Translate

martes, abril 23, 2024

UN GOLAZO, DEL OTRO CAVANI

 



         El día se presentaba con una llovizna persistente que convirtió las calles de tierra del barrio en un lodazal; cuando Ramón salió al patio vio que su carro tenía una de sus gomas desinfladas.

—¡Carajo, justo hoy! —le dijo a su hermana.

—¿Y qué diferencia hay entre hoy y mañana, me querés decir? —le recrimino ella después de tomar su último mate sin nada para comer, colocándose su mochila para ir a trabajar.

Después de ponerse un nailon que solo protegía su cabeza y sus hombros, sacó la rueda y la llevó hasta la gomería.

—¡Qué haces, Cavani!, como jodimos a las gallinas, tres a dos, ¡afuera! —le dijo el gomero a Ramón luciendo una camiseta de boca que de tan sucia no se distinguía el color azul del amarillo, terminando de tomar un mate haciendo un ruido infernal. 

Ramón no tenía ganas de conversar porque sabía que con un día así los cartones se humedecen y podía ocurrir que el único comprador de su mercancía no se los aceptara o le pagará a su antojo, pero no había otro remedio, los pobres como él solo les queda cinchar y agachar la cabeza.

Después que le arregló la pinchadura Ramón le dijo que a la noche le pagaba el servicio. 

—Anda tranquilo Cavani, boquita ganó, estoy contento. —le respondió el gomero con una sonrisa que mostraba la falta de dos de sus dientes. 

En el barrio a Ramón todos lo conocían por Cavani, como el delantero de Boca, era idéntico, excepto que jamás tendría un futuro satisfactorio como el famoso jugador de fútbol. 

El recorrido que hacía Ramón era siempre el mismo, primero pasaba por las fábricas, después de caminar veinte cuadras por el barrio de casas bajas se dirigía al centro comercial, nuevamente unas veinte cuadras más hasta llegar a la textil, y de regreso con el carro repleto subía la pendiente de la avenida para llegar al recolector; por último regresaba a su casa cuando el sol empezaba a caer. Nunca se le ocurrió contar las cuadras que caminaba arrastrando su carro, pero su cuerpo, a pesar de estar acostumbrado, lo sentía; cuando llegaba con esos pocos pesos, después de tomar lo necesario para sus cigarrillos, el resto se lo entregaba a su hermana que llevaba la contabilidad y hacía las compras.

Ese día después de colocar nuevamente la rueda, colgó la bolsita de nailon en un gancho de su carro con el sándwich que le había preparado su hermana, prendió un cigarrillo, se colgó con su dos brazos del mamotreto de dos ruedas y empezó como todos los días de su vida a empujarlo. Cuando sus músculos se calentaban esas largas jornadas no le parecían tan desagradables y siempre disfrutaba de algo distinto, el tráfico, la gente, discusiones, risas, ademanes entre viejos charlando acaloradamente. Muchas veces soñaba que algo o alguien encontraría en su camino que lo sacaría de esa pobreza eterna.

Lo inalterable que disfrutaba era su sueño; el cual sabía que era imposible; una joven mujer que veía todos los días, esa ilusión le permitía seguir con su vida de cartonero y no lo dejaba decaer en su tarea diaria y monótona de arrastrar su pesada carga. Es muy difícil trabajar sin tener la posibilidad de una recompensa justa, entendiendo por la fuerza que para algunos como él la vida es solo una rutina sin premios, esperando que un día cualquiera, repentinamente, su cuerpo se niegue a seguir, y entonces, no tener donde caerse muerto es el precio que debe pagar alguien que es pobre y analfabeto. Esa llamita que le brindaba algo de calor a su corazón endurecido; su sentido de la vida, lo ignoraba, él pensaba que cuando pudiera salir de su paupérrima condición se compraría ropa decente e iría a las siete y media en punto a la parada del colectivo para poder conquistarla. 

Allí estaba, como todos los días a la misma hora, la veía al doblar la esquina, cuando pasaba con su carro, ella no lo miraba como es lógico, ¿qué futuro puede haber junto a un cartonero de ropas mugrientas y zapatillas rotas?; pero soñar ser correspondido por alguien no ofende ni molesta; en esos pocos instantes cuando pasaba por la calle frente a ella la miraba de reojo para no asustarla y el resto de su día continuaba doblando cartones y acomodandolos en su carro sin pensar; o mejor dicho solo pensando en esa joven que lo deslumbraba.

