Esto que deseo contarles, no tiene que ver con el miedo o el terror; que nos pueden sorprender ocasionalmente, me refiero al misterio. Lo misterioso es aquello que implica cualquier hecho que no concuerda con lo conocido, dejándonos con el interrogante si fue verdad o no; porque es imposible de corroborar, pero entendemos que puede ser posible.
Esta historia puede afirmar esto que digo; pero lamentablemente no poseo las pruebas. Por lo cual estimados lectores, ustedes serán los que juzguen si esta historia puede ser cierta o no.
Esto ocurrió hace más de diez años, y me lo contó el amigo de un pariente que era cocinero de nuestra base Marambio en la Antártida Argentina.
Los que intervinieron en esta historia, no formaban parte del destacamento estable de la base; ellos fueron dos jóvenes periodistas, un reportero y un fotógrafo, de un medio muy conocido, el cual no aporta mucho, porque lo que allí pasó nunca se informó. Yo corrobore todos los detalles de esta historia de boca de uno de los protagonistas, Pepe el fotógrafo, cuyo material quedó allí incautado por la razón que más adelante les diré.
Esto me dijo una noche este joven, al cual no tengo motivos para no creerle:
El viaje en avión nos resultó tranquilo, excepto en los últimos quince minutos antes de aterrizar, el viento por muy poco, y solo gracias a la experiencia del piloto, permitió que el avión no se estrellara. Cuando el motor se detuvo, estábamos blancos como el mismo paisaje.
La recepción fue acorde a la ubicación geográfica, una tormenta de nieve castigaba toda la zona. La tripulación nos brindó unos trajes especiales color naranja, y cuando descendimos del avión, un grupo de tres personas nos esperaban para asistirnos y recorrer los trescientos metros desde la pista a la base en un vehículo especial para la nieve.
Cuando ingresamos a la base, lo primero que nos impactó fue la diferencia de temperatura que había allí con respecto al exterior. Un grupo de militares nos esperaban sonrientes y con muchos deseos de recibir noticias de Buenos Aires, después de mostrarnos nuestra habitación para que dejemos los bolsos, la cena estaba servida. Compartimos un guiso de lentejas que me recordaba a los que preparaba mi madre. La sobremesa se prolongó bastante, y esta charla permitió que pudiéramos tener una idea a priori de lo que allí se hacía, y como se hacía, con que equipo se contaba y cuáles eran los principales riesgos.
El tiempo de tres días para realizar toda la nota, no era mucho, y se complicaría si la tormenta persistía; porque las mejores tomas fotográficas estaban afuera. Una nota en la Antártida sin poder llevarse varias buenas tomas de la nieve, significaba un fracaso rotundo.
La habitación que nos tocó era pequeña pero abrigada y confortable, una pequeña ventana de vidrios dobles, permitía observar el exterior. Mi compañero Adolfo no tardó en dormirse profundamente, pero yo no lograba conseguir el sueño con facilidad y entonces con la luz de mi velador aproveché para poner en orden todo mi equipo. Alrededor de la dos de la mañana el viento se había calmado, y al observar por la pequeña ventana ese paisaje blanco y ondulado, iluminado por la luna llena, me permitió sacar la primera fotografía nocturna de la Antártida. Cuando apague el velador, la luz de la luna ingresaba a la pieza iluminando la pared, ya me estaba durmiendo cuando un pequeño golpe me despertó, al abrir los ojos, una sombra se proyectó muy rápidamente en la pared, me incorporé y miré hacia fuera, algo ágil y bastante grande se perdió detrás de unos tambores de combustible; a pesar de continuar mirando durante un largo rato no pude observar nada, excepto escuchar a los perros llorar. Algo pude ver allí entre los tanques pero no lo podía definir, tal vez un animal, o alguien de guardia.
El desayuno se servía a las siete treinta, allí estábamos todos reunidos conversando sobre el beneficio de la finalización de la tormenta y la oportunidad que tendríamos de conocer todos los equipos externos. Fue entonces cuando aproveche para contar lo que me pareció ver en la noche, y esa extraña historia produjo una reacción rara entre los presentes; tres muchachos jóvenes se levantaron de inmediato y se fueron, y el resto incluidos el jefe, permanecieron en silencio, sin decir una sola palabra. Adolfo interpretó de inmediato que lo dicho por mí, historia que aún no había escuchado, provocó una reacción como mínimo sospechosa.
Cuando ambos estuvimos a solas en la habitación le conté a mi compañero con lujo de detalles lo ocurrido, y Adolfo me respondió en voz baja.
- Creo que aquí tenemos una historia interesante.
Ambos pudimos recorrer todas las instalaciones exteriores de la base; la cual era enorme. Mientras yo tomaba fotografías, un meteorólogo nos explicaba con lujo de detalles el funcionamiento de cada uno de los aparatos. Adolfo con su grabador registraba todo, pero sabíamos que algo mucho más serio allí ocurría, que bien se ocultaba o no se deseaba enfrentar. Cuando regresamos a la base, ubique la ventana de nuestra habitación y separándome unos metros del grupo investigué el lugar; nítidamente pude ver en la pared de chapas un desgarro del tabique que dejaba a la vista las aislaciones, rápidamente fotografié el daño y me incorporó al grupo.
Cuando llegó la noche, nos retiramos a descansar después del café, y ambos coincidimos en que era evidente y notorio que la charla no fue abierta y sincera como cuando recién llegamos; incluso el jefe se refirió al hecho que solo restaba ir al puesto más alejado, si lo queríamos conocer; aunque nos advirtió que no había mucho por ver. Nosotros insistimos en ir, porque era nuestra obligación, y entonces se coordinó el viaje para el día siguiente con los trineos tirados por los perros.
