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domingo, julio 07, 2024

VIAJE AL PASADO (décima entrega)

             Esa mañana el día se presentó magnífico, el sol calentaba los campos verdes y ondulados y las montañas se veían imponentes. Las dos hijas del señor Xe, Fen y An, montadas en dos bellísimos caballos, fueron a buscar muy temprano a Esteban y Juan con dos potros para ellos.





Los cuatro salieron a recorrer la comarca; lo primero que les impactó a Esteban y Jusn, fue el esmero y cuidado con el que los campesinos trabajaban la tierra y cuidaban sus cultivos; todo el lugar se aprovechaba con esmero; se podía sentir el amor que esos campesinos le tenían a su tierra. Trabajar la tierra era fundamental para la subsistencia de las familias.





Tanto Fen como An, tenían la sorprendente capacidad de comunicarse con su mente y sus señas. Resultaron ser dos simpáticas y magníficas anfitrionas, eran muy inteligentes, y sus comentarios eran muy didácticos para los jóvenes forasteros. 

Después de recorrer varios kilómetros de campos agrícolas, también visitaron lugares en donde se criaban ovejas.





Después de cruzar un río caudaloso, atravesaron un campo de ripio y llegaron a un lugar en donde se construía un nuevo pueblo, varios obreros con mucho esmero y conocimiento de su profesión; levantaban muros de ladrillos mientras otros hombres que eran carpinteros, preparaban grandes vigas de madera y tallados exquisitos. El trabajo era febril con la pasión de aquellos que aman su profesión. 






Al mediodía Fen y An les dijeron que comerían algo que ellas trajeron; a la sombra de un frondoso árbol extendieron una manta en el piso, y la hermanas sirvieron algo para comer y tomar. La charla fue muy agradable, las chicas le explicaron con lujo de detalles cómo era la vida cotidiana de su pueblo, sus fiestas, sus costumbres. La fiesta que más disfrutaban era la fiesta de la primavera, porque todas las familias realizaban comidas en el campo y todo renacía y estallaba en miles de colores y fragancias, hasta los pájaros y las abejas estaban felices. 

Por el camino que descendía de las montañas, vieron llegar un hombre montado en su imponente corcel, el cual tenía un aspecto muy gallardo e imponente; era el jefe de los guerreros que vigilaban la construcción de la gran muralla; cuando pasó frente a los jóvenes se detuvo para saludar a las dos hermanas y enviarle un saludo a su padre.





Las chicas le presentaron a sus visitantes diciendo que venían de muy lejos. El soldado después de saludarlos respetuosamente les dijo que fueran a visitar la construcción, la cual no estaba lejos de allí. 

Las hermanas le explicaron a Esteban y Juan, en qué consistía la gran muralla y con qué fin la realizaban; no se imaginaban que sus visitas sabían mucho más sobre la gran muralla que ellas.





“Antes de ir a la muralla, nos queda de paso la casa de una de nuestras mejores amigas, —dijo Fen sin hablar con solo mirar a los ojos de los forasteros— “el padre es un señor que trabaja de algo que todos aquí respetamos”

—Que trabajo es ese  —preguntó Juan con curiosidad.

—Trabaja pensando  —dijo con naturalidad An.

—¿pensando?  —dijo asombrado Esteban.

“Si, pensando, el señor piensa y medita que debemos hacer para que todo nuestro pueblo viva cada día mejor, y nuestra descendencia mejor aún que nosotros”. —dijo Fen— “el padre de nuestra amiga que es muy respetado en la comarca, nos ha dicho que en el futuro, las mujeres serán iguales a los hombres; esta creencia le trajo muchos problemas, porque todos sabemos que el hombre es superior a la mujer, es el proveedor, y nosotras debemos de respetar su autoridad; pero más allá de eso el señor es un ejemplo; con sus propias manos construyó su casa la cual nos explicó que la realizó pensando en la elegancia que no es lo mismo que la opulencia. Cuando la vean se darán cuenta.

Después de recorrer un sendero entre plantaciones y pequeños bosques, pasaron frente a un pastor que  cuidaba sus ovejas.

“Allí está” —dijo Fen señalando una pequeña cabaña, rodeada de arbustos.