El sol corrió las nubes e iluminó a la joven; también proyectó la sombra de Raúl y su carro sobre el asfalto húmedo como una alargada mancha horrible y sin forma. 

Después de verla esos pocos instantes e imaginar entablar una conversación con esa piba que le quitaba el sueño, reanudó el trabajo, cuando solo había recorrido unos pocos metros sintió que una mujer gritaba, al mirar, Ramón entendió el motivo; dos muchachos en una moto estaban forcejeando con ella, uno tenía un arma y le apuntaba, mientras la joven retenía su cartera con fuerza. 

Ramón no dudó y corrió a ayudar, él era un hombre alto y fuerte; en el primer golpe derribó al que conducía la moto, y el otro le disparó pero el arma falló y no salió la bala, ambos malvivientes sin otra posibilidad se subieron a la moto y se alejaron; Ramón agitado, le preguntó a la chica si estaba bien, y cuando esta le iba a contestar; escuchó un estruendo seguido de un profundo dolor en su espalda; después cayó de rodillas frente a ella, no llegó a escuchar lo que le dijo, solo se cruzaron sus miradas; al ver esos ojos de temor y gratitud en esa mujer que amaba, su dolor se calmó; trató de decirle algo pero no pudo; Ramón, el Cavani del barrio acababa de convertir el gol más maravilloso de toda su vida, fuerte y al ángulo, la tribuna estalló en gritos y aplausos; los ojos de su amor secreto le habían agradecido su hazaña; Ramón por fin; disfrutó su recompensa en el último instante de su vida.




google.com,pub-133997539388153,

DIRECT, f08c47fec0942fa0








miércoles, abril 17, 2024

EL TESORO EN LA PLAYA

      



 Ser soltero tiene sus ventajas y desventajas; del mismo modo que la edad; no es lo mismo tener treinta años que sesenta y cinco, Adrián tenía sesenta y cinco, era soltero, jamás quiso formar una pareja y no pensaba hacerlo ni ahora ni nunca. Le gustaba caminar por la playa al atardecer, tanto en invierno como en verano; cuando lo hacía se sentía pleno, reconfortado, sus pensamientos giraban en torno a su pasar que no era malo, tampoco prodigioso, pero podía darse ciertos gustos que lo gratificaban plenamente. Su relación con su familia era distante, tanto en tiempo como en espacio, tenía un hermano menor que vivía en Inglaterra con el que con suerte se saludaban para navidad y un tío curiosamente solterón como él que sufría de ataques de pánico, esto era suficiente motivo para no ir a visitarlo jamás. 

Esa tarde de otoño  el mar estaba color gris como las nubes y soplaba un viento del sur que anticipaba el invierno. Su vista después de la operación había quedado excelente, tal es así que divisó a una persona muy lejos sobre la playa desierta; cuando se fue acercando pudo garantizar que era una mujer, estaba sentada en una silla de playa cubriendo su cuerpo con una manta color claro, y tenía una gorra con visera que protegía del viento su pelo negro atado formando una pequeña colita detrás que asomaba por su gorra. Indefectiblemente la desconocida estaba ubicada en su camino, tenía dos opciones pasar entre ella y el mar, al que contemplaba con detenimiento, o por detrás; decidió la primera opción, esto lo colocaba en la disyuntiva de saludar o pasar indiferente, cuando estuvo a unos pocos metros comprobó que la señora desconocida lo miró, por lo cual no perdía nada con saludarla; pero cuando sus miradas se cruzaron, algo imprevisto le pasó a Adrián; en toda su vida de solterón empedernido jamás había visto unos ojos tan bellos, resaltados por una sonrisa deslumbrante…y eso que todavía no había visto su cuerpo, la señora lo sorprendió poniéndose de pie, dejando la manta sobre la silla y le preguntó con un tono de voz muy cordial.

—Perdone señor, sabría decirme si este viento frío continuará por mucho tiempo. —la señora después de preguntarle esto cubrió sus hombros nuevamente con su manta.

Adrián en esos pocos instantes constató que la señora no era joven, pero podía llegar a afirmar que era solo unos pocos años menor que él. 

La respuesta de Adrián no fue muy precisa, porque sin quererlo dio toda una disertación que comenzaba con la formación de los cumulonimbus, pasando por aspectos climáticos como la baja presión, las precipitaciones y las tormentas, concluyendo con un poco cordial. 

—Buenas tardes.

Y continuar sin más con su caminata.