La expedición estaba formada por diez hombres, y nosotros. A mi me pareció que eran demasiados acompañantes solo para ir a ver una estación meteorológica distante en un territorio blanco y desierto; pero mi intriga aumentó cuando observé que todos los soldados estaban armados con carabinas.
- ¿ Es necesario llevar armas?, pregunté intrigado.
- Si,...dijo uno de los soldados, -hemos detectado unos osos polares que pueden ser peligrosos.
Ambos nos miramos muy extrañados, sabiendo que en la Antártida no habitan osos polares, no obstante preferimos no preguntar nada más.
El viaje se realizó en tres trineos, y nosotros ocupamos el del medio. El recorrido duró dos horas aproximadamente, al llegar, un meteorólogo nos explicó cada detalle del equipo, pero a mi me llamaba mucho más la atención de ver como el resto de los hombres se ubicaron en un gran círculo mirando cada uno hacia fuera; como si se estuviera por sufrir un ataque inminente. Nada ocurrió, y se emprendió el regreso del mismo modo.
El jefe de la base era el Coronel García, tenía una basta experiencia en misiones Antárticas, cuando ya teníamos preparado nuestro equipaje para el regreso que sería en cuatro horas;solo restaba la última entrevista con el coronel. Un soldado nos avisó que nos esperaban en la oficina para la entrevista; cuando nos presentamos el coronel estaba sentado en un escritorio que ocupaba casi todo el espacio de esa habitación. Después de sentarnos frente a él, el coronel les sirvió dos tazas de café caliente, nos miró a los dos un instante y nos dijo.
- ¿Me realizarán la pregunta ustedes, o les cuento yo?
- Mejor usted, dijo Adolfo.
- Bien, les contaré todo con lujo de detalles, pero con una condición indispensable.
-¿ Cual condición ? preguntó Adolfo.
- Esta historia, no puede ser revelada porque si se supiera corre riesgo todo el proyecto de esta base Antártica.
-Ambos nos miramos entendiendo que la historia que estábamos por escuchar no era menor, y que a pesar de ir en contra de nuestra profesión; pero considerando la honestidad del coronel García, aceptamos. Apagamos nuestros celulares y el grabador, colocándolos sobre el escritorio.
-Bien,...confío en ustedes, nos dijo aquel hombre de voz gruesa.
- Yo me hice cargo de este puesto hace dos años, y estáesta,...digamos historia o acontecimientos vienen de antes. El primer día que llegué me entregaron una información confidencial, que me informaba que habían ocurrido hechos muy extraños, concretamente; dos soldados recién llegados se extraviaron en una tormenta de nieve no muy lejos de aquí, pero jamás fueron encontrados ni siquiera algún rastro. Al poco tiempo algo; atacó a los perros dejando sólo vivos a dos muy mal heridos. Estando yo en funciones habíamos recibido a cuatro alumnos de ciencias meteorológicas y por muy poco, este,...llamémoslo,...ser, o animal, o aún no sabemos que, aquí lo llamamos MB; rompe la pared de la habitación donde dormían, y gracias al soldado de guardia que actuó muy rápidamente al escuchar los gritos, nada sucedió.
- ¿A que se refiere con MB capitán? preguntó Adolfo muy intrigado.
- En este continente helado y blanco; del cual aún sabemos muy poco, -nos dijo el capitán señalando un mapa que estaba a su espalda en la pared - el cual posee una superficie de algo más de catorce millones de kilómetros cuadrados, hemos comprobado que existen, en teoría, animales muy inteligentes, tanto; que podemos decir que no se trataría de animales, por eso le decimos MB, misterio blanco.
-¿Y qué son entonces? pregunté apresurado.
- Por ahora señoresseres, -dijo tranquilo el coronel - solo que poseen algunas características muy notorias; sus presas favoritas son las visitas, y su comportamiento es muy agresivo, que sumado a su fortaleza y agilidad; los convierten en una amenaza muy peligrosa. Cuando lo de los perros, extrajimos de su boca piel y pelos que los enviamos a analizar, y el resultado de su adn, los ubica a mitad de camino entre un oso y un humano.
-A esta altura de la charla, comenzamos a calcular cuánto tiempo nos faltaba para irnos y cuán largo era el trayecto desde la base hasta el avión.
¿Por qué todo esto se mantiene en secreto?, preguntó Adolfo.
-Es una compleja situación económica, - les dijo el coronel en tanto agregaba más café a las tazas - los recursos de la base para la investigación científica son escasos y si esto se supiera el costo de las pólizas de seguro se elevarían; y todo el esfuerzo científico de muchos años, y lo aquí invertido, se perdería sin remedio.
-Nos quedamos mudos, pensando en lo jugoso de la historia desde el punto de vista periodístico, pero la sensación era la misma que descubrir una mina de oro y no poder utilizar ni un mísero gramo.
- Señores, - nos dijo el coronel mirando por aquella pequeña ventana, pegada a su escritorio - para terminar esta historia les digo, que a pesar de haber colocado cientos de trampas para poder atrapar al menos uno de estos seres, jamás hemos podido. Muchas veces hemos llegado a pensar que ellos son más inteligentes que nosotros y nos controlan.
-Cuando el avión despegó de la base rumbo a Buenos Aires a la hora prevista, observamos aquella inmensidad blanca que bien se podría comparar con un desierto solitario y gélido ...pero ahora sabíamos muy bien que no era así.
FIN
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