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viernes, abril 04, 2025

MISTERIO EN EL FIN DEL MUNDO (cuarta entrega)


         Después de ver los dibujos de los chicos del colegio y  cómo estaban los restos de los terneros en el campo vecino. Al comisario Funes no le quedaban dudas de que el pueblo de Almanza enfrentaba una amenaza enorme; evidentemente se trataba de animales depredadores que jamás habían visto en la zona. Desde su oficina convocó a una reunión urgente para todos los hombres desde el grupo de Whatsapp de los vecinos, para esa misma noche en el salón de Lorenzo y Laura, recomendando que las mujeres se quedaran con sus hijos chicos en sus casa con la puertas y ventanas cerradas. La novedad alarmó a todos, llenando la casilla de mensajes del comisario, preguntando qué pasaba.

Ocupado en calmar a los vecinos, alguien golpeó la puerta de la comisaría, era el inglés.

—Quisiera hablar con usted comisario, mi nombre es Oliver Smith, sé muy bien lo que está ocurriendo.

Después de hacerlo pasar a su oficina, el comisario escuchó atentamente lo que este hombre tenía para decirle.

—Yo trabajaba en una empresa estadounidense dedicada a investigaciones científicas con el ADN de animales extintos. Usted comisario, o mejor dicho esta comunidad, está amenazada por unos animales genéticamente modificados, que se lo puedo asegurar, son una máquina perfecta de matar. —el corpulento hombre con su cara inexpresiva, encendió su pipa y continuó hablando—  Al principio no estaba muy seguro que fueran ellos, pero ahora lo puedo asegurar; son tres lobos terribles. A diferencia de las especies actuales, estos animales son sanguinarios, astutos, y sumamente inteligentes.

El comisario preocupado le preguntó:

---¿Cómo sabe usted todo esto?.

—La historia ya no tiene importancia. Fue un experimento del cual yo fui muy crítico desde el primer momento, y renuncié. No me equivocaba, algo falló y ahora estos animales están sueltos y es muy probable que la hembra tenga crías, por lo cual, las consecuencias pueden ser catastróficas. La desaparición de los dos pescadores, es altamente probable que hayan sido ellos, son excelentes nadadores. 

—Acompáñeme a la reunión de esta noche, los vecinos deben saber a qué nos enfrentamos. —le dijo el comisario buscando en el cajón de su escritorio las cajas de cartuchos para su escopeta—  ¿Usted tiene armas?.

—Si  —respondió el inglés, tocando su mochila.


En el salón de reuniones estaban todos los hombres de Almanza y algunas mujeres que no tenían hijos que cuidar, todos hablaban conjeturando diversas opiniones, la maestra pego’ en una de las paredes, los dibujos de los chicos, y el vecino al que le mataron los novillos mostraba las fotos de los irreconocibles cuerpos. Cuando llegó el comisario junto al inglés, las conversaciones se apagaron y ubicados en el centro de los presentes el comisario empezó su breve discurso. 

—Señores, lamentablemente tengo que decirles que una grave amenaza nos acecha, unos animales sumamente peligrosos están en algún lugar muy próximo a nuestro pacifico pueblo. Quiero que presten atención al señor  Oliver Smith, que les dirá qué características tienen estos animales que los hacen muy peligrosos. 

Cuando el inglés explicó las características de los tres lobos terribles, todos los presentes se quedaron en silencio.

El primero que habló fue el dueño de la gasolinera:

—¿Que nos impide ir a buscarlos y matarlos?, al fin de cuentas son solo lobos. 

Nuevamente el inglés intervino:

—Lamentablemente señor, estos animales, en este preciso momento están pensando cómo y cuándo matarnos a nosotros. Tenga en cuenta que hace diez mil años se enfrentaban con mamuts varias veces más grandes y pesados que ellos, y se los comían. 

Fernando que se encontraba junto a su amigo preguntó:

—¿Qué debemos hacer entonces, no creo que debamos escondernos?.

—Por supuesto que no —dijo el comisario—, lo que tenemos que procurar es ser más inteligentes que ellos; aquí con el señor Smith, tenemos una idea que no es ni simple, ni sencilla; es bastante peligrosa; pero les aseguro que por mi experiencia con criminales no tenemos muchas otras opciones. 

Cuando se explicó el plan, muchos consideraron que era una locura hacer algo tan arriesgado, pero el Inglés se ofreció a ser el señuelo humano porque decía que él conocía las mañas de estos peligrosos animales. Y de alguna forma sentía cierta responsabilidad por haber formado parte de este descabellado proyecto.

El plan consistía en ocupar un bote y dejarlo anclado próximo a la costa, el inglés sería el que estaría en el bote, solo. Cuando las fieras lo quisieran atacar, desde un lugar estratégico desde la costa, los mejores tiradores con carabinas matarían a las fieras. Pero en Almanza solo había tres buenos tiradores, Anibal, Fernando y el comisario. El inglés a pesar de estar armado, y solo en el bote, no podría jamás contener a estos sanguinarios y astutos animales. 

Cuando la reunión estaba finalizada. Se cortó la luz, este imprevisto que en otras circunstancias no hubiera provocado preocupación, ahora con tres amenazas de cuatro patas escondidas en cualquier lugar, tal vez esperando una oportunidad para atacar; cambiaba la tranquilidad de todos los habitantes de Almanza por incertidumbre y temor. Se decidió que todos los vecinos con vehículo acompañen hasta sus casas a los que estuvieran a pie. 

Esa primera noche del pueblo amenazado fue muy larga, la penumbra aumentaba un clima de profunda desprotección, y a esto se sumó que el silencio fue interrumpido por el característico y nítido aullido de los lobos que todos escucharon como un presagio de que los tranquilos días de Almanza habían terminado.

A la mañana siguiente en la comisaría se reunieron Anibal, Fernando, el inglés y Funes, sobre una mesa desplegaron todas las armas, las controlaron y las cargaron, también además de las carabinas la cuales contaban con mira telescópica, todos llevarían armas de mano. La idea era que el bote con el señuelo humano, se retirara de la costa unos cincuenta metros. Pero el día despuntó con una bruma persistente que dificultaba la visión de los francotiradores. Como medida de seguridad, todos estarían comunicados con wokitokis, y el comisario estaría preparado con su lancha que era muy rápida y la conduciría Lorenzo; ante el requerimiento del inglés estarían junto a él en unos pocos segundos.

Anibal y Fernando se colocarían sobre el techo de un depósito que era el lugar más alto, para la perspectiva qué necesitaban.

Cuando todo estuvo preparado, el inglés se subió al bote llevando en su mochila algo de comer, cuatro revólveres y una botella de whisky. 

Después de poner en marcha el motor, el bote se fue alejando del muelle lentamente hasta ubicarse en la posición establecida.




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jueves, abril 03, 2025

MISTERIO EN EL FIN DEL MUNDO (quinta entrega)


          El inglés ubicó el bote en el lugar convenido que corroboró con los francotiradores Anibal y Fernando si lo tenían en la mira, también habló por el intercomunicador con el comisario y por último dijo:

—A partir de ahora voy a hacer silencio. 

Oliver Smith, fue uno de los primeros científicos que comenzó a investigar con el ADN de animales extintos, y a él se sumaron otros colegas, también socios con mucho dinero habidos de ganar mucho más. 

Pero una noche, reunido con un religioso amigo, éste le planteó su desacuerdo en la manipulación genética por ser en su interpretación un acto fuera de la doctrina de la iglesia.

—Lo que tú haces es abrir las puertas del infierno.  —le decía su amigo.

—Creo que exageras estimado amigo, si Dios nos dio una mente, es para utilizarla, yo soy científico y deseo hacer el bien  —le decía en esa reunión a su amigo cura.

—Yo creo como creyente, que Jesús no hubiera estado de acuerdo en manipular la vida, la naturaleza, porque el único que puede hacerlo es Dios; nosotros no somos el creador.

—Pero ubiquemos esta conversación en otro plano, si yo puedo con mi ciencia calmar el dolor del prójimo y además sanarlo, ¿crees que Jesús no lo hubiera permitido?.

—Eso es otra cosa  —refutó el religioso— volver a la vida a un ser que Dios quiso que se extinguiera, por algún motivo así lo dispuso. Nosotros desde nuestra imperfección de humanos, no debemos contradecirlo, porque no sabemos qué consecuencias deparará algo así. 

Esta última reflexión de su amigo, le quedó dando vueltas en su mente varios años después. Un día trabajando en el laboratorio decidieron con sus socios modificar genéticamente el embrión de un perro, y las consecuencias fueron lamentables, ese experimento fracasó pero también lo alarmó porque en secreto tuvieron que matar al animal cuando era adulto porque era incontrolablemente agresivo. A pesar de tener un aspecto inofensivo en una distracción mordió fuertemente la mano a uno de sus colaboradores que no la perdió de milagro.

A partir de ese día el inglés entendió que estaba equivocado y quiso detener el proyecto, pero el resto de los socios no se lo permitieron. A pesar de retirarse de la sociedad se sentía responsable por haber iniciado estos experimentos tan riesgosos e impredecibles.

Ahora, allí solo sobre un bote en medio de una bruma fría, pretendía subsanar su error.

En un momento la bruma se puso más espesa y el comisario, Anibal y Fernando, perdieron de vista al Inglés. 

—Smith, ¿me escucha?. —preguntó el comisario.

—Si lo escucho  —respondió el inglés. 

—No lo podemos ver, la bruma es demasiado espesa.  —le dijo el comisario preocupado— mejor será abortar esta idea, regrese de inmediato Smith.

Cuando el comisario terminó de decir esto por el intercomunicador se escuchó lo que no debía haber ocurrido. Primero un fuerte golpe, después unos rugidos y el desesperado grito del inglés.

—¡Me están atacando!, ¡disparen por favor!.




Pero ni el comisario ni los dos francotiradores podían ver un blanco seguro para disparar; solo tiraron al aire con la esperanza que las fieras se asustaran.

La lancha del comisario arrancó con fuerza y en unos instantes estaba junto al bote del inglés, pero en la cubierta ya no había nadie; el bote vacío daba cuenta de lo ocurrido.

Todos los que participaron de esta cacería  que había fracasado, sumando la muerte de un hombre valiente, regresaron al muelle. En sus oídos retumbaban los gritos desesperados del inglés, sintiendo la impotencia de no haber podido hacer nada. El comisario se sentía responsable por llevar adelante este plan tan peligroso. Ahora tenía por delante proteger a los vecinos de Almanza pero no sabía que hacer, estos peligrosos animales lo superaron. 

Los días que siguieron fueron muy difíciles, se suspendieron las clases y ningún pescador salía a trabajar, las compras se hacían con aquellos que tenían vehículo y repartían la mercadería entres los vecinos. Las calles del pueblo estaban desiertas de día y de noche. Almanza estaba paralizado y todos los vecinos se sentían desprotegidos e indefensos. A la incertidumbre de cómo seguir, se sumaba por las noches esos malditos lobos con sus aullidos que les recordaban a todos que allí estaban en algún lugar acechando. 

El comisario decidió pedir ayuda y le envió un correo a la Dirección General de Biodiversidad y Conservación de la provincia. 