La señora solo tuvo la oportunidad de agradecer la información a un hombre mínimamente tosco. 

Como suele ocurrir con los hombres desprevenidos que creen tener toda su soltería bajo control, para Adrián ese encuentro casual con una mujer desconocida cambió su vida a partir de esos primeros pasos dando la espalda a una posible relación. En esos primeros momentos solo pensó que sus discurso climático había sido excesivo sin ninguna necesidad, hubiera bastado con decir, “el invierno se aproxima”, o, “es normal para la época el viento”, y nada más, no era necesario la perorata. Estos pensamientos lo acompañaron todo el camino de regreso, a tal punto que pensó que no estaba demás pedir una disculpa y resolver el asunto con una frase más inteligente, o graciosa como ser: “habrá que prepararse para el invierno”, o, “aquí el clima nos toma desprevenido”, o quizás, “son muy pocas las personas que le agrada el mar en invierno”...aunque esta última frase no la consideró graciosa, más bien tonta, y dicha señora podía interpretarlo como de mal gusto, porque cada quien disfruta de su vida como quiere, pero todas estas conjeturas fueron en vano porque cuando pasó por el lugar de aquel encuentro, la mujer que desató en su mente una tormenta de ideas, ya no estaba. 

Cuando Adrián comenzó a preparar su cena escuchando las noticias en la radio con el televisor encendido en voz baja como siempre lo hacía. Se dio cuenta que no podía dejar de pensar en ese fortuito encuentro; continuaba tejiendo posibles respuestas; en un momento dado se dio cuenta que esa mujer desconocida aunque no quisiera reconocerlo, lo había perturbado y no podía sacarla de su cabeza, justamente él, cuya vida estaba perfectamente planificada disfrutando de su soltería. 

A la mañana siguiente cuando se miró en el espejo, se vio desprolijo; para empezar su barba entrecana de cuatro días lo hacía más viejo y su pelo era un desastre; este último detalle jamás le importó porque su gorra de pescador lo cubría, pero si por algún motivo tenía que quitárselo pondría al descubierto su cabello, al cual ni siquiera peinaba. Su ropa era otra situación conflictiva, jamás planchaba; había incorporado en sus costumbres la teoría que un hombre soltero justamente podía disfrutar siendo, vistiendo, y manteniendo una completa desprolijidad; esta creencia consolidó en su aspecto y en su casa una situación más que caótica, se podría denominar catastrófica.

Sus relaciones con el sexo opuesto jamás prosperaron, en los últimos cinco años tuvo la posibilidad de compartir su vida con tres mujeres, con la primera llamada Laura solo quince dias, la relación se apagó porque ella dormía hasta el mediodía y a él le gustaba disfrutar de las mañanas, esto provocaba un descalabro de horarios y la hora del almuerzo de él se mezclaba con el desayuno de ella. La segunda candidata Nora, no sabía cocinar ni un huevo frito, y le recriminaba cuando la comida que preparaba él no era de su agrado, todo duró una conflictiva semana. Por último Gloria, cubría todas sus expectativas, hasta coincidían en gustos como ciertas películas, libros, música, e incluso el ajedrez, pero este último ítem fue la causa de la ruptura del vínculo; ella le ganaba todos los partidos en forma contundente logrando el jaque mate en no más de quince movimientos…el fue el que pateó el tablero…literal.

Recordando por algún motivo sus viejas relaciones, llegó a la conclusión que él no era una persona simple de llevar, por ese motivo lo mejor era continuar soltero, no pensar más en ese casual encuentro y olvidar el asunto; para reafirmar esto con su mano derecha se despeinó con ganas y en total libertad como a él le gustaba. 

Esa tarde cuando salió a caminar por la playa, tuvo que reconocer que tenía ganas de encontrarse nuevamente con esa señora, mientras caminaba practicó algunos posibles comentarios como: “buenas tardes, a pesar que sigue el mal tiempo”, o “que tal, ¿disfrutando del mar?”, esta última oración le pareció muy adecuada porque distingue esa actitud de estar pensando frente al mar, algo que él practicaba siempre. Pero cuando miró a lo lejos la playa estaba desolada, entonces se dijo, que mejor así, qué motivo tenía para entablar una charla con alguien que era una total desconocida que quizás tenía una familia, hijos, esposos, o un carácter insoportable …no obstante aún no podía entender como un simple cambio de palabras le había afectado de tal forma que no le permitía dejar de recordarla.