Cuando se acercaban a la casa, su ingreso era por un camino de piedras, flanqueado por plantas y flores que guardaban un orden muy singular, parecía que tuviera una melodía invisible. Del interior de la casa salió una chica corriendo y abrazó con alegría a Fen y An. Después de realizar una reverencia a Esteban y Juan, dijo en su idioma:

—¡Adelante!, ¡adelante!, sean bienvenidos.

Al entrar a esa casa ambos amigos comprendieron a qué se refería Fen, con eso de la elegancia: todo lo que allí había estaba colocado en un orden espacial muy estudiado, nada quedaba librado al azar, todos los muebles y alfombras tenían su espacio; tampoco había cosas sueltas por cualquier lugar; todo estaba en perfecto orden y equilibrio, pero no era una casa lujosa, todos los muebles eran de madera muy rústicos, con algunos tallados muy simples.





Un señor apareció con una niña en sus brazos junto a una mujer, eran los padres de la amiga de Fen y An. Después de las presentaciones, el dueño de casa los hizo pasar a una galería trasera desde la que se apreciaba un jardín en el cual parecía que la naturaleza se hubiera concentrado allí para realizar un obra de arte; todo brindaba una sensación de paz enorme, incluidos un pequeñísimo pájaros amarillos que disfrutaban bañándose en una fuente.





En esa galería la familia anfitriona sirvió el té y después el dueño de casa utilizó a Fen y An como traductoras y les preguntó a los forasteros:

 —¿Les gusta la comarca? 

—Lo que hemos visto hasta ahora, incluyendo su hermosa casa, nos ha parecido todo muy sorprendente  —dijo Esteban.

—¿Han visto ya la construcción de la muralla?

—Aún no, pero iremos a verla.

—Es nuestro proyecto más ambicioso,  —dijo el padre—  lo estamos realizando para el hombre del futuro, cuando esté terminada tendrá aproximadamente más de 40.000 Li. Pero cuando los que nos siguen la terminen, sus familias podrán vivir en paz sin el peligro del ataque de los nómades del norte, los Xiongnu.

La charla continuó muy amena y el señor se dio cuenta que los amigos forasteros sabían muchas cosas que a él le interesaba, por ese motivo los invitó para que regresaran, lo antes posible, para hablar más sobre el trabajo que él realizaba.

Después de despedirse de esa hermosa familia, la cual se quedó en la puerta de su casa saludando a los cuatro invitados; continuaron su viaje rumbo a la muralla. 

—Llegaremos de noche a la construcción  —dijo Fen.

—Entonces no veremos cómo es el trabajo que allí se realiza  —dijo Esteban. 

—Podremos verlo, porque se trabaja de día y de noche  —respondió An.

Cuando el sol terminó de caer, comenzaron a subir por un estrecho sendero realizado por una ladera; cuando llegaron a una superficie plana, desmontaron; desde allí se podía ver toda la construcción. 

Era algo inimaginable, como mínimo se observaban a cien hombres que transportaban en pesados carros, ladrillos, piedras y tierra, pasando entre enormes fogatas que iluminaban toda el área en donde la actividad era febril, como si se tuviera que terminar mañana. En las cercanías, los hornos de ladrillos con sus columnas de humo, le brindaban a la obra la sensación de ser un coloso insuperable. 

Esteban y Juan quedaron absortos ante semejante esfuerzo humano. Si bien conocían la historia y el motivo de la construcción de la gran muralla China, verla en plena construcción, les resultó algo muy superior a lo pensado.

Al regreso, recorrieron una tramo de la muralla terminada. Verla recién concluida fue para Esteban y Juan, un privilegio que no hubieran imaginado en toda su vida, privilegio que les brindó ese misterioso reloj que alguien, por algún motivo, lo arrojó al océano. 






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sábado, julio 06, 2024

VIAJE AL PASADO (decima primer entrega)

                A la mañana siguiente, muy temprano,  recién despuntado el sol, unos fuertes golpes en la puerta de la casa de Esteban y Juan los despertó sobresaltados; cuando abrieron, el padre de Fen y An, junto con los cuatro ancianos del consejo estaban parados con cara de angustia y preocupación. La señora mayor les dijo:

—Necesitamos que se presenten de inmediato ante el emperador, una carroza los está esperando para llevarlos, quiere verlos mañana mismo.

