algo sucedía solo contaban con una reserva de oxígeno limitada, y sabían que para regresar a la Tierra se necesitaban como mínimo veinte traslados en cohetes, siendo su costo elevadísimo. El terror se desató cuando, de forma intempestiva, todos los ingenieros y capataces abandonaron el trabajo y se retiraron en un vuelo de regreso sin decirles una sola palabra.
Las protestas de empleados comenzaron cuando sus ingresos no eran depositados en sus cuentas bancarias. Miles y miles de trabajadores por todo el mundo comenzaron jornadas de protesta dejando de trabajar, pero esto comenzó a impactar en sectores sensibles de la civilización, como la producción de agua potable, alimentos, transporte de mercaderías, control de plantas nucleares y puertos. Fábricas en todo el mundo se quedaban sin insumos, teniendo que detener su producción. Los medicamentos comenzaron a faltar en los centros de salud. Grandes zonas de ciudades de millones de habitantes quedaron sin energía eléctrica, con las consecuencias que ello generaba.
Cinco presidentes de los principales países del mundo organizaron una reunión de urgencia. La pregunta no tenía una respuesta ni segura, ni rápida, ni tampoco certera: ¿cómo reactivar el mundo lo antes posible?
Decenas de miles de empresas de un gigantesco engranaje que mueve al planeta estaban paralizadas.
A veces, alguien con ingenuidad y sencillez irrumpe en un problema sin solución aparente y lo arregla.
Surgió una idea de un chico de diez años que, en una cena familiar, le dijo a su padre, que era vicecanciller:
—¿Qué pasaría, papá, si se hiciera una campaña publicitaria en todo el mundo en la que, durante treinta días, todos, absolutamente todos, se comprometieran a regalar sus productos? Todos ellos, desde el pan hasta el combustible, la energía eléctrica y los servicios, y que durante ese tiempo todo empleado u obrero fuera a trabajar gratis, solo por treinta días.
Una reunión de encumbrados economistas llegó a la conclusión de que algo de tal envergadura era posible si se pudiera garantizar que ningún ser humano del planeta pudiera aprovecharse de esta situación. Para garantizar esto, aquel que se beneficiara de forma indebida en esta extrema situación de emergencia global sería severamente castigado.
La campaña se llamó “Solo por treinta días, regalo mi producción”.
El éxito de la idea fue inmediato. Los obreros de todas las fábricas del mundo se presentaron en sus puestos de trabajo, sin fichar. Los comercios de comestibles entregaban todo lo que tenían y pedían más mercaderías a sus proveedores, los cuales se las entregaban sin cobrarles. En tres días, la energía eléctrica se repuso donde faltaba, y las facturas de servicios venían con el increíble costo de $0. El mundo comenzó a moverse nuevamente. Los bancos continuaban registrando depósitos y extracciones de $0. La inflación se convirtió en 0%, del mismo modo que los intereses por depósitos. Los profesionales: médicos, maestros, dentistas y abogados trabajaban sin cobrar, pudiendo retirar ropa y comestibles gratis.
Curiosamente, ocurrió algo inexplicable: la cantidad de desplazados y pobres disminuyó porque se crearon nuevos trabajos de servicios. Las grandes empresas de inversión continuaron invirtiendo, creando nuevos puestos de trabajo en todo el mundo, porque el factor riesgo de los negocios era cero.
Nico W, escribió una nota muy amplia en donde mencionaba con nombre y apellido al hombre que le aseguró que lo del meteoro era un gran mentira. En el noticiero de la noche se informó de la investigación.
Nicasio Laguna, llegó como de costumbre al pueblo para realizar sus compras, cuando algo le llamó la atención, en la puerta del almacén Raúl el dueño, le dijo que se dirigiera al club lo antes posible porque el comisario quería decirle algo muy importante. Cuando ingresó al amplio salón jamás imaginó una sorpresa tan gratificante para un viejo solitario; todo el pueblo incluido el cura estaban allí para recibirlo con un aplauso que duró varios minutos y un enorme cartel se desplegó en donde se leía: El observador infatigable de estrellas es nuestro héroe, ¡Gracias Don Laguna!.
En todo el mundo “Los Roedores” festejaron la noticia, y se sintieron satisfechos; esta vez habían ganado.
El informante anónimo de Nico W al ver la noticia se rió con ganas, abrazando a su perro caniche abrió una botella de champaña.
El amigo Nico, que trabajaba en la bolsa lo llamó al enterarse.
—Esta vez diste la gran noticia sinvergüenza —le dijo su amigo a Nico— hoy invito la cerveza yo.
El viejo Elon, de milagro salvó su pellejo; utilizó todos los contactos que tenía e hizo innumerables cantidad de regalos para agilizar documentos y trámites. Pero por fin se pudo recuperar del derrumbe económico, después de perder miles de millones de dólares; su inmensa fortuna quedó reducida a una tercera parte…no quería que ni le nombraran el proyecto de la ciudad en Marte.
Marcos hijo quedó tras las rejas, muchísimos años.
Cuando salió en libertad, era un hombre pobre; comenzó ganándose la vida como jardinero, pero en poco tiempo ya tenía una empresa de parquización muy redituable.
Cuando la última nave despegó de Marte rumbo a la tierra, la ciudad quedó olvidada, vacía y abandonada; miles de millones de dólares quedaron en el planeta rojo, muchos poderosos coincidieron que aún había mucho por hacer en el planeta tierra antes de conquistar otro. No obstante, un grupo de entusiastas jóvenes estudiantes y profesionales cinematográficos, lograron formar una empresa con la firme intención de hacer una película en Marte. ¿Quién creen ustedes que se asoció a ellos?...Así es, un ambicioso e inagotable hombre llamado Marcos hijo.
FIN
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