Cuando estuvo en el preciso lugar del encuentro del día anterior, allí se detuvo un momento y nadie había, el sol comenzaba a caer coloreando de rojo intenso unas nubes y el tronco del árbol seco que indicaba la marca de la mitad de su caminata; cuando se quitó la gorra una ráfaga de viento movió su pelo, con su mano trató de acomodarlo, después de mirar a su alrededor, el mar con su sonido le recordaba esa voz, pero no había nadie allí, con cierta decepción se colocó nuevamente su pescadora y continuó con su solitaria caminata.

Su marca de llegada era un casco de barco oxidado que quedó allí  semienterrado en la arena después de algún naufragio; pero esa tarde no tenía ganas de regresar y siguió caminando un poco más. Cuando dio la vuelta para regresar, se sobresaltó gratamente, allí estaba de nuevo esa desconocida; como el sol empezaba a irse, apuro el paso. 

—Hola, ¿qué tal el mar?. —Eso fue lo que le salió decir cuando estuvo a un par de pasos de la mujer, la cual, al verlo se le iluminó la cara con un sonrisa, y el sol se reflejó en esos ojos que Adrián no podía olvidar.

—El mar, siempre el mar, es mi tema preferido, sabe usted, cuando era chica venía aquí con mi padre y nos quedábamos hasta poder ver el cielo estrellado. —le respondió la señora, poniéndose de pie— pero eso fue hace mucho tiempo.

—A mi me gusta caminar por la playa, a veces me parece que lo he hecho toda mi vida, es decir hace miles de años. —la señora se rió y se presentó extendiendo su mano.

—Me llamo Alma.

—Adrián, mucho gusto  —dijo él quitándose respetuosamente su ridículo gorro sin darse cuenta. 

—Bueno, encantada, ya somos dos a los que nos gusta el mar, entre los millones de personas por todo el mundo —ambos rieron.

—Bueno, ehh…—Adrián trató de decir algo más para poder seguir la conversación, pero no se le ocurría que decir y se daba cuenta que su interlocutora lo miraba como para poder cerrar esa charla de algún modo amable. 

—Bien, ya me voy, es tarde y refrescó mucho. —,dijo la señora plegando su silla.

—Si, por las noches refresca, —Adrián se sentía como un tonto por no poder decir al menos algo simpático, pero de pronto se animó y dijo:

—Le gustaría caminar mañana conmigo. —Después de decir esto, Adrián imaginó que estaba forzando una relación y la señora lo tomaría a mal, y seguramente pondría una excusa cualquiera para no volver jamás. 

—Si, me gustaría, encontrémonos aquí mañana a las cinco, ¿le parece bien? —Adrián no podía creer que esa mujer había confirmado una cita con él.

—Excelente señora Alma, a las cinco entonces —dijo él sin saber que ponía la cara de un chico al que le regalan un chocolate; su actitud hizo sonreír a la señora que le respondió. 

—Tutiemonos Adrián, somos dos personas grandes para tanto formalismo, nos vemos mañana.

Desde ese momento hasta que llegó a su casa Adrián quedó flotando sobre una nube pensando en cada una de las palabras dichas por esa mujer con la que formalizó una cita. Su imaginación lo llevó a pensar cómo sería convivir con esa señora; evidentemente se adelantaba a posibilidades remotas, pero su mente continuaba realizando conjeturas que en un punto se derrumbaban porque no sabía nada sobre esa mujer.

Cuando caminaba hacia la costa, pensaba en que debería tratar de no demostrar tanto interés y comportarse como el hombre mayor que era, en busca de una ocasional charla informal para disfrutar de ese atardecer. Cuando llegó al lugar detrás del médano apareció la señora puntual.

Cuando se acercó le dijo con su cara jovial:

—Hace mucho que me esperas.

—En este instante acabo de llegar, que puntual eres —le dijo estirando su mano para saludarla, pero ella se adelantó y le dio un beso en la mejilla; que para Adrián fue como si lo hubiera acariciado un ángel sintiendo su perfume embriagador. 

—Me llama la atención que nunca te he visto por aquí —le dijo él cuando empezaron a caminar.

—Lo que ocurre es que yo trabajo en Madrid, soy bioquímica y he aprovechado mis vacaciones para venir a este lugar, mi familia tenía una casa cerca de aquí y es el lugar donde he sido muy feliz, pero mi padre se enfermó y después al año de morir, mi madre lo acompañó, siempre pensamos con mi hermana que fue de tristeza, se amaban muchísimo; nosotras éramos jóvenes yo recién recibida sin trabajo, y mi hermana trabajaba en un hotel, por lo cual tuvimos que vender la casa, ella consiguió un mejor empleo con su novio en Córdoba y yo conseguí un trabajo en España que aún conservo, no hay mucho más, ¿y vos?.