—Se ha enterado, no sabemos cómo, que ustedes son viajeros del tiempo, —dijo el hombre mayor con su voz agitada—  si mañana no están en su presencia, vendrán a matarnos a nosotros.

—¿Por qué harían algo así? —preguntó Juan angustiado. 

—Porque ocultar algo de tanta importancia es considerado una traición y eso solo se paga con la muerte  —dijo el anciano. 

Los dos amigos acataron de inmediato lo que le indicaron; cuando salieron a la calle, los esperaban veinte robustos soldados cuyas armas y sus caras infundían muchísimo respeto. Después de subir a la carroza, la misma junto con la custodia, salió rápidamente sin otro trámite. 

—Esto no me lo esperaba  —dijo Esteban, comprobando que llevaba el reloj en su bolsillo. 

—Yo tampoco —dijo Juan—, ¿qué le diremos al emperador?… que por lo que veo, maneja la comarca con mano de hierro… ¿Qué pasará si no queda conforme con lo que le decimos?

—Lo mejor es decir la verdad —dijo Esteban… o al menos gran parte de la verdad.


En la antigua China existían creencias como el Yin y el Yang que incluso llegan hasta nuestros días y es muy difícil no estar de acuerdo; también la creencia de la vida después de la muerte para lo cual se pensaba que había que estar preparado. Eso mismo pensaba el emperador Qin Shi Huang, para lo cual se estaba preparando con anticipación, prueba de ello es la realización del impresionante “Ejército de terracota” que consistió en realizar en arcilla cocida 8000 estatuas emulando soldados, más carros y caballos, en un tamaño algo mayor a lo normal, con la peculiaridad y laboriosidad artística de ser todas sus caras y gestos distintos. 








El viaje para ver al emperador fue vertiginoso, solo se detenían en puestos ubicados a lo largo de caminos polvorientos para realizar un recambio de los caballos y después se continuaba raudamente.

Un sirviente les trajo en dos oportunidades a Esteban y Juan algo para comer y tomar, sin decir una sola palabra. 

Al atardecer del segundo día el viaje concluyó, dos soldados le indicaron que los acompañaran; cuando Esteban y Juan vieron el exterior del palacio del emperador se sorprendieron por su magnificencia.





Para llegar al lugar donde se encontraba la máxima autoridad, tuvieron que atravesar no menos de seis puertas, las cuales estaban custodiadas por muchos soldados. Por fin llegaron a una sala no muy grande en donde los hicieron esperar. Cuando se abrió la última puerta pudieron ver al final de una larga alfombra que debían recorrer, a un hombre sentado en una lujosa poltrona, custodiado por diez soldados fuertemente armados.






Los dos soldados que acompañaban a Esteban y Juan, le indicaron que se acercaran al emperador; cuando estuvieron a pocos metros, este levantó su mano para indicarles que se detuvieran; en ese momento los dos amigos se inclinaron con respeto, después con un gesto casi imperceptible de su cabeza el poderoso emperador hizo que un hombre se acercara, era el traductor, también con la extraña capacidad de comunicarse solo con su mente.

—Dice el emperador Qin, si ustedes son en verdad viajeros del tiempo, y si es así, que lo demuestren de algún modo.

Esteban y Juan quedaron algo descolocados con la pregunta; porque en un primer momento no sabían cómo dar prueba de su origen del futuro. Fue entonces que a Esteban se le ocurrió decir esto:

—Señor emperador, lo único que podemos dar como prueba es nuestra palabra, sobre hechos que para ustedes aún no han ocurrido, por lo cual es muy difícil, que nos puedan creer, no obstante solo diré dos cosas. La primera es que su ambicioso proyecto de la construcción de la gran muralla, tardará mucho tiempo en ser terminada, pero lograrán el objetivo propuesto, y quedará como un legado indeleble de su tenacidad y esfuerzo como ejemplo para los pueblos de todo el mundo; pueblos con los que ustedes se relacionarán gracias a la ruta de la seda extendiendo mucho más su prestigio.

Y lo segundo que le puedo decir es, que usted tiene garantizada su existencia en el más allá gracias a ese ejército que está formando para que lo acompañe.