Les escribió detalladamente todo lo que estaba ocurriendo en Almanza y el frustrado y dramático intento de matar a los lobos.

La respuesta de la Dirección llegó de inmediato exponiendo su sorpresa por no conocer la existencia de estos especímenes y tampoco saber que existía en el país una empresa que realizaba estos experimentos.

No obstante se comprometieron a ir de inmediato. 

Después de dos días llegaron a Almanza tres camionetas con trailers portando unas jaulas y equipos de todo tipo. El que estaba a cargo era un hombre llamado Joaquin y seis jóvenes más, dos mujeres y cuatro hombres.



Después de entrevistarse con el comisario, le pidieron un lugar para poder armar su centro de operaciones y un hotel donde hospedarse.

Cuando los vecinos vieron todo aquel movimiento de equipos y personas salieron de sus casas a ver de qué se trataba todo aquello. El comisario organizó una reunión improvisada para avisar que desde ahora el personal de la Dirección de Biodiversidad estaría a cargo de capturar a los lobos pero, no existía ninguna aproximación de cuánto tiempo les llevaría este trabajo.

El personal de Biodiversidad armó su lugar de trabajo en la comisaría. Allí bajaron cuatro drones, cámaras, computadoras, grandes bolsos de lona y varias valijas de aluminio de las que sacaron unos indescifrables aparatos junto a pequeñas cajas con apariencia de medicamentos. 

—No veo las armas que utilizarán  —le preguntó el comisario al jefe del operativo. 

—No las necesitamos.  —les respondió el hombre— los atraparemos vivos.

El comisario ante esta respuesta quedó sorprendido y no pudo evitar decir:

—Pero Joaquin yo le he dicho en mi informe que estos animales son asesinos, considero que es necesario matarlos.

—En nuestra opinión comisario,  —dijo el jefe con convicción— no existen animales por muy peligrosos que sean, asesinos. Son especies con determinadas características cuyos genes transmiten de generación en generación las mejoras o cambios de comportamiento para subsistir en su hábitat. El error aquí lo ocasionó el hombre con su ciencia, al revivir a estas especies fuera de su hábitat de hace diez mil años, en donde nada es igual a aquél momento. 

El comisario entendió perfectamente esto, pero definitivamente no entendía de qué modo estas personas con esos sofisticados equipos, que parecían inofensivos, podían controlar a estas peligrosas y astutas fieras.






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miércoles, abril 02, 2025

MISTERIO EN EL FIN DEL MUNDO (sexta entrega)

           El equipo de la Dirección de Biodiversidad, después de conectar sus computadoras a los drones, desplegó un plano en una de las paredes de Almanza y sus alrededores. De inmediato, al encender uno de los drones desde su control remoto, este se elevó velozmente y se perdió de vista con rumbo al canal. Desde una de las computadoras se podía observar, desde una altura considerable, los techos de las viviendas, la costa del canal y algunos montes próximos. La idea era poder determinar el lugar donde se encontraban los animales.

Los drones eran sumamente modernos y poseían cámaras de alta definición con lentes infrarrojos que, durante la noche, podían detectar cuerpos calientes. Además, contaban con un sistema por el cual podían arrojar dardos.



Cuando el comisario comprendió este procedimiento, nuevamente le preguntó a Joaquín: —Una vez que los ubiquen, ¿qué harán? —Cuando los ubiquemos, estos drones tienen la capacidad de arrojar dardos con una precisión muy grande. Estos dardos están cargados con una droga muy poderosa que los dormirá por veinticuatro horas. En ese tiempo, los iremos a buscar y los colocaremos en las jaulas. Pero encontrarlos no es tan simple, puede llevar varios días.

Los días de búsqueda se prolongaron sin novedad hasta que un vecino próximo al canal reportó un ataque a sus ovejas. Encontró en su terreno cinco ovejas destrozadas a dentelladas y tres más no aparecían.

Pasados otros dos días, llegó a la oficina del comisario otro reporte de dos terneros muertos. Los ataques ocurrían en horas de la noche y se sucedían día por medio. Los responsables de la Dirección de Biodiversidad marcaban esos lugares en el mapa. A los quince días, se observaba con claridad que los ataques se producían en un semicírculo casi perfecto que encerraba a Almanza contra el canal.

A estas alturas, los vecinos tenían graves problemas de abastecimiento de mercaderías, fundamentalmente de alimentos, combustible y leña. Esto provocaba un clima de profunda depresión en todos los hogares. Muchos vecinos se habían quedado sin leña para sus hogares y esto era muy peligroso porque la temperatura por las noches bajaba varios grados bajo cero. Entre todos los vecinos se ayudaban para las diversas tareas. Se decidió que todas las familias con hijos, para mayor seguridad, se alojaran en la escuela. Allí, los más jóvenes les llevarían las mercaderías. Todos los traslados se hacían bajo la custodia armada del comisario y los dos amigos, Aníbal y Fernando, dormirían allí para vigilar.

Una noche, fuertes golpes en el techo del salón desataron el terror en todas las familias. Los chicos se despertaron sobresaltados. Los lobos estaban allí y pretendían entrar levantando las chapas con sus garras. La desesperación de las madres fue enorme, lo único que podían hacer era abrazar a sus hijos chicos que lloraban desconsolados. Aníbal y Fernando apuntaban con sus armas al techo. Gloria pidió ayuda al comisario y este avisó al equipo de Biodiversidad que estaban trabajando.

Estos llegaron de inmediato cargando unos lanzadores de dardos, pero en cuanto su camioneta llegó al frente de la escuela, solo alcanzaron a ver tres ágiles siluetas que saltaron al piso y se perdieron en la oscuridad.

Si los lobos hubieran logrado entrar al salón, habrían provocado una matanza de la cual los pacíficos pobladores de Almanza no se habrían recuperado jamás.

Después de este hecho, el comisario encaró a Joaquín diciéndole: —No podemos seguir así, Joaquín. Yo comprendo todo el trabajo que ustedes están haciendo día y noche, pero esta situación no da para más. Todos los vecinos están aterrorizados, tienen que encontrar otra solución. No me parece que con sus juguetes avancemos. —Le pido, comisario, solo tres días más. Tenemos identificada el área donde pensamos que está su guarida. Permítame que le muestre algo que filmamos anteanoche. —El comisario se sentó frente a una computadora en cuyo monitor solo se veían unas manchas negras y grises cuando, de pronto, pudo observar en un pequeño instante a los lobos caminando en color gris claro. —Ahí están —le dijo Joaquín—. Pero no podemos dispararles los calmantes porque hay demasiados árboles. Necesitamos que vayan a campo abierto para no fallar.

En el mismo momento en que el comisario estaba reunido con Joaquín, un grupo de pescadores de Almanza se reunían en el comedor de Lorenzo con la lógica desesperación de sentir que sus familias estaban amenazadas de muerte. —¡Salgamos todos a buscar a estos animales, no podemos permitir que ataquen a nuestras familias! —encabezó el discurso un fornido hombre. —Pero, ¿de qué modo lo haremos? ¿No tenemos armas? —dijo otro. —¡Con palas, cuchillos o a mano limpia! —exclamó otro pescador exaltado—. No me voy a quedar con los brazos cruzados.



Cuando los ánimos comenzaron a exaltarse, Lorenzo, que escuchaba lo que decían, intervino. —Amigos, comprendo su preocupación, que es la misma que tengo yo, pero me temo que cometerán una locura. Estos animales son muy peligrosos y enfrentarlos sin armas es imposible, será un desastre. —¿Y qué alternativas tenemos? ¿Escondernos en nuestras casas hasta que vengan por nosotros? —se expresó otro vecino estrujando con las manos su gorra de lana. —Debemos confiar en los especialistas —replicó Lorenzo—. Tengamos paciencia, el comisario está abocado a solucionar esto que ha paralizado nuestras vidas.

En ese momento de confusión, preocupación y fastidio, advertido por Laura, llegó el comisario junto con Aníbal y Fernando.

Todos hicieron silencio para saber qué novedad tenía para decirles el comisario. —Señores, entiendo su angustia y preocupación, pero como autoridad aquí no puedo permitir que ocurran más muertes. Ya hemos perdido a dos amigos y también a otro hombre que pretendía ayudarnos. Bajo ningún concepto permitiré que realicen una locura. Ustedes son pescadores, no cazadores de fieras salvajes. —Todos los hombres, al escuchar esto, levantaron su voz a la vez, protestando. —¡Señores!, ¡señores!, por favor, ¡lo que ustedes pretenden hacer solo provocará más muertes! —Nuevamente voces de desaprobación se mezclaban—. Permítanme darles la última novedad de la gente de Biodiversidad. Me dice su jefe que están próximos a capturarlos, que ya saben dónde está su guarida. Me ha pedido tres días más. —¡Si llega a ocurrir una desgracia con nuestros hijos, le advierto, comisario, que lo haremos responsable! —dijo el dueño de la gasolinera. —¡Yo no creo que estos muchachos con sus aparatitos de colores puedan controlar a esos animales asesinos! —dijo un viejo pescador, retirándose de la reunión.

Por fin, todos se retiraron muy malhumorados, quedando en el salón Aníbal, Fernando, el comisario Funes y Lorenzo. —Estoy muy preocupado —dijo en voz baja el comisario—. La verdad, yo tampoco le tengo confianza a estos chicos de Biodiversidad, parece que estuvieran jugando con esos drones. —No creo que podamos hacer otra cosa —dijo apesadumbrado Fernando—. Ya lo intentamos con el inglés y así nos fue.

En ese momento sonó el celular del comisario. Este escuchó atentamente y después dijo: —¿Esta misma noche?... De acuerdo, vamos para ahí. —Después de cortar, mirando a Aníbal y Fernando, les dijo: —Era Joaquín, necesitan que dejemos un par de ovejas en un lugar específico, pero me advierte que puede ser muy peligroso. —Cuente con nosotros, comisario —dijeron ambos jóvenes. —Yo también los acompaño —dijo Lorenzo.

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martes, abril 01, 2025

MISTERIO EN EL FIN DEL MUNDO (final de la historia)

 

          El personal de Biodiversidad había detectado que los lobos tenían su guarida a unos tres kilómetros del pueblo siguiendo por la costa hacia el oeste. Pero el inconveniente era que se ocultaban en un pequeño monte de coníferas muy tupidas. Esto imposibilitaba conseguir dispararles los dardos tranquilizantes desde los drones, solo podrían lograrlo si los atraían para que salieran a campo abierto.

Cuando el comisario, Anibal, Fernando y Lorenzo llegaron para hablar con Joaquin, solo quedaban tres horas de luz. Este les explicó la situación y su necesidad de colocar un señuelo en las proximidad de ese monte, pero esto era muy riesgoso porque si los animales descubrian su presencia podían atacarlos.

De inmediato los cuatro hombres fueron con la camioneta del comisario a la chacra de un vecino, le explicaron lo que necesitaban y allí subieron a la caja, dos ovejas que servirían de señuelo. 

Cuando llegaron al lugar ya era de noche y nevaba copiosamente.

