Después del entierro del abuelo de Lucio, su padre le pidió que fuera a la casa de campo para ordenar todo aquello; la idea era vender la propiedad porque la situación económica de la familia no era buena. Lucio apreciaba muchísimo a ese hombre que de chico siempre lo vio trabajando en su laboratorio, lo recordaba entre los tubos de ensayos, mecheros encendidos, balanzas, y ese olor a metales fundidos; para él, todo ese lugar era un entretenimiento apasionante, tal era su entusiasmo por esa actividad que lo llevó a estudiar química como su abuelo. Don Pedro, así lo llamaban al abuelo, no vivía de su profesión de químico, todo el dinero para mantener a la familia provenía de alquilar el campo para la explotación agropecuaria, esto le permitía hacer lo que realmente le apasionaba, trabajar en su laboratorio; lo curioso era que nadie sabía qué hacía allí, ni siquiera el padre de Lucio. En una oportunidad, cuando Lucio estaba por terminar la carrera, su abuelo quiso hablarle; se encontraron en la casa, y salieron a dar una vuelta caminando y esto le dijo:
—Lucio, tú eres mi único nieto, y me enorgullece que hayas estudiado esta profesión que yo abracé desde muy joven. Cuando enviude mi actividad me permitió salir de una profunda depresión, tu abuela era todo para mi, todo.
El laboratorio y la biblioteca son una parte muy importante de mi vida. Debo reconocer que estoy grande, por eso quiero contarte algo; estoy a muy poco de poder descubrir algo que puede ser una invención extraordinaria, esta búsqueda me ha llevado muchísimo años; lo que pretendo, es que puedas disfrutar este descubrimiento que será mi herencia, y tú eres el único en nuestra familia que podrá aprovecharlo. —cuando el abuelo de Lucio le contaba esto, se detuvo, y mirando hacia la casa, la cual era una mansión de ladrillos a la vista y tejados negros, le dijo—
—Quiero, querido nieto, que esta propiedad la puedas disfrutar junto a tus padres, y cuando tengas tu propia familia, deseo que tus hijos jueguen en este mismo suelo que estamos pisando.
Después de esta conversación el destino quiso que el abuelo de Lucio enfermara y jamás se pudo recuperar; el acv destruyó su mente privilegiada, y ya no pudo comunicarse con su apreciado nieto.
Cuando Lucio llegó a la casa, la misma estaba un poco deteriorada y con olor a encierro, pero aún conservaba el esplendor de tiempos pasados, el enorme reloj de pie del comedor aún hacía sentir sus campanadas en el horario preciso.
Después de abrir el ventanal principal que miraba al campo, se dirigió al lugar que más le agradaba, el laboratorio; el mismo ocupaba todo el altillo de la casa; cuando entró allí lo impresionó lo prolijo que estaba todo, nada fuera de lugar, frente a la ventana el enorme escritorio junto a la biblioteca con cientos de libros, instintivamente Lucio se sentó en ese sillón, y sobre el escritorio hasta los lápices estaban en su sitio, y en el sujetador de papeles, solo una sobre blanco se observaba, el mismo tenía algo escrito, cuando Lucio lo tomó se leía: " Para Lucio con todo mi afecto", cuando lo abrió su abuelo le había dejado esta carta:
Querido Lucio, cuando leas esto, yo ya no estaré en este mundo, y tú serás un químico como tu abuelo. Esto que te dejo como mi único legado, estoy seguro que sabrás aprovechar de la mejor forma, pero solo te recomiendo una cosa, no abuses de este conocimiento porque si lo haces, tu vida estará en peligro, recuérdalo muy bien.
En el último cajón izquierdo de este escritorio encontrarás una llave debajo de un falso fondo, con la misma, podrás abrir una caja de roble que se encuentra escondida detrás de la biblioteca, allí encontrarás el trabajo de toda mi vida; tú podrás entender y replicar mis conocimientos cuantas veces lo quieras hacer.
