Esteban y Juan no podían salir de su asombro por su nuevo aspecto.
—Es increíble Juan, ¡somos jóvenes nuevamente!.
—No puedo creerlo, ¡no me duelen las rodillas, ni mi cintura!, ¿en qué lugar estaremos Juan?, esas son montañas muy altas.
—A mi me recuerda a la cordillera de los Andes, pero no lo podemos saber.
Cuando Esteban y Juan realizaban estas conjeturas, Emperador, que ahora era tres veces más grande, moviendo su cola le dio su pata a Esteban y se quedó mirándolo unos instantes, después, miró hacia un lugar de la pradera y dio un largo aullido que sonó al de un lobo; cuando terminó, salió corriendo velozmente y se perdió de vista entre los pastizales; Esteban tuvo la sensación de que no volvería a ver a su fiel compañero; y no se equivocaba.
—¿Qué hacemos ahora Esteban?
—Creo que en primer lugar tenemos que buscar agua y comida; pero te advierto Juan que a partir de ahora para nosotros, todo lo que antes era simple y cotidiano en nuestras vidas se ha convertido en un problema a resolver si es que no queremos morir, de hambre o de frío.
—Tienes toda la razón, ya no tenemos fósforos para encender fuego, vasos para tomar agua, o un techo por si llueve.
—Tampoco tenemos nuestros equipos de pesca, —dijo Esteban— ahora puedo valorar la altísima tecnología de un simple anzuelo o de un carrete de nylon. Me temo Juan, que vamos a extrañar muchísimo nuestras cómodas camas.
—Pensemos Esteban que para poder tener la dicha de nuevamente ser jóvenes, es necesario hacer algunos sacrificios; yo estoy dispuesto, no se tú.
—Yo también querido amigo.
—Desde aquí puedo ver una cascada que está lejos, pero una cascada posee agua, que se desliza hacia un río o un lago, y los lagos suelen tener peces y los peces se comen, por lo cual Juan te propongo que comencemos a caminar para ese lugar.
—¡Adelante amigo!, hoy tenemos mucho que hacer.
Los dos compañeros se pusieron en marcha con optimismo, en dirección a las altas montañas de picos nevados, en donde se podía ver una caída de agua que el sol iluminaba haciéndola parecer una larga cabellera dorada.
—Estoy emocionado Juan, no me imaginaba que pudiéramos repetir nuestras aventuras en el senderismo.
—Yo aún no puedo creer este sueño Esteban.
Cuando ambos jóvenes caminaban disfrutando del paisaje, sintieron bajo sus pies que la tierra empezó a temblar.
—¿Qué está ocurriendo? —le preguntó sobresaltado Juan a Esteban.
—No lo sé, pero algo muy grande se está moviendo por allí.
—Me temo que viene hacia nosotros, —dijo Juan— corramos a ocultarnos entre esas piedras.
Cuando se agacharon lo más posible, una enorme sombra los cubrió, la proyectaba una criatura enorme que se detuvo frente a ellos, no pudieron definir bien qué animal era, pero su aspecto aterraba. La salvaje bestia al no verlos, después de bufar un largo rato, se fue, dejando un fuertísimo olor nauseabundo.
Cuando todo el lugar quedó en silencio los dos muchachos salieron de su escondite.
—Este animal no pertenece a nuestra época —dijo Juan.
—No Esteban, yo creo que estamos en una era muy antigua, me animo a decir que probablemente estemos en la edad de hielo.
—Si es así, tenemos que tener mucho cuidado, si es que no queremos terminar como almuerzo de una de estas bestias. —respondió Esteban, mirando con preocupación por si ese enorme animal quisiera regresar; después de tocar con su mano el apreciado reloj que guardaba en su bolsillo para cerciorarse que continuaba allí dijo:
—Lo que hemos visto es para mi un mamut, esto quiere decir que hemos viajado en el tiempo aproximadamente unos 2,5 millones de años, en esa época, estos gigantes aún no se habían extinguido.
—Así es, si tu teoría es correcta ya está presente el hombre, pero no sabemos aún si es el Australopithecus, el Homo habilis, el Homo erectus, el Homo neanderthalensis, o el Homo sapiens. Y tampoco tenemos los medios para saberlo, porque no tenemos idea en qué parte de la tierra estamos. Por lo que se sabe, el hombre se desarrolló en diferentes lugares, no fue uniforme, tampoco se puede asegurar que no haya existido incluso un ser más inteligente y desarrollado que el Homo sapiens.
—Tienes toda la razón Esteban, viene a mi mente un libro que he leído en el cual, menciona una serie de antiguos tallados en piedra que aparentemente dejaban constancia de visitantes extraterrestres; pero pienso que tal vez, eran personas del futuro como nosotros ahora mismo.
—Tienes mucha razón, aún no caigo que somos seres del futuro viajando por el tiempo; bueno, ahora debemos procurar lo antes posible conseguir algo para comer y después ver de qué modo y en qué lugar, que sea seguro, podemos armar un campamento.
Ambos camaradas continuaron caminando hasta que detrás de unas grandes rocas, se abrió ante sus ojos un lugar de ensueño; un enorme lago de aguas cristalinas en el que se reflejaban las imponentes montañas y una alta cascada que le daba al lugar un aspecto majestuoso.
Cuando Esteban vio aquello al igual que Juan quedaron deslumbrados.
Cuando se acercaron a la orilla de ese espejo de agua la playa estaba formada por un ripio oscuro muy grande.
—¡Es increíble!, este lago está repleto de peces, estoy seguro que los puedo atrapar con mis propias manos —dijo Esteban mientras arremangaba su camisa— ¡ya tengo el almuerzo y la cena para hoy Juan! —Esteban decía esto sacando del agua un pez enorme.
—Creo que también tenemos fuego para asarlo —dijo Juan, raspando dos piedras, que al chocar entre sí, producían unas chispas luminosas.
—Necesitamos buscar un lugar seguro —dijo Esteban, abriendo el pescado con una piedra filosa para limpiarlo y sacarle las escamas— lo mejor será tratar de subir a un lugar alto en donde ningún animal pesado pueda llegar.
—Allí veo uno excelente, alto y protegido, trataré de llevar algunos palos y hojas para construir un refugio, si a esta hora ya está fresco, en la noche bajará mucho más la temperatura.
—No contamos con un recipiente para guardar agua, por ahora tenemos de sobra porque estamos cerca del lago, pero si decidimos desplazarnos necesitaremos con que transportarla.
—Es muy cierto pero ese problema dejémoslo para mañana.
Después de trabajar bastante, recolectando los palos y las hojas y subiendo todo al lugar elegido, tardaron un largo rato en conseguir prender fuego, primero juntaron unos pastos bien secos, que encendieron después de muchos intentos de lograr hacer chispas con las piedras y soplar para que el bendito fuego se hiciera potente, hasta que lograron un muy buena fogata que les brindaría calor en esa noche; una de tantas; de los tiempos pasados.
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