—Ustedes muchachos vigilen, yo ataré a las ovejas a aquél poste  —dijo el comisario, después de apagar el motor, bajándose de su camioneta. 

—Yo lo acompaño Funes, —le dijo Lorenzo.




Los dos jóvenes con sus carabinas se subieron a la caja y se apoyaron contra la cabina cubriendo a Lorenzo y al comisario.

El fuerte balido de las ovejas se escuchaba en todo el lugar; el espesor de la nieve sobre el piso era de unos cincuenta centímetros y esto dificultaba atar a los animales a ese poste; el comisario trastabilló dos veces y Lorenzo por muy poco no se le escapa una de ellas. Cuando terminaron la ingrata tarea y estaban regresando a la camioneta, un aullido inconfundible se escuchó muy próximo. Lorenzo miró hacia atrás y le pareció ver un bulto oscuro moverse, esto, más la imposibilidad de llegar rápido a la camioneta le generó una sensación de angustia, tal vez el apuro o los nervios, hizo que perdiera la estabilidad y cayó sobre la nieve; el comisario al verlo, retrocedió inmediatamente para ayudarlo. 

Anibal y Fernando por la oscuridad que había solo veían sombras confusas.

—¡Comisario!, ¡Lorenzo!...¿Están bien?. —les gritó Fernando. Tanto el comisario como Lorenzo no escucharon por el viento y al no responder los dos jóvenes encargados de cubrirlos se bajaron de la caja y empezaron a caminar en busca de ellos. Cuando habían recorrido veinte metros, pudieron ver la luz del teléfono de Lorenzo. Por fin los cuatro hombres estaban en la cabina de la camioneta dispuestos a regresar al pueblo pero cuando el comisario quiso arrancar la camioneta, el arranque no tenía la fuerza suficiente para poner el motor en marcha; en el segundo intento demostró que la batería estaba muy baja.

—Que buen momento para que nos deje aquí  —dijo el comisario. 

En el tercer intento la situación de la batería empeoró. 

En ese momento sonó su teléfono, era Joaquín que podía ver todo lo que allí ocurría solicitando que se retiraran cuanto antes.

—Lamentablemente no podemos irnos —le respondió el comisario— tenemos un desperfecto técnico, ahora creo que el señuelo somos nosotros.

—No se preocupe comisario, tengo a los tres drones sobre ustedes, pero si continúa nevando la estabilidad de estos aparatos no es la misma y esto puede dificultar un tiro perfecto.  —dijo Joaquín en tanto veía en su monitor la mira que temblaba lo suficiente como para errar a un blanco— si por algún motivo aparecen los lobos, y están en condiciones de dispararles ustedes, no duden en hacerlo, ahora la prioridad es sus vidas.

La noche era cerrada y la camioneta con sus cuatro ocupantes estaba a unos cincuenta metros de las ovejas.

Lo único que escuchaban los cuatro hombres, era el balido de las ovejas, entendiendo que su situación era la misma que la de ellas, estaban en la misma condición a la espera de recibir un ataque. La nieve había tapado todos los vidrios y el frío los hacía tiritar. 

El comisario tenía su revólver en la mano, y sacó otro de la guantera.

—¿Sabe usted disparar?   —le preguntó a Lorenzo. 

—Jamás en mi vida toqué un arma comisario.

—Bueno, siempre se está a tiempo de aprender  —le dijo el comisario entregándosela— tómela con ambas manos, apunte, y cuando sea necesario dispare.

Anibal y Fernando estaban sentados en los asientos de atrás, pero en ese lugar reducido manipular y disparar con precisión sus armas largas era bastante complicado y se sumaba otro inconveniente, los vidrios de la camioneta solo se podían bajar eléctricamente y esto sin batería era imposible.

En la oficina del comisario el jefe del equipo de Biodiversidad y todos sus colaboradores estaban sumamente preocupados. Los tres drones a pesar de estar en posición, por el frío tenían sus baterías muy bajas, se sumaba a esto que la visibilidad de sus cámara en la oscuridad imperante, solo eran gracias a su sistema infrarrojo, por lo cual lo único que mostraban los monitores era a las dos ovejas; los cuatro voluntarios no era posible detectarlos por estar dentro de la camioneta qué a estas alturas su motor no provocaba calor.

—Tenemos solo una hora como máximo de carga en las baterías, el frío disminuye su capacidad dramáticamente. —dijo la joven encargada de controlar a la parte técnica de los drones—, si los hacemos descender, para ahorrar batería, quedamos ciegos.

—Tampoco tendremos, capacidad de disparar. —contestó otro joven que atendía uno de los drones.

—Tenemos que ver otra opción  —dijo preocupado Joaquín—  no podemos interrumpir la guardia, porque dejaríamos a estos hombres en una posición muy vulnerable.

—¡Ahí están!  —dijo una de las jóvenes que controlaba otro de los drones.

Allí estaban, se podía ver en todos los monitores la silueta de las ovejas y a unos diez metros una figura inconfundible, después otra, y una más. Los tres feroces animales se movían lentamente, aparentemente estudiando a sus presas que no paraban de balar, ahora muy inquietas por haber olfateado el peligro. El encargado de disparar era el jefe, y sus dos colaboradores lo harían en una segunda instancia. 

—Hay demasiado viento —dijo Joaquín, sin quitar su vista del monitor— no puedo hacer blanco, solo tengo tres oportunidades, pero tiene que ser en simultáneo. Cuando estaban con la tensión e incertidumbre del momento, se cortó la luz, el sistema que controlaba a los drones seguía funcionando, excepto el control de las baterías, que era un equipo autónomo.

Los cuatro hombres en la camioneta no hablaban, el lejano balar de las ovejas era la señal que aún no estaban en peligro. Pero esa situación podía cambiar de un momento a otro y ninguno de los cuatro confiaban en esos aparatos de cuatro hélices, solo confiaban en sus armas, pero sabían perfectamente que esas fieras eran astutas, rápidas y muy agresivas. También sabían que solo tenían una oportunidad porque en el caso de fallar, todos tendrían el fatal destino del inglés, o el de sus amigos los pescadores, que nunca regresaron.

De pronto no se escucharon más las ovejas, era la señal indiscutible que habían sido atacadas por los lobos, ahora la esperanza estaba puesta en la gente de Biodiversidad. El comisario después de cinco minutos llamó a Joaquin, pero nadie lo atendía, ni tampoco lo atenderían porque al cortarse la energía en Almanza por algún motivo no había posibilidad de comunicarse. Todos intentaron llamar a alguien pero era inútil, nadie contestaba.

En la comisaría la desesperación era infinita, a pesar de ver con nitidez el ataque a los señuelos, Joaquín realizó tres disparos, pero los tres dardos no pegaron en el objetivo.

—¡Maldita sea!  —espetó el jefe—, ¡el viento distorsiona la dirección!, hemos perdido tres oportunidades solo nos quedan dos posibilidades más. 

Por esas cosas del destino, regresó la luz a Almanza. Por fin el comisario se pudo comunicar con Joaquin. 

—¡Qué diablos está pasando!  —gritó el comisario a Joaquin. 

—Aún no lo hemos logrado Funes —le explicó el jefe de Biodiversidad— el viento nos complica muchísimo. 

En el preciso momento que el comisario esperaba una explicación razonable, algo muy pesado se sintió en el techo de la cabina, e inmediatamente después la camioneta se inclinó hacia atrás. Los tenían encima. 

—¡Disparen al techo!  —gritó el comisario. Los dos amigos con sus carabinas apuntaron al techo y ambos dispararon, la estampida de las armas los dejó a todos sordos, y un fuerte olor a pólvora inundó el estrecho lugar. Tuvieron que esperar varios minutos para lograr escuchar algo, después de los disparos, la camioneta ya no se movía. Continuaron esperando pero nada escuchaban, no sabían que ocurría afuera. Abrir una de las puertas era sumamente peligroso. El comisario decidió llamar de nuevo a Joaquin pero este no contestaba.

Estuvieron en esa situación varios minutos.

—¿Qué ocurriría si salimos todos a la vez?, —preguntó Aníbal. 

—Es demasiado peligroso, —respondió el comisario— estos animales pueden estar esperándonos, son especialistas en cazar a sus presas.  

Después de largos quince minutos no se escuchaba nada afuera, una vez más intentaron poder hablar con alguien del pueblo pero evidentemente la comunicación se había caído. 

—Voy a hacer lo siguiente. —les dijo el comisario al grupo— yo saldré primero porque tengo mayor oportunidad con mi revólver que ustedes con sus carabinas; después, salgan ustedes, ¿les parece?

Todos estuvieron de acuerdo.

Cuando el comisario abrió la puerta con su mano izquierda con la derecha apuntaba al exterior de esa oscuridad absoluta. Pero de inmediato sintió el ardor en su brazo, los colmillos de uno de los lobos lo habían aferrado, después todo su cuerpo quedó vulnerable, una fuerza salvaje lo arrojó hacia afuera con una velocidad y fuerza increíble. No le dio tiempo a disparar un solo tiro. Los dos amigos y Lorenzo se sobresaltaron pero todo ocurrió tan rápido que no atinaron a hacer nada en ese primer instante. Después Anibal gritó:

—¡Salgamos!.

Cuando estuvieron fuera de la cabina, no veían nada, solo escuchaban los gritos desesperados del comisario, ambos jóvenes tiraron unos tiros al aire con la intención de lograr salvar al comisario. De pronto una poderosa luz iluminó la dramática escena de los tres depredadores que sostenían al comisario, el cual ya no gritaba ni se defendía. Todo pasó muy rápido. La luz provenía de una de las camionetas de Biodiversidad; tres jóvenes desde la caja abrieron fuego con sus lanzadores de dardos, dando en el blanco, los dardos impactaron en cada uno de los animales, los cuales dieron un rugido aterrador pero el dolor les hizo soltar a su presa y girar para avanzar sobre sus atacantes. Solo pudieron dar un salto y después se desplomaron los tres casi al mismo tiempo sobre la nieve. 

Lorenzo, Aníbal y Fernando corrieron a donde estaba tendido el comisario; aún estaba vivo,  pero de su brazo y unas de sus piernas emanaba mucha sangre. Los integrantes de Biodiversidad corrieron a socorrer también al herido, el jefe llevaba una valija con elementos de primeros auxilios, después de hacerle dos torniquetes lo levantaron y lo ubicaron en la camioneta la cual partió con el herido al pueblo.

El jefe de Biodiversidad se quedó allí junto a los tres hombres que estaban todavía consternados por todo lo ocurrido; con su linterna iluminó el cuerpo de los tres lobos que ahora dormidos parecían inofensivos. 

—Les tengo que pedir que me ayuden a colocarlos en las jaulas que están por llegar  —les pidió el jefe.

A lo lejos se veían las luces de las otras dos camionetas que se aproximaban.

Después de colocar a los animales dormidos en las jaulas y cerrar sus puertas con un pasador y candado, el jefe de Biodiversidad dijo:

—Por fin esta historia de Almanza ha terminado, ya no tienen de qué preocuparse. 