Después que Esteban terminó de decir esto, el emperador, durante un buen rato mantuvo su cara inexpresiva; esto no le brindaba mucha confianza a los dos amigos, existía el riesgo que los tomaran como unos farsantes con consecuencias muy riesgosas. Pero por fin aquel poderoso hombre inmutable sonrió y todos los allí presentes también. Después por intermedio del traductor dijo:

—El emperador quiere saber, cómo saben de su ejército de terracota, si el mismo es un secreto, solo lo conocen los artistas que allí trabajan, que no pueden salir de los talleres, ni siquiera para estar con sus familias hasta que la labor esté terminada.

—Su secreto señor emperador  —dijo Juan, que había estudiado mucho sobre ese tema— se descubrió después de muchísimo tiempo, para ser preciso tuvieron que transcurrir, ochocientos treinta y nueve mil quinientos amaneceres, fue descubierto por casualidad por unos agricultores que trabajaban precisamente aquí. 

El emperador después de esta respuesta se puso de pie y le dijo a Esteban y Juan que lo acompañaran a tomar el té; lo hicieron en un jardín que parecía un sueño en la tierra. Esa reunión fue muy confidencial entre el poderoso hombre y los ahora reconocidos viajeros del tiempo, el emperador dio la orden a su custodia que se mantuvieran lejos, excepto a su traductor.

—El emperador quiere saber algo del futuro que puedan contarle que sea deslumbrante. 

Esteban se quedó pensando unos instantes y después dijo lo siguiente:

—Quizás señor emperador podamos aprender juntos con respecto a un tema de gran importancia,  nuestras generaciones del futuro no se ponen de acuerdo si ustedes conocen o no a un enorme lugar en la tierra que está donde cae el sol, aquí en la tierra, después del océano. 

Cuando el traductor le dijo esto al emperador éste contestó:

—Sabemos que el mundo que pisamos no termina en el horizonte, pero algunas expediciones que hemos enviado a explorar jamás regresan, por esto no quisimos insistir para no molestar a la naturaleza, mucho es lo que tenemos que hacer aquí mismo.

—-Comprendo señor emperador, si usted lo desea puedo decirle sobre ese interrogante.

—El emperador dice, —dijo el traductor— que prefiere no saber para dejar las cosas en su lugar, no es aconsejable levantar ciertas piedras.

—Comprendemos perfectamente señor, —dijo Esteban— si lo desea puedo decirle algo sobre la luna.

—Hazlo —dijo el traductor— el emperador quiere saber.

—Después de mucho esfuerzo y perseverancia, —dijo Esteban— el hombre pudo pisar la luna, y debo decirle que su pueblo, también lo logró. 

—¿Cómo pudimos lograr tal cosa? preguntó intrigado el emperador, mirando a los ojos a los viajeros.

—Aunque usted no lo crea, la pólvora que ustedes utilizan para sus festejos, se fue perfeccionando a un grado extremo tal, que se hicieron enormes flechas de acero, que se lanzaron desde la tierra y pudieron llegar a la luna con tripulantes a bordo.

El emperador, después de esta revelación quedó extasiado a tal punto que les dijo a los viajeros si querían quedarse a vivir en su palacio, que serían tratados como consejeros, en la misma condición que sus propios hijos.

Ambos amigos se miraron, pero una decisión así deberían de evaluarla con calma, porque ser un consejero en la antigua China, implicaba también asumir grandes responsabilidades en un mundo de enfrentamientos bélicos constantes.

—Le pedimos con todo respeto señor emperador, —dijo Juan— que nos permita evaluar su ofrecimiento. 

—Por supuesto —dijo el emperador distendido—, no obstante esta noche y mañana serán mis anfitriones.


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viernes, julio 05, 2024

VIAJE AL PASADO (décima segunda entrega)

 Dentro del vasto legado que la milenaria civilización China ha dejado para la humanidad, no puedo dejar de mencionar al Yin y el Yang; que es una tradición filosófica y espiritual, que enfatiza vivir en armonía con el orden natural. Representa a dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias pero interconectadas que se encuentran en todas las cosas.

El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.

En esta sintética definición yo agregaría en mi humilde opinión que el yin y el yang nos permite interpretar la vida como algo dinámico en donde nada está dado al azar, todo cumple un equilibrio y un objetivo.

Este es uno de los temas de la civilización China muy interesante para continuar investigando y leyendo, porque pienso que hoy más que nunca en nuestro presente es necesario comprenderlo en profundidad y meditar al respecto.