—Yo estoy en la depresiva situación de ser un jubilado argentino, esto implica la célebre frase “billetera mata galán”, por lo cual vivo solo y esto debo reconocer me ha convertido en un ermitaño, con muchas posibilidades de convertirme en cura u obispo, practicando un celibato intachable. —ella se rió con ganas al escucharlo.

—Yo estoy separada hace ya cinco años, pero debo decir que a mi edad, la cual nunca te la diré, me siento sola a pesar de tener mucha gente amiga, pero el día es muy largo si no se comparte con nadie. 

—Mi problema es que cuando he compartido mi vida con alguna mujer, siento en un determinado momento que me falta el aire y no puedo resolverlo, esto hace que continúe soltero, pero me temo que estoy necesitando alguien con quien charlar, mi espejo cuando me afeito me responde siempre lo mismo que yo ya sé. 

—A mi me ocurre algo parecido, en Madrid una mañana me mire al espejo y vi a una vieja, el problema se agravó cuando esa vieja era yo, —ambos rieron—- entonces decidí venir al lugar que siempre fui feliz, a encontrar respuestas.

—¿Te respondió algo el mar?, porque a mi jamás me dio una respuesta; o tal vez me dice siempre lo mismo y yo soy un tonto que no lo entiendo.

—Mi padre me decía que todas las respuestas estaban mirando al mar; cuando supo que se iba a morir, vinimos los cuatros aquí; nos abrazamos y esperamos que anocheciera, entonces nos dijo, que junto a nosotros había pasado los días más felices de su vida, y que nos lo agradecía. Después, continuamos viniendo con mi madre y mi hermana y realizábamos el mismo ritual…creo que él estaba junto a nosotras.

—Muchas veces pienso que la muerte, que es irremediable, nos permite entender lo maravilloso de la vida, y que la vejez nos va preparando para la despedida, la cual suele ser una etapa muchas veces difícil, y me enfrento a una disyuntiva, por un lado nada se puede hacer, solo envejecer y otra veces pienso que son muchas las cosas que podemos hacer cuando envejecemos.

—¿Qué podemos hacer? —le dijo ella mirándolo muy seria.

—Hacer el amor es una opción —le dijo él mirándola a los ojos. —¿Por qué será que los hombres siempre resuelven los problemas en la cama?, —dijo ella riéndose. 

—Porque los hombres somos seres simples, más cerca de ser animales que personas, en cambio ustedes las mujeres, debo reconocer, poseen una inteligencia superior que les permite observar el cielo estrellado y ver un universo, en cambio nosotros sólo vemos estrellas inalcanzables.

—Nunca escuché algo así de boca de un hombre.

—Gracias por el cumplido pero yo no soy ninguna excepción, —cuando él dijo esto estaban a pocos pasos del barco oxidado—, aquí está mi marca de llegada, el pobre continúa oxidándose como yo, frente al mar.

—Mi padre decía cuando pasábamos por aquí, que era un barco pirata, y que en algún lugar tendría que estar enterrado el tesoro, que seguramente cuando fuéramos grandes lo encontraríamos.

—¿Encontraste tu tesoro?. —le preguntó él, mirándola. 

—-Creía que lo había encontrado cuando me casé con el hombre equivocado, por lo cual aún sigo buscando ese tesoro, que tal vez no sea un hombre, y solo sea una respuesta a mi vida, más reconfortante. 

—Así es, quizás la vida sea una eterna búsqueda de algo o alguien, pero cuando envejecemos la decepción nos abruma.

—Comparto tu punto de vista; te lo dice una mujer que no suele ponerse de acuerdo con nadie, ni con nada. Soy de las que busca la prenda de vestir perfecta y jamás la encuentra. —ambos sonrieron– Regresamos.

—Si. —dijo él con ganas de seguir caminando. 

El regreso lo hicieron en silencio, a pesar de que sus pensamientos tal vez eran similares; pero a cierta edad a nadie le gusta quedar en ridículo. 

Cuando llegaron al lugar de partida, ambos dijeron a la vez:

—Si quieres.. —los dos rieron, y entonces ella se adelantó y dijo.