Al día siguiente muy temprano, los pobladores de Almanza contemplaban ahora calmados, pero a cierta distancia, a las tres jaulas, cada una conteniendo a uno de esos furiosos lobos que rugían y con sus garras querían abrir el grueso alambre. Cuando el equipo de Biodiversidad tapó las mismas con unas lonas; inmediatamente los rugidos de las bestias no se oyeron más. Lentamente las camionetas se alejaron por el camino de donde habían llegado, cargando con lo que vinieron a buscar, dejando en todos los pobladores una sensación de alivio. Sus vidas podían seguir normalmente.

Este hecho los había marcado a todos, entendiendo que la tranquilidad se puede perder con mucha facilidad. 

El comisario Funes se recuperaba satisfactoriamente en el Hospital Comunitario de Puerto Williams Cristina Calderón, Chile. 

El pueblo de Puerto Almanza comenzaba con sus tareas de rutina, preparando sus trampas, acomodando sus botes, haciendo las bromas de siempre entre los pescadores. Lorenzo y Laura preparaban nuevamente su tradicional guiso de centolla, mientras Anibal y Fernando se alejaban del muelle con la esperanza de realizar una buena pesca.

Almanza retomó su vida normal; pero la vida también continuaba en otro lugar, en algún lugar tal vez próximo, entre la nieve, al pie de unos árboles, dos lobeznos se entretenían jugando entre ellos con restos de carne. Se los veía vitales, inofensivos, e incluso simpáticos como todos los cachorros, un macho y una hembra. Pero en sus genes guardaban el instinto salvaje de sus progenitores; los lobos terribles. 


FIN


viernes, marzo 07, 2025

LIBROS

 



          Creo yo que los libros se pueden comparar a tablas que flotan en el océano y nos permiten subir a ellas sin ahogarnos.
Que fabulosa invención han sido los libros; ellos nos permiten recrear situaciones de la vida, podemos ser parte de un ejército, un pirata, un rey, un vagabundo y también incursionar en las profundidades de los sentimientos humanos.
“Llegar al mar”, “llegar a casa”, sin morir en el intento, tal vez eso sea exactamente la lectura, la posibilidad de cruzar un río infestado de cocodrilos y superarlo otorgándonos el premio de la satisfacción por entender que lo hemos podido hacer.
Pienso que la vida es justamente eso, sortear un sin número de obstáculos y tentaciones, de decisiones y problemas que debemos adoptar y resolver, todos los días de nuestra vida.
Pero recordemos que lo más importante de la vida, no es llegar; lo importante es recorrerla gozando de ella; de ese equilibrio, exquisito y natural, que nos tocó en suerte.
Vivir es recorrer un camino, sabiendo que un día, el menos pensado, se terminará.

Cordial saludo 

sábado, marzo 01, 2025

EL ÁRBOL NOS TAPÓ EL BOSQUE

           Una de las actividades deportivas que mas me gusta y en mi opinión brinda el mayor placer, es el senderismo, es algo apasionante. Consiste en recorrer a pie, lugares en donde la naturaleza embriaga a todos nuestros sentidos: cañadas, ríos caudalosos, sierras, montañas, valles, bosques. Se determina previamente un recorrido, se analizan sus obstáculos, se calculan sus riesgos, se prepara el equipo, se elige él o los compañeros y en la fecha prevista; después de haber considerado el clima (no es lo mismo recorrer un territorio, nevado, que en primavera) el cual determinará otras vivencias, como por ejemplo el frío, el calor, los paisajes, el color de la vegetación, la posibilidad de encontrar leña seca para realizar una fogata; estamos preparados para emprender el viaje.


Hace poco, realizamos con mi amigo el recorrido desde la cabecera sur del Lago Gutiérrez hasta Playa Muñoz, 5,1 kilómetros con un desnivel de 85 metros; para dos veteranos de 70 años,  se trata de una caminata de nivel medio, que por la edad o estado físico se puede convertir en nivel alto. Tardamos dos horas de ida y casi otras dos horas de vuelta, pero cuando llegamos de regreso nos pareció mucho menos tiempo empleado, el paisaje en otoño es tan hermoso que no percibimos el cansancio hasta la hora de cenar, a la mañana siguiente estábamos destruido pero satisfechos, tal es así que comenzamos a planear otro recorrido, teníamos ganas de acampar al menos una noche en la montaña. 

Decidimos ir al área natural protegida río azul  -  lago escondido

(ANPRALE). Después de dejar la camioneta en un camping a primera hora, comenzamos con nuestra caminata. El bosque alli es deslumbrante, el sol brillaba, el cielo era de un azul intenso, y las montañas con sus picos nevados completan la sensación de estar en el lugar más lindo del mundo entero, el canto de los pájaros nos acompañó durante todo el día. El sendero elegido fue de mediana dificultad, no pensábamos en batir ningún récord, sumado a que las mochilas a medida que se prolongaba la caminata pesaban cada vez más. Después de cruzar varios cursos de agua cristalina, llegamos a un lugar que nos pareció adecuado para comer algo y descansar. 

Mi amigo estaba algo preocupado, porque de acuerdo al plano, deberíamos haber llegado a un refugio que jamás vimos y también por la época tendríamos que haber cruzado o encontrado a otros senderistas, sin embargo nada de eso ocurrió. 

Después de almorzar, mi amigo me dijo sin mucha preocupación:

—Te puedo asegurar querido amigo, que nos hemos perdido. 

Yo lo miré extrañado, pero en ese primer momento no me preocupé, porque pensé que existía la posibilidad de regresar por el mismo lugar que habíamos llegado hasta allí, pero cuando miré tratando de detectar el sendero, solo vi un enorme bosque frente a mis ojos en donde no había ninguna señal, piedra, u objeto que me orientara. 

—Qué gracioso verdad  —dije con ironía— podemos morir aquí, ¿trajiste la brújula?.

—Me dijiste que tu teléfono tiene.

—Si tiene, siempre que haya señal  —Cuando me percaté que no había señal, que no teníamos brújula y la menor idea de donde estábamos, me corrió un sudor frío por mi espalda. 

A partir de ese momento mi mente comenzó a trabajar en modo supervivencia, con una serie de preguntas y respuestas: ¿podemos conseguir agua en abundancia?,  con los alimentos que habíamos traído  podíamos soportar seis o más días, ¿esperar un rescate era posible?, la ubicación no estba definida, ¿será conveniente desplazarnos o quedarnos en este lugar?. Todos estos razonamientos los compartimos con mi amigo Marcelo, el cual imaginó que los guardaparques que nos habían registrado antes de ingresar, al no tener noticia de nosotros, en un par de días, darían la alarma y comenzaría  la búsqueda, por lo cual, lo mejor era quedarnos en ese sitio para que nos pudieran encontrar dentro del área de búsqueda, la cual se definiría por nuestra edad y capacidad para caminar.

—Si nos desplazamos, complicamos más el rescate  —observó mi amigo con cierta preocupación. 

—Estoy de acuerdo, lo mejor será armar el campamento aquí, recolectar toda la leña posible, cargar nuestras cantimploras con agua, y racionar nuestros alimentos. 

Cuando terminamos de realizar todas las tareas, incluido el armado de la carpa, decidimos tomar café y comer unas galletas dulces.

El equipo con el que contábamos era el adecuado, la carpa era nueva con buena capacidad impermeable, y también contábamos con dos potentes faroles solares que durante la noche nos serían de mucha utilidad y tal vez, alguien podría llegar a vernos desde el valle, esto era algo poco probable, pero cuando uno es el que está en apuros, todas las conjeturas positivas reconfortan.

—Qué cómodos son estos asientos a pesar de ser tan livianos  —razonó mi amigo, sentándose en uno de ellos.

—Me hicieron una oferta junto con la carpa y las bolsas de dormir, que no podía desaprovechar.

—Si morimos aquí no podré pagarte mi parte del equipo  —dijo mi amigo con una sonrisa. 

—Tu eres capaz de tener la desfachatez de morirte, con tal de no cumplir con tus deudas.

—Si tuviera papel y lápiz dejaría mi testamento mencionando mi deuda contraída contigo.

—Lo importante estimado amigo, es que hemos logrado nuestro objetivo, a pesar de nuestra avanzada edad, estamos acampando en un lugar soñado.

—Lo de la edad avanzada corre por tu cuenta, hoy se considera que el que tiene siete décadas es considerado una persona de sesenta años, por lo cual el vejete eres tú, no yo. —me contestó mi amigo sacando de su mochila una botella de vino Cobos Malbec 2018, y dos vasos de vidrio lo suficientemente elegantes como para la ocasión, por mi parte, corte una porción de queso generosa, acompañada con pan. Después de brindar como corresponde saboreamos el vino y comimos mientras observamos, que el sol comenzaba a bajar y un persistente viento frío comenzó a soplar. 

—Estaba pensando que mi señora no quería que realizara esta travesía  —le dije a mi amigo en tanto disfrutaba de ese momento en el cual parece que todo nuestro ser se incorpora y expande en esa majestuosa naturaleza, la cual parece una armoniosa obra de arte, pero en realidad es salvaje e impredecible. Hasta que mi amigo me regresó a los hechos mundanos de los hombres comunes y corrientes.

—Si mueres aquí, le sacarás un peso de encima a esa magnífica mujer. 

—¿Y por casa cómo andamos, sinvergüenza?.

—Jamás imaginé que podemos morir en el lugar menos pensado  —le dije a mi compañero que estaba absorto disfrutando de ese atardecer único. 

—A si es la vida querido amigo, todos sabemos que vamos a morir, pero de qué forma y en qué lugar, no es posible saberlo. 

—Dicen que hay que hacer tres cosas en la vida, plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo  le comenté— yo he realizado las tres, por lo cual puedo morir tranquilo.

—A mi me falta escribir un libro —me respondió mi amigo con cierta preocupación. 

—Bueno, tal vez lo del libro no sea tan importante  —le dije.

¿Quién habrá inventado esa tontería?  — me dijo mi amigo enojado. 

—Lo dijo el escritor cubano José Martí en el siglo XIX. 

—¿Qué ocurre entonces con aquellas personas que no pueden tener hijos o una cierta capacidad literaria, o todo lo que planta se seca?.

—Quizás lo dijo solo como un objetivo aspiracional, no como una obligación indispensable  —le contesté a mi amigo para dejarlo tranquilo— yo pienso que no existe una forma buena o mala para vivir, siempre que respetemos al prójimo, cada cual puede encarar su vida como más le plazca, por ejemplo, muchos no desean dejar de fumar a pesar de saber que en la mayoría de los casos el cigarrillo los llevará a la muerte; no los puedo culpar por nada, quizás no son un ejemplo para los jóvenes, pero existe un punto de vista que es atendible, muchos, no desean llegar a un estado de vejez, en el que necesiten una asistencia permanente…debo decirte estimado amigo que yo preferiría morir antes que alguien esté aguardando que me muera.

—En ese sentido te doy la razón, es mejor irnos un poco antes y no molestar. 

—Me parece que estamos inmersos en una sociedad en la que no se quiere pensar, recordar o asumir la muerte.  —reflexioné con mi amigo mientras servía más vino.