Tu abuelo Pedro"
Lucio abrió ese cajón y encontró la llave, pero la biblioteca de su abuelo ocupaba tres paredes del altillo, desde el piso hasta el techo, la misma contenía cientos de libros de todo tipo y en varios idiomas. Después de recorrer con su vista toda esa superficie repleta de lomos de todos los colores, le pareció que sería imposible encontrar esa caja detrás de la misma; tendría que retirar todos esos libros para poder encontrar algo; pero después de un rato observó algo que no respetaba el orden; en el estante más alto, cinco libros estaban ubicados en forma horizontal, todo el resto de ese universo estaban acomodados en forma vertical. Lucio se subió a la escalera y pudo alcanzar el lugar, cuando retiró los libros allí estaba, era una caja empotrada en el muro con cerradura, al abrirla, sacó un viejo libro, una libreta de anotaciones y una cajita de madera azul; después de depositar todo sobre el escritorio comenzó a ver de qué se trataba todo aquello, el título del libro decía "La piedra filosofal de Isaac Newton - Opus Magnum", cuando lo abrió las hojas estaban muy deterioradas y muchos párrafos subrayados, se podían ver muchos dibujos y gráficos, después abrió la libreta, e inmediatamente reconoció la letra de su abuelo, en la primer hoja se leía:
Instrucciones para modificar la estructura molecular de los metales :
Platino 78 - Oro 79 - Mercurio 80
Fórmula 1: 56 / 678 /1000 = X x Y x 53%
Fórmula 2: 58/ 679/ 1001 = X x Y* x Y*
Formula 3: ………….
Las fórmulas se sucedían unas a otras colmando todas las páginas de esa libreta, eran fórmulas químicas muy complejas que Lucio solo comprendió algunas, la mayoría era necesario estudiarlas detenidamente. La sorpresa vino cuando abrió la cajita azul; en la misma había tres piedras colocadas cada una en un orificio acorde a su tamaño, una se asemejaba a un grano de arroz, otra a un garbanzo y la última similar a una aceituna, las tres tenían un color inconfundible, era el color del oro.
Después de ver todo esto, ese mismo día Lucio comprendió el motivo de aquella charla cuando su abuelo le dijo que le dejaba su legado. El legado de su abuelo era haber descubierto aquello que durante miles de años el hombre pretendió conseguir y no pudo, fabricar oro.
Lucio era un joven soltero, y su contextura física igual a la de su abuelo, alto y muy delgado, de cabello negro y nariz aguileña; ante este enorme descubrimiento de su abuelo decidió quedarse a vivir en la casona para estudiar todo lo que esa libreta contenía. Después de avisar a su familia, armó un catre en el mismo laboratorio. Luego de estudiar durante varias semanas aquellas intrincadas fórmulas, no podía comprender cómo su abuelo materializaba todo ese conocimiento para conseguir el preciado metal, porque en esta información se indicaba la necesidad de someter a determinadas sustancias a temperaturas muy altas y al vacío, esto sin un horno industrial y una bomba de vacío era imposible de conseguir.
Una tarde en la que ya pensaba que jamás podría lograr lo que aparentemente consiguió su abuelo, decidió ir a caminar por el parque, cuando estaba arrojando unas piedras al estanque, se le ocurrió que su abuelo debía de tener otro laboratorio secreto, pero se preguntó en dónde podría estar, y él mismo se respondió, en algún lado oculto.
Empezó a sacar libros de la biblioteca, correr aparadores de la casa, mirar debajo de las camas, golpear paredes para encontrar algo hueco, levantar alfombras; pero nada pudo encontrar, por fin, se sentó frente al escritorio, exhausto, cuando la impotencia le hizo pegar un golpe con su zapato al piso, sonó a hueco, allí debajo algo había; con mucho esfuerzo corrió el mamotreto de madera, y allí estaba, era una pequeña tapa, al abrirla, una escalera bajaba hasta perderse en la oscuridad.
Sin dudarlo ingresó a esa habitación, y al encender la luz, no podía salir de su asombro, allí su abuelo había montado una pequeña fábrica, embudos metálicos y cañerías, adosadas a máquinas y equipos de todo tipo, ocupaban todo el lugar; evidentemente su abuelo había logrado fabricar oro.
En un primer momento Lucio no llegó a darle la verdadera magnitud a esta posibilidad extraordinaria, pero cuando reaccionó, y se dio cuenta que podía conseguir todo el oro que se le ocurriera, comenzó a entender que si lo deseaba, podía llegar a ser el hombre más rico del mundo.
