Las leyendas son historias que tratan sobre diversos temas, a mi me gustan las de aparecidos, muertes misteriosas, o hechos extraños. Por lo general se enriquecen con el paso del tiempo, y sus cuentistas las transmiten agregando algunas notas coloridas para que el receptor decida, si eso que se cuenta es cierto o no. Pero, yo agregaría, que eso que se transmite de generación a generación no es solo por hablar, para mi, si una historia se convierte en leyenda, es porque realmente algo allí ocurrió.
F. Brun
La leyenda del Futre, me la contó un empresario mendocino muy amigo, del cual puedo decir que es un hombre confiable. La historia se la contó su abuelo, que a principios del siglo XX trabajó en esa obra compleja y llena de inconvenientes, el ramal ferroviario trasandino que unía nuestro país con Chile. La leyenda dice que un empleado Inglés que estaba encargado de pagar a los operarios fue asaltado y después asesinado; por su aspecto elegante, se lo llamó el Futre, que quiere decir: hombre joven que se compone mucho y sigue rigurosamente la moda. Después de su entierro su espíritu aparece por las noches reclamando justicia.
Junto con este amigo decidimos ver qué había de cierto en esa leyenda, y quedamos en encontrarnos un verano en las Cuevas, pueblo que está en límite internacional del lado Argentino.
Cuando nos encontramos con mi amigo, solicitamos hospedaje en una pensión que daban de comer. En la sobremesa de la cena se nos unieron a la conversación un grupo de muchachos mochileros alemanes, los cuales eran periodistas, y venían también a investigar lo mismo que nosotros, que tan cierta era esta leyenda del Futre.
Al día siguiente la investigación nos dirigió a ubicar a un hombre mayor baqueano, que era el que más sabía sobre la leyenda. Me dirigí a visitarlo, el camino era de ripio y tuvimos que recorrer diez kilómetros con mi camioneta para encontrarlo. Cuando llegamos pudimos ver una casa muy vieja de techo de chapas, sus puertas y ventanas que eran de madera, por su aspecto, llevaban años sin ser pintadas, a la sombra de la galería estaba este señor sentado en un sillón tomando mate junto a un bracero que ostentaba una pava renegrida; los dos perros que lo acompañaban sólo demostraron su asombro al vernos levantando su cabeza y moviendo un par de veces sus colas, después continuaron recostados.
El señor se llamaba Lisandro, era un hombre morocho, delgado, con la piel de su cara y sus manos curtidas y arrugadas, sus ojos negros eran aún vivaces, su camisa estaba limpia pero arrugada al igual que su pantalón de trabajo que era negro como sus alpargatas.
Al preguntarle por el motivo de nuestra visita nos dijo:
—Yo conocí al Futre en persona, todas las quincenas se acomodaba en su silla frente a una mesa, debajo de un toldo, y sacaba de su bolso de cuero la plata para pagarnos. —nos comenzó a decir este hombre, con su voz pausada, mientras armaba un cigarrillo—, siempre llevaba puesto traje con pañuelo y camisa blanca, usaba un sombrero de ala ancha, su pelo era negro y brillaba por lo limpio, todo lo contrario de nosotros que parecíamos saparrastrosos. Lamentablemente dentro de nuestro grupo había un par de pendencieros y ladrones. Ese día los sinvergüenzas faltaron, nos pareció raro, porque era el día de cobrar, pero después nos enteramos, le tendieron una emboscada al Futre para robarle, lo esperaron en la quebrada antes de llegar. Era un hombre muy educado, siempre venía a caballo, lo mataron por la espalda con un facón, no necesitaban hacerlo, se hubieran llevado el bolso y listo, el Futre no se hubiera resistido, no llevaba armas, era confiado. Lo encontramos tirado boca abajo, con su caballo al lado como esperando que se levantara; lo velamos en el campamento y a la mañana siguiente se lo llevaron los policías; dicen que nunca encontraron ni la plata ni a los asesinos. Yo eso nunca lo creí, pero que se puede hacer en estos parajes.
Al año de su muerte, comenzaron las habladurías de que el Futre, o mejor dicho su espíritu, se paseaba por las vías… al que se le cruzaba lo corría gritando, ¡¿por qué me mataron?!, ¡por qué!, ¿quién tiene la plata?. Hace algunos años, me sorprendió la noche buscando unas cabras, y medio me perdí, entonces para orientarme caminé hacia el lado de las vías, cuando las encontré solo tenía que caminar barranca abajo. Me pueden creer o no…se me apareció el Futre, de frente, me quedé paralizado de miedo, pero ni me gritó, solo se me quedó mirando un rato largo, y después me dijo:
—¿Cómo estás Lisandro?...se acordaba de mí que en esa época era un chico, también lo saludé; después se sonrió y se fue caminando despacio por las vías para el lado de la montaña.
Después de decir esto Lisandro, echando humo por su boca, se quedó con su vista mirando esos picos altísimos. Con mi amigo nos miramos, después yo le pregunté si vivía solo, y esto me dijo:
—No, yo no vivo solo, por suerte siempre me acompañan mis dos perros, y mis recuerdos de joven, para un viejo como soy yo, qué más le puedo pedir a la vida; bueno, tal vez cuando me vaya, me gustaría irme por el camino del Futre, quizás lo encuentre, y entonces podremos recordar juntos aquellos tiempos. Si, eso le pediría a Dios, si es que me atiende.
Con mi amigo después de despedirnos, nos fuimos de aquel lugar pensando los dos, que lo dicho por aquel hombre era cierto, por la simple razón que no tenía motivo alguno para mentirnos, que podía ganar con hacerlo en ese lugar alejado del mundo. En particular me pasa que me doy cuenta cuando alguien me miente, no me pregunten cómo, solo lo intuyo.
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