Por todo esto, creo que es muy importante poder meditar, ¿por qué y para qué, estamos aquí?...tal vez podamos encontrar respuestas a muchas cosas que a veces nos inquietan.


F.B.








El emperador trató a los viajeros como si fueran reyes; varios sirvientes estaban a su disposición para servirlos en todo lo que necesitaran; a cada uno le asignaron una habitación enorme con vistas a un valle rodeado de montañas; a la mañana en una terraza del palacio le sirvieron a ambos un desayuno deslumbrante, y le dijeron que el emperador deseaba hablar con ellos.






—Nos atienden como si fuéramos reyes —le dijo Esteban a Juan sirviendo el té. 

—Te digo amigo, que si no estuviéramos en una época tan convulsionada, no sería desagradable vivir aquí. —dijo Juan sirviéndose un bocado de una fruta desconocida para él pero que era exquisita.

—Yo prefiero vivir en el pueblo de Fen y An, porque son muy amables y divertidas, y aún tienen muchas cosas de sus costumbres para enseñarnos. —dijo Esteban.

—En eso tienes razón Juan, allí aún nos quedan muchas cosas por aprender.

—Me pasa algo con Fen y An, que es muy curioso, no se si a ti te sucede lo mismo, —dijo Juan— en varias oportunidades, cuando se ríen, me parece que fueran Luna y Sol.

—A mi me ocurre exactamente lo mismo, te lo iva a comentar, también pienso que el reloj tiene mucho que ver con todo esto, porque si bien nos ubica en tiempos muy distantes, esta circunstancia de encontrarnos con hermanas tan semejante en su carácter, en sus modos, en sus ganas de vivir, me parece que no se debe a una casualidad. 

—Pienso lo mismo que tu, —dijo Juan— viene a mi memoria un libro que he leído que se refería a que todos poseemos vidas pasadas. El autor, ponía como ejemplo a personas que estando en una situación crítica de salud, se veían entre sueños en épocas remotas; obviamente esto es incomprobable, pero se agrega a todo esto, la capacidad de entender nuestro idioma por muchas personas, en un momento de la historia y en un lugar tan remoto de la tierra, en donde el español no era conocido.

—También he pensado otra cosa que me resulta asombrosa y nos ubica en protagonistas  —dijo Esteban— he leído varios libros, en donde mostraban esculturas muy curiosas, o antiguos relatos sobre dioses que venían desde otro planeta, que bien se podría tratar de personas que venían del futuro como nosotros y sin lugar a dudas era considerado un acontecimiento extraordinario…es decir, que tal vez  todo lo que estamos haciendo aquí quede registrado.

—Otra cosa que me inquieta estimado amigo, —dijo Juan con cara de preocupación— es que nosotros, con lo que hacemos, decimos e informamos aquí o en cualquier otro lugar de nuestro pasado, podemos estar modificando el futuro, esto puede resultar ser muy riesgoso, porque una palabra puede cambiar a futuro un acontecimiento a tal punto que los hechos de la historia vayan por otros caminos y tal cosa puede coincidir en aspectos simples, como que algún ancestro nuestro no hubiera tenido hijos, y esto cambie el árbol genealógico de nuestra familia…con la consecuencia de que nosotros no hayamos nacido.

—Tienes toda la razón Juan; tal es así, que si por casualidad, nuestra actividad aquí cambie algo de la historia y ésta transite por otro camino, podemos desaparecer instantáneamente, porque nosotros somos seres del futuro.

Ambos amigos se quedaron pensando porque esa era una posibilidad no tan remota.

—No obstante también puede ocurrir, —dijo Juan— que el destino, si es que alguien lo maneja, como por ejemplo Dios, ponga en manos de elegidos ese reloj, justamente para ajustar o modificar ciertos detalles de la historia. 

—Creo que lo mejor que podemos hacer —dijo Esteban mirando ese paisaje deslumbrante, que invitaba a recorrerlo— es hacer y decir todo lo que nuestro corazón considere que es lo correcto, sin pensar en nosotros; porque quizás, como tú dices, Dios nos puso en esta misión, quizás por algún motivo.

—Tienes razón, —dijo Juan, también mirando esa naturaleza desbordante— te puedo asegurar, que cuando estábamos en nuestro tiempo, yo no veía que Dios estuviera presente en mi vida, pero ahora, creo que estaba muy equivocado. 