—Tienes mucha razón, por eso las cirugías estéticas están tan de moda, tanto las mujeres como los hombres quieren verse jóvenes, y llegan muchas veces a un extremo, que no solo se nota, quedan desfigurados, creen que se ven bien.

—No entienden que una vejez bien asumida, en forma natural, es preferible a ocultarla.

Cuando empezó a caer la noche encendimos una magnífica fogata; entre la copa de los árboles se dejaba ver un cielo increíble.






—¿Dónde terminará el universo? —le pregunté a mi amigo—

—Jamás lo sabremos, pero me gustaría saberlo, ¿que hay allá?, al final de todo.

—Siempre he pensado que el universo, el cual nos contiene, se extiende tanto hacia lo grande; galaxias, agujeros negros; como hacia lo pequeño; microbios, átomos, electrones etc, etc. Me gustaría saber en qué punto de ese espiral de tamaño nos encontramos; quizás, hacia lo pequeño el universo se extiende tanto como hacia lo grande, y tal vez, una civilización inteligente posee ciudades en el interior de un grano de arena.

—No sabía que eras tan imaginativo, pero tienes mucha razón; de hecho existe en ciencia el estudio de la física de partículas. A mi siempre me llamó la atención el fuego, es parte del universo, es necesario para la vida, como lo es el sol, una impresionante fuente de energía formada por gases que se consume desde hace siglos. 

—Curiosamente el fuego, como el de esta fogata, nos vincula a nuestros lejanos antepasados  —le dije a mi amigo, acercando mis manos al calor—, esta sensación reconfortante la han sentido nuestros antepasados, provenimos de habitantes del fondo de nuestra historia, separados por miles y miles de siglos; pero un camino trazado por el destino nos trajo hasta aquí, ¿puedes imaginarte todos los hechos que tuvieron que suceder para que tú y yo estemos aquí hoy?. Deberíamos tener la capacidad de recordar sucesos conflictivos o gratos de los que nos precedieron, sería maravilloso ¿no crees?.

—En nuestros genes se transmiten esos datos indispensables para nuestra subsistencia, son los datos que necesitamos para continuar con el desarrollo de nuestro cuerpo y nuestra mente, pero tienes razón al decir que la ruta desde nuestra primer generación hasta llegar nosotros, nuestra familia, debe haber pasado sacrificios enormes, tantos que bien podemos decir que estamos aquí de casualidad —reflexionaba mi amigo.

—Tal vez no sea de pura casualidad, y se deba a que todos aquellos que subsistieron y tuvieron herederos fueron más capaces, más fuertes, más inteligentes o más astutos.

—Por suerte tenemos hijos mi estimado  —dijo mi amigo, sirviendo más vino— porque de lo contrario nosotros terminaríamos con nuestra familia de siglos aquí mismo como dos tontos.

Ambos nos quedamos en silencio en tanto se podía escuchar la pequeña cascada que estaba a unos cincuenta metros de nuestro campamento.

—Como el agua, al igual que el fuego, han sido indispensables para la vida  —le dije a mi amigo. 

—Del mismo modo que el vino compañero  –me respondió él con una sonrisa sirviendo lo último que quedaba en la botella. 

—¿Si muriéramos aquí querido amigo, has dejado algo pendiente de hacer en tu vida, o que te hubiera gustado hacer y no has podido?

—Déjame pensar… si, una cosa, cuando era joven tenía la ilusión de tener un gran velero y llegar con él al estrecho de Magallanes, navegar por esas aguas era mi sueño. 

—Aún estás a tiempo de hacerlo. 

—¿Tú crees?

—Por supuesto, tienes la edad para ser un marino experimentado, no te falta experiencia, siempre has estado con barcos desde chico, ¿qué te lo impide?.

—Me lo impide el temor a fracasar, es una travesía arriesgada.  —Mi amigo se quedó callado mirando el cielo y después me dijo— necesito un velero de crucero oceánico de palos resistentes con un buen motor, me gustaría un Beneteau Oceanis, los franceses saben mucho de barcos, una tripulación bien preparada, pararía en Puerto Madryn, Puerto Deseado, Ushuaia, Puerto Williams en Chile y puerto Natales. 

—¿Me permitirías formar parte de la tripulación como cocinero?.

—¡Por supuesto!, me has dado una de las mejores ideas de estos últimos años, si salimos de esta, te aseguro que realizaremos la travesía, es más, podemos registrar todo y subirlo a las redes o comercializar el documental a alguna empresa, quizás con eso podemos recuperar parte del dinero invertido; ¿quieres ser mi socio amigo?.

—Haremos el proyecto realidad socio —le dije estrechándole la mano.

Después de quedarnos callados pensando en ocupar la cubierta de un velero, con sus blancas velas hinchadas al sol, con un viento cálido y persistente que nos arrastraba por la superficie del mar.

—Cuando joven, tenía la ilusión de destacarme en mi profesión; nunca ocurrió, mis logros fueron en otros aspectos de mi vida, cuando uno es joven piensa que se puede comer el mundo crudo, pero con el correr de los años; mi esposa; los hijos, las responsabilidades; cambian los sueños y tenemos que optar por las certezas y las cosas toman otro rumbo. No obstante no estoy arrepentido y te aseguro que haría todo nuevamente de la misma forma, incluso con las mismas desilusiones…excepto haber venido contigo a este desastroso proyecto, me habías dicho que conocías este lugar como la palma de tu mano y en menos de veinticuatro horas estamos perdidos y no sabemos si moriremos aquí. —le dije a mi amigo riéndome y con ganas de irme a dormir. 

—Qué ingrato, te convido con un vino excelente que jamás has tomado en toda tu vida y me recriminas una simple equivocación.

—¿¡Una equivocación!?, moriremos aquí por tu equivocación; mejor me acuesto. 

El sol de la mañana me iluminó la cara cuando abrí el cierre de la carpa; el dolor de cintura me estaba matando, me sentí un viejo tonto por haber querido hacer algo demasiado ambicioso para mi edad. No obstante, preparé el desayuno, un café caliente, con pan tostado y jamón, pensé que si uno debe partir de este mundo es mejor hacerlo con el estómago lleno.

Cuando estábamos sentados con mi amigo disfrutando del espléndido desayuno y de ese paisaje majestuoso, alguien detrás nuestro dijo:

—Buenos días. 

Cuando nos dimos vuelta sobresaltados, pudimos ver que era un pequeño muchacho de no más de un metro veinte de altura, con anteojos y vestido de boy scout. La deducción fue inmediata, o estaba perdido como nosotros o formaba parte de un grupo mayor. Con satisfacción comprobamos que era la segunda situación. 

En unos instantes estábamos rodeados de diez chicos con una joven instructora y un instructor, desayunando todo lo que llevábamos para comer, y riendo a carcajadas porque el sendero de regreso solo estaba a diez metros de nuestro campamento, solo que una enorme piedra y un enorme árbol no nos permitía verlo. 

Se cumplió la vieja profecía “El árbol nos había tapado el bosque”.












viernes, febrero 07, 2025

NORA Y SU AMOR SECRETO

         Todos tenemos una percepción de lo bello, por ejemplo muchos podemos admirar esos momentos que se escurren como el agua entre las manos de un atardecer en el campo, o contemplar un cielo estrellado, su magnificencia, su insondable misterio, que jamás llegaremos a descubrir. Pero lo más misterioso, subjetivo y complejo es, el modo en que los seres humanos interpretamos a la belleza entre un hombre y una mujer. Cuando surge esa atracción, la misma es difícil de explicar o mejor dicho no tiene una explicación: ¿por qué nos gusta esa mujer, y no otra?, o a la inversa.

En el momento menos pensado, en una reunión entre amigos, en el club, en un baile, en una clase, o incluso en un viaje en tren; nos topamos con esa mujer o ese hombre que cambia todo en nuestras vidas. Pero lamentablemente no siempre esa atracción es mutua y ese rechazo nos produce una profunda decepción. 

Otro de los aspectos que surge en este campo repleto de flores deslumbrantes y espinas es, la percepción de nosotros mismos. Aquí en mi opinión no es tanto un aspecto formal, también interviene el psicólogo en donde nuestra estima es tan baja que pensamos que jamás nadie en todo el mundo sentirá algún interés por nosotros.

Este era el caso de Nora, una joven de quince años, cuyo espejo no le devolvía la imagen que a ella le hubiera gustado. Soñaba con levantarse una mañana y ser como Beatriz, la chica más linda y codiciada por todos sus compañeros varones, alta, de cabello rubio y brillante como el sol de primavera, con una sonrisa y unos ojos azules capaces de derretir hasta al más duro de los diamantes. 

La estatura de Nora en cambio, no era poca, pero tampoco mucha, y esto ocasionaba una pequeña desproporción entre el ancho de su cintura, y su peso; se podría afirmar a simple vista que no era delgada. Tampoco conseguía lograr un peinado que a su criterio la favoreciera; rodete, trenzas, flequillo, raya al medio, corto o largo; jamás encontraba el justo equilibrio entre sus anteojos, su cara algo redonda y su cuello. Otro campo de batalla en el cual Nora siempre era derrotada era el de su vestimenta: después de sacar una a una todas sus prendas del placar y probarselas frente al espejo de su habitación, ninguna la dejaba conforme y terminaba llorando; la tregua se daba siempre de la misma forma, salía vestida a la calle con un pantalón y una remera o pulover color negro, tanto en invierno como en verano. En la escuela, su ubicación en el aula era en la última fila, lejos de la mirada de sus compañeros varones que se entretenían dejando en el pupitre de Beatriz cartas de amor, avioncito de papel con corazones cruzados con una flecha y algunos solo se derretian cuando la bella Beatriz pasaba a su lado sin mirarlos. Curiosamente Nora, no envidiaba la fortuna de Beatriz porque era una muy buena compañera, servicial, educada, y siempre acudía si alguien la necesitaba con alguna tarea; además de ser linda era inteligente y tenía calificaciones excelentes. 


El único y mejor momento del día era en los recreos, Nora se apresuraba a ir a comprar su refrigerio, lo hacía para que Manuel, el hijo del dueño de la cafetería la atendiera primero a ella, y de ese modo poder intercambiar algunas palabras, lo que fuera, con tal que ese muchacho la mirara con más atención y le dijera algo, cualquier cosa. Tenía la esperanza que algún día este distraído personaje, delgado, alto, desentrasado y lo suficientemente parco como para no tener amistades, un día la invitara a salir; ir al cine, al parque o solo a caminar.

Cuando el amor secreto de Nora se acercó a su mesa, ella le dijo:

—Hoy no se que puedo desayunar, me podrías recomendar algo exquisito, que deje en mí un recuerdo inolvidable y placentero.  —El joven la miró unos instantes y después solo encogió sus hombros, sin decir una sola palabra en señal de no tener ni idea de que recomendarle.

—Te agradecería Manuel que me traigas un café y una medialuna  —le dijo Nora con su mejor sonrisa. 

Cuando Manuel regresó con el pedido Nora le dijo:

—Gracias Manuel, perdona que te distraiga, no sabrías recomendarme una película entretenida; esta noche estoy sola en casa y no se que puedo hacer.  —Manuel una vez más encogió sus hombros, y esto irritó a Nora que le dijo casi gritando:

—¡No tienes lengua Manuel, o algún tipo de sentimiento, que puedas expresar!.