—Si quieres vamos a mi casa.





google.com,pub-133997539388153,

DIRECT, f08c47fec0942fa0

 


viernes, abril 12, 2024

¿EXISTE EL DINERO? (tercer entrega final)

 



            Por esto, Benemérito decidió realizar algunas inspecciones en la fábrica; cuando llegó a su oficina en su ronda del día martes se dirigió al sector de las duchas del personal, y lo primero que le llamó su atención fue que no había resabios de vapor, ni siquiera alguna ducha aún húmeda, entonces abrió una canilla y con sorpresa comprobó que no salía agua, recorrió todo el lugar y evidentemente no estaba abastecido por agua; después fue a los armarios y pudo comprobar que todos los candados tenían el mismo tamaño y la misma marca, eran unos doscientos cincuenta candados iguales. Pensando en todo esto regresó a su oficina y se le ocurrió entrar a la oficina administrativa a la cual siempre la controló desde el corredor vidriado; cuando entró le llamó la atención que todo su equipamiento, escritorios, asientos, computadoras, lapiceros, incluso los cestos que estaban vacíos, parecían nuevos sin uso, por último, abrió uno de los ficheros y estaba completamente vacío, controló otro, y también lo estaba; evidentemente allí nadie había trabajado jamás. Benemérito se sentía desorientado, no podía entender esto; luego recorrió la oficina del gerente y pudo comprobar que también en los cajones del escritorio no había un solo papel, excepto en el primero de arriba que tenía varios blocs de esos papelitos amarillos que alguien siempre dejaba allí pegado pero ahora sin indicar ninguna empresa.

Su razonamiento lo llevaba a que la única persona que tenía la posibilidad de entrar a las oficinas era el misterioso y poco comunicativo hombre que trabajaba en el turno anterior a él; pero más allá de eso, lo que alteró su ánimo era suponer que esa fábrica no estaba funcionando. Pero algo así era imposible, ¿quién puede armar una fábrica inmensa con máquinas, depósitos y oficinas para no ponerla en funcionamiento?, ¿por qué motivo?. Por último, sin encontrar una explicación a lo que estaba ocurriendo, se dirigió a la playa de contenedores y tomó algunas fotografías; después fue a su computadora y buscó en el buscador el nombre de la fábrica, el cartel sobre el ingreso solo decía “Fábrica metalúrgica”, entonces puso ese nombre y agregó su ubicación “Villa Celina”, pero ninguna fue la respuesta, su fábrica no poseía una página en internet. Se le ocurrió buscar en el buscador de calles Google Maps, y puso la calle y la dirección, lo incomprensible fue que no podía acceder a ver el frente, la imagen solo llegaba a una de las esquinas del predio que era de cuatro manzanas, cerrado por un muro de cuatro metros de alto con alambres de púas en la parte superior. Nada de todo esto era mínimamente comprensible, en apariencia estaba trabajando durante casi un año, en un lugar fantasma. Vino a su mente el día que lo contrataron, en donde solo una voz se contactó con él departe de su amigo, y le dijo que no necesitaba realizar ninguna entrevista previa porque su amigo era una garantía de confianza y se necesitaba cubrir ese puesto en horario nocturno lo antes posible, así fue como comenzó a trabajar sin tener contacto con nadie excepto con el vigilador con el que jamás pudo intercambiar dos palabras. Al día siguiente se le ocurrió ir a la fábrica más temprano para investigar, pero no podía llegar con su automóvil a un lugar fabril y quedarse vigilando, entonces decidió alquilar una camioneta con vidrios polarizados. Llegó alrededor de las once de la mañana, y se detuvo en la calle previa al ingreso, desde allí podía ver si alguien entraba o salía. El barrio era fabril, todas las calles tenían paredones altos sin ventanas, y las veredas tenían malezas altas que evidentemente nadie se preocupaba de cuidar. Durante la espera, el portón principal no se abrió y nadie entró ni salió en ningún momento, evidentemente nadie trabajaba allí. Ya estaba por retirarse cuando un camión que tenía un contenedor se aproximó y se detuvo haciendo chirriar sus frenos frente al portón principal, al cabo de unos instantes de la puerta pequeña salió el vigilador con su gorra inconfundible y fumando, habló unas palabras con el chófer, y después este le abrió el portón, cuando el camión ingresó Benemérito pudo sacar un par de fotografías de ese contenedor en donde se podía leer impreso en grandes letras verdes “Solar City”; después al cabo de treinta minutos, el mismo camión salió con otro contenedor de la empresa MAERSK, con su característico logo de su estrella blanca y fondo azul, después de maniobrar se retiró pasando por al lado de la camioneta de Benemérito, y este le sacó algunas fotografías, obviamente el origen de los contenedores no le decían mucho porque lo importante era saber qué contenido transportaban. 