—Veremos estimado amigo qué nos depara el destino…o mejor dicho, que tiene preparado para nosotros; el que todo lo sabe y todo lo ve. 

Cuando terminaron de desayunar, y pensar todo esto, se presentaron dos soldados que los acompañaron a la reunión con el emperador, el cual los esperaba junto con el traductor, de pie en un jardín gigantesco.





Cuando estuvieron frente a él, este, con una señal ordenó que las custodia los dejaran solos. Después de las respectivas reverencias; el traductor dijo:

—Me dice el emperador si le pueden mostrar el artefacto que utilizan para viajar.

Esteban inmediatamente sacó de su bolsillo el reloj, y se lo mostró, pero el poderoso hombre no quiso ni siquiera tocarlo, solo lo observaba como quien observa una divinidad. Esteban insistió en que lo tomara en sus manos, pero el emperador se negó.

—El emperador no desea viajar por el tiempo sin su ejército;  —dijo el traductor— tal vez solo si ustedes se quedan aquí y en algún momento lo llevan a él.

—Dígale al emperador —dijo Esteban— que él tiene mucho por hacer aquí en su tiempo, y además, que hemos evaluado su propuesta con respecto a vivir en el palacio, propuesta que agradecemos, pero preferimos quedarnos a vivir en el pueblo del señor Xe, esto le permitirá al emperador, ir a buscarnos en el momento que quiera, y allí estaremos. Después que el traductor le dijo esto a la máxima autoridad, éste aceptó y dijo que quería mostrarles la construcción de su ejército. 





Después de bajar por una larga escalera de piedra cuya entrada estaba oculta, recorrieron una infinidad de corredores subterráneos iluminados con antorchas, hasta que llegaron a un lugar en donde enormes hornos estaban encendidos y el calor era sofocante, cuando abrieron una compuerta, sacaron a un guerrero inmóvil y humeante, recién terminado, que se acomodaba en otro sector en donde se los dejaba enfriar y después eran pintados con laca de colores. En otro sector de esos túneles unos cincuenta escultores daban forma a guerreros. Por último, toda la producción se dejaba depositada en enormes zanjas realizadas en la tierra. Observar estos trabajos para Juan era ver algo que solo había podido imaginar leyendo sus libros de historia, esto era para él el descubrimiento más asombroso de toda su vida y un privilegio inesperado. 

Al atardecer de ese día, el emperador homenajeó a sus visitantes con un asombroso espectáculo teatral y musical, compuesto por bailarinas exquisitas y figuras que parecían mágicas. Después en una enorme sala con techumbre de madera iluminada con decenas de antorchas se preparó una mesa con manjares de todo tipo, Esteban y Juan ocuparon un lugar de privilegio uno a la derecha y otro a la izquierda del emperador. 

A la mañana siguiente, en el patio principal del palacio, los esperaba un carruaje y cincuenta soldados para llevarlos de regreso al pueblo de sus amigas, Fen y An.


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jueves, julio 04, 2024

VIAJE AL PASADO (décima tercer entrega)

          Cuando Esteban y Juan llegaron al pueblo de Fen y An, los recibieron con algarabía, a tal punto que el padre de las hermanas organizó una reunión en su casa donde asistieron las principales autoridades del pueblo, incluido el consejo de ancianos, cuya vida dependía de cómo el emperador reaccionara ante el ocultamiento de su parte de algo tan trascendental, como era la visita de dos viajeros del tiempo.

Lamentablemente, un nuevo riesgo proyectaba su sombra sobre todos los habitantes; se sabía que no muy lejos de allí se estaba organizando un ataque por parte de un grupo de nómades sumamente sanguinarios, y aún la muralla no estaba terminada como para poder contener algo asi; por lo cual, una partida de trescientos guerreros se preparaban para defender la ciudad.

Todo ocurrió muy rápido; los feroces atacantes duplicaban en cantidad a los soldados y en muy pocas horas los vencieron; el pueblo quedaba a su merced.

El padre de Fen y An, entendiendo que el resultado sería catastrófico, les pidió a Esteban y Juan que salvaran a sus hijas.