Manuel se quedó parado frente a ella sorprendido, sin hablar y después le dijo:

—¿Por qué te enojas conmigo?, no se que película recomendarte, a mí no me gusta ver tv, solo me gusta leer, si quieres te puedo recomendar un libro, ¿que prefieres?, drama, ciencia ficción, aventuras.

Nora quedó sorprendida, por fin pudo arrancarle unas palabras a aquel muchacho silencioso y taciturno.

—¿A ti qué género te agrada?  —le respondió Nora con más calma, y tratando de comprender a aquel joven, bonachón que jamás hubiera pretendido ofenderla.

La cara del muchacho cambió y ahora la conversación con Nora había ingresado en su terreno preferido, la literatura. Después de sentarse frente a ella, y dejando su bandeja sobre la mesa le dijo: “Extraterrestres” de Fernández Bueno, te lo recomiendo, lo disfrutarás de principio a fin. —Nora se quedó mirando al joven, orgullosa de haber podido penetrar en su carácter ausente de todo y de todos; hasta ese momento en el que ella encontró la punta del ovillo de donde poder tirar y así conseguir que el joven le brindara su atención. 

—Lo voy a comprar —le dijo resuelta Nora.

—Si quieres te lo puedo prestar, mañana te lo traeré  —le dijo el desgarbado muchacho. 

—Me encantaría  —le respondió apresurada Nora con su mejor sonrisa, para que nada pudiera interrumpir ese pacto, que de algún modo era un gesto, no muy romántico aún, pero tenía todas las condiciones para poder avanzar hacia el terreno que ella quería llevar las cosas.

Nora esperó pacientemente que llegara nuevamente el encuentro con Manuel, para comprobar que no se había olvidado de ella. Cuando entró en el salón solo vio al padre del joven, era notorio que Manuel no había ido a trabajar, una profunda tristeza la embargó, ¿cómo era posible que se hubiera olvidado con tanta facilidad y descortesía de ella?. Se encontraba con estos negros pensamientos cuando el padre de Manuel, se acercó a su mesa trayendo un pequeño paquete envuelto en papel madera.

—Me dijo mi hijo, que te diera esto, está engripado y se tuvo que quedar en cama  —le dijo el señor a Nora— ¿deseas tomar algo?.

—Solo un café —le dijo Nora—  dígale por favor que se mejore y que le doy las gracias. 

Cuando Nora abrió el paquete, su sorpresa fue mayúscula, no solo estaba el libro prometido, había también una carta de puño y letra que decía:


Te recomiendo el capítulo sexto, es apasionante, te aseguro que es una historia para leer varias veces.

Manuel. 


Si bien la pequeña esquela no era para pedirle comenzar una relación formal, el hecho que a pesar de estar enfermo, no le impidió realizar su compromiso con ella, de algún modo, le demostraba un grado de interés que no era menor.

Nora desbordaba de alegría; un joven muchacho se había comprometido con ella en prestarle un libro que atesoraba, y había cumplido en tiempo y forma.

Durante toda esa semana Manuel no se presentó a trabajar; Nora aprovechó para leer el libro, el cual, le resultaba demasiado imaginativo, no obstante decidió tomar nota de ciertos capítulos para cuando pudiera comentárselo a Manuel, de ese modo tendría sobrados argumentos para una charla prolongada. 

El viernes, cuando se dirigía al comedor del colegio, con la esperanza de ver a Manuel nuevamente trabajando, sucedió lo que no imaginaba, en el jardín trasero del colegio, detrás de unos rosales, en un asiento de plaza estaba Manuel hablando animadamente con una joven, alta, delgada y de pelo negro de su misma edad.

Para Rosa fue un baldazo de agua fría, todas sus expectativas de conseguir una relación con Manuel, se diluyeron en un instante. Oculta detrás de un grueso tronco de un árbol pensaba, ¿Cómo era posible que otra chica le arrebate de ese modo el corazón del único joven que se había interesado en ella?, porque lo del libro era una prueba que algo empezaba a crecer entre ellos. De pronto no pudo sujetar su impulso de impotencia y con sus puños cerrados y su corazón en la boca, se dirigió a donde estaba Manuel y esa descarada.

—¡Eres un sinvergüenza Manuel!, ¿cómo te atreves a hacerme esto?, creí que entre nosotros había algo serio, pero a mi primer descuido, me engañas con la primera mujerzuela que se te cruza, eres un descarado, y tu libro es tan detestable como tú. —Después de decir esto a la pareja, Nora se quedó allí parada esperando una disculpa por parte de Manuel, que la miraba con su cara desencajada y sus ojos grandes como dos platos soperos. La que reaccionó al altercado, fue la joven que dijo con firmeza:

—¡Yo no soy una mujerzuela, niña maleducada!, y estoy aquí porque mi madre quería saber cómo se encontraba de salud su sobrino, mi primo; no tenemos ninguna relación más allá de nuestro lazo familiar, no se qué extraña cosa te has creído, niña grosera. 

Nora al escuchar esto, le pareció comenzar a arder como una fogata por la vergüenza de haber interpretado mal una reunión y haberse comportado como una despechada, sin motivo alguno. Solo atinó a salir corriendo de allí con la desesperación de saber que había cometido un error imperdonable. Cuando llegó a su casa lloró desconsoladamente, pensando que no saldría nunca más a la calle.

Su madre al verla entrar corriendo y cerrar de un portazo su habitación fue a ver qué le ocurría. 

—Nora, qué te pasa hija, ¿por qué lloras?   —le dijo su madre abrazándola.

Después de contarle todo a su madre con lujo de detalles su madre le dijo:

—Sabes, cuando yo tenía tu edad pensaba que jamás ningún muchacho se fijaría en mí, se me ocurrió que lo mejor sería convertirme en una monja de clausura, y una tarde llegó a mi casa un plomero a realizar unos arreglos; tenía su cabello y su ropa tan desprolija que me causó gracia, no pude con mi genio y le dije que si fuera más prolijo con su vestimenta seguro tendría más trabajo y él me respondió que sí se presentaba a trabajar arreglado y con su ropa limpia, sus clientes pensarían que no tenía trabajo y tampoco experiencia, así comenzó una charla que se prolongó en el tiempo hasta el día de hoy. —El papá de Nora era ese plomero, y esa historia Nora la había escuchado miles de veces pero siempre le hacía gracia y consolaba todos sus pesares, madre e hija rieron.

—¿Que puedo hacer mamá?, me he comportado como una tonta, no podré mirarlo a la cara nunca más  —le dijo Nora a su madre angustiada, secando con su pañuelo sus lágrimas.

—En realidad hija, tu único error fue malinterpretar la situación, después solo fue una lógica escena de celos que toda mujer puede tener: le has demostrado a Manuel que lo quieres, si es inteligente querrá seguir viéndote, solo deja que pasen unos días a ver que sucede.

Durante todo un mes, Nora no pisó la cafetería para no tener que enfrentar a Manuel y pedirle una disculpa. Pero una tarde cuando salía de su escuela se encontró cara a cara con la prima de Manuel, el encuentro fue tan sorpresivo que no pudo eludirlo y tuvo que decir algo:

—No se tu nombre, pero permíteme decirte que no fue mi intención faltarte el respeto,  —comenzó diciendo Nora— tuve un incontrolable arranque de celos y me fui de boca, me comporte como una maleducada, y te pido por favor que me disculpes.

La prima de Manuel se quedó mirándola unos instantes y después sin decirle una sola palabra la abrazó y le dio un beso en la mejilla:

—No me imaginé que Manuel pudiera tener una novia en toda su vida, has elegido un muy buen chico, es un poco tímido pero es tan bueno que todos sus defectos desaparecen cuando uno lo trata. Ese día quedó muy mortificado, porque él es incapaz de herir a nadie; espero que puedas recomponer su relación, pero te advierto que la que tiene que dar el primer paso eres tú, el no lo hará, no porque no quiera, es incapaz de enfrentar ciertas situaciones, su timidez es para él una barrera que no puede superar. 

Rosa, más tranquila, no encontraba la forma de disculparse con Manuel, entonces se le ocurrió hacer algo que bien podría funcionar.

El encargado de abrir la cafetería era Manuel, ese lunes, después de abrir la puerta y correr las cortinas, se dirigió a la barra para encender la cafetera y después sacar de la heladera las masas. Cuando llegó el panadero con las facturas y el pan, el repartidor le entregó un paquete y le dijo que una chica se lo había dado para él; cuando lo abrió se encontró con tres libros de ciencia ficción, y una carta que decía:


Espero que no hayas leído estos libros, te los obsequio por haber sido tan maleducada ese día que tú estabas con tu prima, ya me he disculpado ante ella, ahora me resta pedirte perdón a ti. Cuando te ofendí por el libro que me presentaste, mentía, me gustó muchísimo y el capítulo que me recomendaste es fantástico. Solo quiero por favor que me perdones por haber sido tan tonta.

En realidad no se si entre nosotros pueda existir algo más que una amistad, pero mi reacción al verte con otra chica, fue por eso, creí que entre nosotros había algo más, si no es así también me disculpo por eso.

Nora.


Después de un par de semanas, Nora regresaba todos los días a su casa, con la tristeza de no tener respuestas de Manuel, pensaba que su relación con él, evidentemente sólo había sido, una tonta idea de ella, y él ni remotamente sentía algo por ella. Mejor así se dijo, ser fea y tonta son dos cualidades que llevaré por el resto de mi amarga e inservible vida.

Cuando solo faltaba unos pocos días para las vacaciones de invierno, cuando se sentó en su pupitre de la última fila, alguien le había dejado un sobre, cuando lo abrió esto decía esa carta:


Jamás imaginé que conocería a una chica que le gustara como a mí la ciencia ficción, los tres libros que me obsequiaste son maravillosos, nunca los había leído, es cierto que este género de la literatura me gusta mucho; pero mucho más me gusta poder ser; si tú lo quieres; tu novio.

Manuel 








 









domingo, enero 26, 2025

EL MONASTERIO ABANDONADO

          Los viejos edificios tienen para mí una historia propia que me gusta desenterrar, sacar a la superficies e investigar que se puede contar de esas vidas que han pasado por esos ambientes ahora olvidados y silenciosos. 




Siempre que transitaba por esa ruta, veía el cartel oxidado cuyas letras casi no se leían, que indicaba: “Monasterio, 5 km”; una tarde decidí ir a verlo; cuando tomé por ese camino, las malezas habían tapado la huella, esto indicaba que hacía mucho tiempo nadie pasaba por allí. Después de sortear varios fangales, llegué a una tranquera, detuve mi camioneta y bajé para abrirla, al hacerlo sus bisagras chirriaban muchísimo, señal de poco uso. Detrás de unos árboles muy tupidos, cuyas copas se movían suavemente por una brisa fría que comenzaba a soplar, la curva del camino me enfrentó con el viejo edificio. Detuve la marcha, bajé y recorrí el lugar; el sol comenzaba a recostarse en el horizonte y la sombra de sus muros se extendían sobre el pasto húmedo, estimo que aún tenía dos horas de luz. Cuando caminando rodie a esos muros muy altos, oscuros por el musgo, me topé con un viejo cementerio con no más de diez tumbas, se podían ver sus lápidas entre los pastos crecidos; al leerlas, eran todas de curas; sólo dos, que estaban juntas, mantenían erguida su cruz de hierro, estaban cuidadas y lucían cada una un ramito de flores silvestres frescas color violeta, una de ellas decía solamente “Nora”, la otra Abad Pedro.