Después de un largo mes de trabajo en ese laboratorio oculto, Lucio estaba listo para realizar la primera prueba, debía completar treinta pasos, con volúmenes de mercurio y platino, fundiendo y mezclando estos metales con sal y arena, era necesario pesar cada uno de los materiales del proceso con exactitud y utilizarlos en el justo porcentaje indicado en la vieja libreta de su abuelo. Por fin, un espeso metal fundido recorrió una canaleta de barro y se depositó en un recipiente, ahora era necesario esperar 8 horas; la impaciencia de Lucio era insoportable, esas horas no transcurrían más, salió de allí, y se fue a caminar, por fin regresó para ver el resultado, pero cuando observó ese recipiente solo había una piedra de carbón negro, su frustración fue enorme, de la rabia e impotencia tomó esa piedra de carbón y la arrojó contra la pared, pero el golpe hizo que saltara su recubrimiento; para asombro de Lucio, pudo ver deslumbrado que una enorme piedra de brillante oro quedó descubierta en el piso.
Sin mucho esfuerzo Lucio podía fabricar 30 kilos de oro por semana es decir aproximadamente 1.860.000 dólares, 7.440.000 dólares por mes, más de 89.000.000 por año.
El inconveniente que surge, es que podemos acumular muchísimo kilos de oro, pero para poder realizar la mayoría de las transacciones necesitamos dinero; cuando Lucio quiso cambiar su oro, se dio cuenta que no podía ir alegremente a una casa de cambio con varios kilos del preciado metal sin levantar sospechas, por lo cual debió inventar una estrategia. Fue entonces que se le ocurrió comprar una mina y viajó a la provincia de Salta, allí se contactó con un empresario y consiguió comprar una mina abandonada; ni siquiera se molestó en conocerla, solo le interesaba poseer la escritura de esa mina para justificar de donde provenía su oro.
La fábrica artesanal de oro de Lucio marchaba de maravilla, una vez por mes cargaba su producción en su auto, cambiaba el oro por dólares y los depositaba en el banco.
Después de dos años, Lucio había acumulado una fortuna, era un hombre reservado, no tenía ni amigos, ni conocidos, solo su familia directa, que prácticamente durante ese último tiempo no iba a visitar, la razón era que no quería perder un solo día de trabajo acumulando el oro de su producción. Sus padres estaban preocupados por él, porque Lucio siempre había demostrado ser muy compañero, pero últimamente había cambiado y ni siquiera los llamaba para ver como estaban, o intentar reunirse un fin de semana; la excusa era siempre la misma, estaba estudiando un posgrado de química y en la biblioteca del abuelo estaba todo el material que necesitaba, por lo cual permanecería allí hasta terminar.
En uno de sus últimos viajes a la ciudad para vender su oro y depositar el dinero, el gerente quiso hablar con él, y le advirtió que debería presentar algunos documentos que respaldara esa cantidad enorme de dinero, ya que se había convertido en el cliente principal del banco y de la casa central lo solicitaban. Por este motivo Lucio comenzó a acumular el oro en bolsas de quince kilos y apilarlas en el laboratorio, por esto ya no salía de allí, solo atendía a los proveedores de platino, mercurio, sal y arena, que traían la mercadería una vez por mes.
Cuando se levantaba por las mañanas el olor a metales fundidos lo hipnotizaba, llegando al extremo de no desayunar, para continuar produciendo ese metal que lo cautivaba. Las bolsas de oro se fueron acumulando al pasar de los meses, y el altillo resultó chico, por lo que comenzó a acopiarlas en el comedor. Lucio, comía muy poco, o nada, tampoco se higienizaba, y su barba y su cabello negro había crecido muchísimo y en forma desprolija. Sin darse cuenta se convirtió en un andrajoso, su ropa estaba descolorida y sucia, atendía a sus proveedores oculto tras una ventana, y desde allí les pagaba, una vez que hubieran descargado el material. Sus fuerzas comenzaron a disminuir por la mala alimentación, y mover esas bolsas cada vez le costaba mucho más, pero no deseaba detenerse, incluso trabajaba hasta muy tarde y más de una vez hasta el amanecer.
Sin que se diera cuenta el entrepiso del altillo que era de madera por el enorme peso del oro acumulado comenzó a doblarse y crujir.