Cuando los violentos atacantes ingresaron en la plaza, los pacíficos pobladores, con muchísimo coraje y sin miedo a morir, enfrentaron a las sanguinarias lanzas solo con palos; a pesar de saber que estaban perdidos, lucharon heroicamente. La masacre fue espantosa, los nómades eran como animales rabiosos, su único deseo era matar y matar.

Esteban, Juan y las dos hermanas huyeron con sus caballos y se pudieron ocultar en un viejo granero, una vez allí, los cuatro se tomaron de la mano y Esteban le dio cuerda al reloj.

Todo en torno a ellos dos se evaporó como si fuera una bruma, pero también se desvanecieron los cuerpos de Fen y An con lágrimas en sus ojos y mucho miedo.

El reloj cumplió nuevamente su cometido pero solo con Esteban y Juan.

Esta vez, cuando todo a su alrededor se materializó, se encontraron en un lugar inhóspito en donde un viento muy fuerte y cálido, hacía que una persistente y fina arena les pegara con fuerza en sus caras necesitando protegerlas con sus manos.


La historia y construcción de las pirámides Egipcias siempre me han deslumbrado; cuando tratamos de imaginar que para realizar esas enormes moles de piedra se tuvieron que trasladar toneladas y toneladas de material, en su mayoría con el esfuerzo de cientos de hombres, me asombra y surgen muchas preguntas sin respuesta. 

Una de las primeras cosas que aparece como una gran incógnita, es llegar a saber que instrumentos de medición utilizaron para lograr tal perfección; también, que mecanismos de elevación y transporte necesitaron en aquella remota época. 

Otro de los aspectos científicos que parecen contradecir la historia bíblica, es que aparentemente no eran esclavos los que hicieron estos descomunales trabajos; últimos estudios y descubrimientos dicen que se realizaron con obreros que contaban con un cierto grado de organización.

En mi humilde opinión, es evidente que a esos hombres, que necesitaban realizar trabajos de mucho esfuerzo y a diario, necesitaban estar bien alimentados y descansados, de lo contrario sería imposible que tuvieran la fortaleza necesaria.

Pero permítanme decir, que en aquella época del faraón todopoderoso Keops, hace 4500 años, no existían leyes laborales como las conocemos hoy, por lo cual, si bien esos trabajadores eran cuidados para su función; no podemos saber que ritmo de trabajo y en qué condiciones lo hacían. Quizás no eran esclavos encadenados; pero trabajadores con leyes laborales y con permiso para reclamar algo, imagino que tampoco.

Por último digo, que en este siglo XXI, en el amplio mundo aún existen modalidades de trabajo que son tan desventajosas para el obrero, que bien se los podría denominar esclavos asalariados. 

F.B.


Cuando el viento se calmó, un atardecer rojizo, dejaba ver a la distancia la forma inconfundible de una gigantesca pirámide.





—No cabe duda que estamos viendo pirámides egipcias, —dijo Esteban.

—Así es, lo que no sabemos es aún en qué tiempo nos encontramos  —dijo Juan, mirando esa construcción enorme.

—Ya veremos  —dijo Esteban— ahora me duele el alma solo pensar en el destino que corrieron Fen y An, y todo su pueblo.  

—A mi me ocurre lo mismo  —dijo Juan acongojado— pero eso evidentemente está fuera de nuestras posibilidades de resolverlo, tendremos que cargar con nuestra pena.

Cuando el sol se ocultó, próximo a la pirámide se podía observar una serie de toldos blancos, varias fogatas y muchas personas que iban de un lado a otro.

—Parece ser un campamento de obreros, —dijo Juan— seguramente pasarán la noche allí. 

—Acerquémonos para investigar —dijo Esteban comenzando a caminar a ese lugar.

—No podemos acercarnos mucho, porque si nos ven con estas ropas, podemos tener problemas  —le respondió Juan.

Cuando los dos amigos estuvieron cerca del campamento se ocultaron detrás de unos canastos y pudieron ver a hombres y mujeres con ropa muy rústica calzados con sandalias vigilados por un grupo de soldados fuertemente armados de los que por su vestimenta no cabía duda alguna que eran de la época del antiguo Egipto, cuando estaban en ejecución las majestuosas pirámides. 

El aroma de algún tipo de guiso que se calentaba en unas enormes vasijas, abría el apetito.