En el regreso a su casa pensó que tenía dos opciones, una era continuar con la misma operación de todos los fines de semana, y seguir eligiendo empresas al azar que cotizaban en bolsa y le brindaban enormes ganancias, sin pensar en otra cosa extraña, o averiguar de qué se trataba todo aquello. Si elegía esta última opción, debía de hablar en serio de todo con aquel hombre que era un total desconocido y sabía evidentemente mucho más que él de esa fábrica sin empleados; excepto ellos dos… sin considerar el intruso que vio aquella noche.

Esa semana Benemérito continuó trabajando como siempre, porque no sabía si alguien lo controlaba desde las cámaras instaladas las cuales podía observar encendidas. Cuando llegó el viernes escribió como siempre en aquel papel otra empresa cualquiera que buscó en internet que cotizan en bolsa, eligió “Telecom”; antes del cierre de la jornada, como ocurría siempre, las acciones de dicha empresa se dispararon abruptamente diecisiete puntos; el lunes vendería para transferir una vez más su dinero a su cuenta. 

Después de pensarlo muy bien,  Benemérito decidió hablar con su reemplazo y lo haría ese mismo día. 

Cuando el taciturno hombre de gorra llegó Benemérito lo encaró decididamente.

—Creo que usted y yo tenemos que hablar.

—¿Sobre qué? —le dijo este dejando su bicicleta recostada en la pared.

—Sobre lo que usted ya sabe —le dijo Benemérito cerrando la puerta. 

—Mire, le voy a decir algo para que le quede claro —le dijo ese hombre con su mirada fría y salvaje —yo aquí cumplo hace más de dos años con mi trabajo por el cual me pagan sin hacer preguntas, por lo cual le recomiendo que continuemos así para evitar inconvenientes. 

—¿A qué inconvenientes se refiere? —le preguntó Benemérito con cierta preocupación. 

—Solo le diré una cosa, antes que usted, trabajaba un hombre bastante joven que quiso averiguar cosas que no eran de su incumbencia; de pronto no lo vi más y apareció usted.

—No entiendo por qué señor, señor, ni siquiera sé su nombre.

—Víctor, ¿y usted?

—Benemérito, señor Víctor —le respondió pensando que al menos pudo lograr romper esa fría relación. 

—Mire Benemérito, mejor será que todo siga igual, usted con lo suyo, y yo con lo mío, mientras menos conjeturas realicemos mejor para ambos, ¿no le parece?

Benemérito entendió que se encontraba en un punto muerto, y que algo de razón tenía este misterioso hombre, por lo cual decidió por el momento dejar todo así.

—Como usted diga señor, mejor dejemos todo como está.  —Después de decir esto Benemérito se retiró a su casa.

Durante todo el mes de agosto, la rutina continuó y su cuenta bancaria siguió aumentando, todos los días disfrutaba ingresando a su cuenta y viendo su saldo. Una noche en la fábrica, cuando abrió la página de su banco de Panamá, se encontró con un aviso que cubría casi toda la pantalla que decía “Este sitio se encuentra en reparación disculpe las molestias”; en un primer momento esto no le causó molestia alguna, pero después de varios intentos por ingresar a la página y no poder hacerlo se empezó a impacientar. Esa madrugada cuando llegó a su casa, intentó nuevamente desde su computadora y una vez más el decepcionante aviso se lo impedía. Su novia lo notó angustiado, trató de calmarlo, hasta que por fin pudo descansar. 

Cuando despertó cerca del mediodía antes de almorzar se sentó en su escritorio, abrió su computadora, buscó la página del banco y se distendió porque el molesto aviso ya no estaba, después, escribió su clave de acceso, se abrieron todas las funciones, marcó la de su cuenta corriente y lo que vio por poco lo infarta, su saldo estaba en cero. En un primer momento pensó que por error había ingresado en otra cuenta, por esto, cerró la página y repitió el proceso, el resultado era inequívoco: saldo cero. Con desesperación buscó en el fondo de inversión en donde tenía depositados u$s 3.400.000, cuando vio el saldo allí también, el mismo estaba en cero. Su desesperación fue tal que pegó un grito que espantó a su novia que lo estaba esperando para almorzar. 