Una tarde, un automóvil se detuvo en el frente de la casa, después, alguien en la puerta golpeó sus manos, cuando Lucio se asomó sin mostrarse, reconoció a su tía Laura, la cual le traía una muy mala noticia, sus padres habían muerto en un accidente. A pesar de esto, solo le agradeció a aquella mujer acongojada y sin atenderla le arrojó a sus pies una bolsa con pepitas de oro, la señora sin decir más, solo miró esa bolsa con indiferencia y sin tomarla, se subió al automóvil que arrancó de inmediato; cuando el coche se perdió de vista, Lucio salió y tomó del piso la pequeña bolsa y la entró.
La locura es una enfermedad por la cual, el enfermo ni siquiera imagina estar enfermo, es más, cree que todo lo que piensa es verdad y cada situación corrobora su pensamiento absolutamente distorsionado. Lucio, pensaba que cuando tuviera acumulado el oro suficiente, no necesitaría trabajar nunca más, y disfrutaría de la vida…solo que durante el mientras tanto, se había convertido en esclavo de sí mismo.
Las bolsas con oro, ocupaban todas las habitaciones de la casa, y día a día eran arrastradas por un hombre mal oliente y hecho harapos.
Los proveedores de los insumos llegaban regularmente con su carga, pero comenzaron a sospechar cuando en lugar de recibir el dinero pactado, empezaron a recibir bolsas con oro por una cantidad muy superior a lo prefijado. Como suele ocurrir, uno de ellos, el proveedor de arena, supuso, como es lógico, que en esa misteriosa casa algo raro estaba pasando, porque nadie puede pagar por solo recibir arena con oro; y una vez más, la ambición de un delincuente, lo llevó a cometer el error de comentar una noche, pasado de copas, a un supuesto amigo esto.
De inmediato, cuatro astutos malvivientes, se organizaron para ir esa misma noche a la casa del misterio.
Lucio, después de esa jornada de intenso trabajo, había caído rendido sobre sus miles de bolsas; cuando los malhechores ingresaron a la casona, no podían creer la cantidad de bolsas que se acumulaban en los ambientes, uno de ellos abrió un par de ellas y al iluminarlas con su linterna el brillante metal lo deslumbró, abrieron otras, y otras, y otras; y allí había miles de kilos de oro acumulado; era tanta esa fortuna, que debían pensar de qué modo podían trasladar todo aquello.
La respuesta fue inmediata, debían dejar toda esa fortuna allí y apresar al dueño de casa y encerrarlo, no tuvieron inconveniente para este último paso, a Lucio lo encontraron enseguida, o lo que quedaba de él, porque solo era un conjunto de pelos, piel y huesos.
En los días siguientes, los cuatro ladrones comenzaron a comercializar las bolsas de oro sin mayores inconvenientes, los bolsos con dinero ahora se acumulaban en la casa en lugar de las bolsas con oro, Lucio murió a los pocos días de estar encerrado por su estado de desnutrición, pensando que era el hombre más rico del mundo; lo enterraron en el patio trasero, sin siquiera colocar en su tumba una cruz.
Los cuatro delincuentes, como todos los ladrones, presumían de su riqueza mal habida y ostentaban la misma desplazándose en lujosas y enormes camionetas, a las que cargaban con bolsas con oro, y regresaban con bolsos repletos de dólares. Pero por lo general, nada en la vida dura para siempre, y un buen día, un camión policial llegó a la casona con diez efectivos, y se llevaron a los cuatros malvivientes esposados, directo a la cárcel obviamente.
Allí encerrados, aún no comprendían cuál era la causa por la que los descubrieron, ellos solo cambiaban oro por dinero, que podía tener de malo tal cosa, se preguntaban; cuando escucharon los cargos tampoco podían comprender.
En verdad, estimado lector, todo en esta vida tiene una explicación razonable y yo se las contaré.
Lamentablemente, cuando Lucio encontró oculta la libreta de su abuelo, una última hoja se salió y quedó perdida en aquel cajón de roble, y esto decía:
Querido nieto
Si tu has podido llegar hasta aquí, tienes en tu poder todos mis secretos; pero como comprenderás, me falta el último tramo de mi extraordinario descubrimiento. Solo puedo lograr convertir estos metales en oro, por un período máximo de seis meses, pasado ese tiempo, las moléculas del oro que obtengo se degradan y se convierten en una aleación de metales totalmente inservible y sin valor alguno; espero estimado nieto que tu puedas encontrar mi error, si lo logras, serás el hombre más rico de este mundo.
Con todo mi aprecio, tu abuelo Pedro.
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