Después de atravesar un grueso cerco de rústicas piedras recubierto por una enredadera silvestre, ingresé en un amplio patio cuadrado en cuyo centro había un enorme aljibe, que parecía estar en uso; y en uno de sus lados, una larga galería con techo de tejas y gruesas columnas cilíndricas que proyectaba su sombra sobre unas pequeñas ventanas que parecían pequeños huecos, empotrados en el ancho muro de piedra. 

En un extremo de la galería había una puerta entreabierta, haciendo algo de fuerza la abrí y entré a un amplio salón repleto de aparadores desencolados, sillones con su tela carcomida, una mesa enorme con dos de sus patas quebradas, también había un reloj de pared sin sus manecillas. 

Pude ver un pasillo que desembocaba en una puerta que estaba abierta, cuando me acerqué, me sobresaltó un hombre sentado frente a un pesado escritorio, que al verme me dijo mirándome a los ojos, sin sobresaltarse.

—Bienvenido forastero, ¿qué necesita?.

En un primer momento no supe qué decir, yo era un intruso, podría ser un malviviente.

—Disculpe, digamos que soy un investigador de lugares olvidados  —dije con mi mejor cara amable.

El hombre se rió con fuerza, y me invitó a pasar. Por su vestimenta era un cura, tenía una sotana, con alzacuello, pelo negro bastante largo, su rostro era enjuto; cuando se paró para acercarme una silla observé que era muy alto y de contextura fuerte.

—Siéntese  —soy el padre Marcos. 

—Francisco es mi nombre  —le dije, extendiendo mi mano para saludarlo.

—Tocayo de nuestro Santo Padre —me dijo apretando mi mano, con una amplia sonrisa que dejaba ver su dentadura muy blanca, después, hizo a un lado un grueso bibliorato de páginas amarillentas, en el que estaba leyendo o escribiendo. 

—Qué lo trae por aquí, a este lugar lejos del mundo. 

Le expliqué, que por mi profesión, me gustaba registrar con fotos lugares como este monasterio y escribir las sensaciones que me provocan.

— Y usted Padre, ¿a que se dedica en este lugar que parece abandonado?. —le pregunté.

—Este monasterio, en realidad fue una abadía y su abad era un hombre religioso al que yo respeto, al morir, por situaciones económicas, dejó de funcionar, y los curas que aquí vivían y trabajaban fueron destinados a otros lugares. En muy poco tiempo las instalaciones se arruinaron y quedó inhabitable  —Me dijo el amable cura, con la intención de seguir la conversación— ,después, yo decidí quedarme en este lugar, doy misa los domingos a mis vecinos, los cuales me retribuyen mi servicio con sus productos de granja, y yo reparto frutas y verduras de mi huerta; hemos logrado un justo equilibrio virtuoso.

—Que agradable describe usted su vida; —le confesé—, la ciudad de donde provengo es mucho más conflictiva.

—He estado meditando y escribiendo bastante al respecto, —me dijo el cura muy seriamente—, siempre me hago la misma pregunta: ¿cómo es posible siendo la vida tan bella, complicarnos en situaciones conflictivas, sin necesidad?. Después de decir esto, se levantó y trajo un candelabro para encenderlo, porque la penumbra comenzaba a inundar el lugar, luego me dijo si deseaba quedarme y acompañarlo en la cena, porque no recibía muchas visitas; yo dudé en aceptar entendiendo que era un perfecto desconocido, pero ese hombre hablaba con una tranquilidad que me contagió. 

—Acepto padre, pero no puedo retribuir su amabilidad.

—No se preocupe  —me dijo. Y después ocurrió algo inesperado, mirando hacia una puerta próxima que estaba abierta exclamó:

—Laura, esta noche tenemos un invitado. —Después de decir esto desde la otra habitación salió una joven, la cual, se acercó al cura y apoyó sus dos manos en los hombros de él y me dijo con una sonrisa:

—Tenemos jamón, tomates, puré de zanahorias, pan y vino.

Yo quedé sorprendido al ver esa mujer y el cura entendió mi actitud. 

—Le presento a mi mujer… ya sé lo que opina, pero nosotros no lo ocultamos, preferimos recibir las críticas.

Le dije de inmediato que yo no era quien para criticar nada, y agregué  que lo del celibato, era en mi opinión una tontería. 

—Hemos formado una familia aquí señor, y queremos vivir a la luz del día, con la protección y guía de Dios, nuestros vecinos son gente humilde, pero poseen una cualidad indispensable para vivir bien, aceptan y entienden las circunstancias de la vida del prójimo, por eso nos aceptaron y nos brindan su inagotable amor, al cual le correspondemos como podemos —me dijo la joven con una sonrisa.

Durante la cena me comentaron hechos muy graciosos; el primer día que hicieron sonar la vieja campana, acudieron un matrimonio mayor, muy sorprendidos pensando que había fantasmas, pero poco a poco se fueron incorporando el resto de la gente. 

—La decepción fue cuando en una misa mi marido les contó de nuestra relación; todos se fueron de inmediato, excepto Doña Justa, las más vieja de toda la comunidad; cuando le abrimos nuestro corazón y nuestras intenciones, ella comprendió y uno a uno fue reclutando a los parroquianos, no sabemos qué les dijo, pero se incorporaron todos, a partir de ese momento no faltó nadie a la misa de los domingos. 

Charlar con el cura y su pareja fue una caricia a mis sentimientos, la conversación se prolongó en forma muy cordial y me hizo saber que él se dedicaba a estudiar y escribir sobre la teología moral, porque quería presentar su forma de vida al Vaticano, a pesar de saber que se enfrentaba a una estructura muy rígida y corría el riesgo de ser excomulgado, preferiría arriesgarse a mentir.

Yo le di mi opinión positiva al respecto y le mencioné las Iglesias protestantes y evangélicas, pero él me dijo que su argumento para formar un matrimonio siendo cura, se basaba en otros aspectos, fundamentalmente en el amor, sin restricciones. 

Después de cenar, había refrescado y el cura encendió un fuego reconfortante en el hogar de la amplia cocina, su mujer se retiró y nos quedamos hablando. 

—Le diré algo Francisco  —me dijo el cura agregando una astilla al fuego— 

Mi padre y madre, están enterrados aquí, son las tumbas que ya habrá visto, él era el Abad de aquí; murió muy mayor, durante toda su vida, cargó sobre sus hombros lo que él ocultó; el amor por mi madre, y ella se fue lejos a tenerme; pero cuando yo tenía diez años, mi madre falleció y una mujer que hacía los quehaceres domésticos aquí me cuidó, jamás supe quien era mi padre hasta cumplir veinte años, yo ayudaba en las tareas de la abadía y una tarde mi padre me llamó y me confesó todo. Allí pude ver a un hombre que ocultó su dolor por tantos años, lloró desconsoladamente, me abrazó y me pidió perdón; ¿se da usted cuenta?, me pidió perdón. A partir de ese día me propuse remediar el sacrificio de mi madre y el dolor de mi padre, entonces decidí comenzar mi formación sacerdotal, y aquí estoy, tratando de que mi vida pueda servirle a otros como yo.

Le pregunté qué argumentos presentaría para lograr llegar al resultado buscado, y esto me dijo:

—Pienso que en la vida, todo hombre necesita una piedra de donde sujetarse cuando la tormenta arrecia; Dios, para mi es ese sustento, pero navegar por un océano bravo, es difícil hacerlo en soledad; con mi mujer que es creyente como yo, hemos tenido que dormir incluso a la intemperie, también caminamos por fangales interminables bajo la lluvia y nos hemos protegido del frío juntos, sin un techo que nos proteja; pero jamás perdimos, ni el rumbo, ni la tenacidad, ni el coraje; nos hemos cuidado mutuamente de todos los peligros, de toda adversidad, de todo sufrimiento…nos amamos Francisco, es tan sencillo y a su vez tan grandioso, estoy seguro que entregaré todos los argumentos y pienso que al menos, nos prestarán atención, no pido nada más, solo un poco de atención. Ambos vivimos con solo lo necesario, del mismo modo que nuestros vecinos, somos parte de una pequeña comunidad que nos acepta, no les mentimos, somos francos con ellos y nuestro estandarte es la familia; la Sagrada Familia. Sabe una cosa, querríamos que aquí mismo nos entierren y también poder tener hijos para guiarlos por el mejor camino. Tenemos una ilusión.

—¿Cuál?   —le pregunté.

—Laura quiere casarse vestida de blanco; tengo incluso un cura amigo que está dispuesto a hacerlo…

En la cara de ese hombre, en sus ojos, se reflejaba su alma pura, tan pura como el agua cristalina; nos despedimos y ambos me acompañaron hasta mi camioneta iluminando el camino con un farol. 

Cuando me fui de ese lugar era muy tarde, las luces de mi camioneta iluminaban la ruta desolada, y yo continuaba pensando, que me gustaría que el Padre Marcos y su mujer, pudieran lograr su objetivo, los imaginaba disfrutando algún día junto a sus pequeños hijos, de sus vidas sencillas, pero más robustas que una montaña de granito.






sábado, enero 25, 2025

LA NAVIDAD DE LUIS


          La fiesta de navidad significaba para Luis el mejor momento del año; aguardaba con ansiedad los obsequios de sus abuelos; para un chico de ocho años, recibir regalos siempre es algo bienvenido y más aún cuando le habían prometido un juego de trenes con estación, vagones y una locomotora enorme que echaba humo al andar. 

La mala noticia llegó el veinticuatro por la mañana; habían internado a su abuela de urgencia; la abuela Julia era la única abuela que tenía, y ella era una persona muy especial que tenía siempre para él todas las respuestas.  

Al ver la cara de su padre, Luis presintió que algo muy malo sucedía;  no se equivocaba; la abuela era muy mayor y su corazón no quiso continuar.

El festejo familiar quedó trunco, y en su casa, tanto su padre como su madre estaban acongojados.

—Hijo, tengo que decirte que la abuela se nos fue para siempre  —le susurró su padre abrazándolo.

Esa navidad, pensó el pequeño Luis, no sería como la había imaginado; su abuela no repartiría los paquetes, y no habría sorpresas para festejar; no obstante el abuelo quiso que todos cenaran juntos, argumentando que la abuela los estaría observando, y estar en familia era para ella la prioridad número uno.

A las doce de la noche, pudieron escuchar los festejos de los vecinos, pero en casa de Luis la tristeza inundaba todos los espacios de la casa; el abuelo de Luis, su ejemplo, al igual que su padre, como hombre fuerte y protector de su familia, irrumpió en un llanto incontenible; todos acudieron a abrazarlo para soportar el momento tan ingrato de la insondable ausencia. 