Un grupo de soldados, reía, mientras  molestaban a un par de mujeres jóvenes que trataban de salir de un círculo que habían hecho estos sinvergüenzas en donde las empujaban sin permitirles que se fueran; un muchacho con ropas sucias y gastadas, se acercó para tratar de ayudarlas y cuando lo quiso hacer, recibió por parte de un robusto hombre que formaba parte de los agresores, un golpe en su cabeza que lo dejó tirado en el piso.

—Me temo que estamos en un tiempo muy difícil; esto es un campamento de esclavos bajo el poder de los soldados del faraón Keops y están construyendo su gran pirámide. —dijo Esteban.

—¿Cómo sabes que es esa pirámide?  —le preguntó Juan a su amigo.

—Por su altura, veo que están por terminar, y la misma tiene más de 140 metros, pero en mi opinión lo importante para nosotros ahora, es saber cómo sobreviviremos en este lugar.

—Mira Esteban, aquí hay ropa de esclavos, —dijo Juan, sacando unas prendas y sandalias de un canasto; lo mejor será hacerse pasar por ellos.

—Jamás me hubiera imaginado en toda mi vida que estaría en este lugar  —dijo Esteban mientras se ponía esas ropas sucias y harapientas— y menos aún tener que convertirme en un esclavo.

—Pongámonos algo en la cabeza para disimular nuestro cabello, está demasiado prolijo para ser un esclavo del antiguo Egipto. —dijo Juan— tratemos de pasar la noche entre ellos.

—En cuanto al idioma  —dijo Esteban— si nos pregunta alguien algo, digamos con señas que somos sordos.

—De acuerdo amigo, unámonos a ese grupo que parecen estar entretenidos hablando pacíficamente. 

Cuando ambos amigos se acercaron al grupo, de inmediato se dieron cuenta que un anciano de contextura muy fuerte con nariz aguileña, y pelo entrecano negro, vestido con ropa blanca y sandalias, era el que hablaba; los demás, unos diez hombres muy delgados de brazos musculosos, lo escuchaban con mucha atención. 

Cuando ambos se acercaron al grupo, el que hablaba, se los quedó mirando y dijo algo en un idioma incomprensible; cuando Esteban y Juan se hicieron entender que eran sordos, aquel hombre dio una orden, y de inmediato le sirvieron a los dos un guiso caliente; después, este hombre que inspiraba respeto continuó hablando; cuando terminó, se fue de allí a hablar con otro grupo para continuar su prédica. 





Esa noche, Edteban y Juan pudieron dormir sobre unas pieles de cordero. A la mañana siguiente al despuntar el sol, unos fuertes gritos hizo movilizar a todos los hombres que corrieron a sus puestos de trabajo: un grupo se dirigió a un sector en donde con gruesas sogas comenzaron a arrastrar una enorme piedra a la cual la hacían deslizarse mediante troncos por una pendiente; Juan contabilizó como a unos cien hombres, haciendo esta misma tarea con otros bloques similares.





Cuando alguno de los fornidos esclavos no hacía la misma fuerza que el resto del grupo, era retirado a los empujones y castigado pegándole con unas gruesas cintas de cuero dejando marcas y sangre en su piel.

—Vayamos a aquel lugar,  —dijo Edteban— es preferible a arrastrar esas enormes piedras.

Juan comprendió de inmediato la idea, era el lugar en donde se le daba forma a las piedras, el trabajo consistía en ir desgastando las rocas con un cincel y un martillo. Pronto aprendieron la tarea y podían trabajar al ritmo de los demás picadores.

Cuando el sol comenzó a levantarse en el cielo y calentar la arena, la temperatura se tornaba insoportable; muchos hombres, los más viejos, no soportaban el enorme esfuerzo y la sofocante temperatura; esto provocaba que se desplomaran; sus compañeros tenían que sacarlos del lugar inmediatamente. 

Un grupo de mujeres eran las encargadas de repartir agua para los trabajadores; cuando les llegó el turno a Esteban y Juan de recibir su ración, nuevamente lo inesperado ocurrió; dos mujeres muy jóvenes les dieron agua en unos cántaros de barro. Cuando sus miradas se cruzaron, el efecto fue inmediato, tanto Esteban como Juan sintieron que a esas jóvenes ya las conocían desde antes.






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