Su madre lo abrazó y le aseguró que los momentos tristes de la vida, si se comparten, son menos duros. 

Cuando todos se retiraron a descansar, Luis también lo hizo, aún escuchaba risas y festejos de sus vecinos, que se fueron apagando, hasta que todo quedó en silencio. Vino a su mente la cara de su abuela y el cariño que él le tenía.  A su angustia por la pérdida irreparable, se sumaba también haber perdido ese festejo navideño familiar que tanto disfrutaba y esperaba. Su vida de niño cambió ese día, algo se rompió en su interior y ahora comprendía que nada dura para siempre. Llorando se quedó dormido. 

El sonido de la campana de la estación de trenes lo sobresaltó y él se encontraba parado frente a una enorme locomotora cuya caldera rugía esparciendo su humo, brillantes vagones de madera muy lustrosa aguardaban para que subieran los pasajeros; cuando miró hacia el andén de la vieja estación, en medio de un vapor blanco estaba parada su abuela con una valija de viaje. Luis corrió hacia ella y la abrazó con ganas, su abuela también lo hizo muy fuerte.




—¡Feliz navidad Luis!, te he traído tu regalo como te lo prometí  —le dijo su abuela con una enorme sonrisa— quiero que lo disfrutes y que siempre te acuerdes de mí; sabes una cosa, la vida es como un sueño, pasa muy rápido y se convierte en recuerdos, pero es una experiencia muy linda Luis, ya lo verás, disfruta cada momento, no tengas miedo a enfrentar responsabilidades, realiza todos tus proyectos con la fuerza de tu juventud y adquiere experiencia para disfrutar cuando seas adulto. Tampoco mires demasiado para atrás. ¡Sube ahora a tu tren Luis!, disfruta el viaje, recuerda que tu abuela siempre estará aquí en esta estación, por si alguna vez la necesitas. 

Luis le dio un fuerte abrazo de despedida, se subió a la poderosa locomotora y la puso en marcha. La pesada máquina comenzó a moverse lentamente hasta tomar velocidad; Luis se asomó para ver a su abuela que lo despedía agitando un pañuelo, después, miró al frente y pudo ver un mundo por conquistar; sabía que estaba soñando; pero todo era muy real. Una luz muy fuerte lo encandiló, cuando abrió sus ojos, un rayo de sol se colaba por la ventana de su habitación, podía aún sentir el poder de la locomotora desplazándose por un campo verde inmenso, y la dulce fragancia de la ropa de su abuela. 

Cuando se levantó de su cama a los pies de la misma, alguien había dejado una enorme caja de cartón, en cuyo frente se veía a todo color un tren saliendo del andén de una estación, la misma de su sueño; también junto a la caja estaba la fotografía de su abuela teniéndolo en brazos. 

Luis tomó la fotografía, y la observó un largo rato, después, levantó del piso su regalo y lo guardó en un estante de su placard.

Nunca abrió esa caja, la misma quedó allí con su contenido intacto.

Muchas navidades pasaron, muchos acontecimientos tuvo que enfrentar Luis; agradables; buenos y malos, hasta que se convirtió en un hombre, se casó y también tuvo un hijo, y su hijo le dio un nieto. Y llegó el día de poder disfrutar de la experiencia y de la vida apacible; también llegó su última navidad, o al menos eso presentía. 

Su casa era muy vieja ahora; faltaban pocos minutos para las doce; Luis, tomó de la mano a su nieto, y lo llevó a la antigua habitación, con esfuerzo pudo sacar del placard la caja con el tren, frente a su nieto la abrió, y este quedó deslumbrado.

Esa navidad Luis disfrutó por fin de su regalo, pero junto a su nieto, que era un pedazo de su alma, y ahora reía y festejaba de alegría, viendo surcar la pequeña locomotora sobre la mesa del comedor, tirando humo; el juguete tan ansiado salió de su caja para hacer feliz a un niño; o a dos.

Esa fue la última navidad de Luis; pero quizá el viaje aún no termina y continúa manejando su poderosa locomotora, la cual deja una larga estela de humo blanco recortada sobre un cielo azul de un atardecer majestuoso; desplazándose por un campo infinito. 

¡Feliz Navidad!







lunes, julio 15, 2024

VIAJE AL PASADO (primera entrega)

 Durante siglos, pensadores de la raza humana se han hecho una pregunta, la cual sigue aún sin respuesta cierta: ¿Que es el tiempo?.

Se ha llegado a decir que el tiempo no existe, que solo es una magnitud creada por el hombre para medir la rotación y traslación de los planetas en torno al sol, o la separación entre determinados eventos, y otras tantas definiciones las cuales se volcaron en libros de ciencia que colmaron a enormes bibliotecas. 

Sin entrar en problemas matemáticos solo quiero decir que el tiempo debe estar relacionado de algún modo con la velocidad, para entender esto puedo decir:

Si recorremos una distancia determinada, a una velocidad fija (100 kilómetros por hora), al aumentar la velocidad al doble (200 kilómetros por hora), tardaremos en llegar media hora, pero si tuviéramos la capacidad de poder seguir aumentando la velocidad indefinidamente, llegará un momento en el que tardemos 0 horas; si continuamos aumentando dicha velocidad tardaremos -1minuto, -1 hora, - 1 día, - 1 año etc. Es decir invertiremos el factor tiempo o podríamos decir que estamos viajando al pasado, pero a una velocidad vertiginosa; mayor incluso que la velocidad de la luz.


F.B.



Cuando se llega a cierta edad, muchas personas deciden hacer otra cosa distinta a lo que hicieron toda su vida. Esa era la situación de Esteban, después de haber trabajado cuarenta y cinco años en el ferrocarril. Se jubiló para, en teoría, disfrutar de un retiro muy bien merecido. Era un apasionado por la pesca y disfrutaba los atardeceres yendo a la orilla del mar la cual estaba a pocas cuadras de su casa junto a su perro.



Una tarde, cuando ya se estaba por retirar porque el sol comenzaba a bajar y un persistente viento del sur se hacía sentir, decidió recoger su línea, curiosamente sintió que algo había picado, cuando empezó a levantar con el reel la línea, podía sentir el peso de lo que traía; cuando la supuesta pieza salió a la superficie, no era un pescado, se trataba de un reloj con su cadena. En un primer momento pensó devolverlo al mar, pero después de mirarlo mejor, se dio cuenta que no era un reloj cualquiera, era un reloj de bolsillo de oro, de inmediato pensó que seguramente el agua de mar había destruido su mecanismo pero el valor estaba en los gramos de oro que poseía. 

Cuando llegó a su casa, la cual era muy humilde, puso unas astillas en la salamandra, se calentó un café y después se sentó frente a la rústica mesa de madera, encendió la lámpara que colgaba sobre la misma con la intención de observar el reloj; cuando abrió su tapa quedó sorprendido al ver que no parecía estar deteriorado, todo lo contrario parecía nuevo. El primer hallazgo de este curioso artefacto fue leer en el interior de su elegante tapa la leyenda:


“Buen viaje al pasado”


Era una extraña leyenda para un artefacto que mide el tiempo, pero para adelante. Mientras pensaba esto, su perro que se llamaba Emperador, le apoyó su pata sobre la pierna, señal que debía atenderlo. 



Después de darle su comida y recargar el cacharro de su fiel compañero con agua, Esteban preparó su cena; después de comer, agregó otra astilla a su salamandra, se sentó en su cómodo sillón frente al fuego y abrió el libro de historia que estaba leyendo.




Esteban era una apasionado lector de historia, tenía dos bibliotecas, una de libros de papel, para disfrutarlos en su cómoda y abrigada cabaña y otra digital, que llevaba en su mochila para cuando salía a pescar.

Se había olvidado del reloj cuando el sueño le hizo interrumpir su lectura y se fue a acostar; Emperador lo siguió para acostarse al pie de su cama.

Antes de acostarse Esteban se dirigió a su cocina para servirse un vaso con agua, y cuando pasó frente a la mesa, vio de nuevo a aquel lujoso hallazgo, y como un hecho natural, le dio cuerda, sintiendo en sus dedos que la misma funcionaba muy bien, después lo puso en hora, 23. 15 hs. 

A la mañana siguiente, Emperador con su hocico, lo despertó. Esteban se levantó y fue a preparar su desayuno, cuando miró por la pequeña ventana de su cocina, le llamó la atención que aún continuaban allí la pareja de zorros del día anterior, era raro verlos tan seguido.




Cuando fue a su baño, comprobó que la canilla del lavatorio continuaba perdiendo agua, a pesar de haberla reparado; pero el colmo de su sorpresa fue cuando golpearon a su puerta. Al abrir era nuevamente Manuel montado en su bicicleta, que le traía correspondencia.

—Hola Manuel, nuevamente por aquí.

El muchacho lo miró extrañado y le dijo:

—Si, como siempre, le traigo sus facturas a principio de mes.

—Recibir facturas todos los días no es muy agradable, pero como te tengo aprecio, puedes venir todas las veces que quieras.

El joven del correo, no entendió el comentario y se fue brindándole una sonrisa.

Cuando tomaba su café, Esteban miró la correspondencia y comprobó extrañado un error muy notorio, eran las mismas facturas que había recibido el día anterior, pero cuando fue a buscar al cajón en donde las dejaba siempre, estas ya no estaban; las buscó en otros posibles lugares, pero no las encontró. No tenía sentido preocuparse, evidentemente era un error sin importancia, más allá que solo las pagaría una sola vez.

Nuevamente Esteban reparó la canilla del baño, y después preparó su equipo de pesca para ir a pescar esa misma tarde.

Durante todo ese día se dieron una serie de coincidencias raras, como por ejemplo cuando lo dejó salir a su perro, cuando este regresó traía en su boca un hueso enorme igual al del día anterior, también cuando fue a traer leña, sobre la pila había un extraño pájaro que no salió volando, del mismo modo que ayer, y cuando se sentó en su sillón para escuchar la radio, en el informativo daban nuevamente con lujo de detalles la misma noticia de la inundación en Entre Ríos.




Pero el día y sus sorpresas aún no terminaban para Esteban. Cuando llegó a la playa después de arrojar su línea, se produjo al poco rato, el mismo y único pique del día anterior, una corvina demasiado chica para no devolverla al mar.

Una vez más el sol comenzó a caer y el mismo viento frío del día anterior comenzó a soplar, cuando decidió irse, recogió su línea sacó algo que lo sobresaltó tanto que pensó que estaba enloqueciendo …sobre la húmeda playa de arena, podía ver nítidamente enganchado, un reloj de oro con su cadena.





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Todos los dibujos de esta historia han sido realizados con el magnífico programa: 

https://skyreels.ai/dashboard

El cual brinda infinitas posibilidades de creación; agradezco a todo el equipo de skyreels.


También se han utilizado excelentes fotografías del sitio:

https://pixabay.com/es/photos/

Gracias al grupo de PIXABAY


En esta historia parte de las ilustraciones se han realizado con la  poderosa herramienta de IA.

https://www.meta.ai

Gracias al equipo de META AI.


google.com,pub-1339975393881543,

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