Desesperado buscó los números de teléfonos del banco y llamó, al cabo de unos instantes eternos, una voz femenina lo atendió; tratando de mantener la calma Benemérito explicó lo sucedido diciendo que debía ser un error. La empleada le pidió un minuto, y al cabo de un momento le preguntó:

—¿Usted es el señor Benemérito García de la Torre?

—Así es —respondió Benemérito, más tranquilo, entendiendo que estaba allí registrado y que se aclararía todo el error.

—Aquí figura señor, que usted en el día de ayer, realizó una transferencia para comprar acciones de una empresa por el total de su saldo, incluso de su depósito en el fondo de inversión, dejando todos sus saldos en cero. —le dijo esa voz con simplicidad y contundencia. 

—¡No es cierto señorita, —gritó Benemérito desesperado— yo no compré acciones en el día de ayer, tiene que haber un error!

—Le reitero señor, esto es lo que a mí me figura en sus movimientos. 

—Yo le reitero a usted señorita que eso es falso, y no hice ninguna transferencia, es más, ni siquiera pude ingresar al sitio del banco porque estuvo todo el día en reparación. 

—No señor, nuestro sistema no ha tenido ningún tipo de falla durante el día de ayer; lo único que puedo hacer es comunicarlo con legales, para que le puedan solucionar su problema.

Después de hablar con no menos de cinco personas Benemérito no pudo hacer nada, todo su dinero había sido transferido a una empresa de la cual no tenían posibilidad de darle el nombre, por todo lo cual, la única posibilidad era que presentara por escrito todo el reclamo en la sucursal de Panamá para que ingrese a legales, y de ese modo tratar de que le solucionaran su problema. A Benemérito se le habían esfumado más de seis millones de dólares en un solo día, consiguiendo como última respuesta la voz de una grabación que le dijo amablemente:

—Gracias por comunicarse con nosotros, le pedimos por favor si puede completar una encuesta antes de cortar.

En un arranque de desesperación Benemérito arrojó su teléfono con tal violencia que rompió el vidrio de una mesa ratona. Su mujer contemplaba todo aquello llorando también desesperada.

Con su mente turbada, decidió ir a la fábrica a tratar de encontrar alguna solución o respuesta, fue directamente con su automóvil y lo paró frente al portón, se bajó y tocó el timbre de la puerta que sonaba como una sirena distante, lo hizo varias veces esperando que el misterioso Víctor saliera, pero nadie salió a pesar de quedarse allí esperando y tocando ese timbre mil veces durante horas.

Cuando regresaba a su casa decepcionado y en banca rota, pensó que de toda su fortuna solo le había quedado su departamento y el lujoso auto que manejaba, los cuales no podría mantener; todos sus sueños  de viajes y placeres desaparecieron en pocas horas; manejando con su mente confusa, un semáforo se puso en rojo y entonces detuvo su marcha; un limpiavidrios se le acercó con una sonrisa; era el mismo que una vez lo había ayudado; Benemérito revisó sus bolsillos y solo le quedaban doscientos dólares, abrió su ventanilla y se los dio a aquel joven que se quedó petrificado mirándolo, y solo le dijo:

—Gracias amigo.



google.com,pub-133997539388153,

DIRECT, f08c47fec0942fa0


jueves, abril 11, 2024

¿EXISTE EL DINERO? (segunda entrega)

          




Cuando llegó el viernes, entró a la oficina con el aliento contenido y sus manos sudadas, cuando miró, allí estaba pegado en el mismo lugar otro con un nombre que decía “VTECH”;  Cuando miró su reloj eran las tres y cuarenta cinco, restaban quince minutos para el cierre, realizó el mismo procesos del fin de semana anterior, y dos minutos antes del cierre completó la operación; compró por 500 dólares acciones de esa empresa. 

El lunes a la noche cuando llegó a su oficina, después de hacer su primer ronda, encendió su computadora y la sorpresa lo dejó paralizado de la emoción, las acciones que compró el viernes subieron 32 puntos, no lo podía creer si los datos de esos papelitos amarillos seguían dando esos pronósticos, en pocos meses sería millonario, pero se presentaba un inconveniente, para que le liquidarán su dinero necesitaba tener una cuenta corriente. 

Ese mismo día lunes, no durmió y esperó que abriera el banco, cuando realizó la consulta se encontró con otro problema adicional, para poder abrir una cuenta corriente necesitaba tener una garantía hipotecaria, esto era una barrera muy difícil de cruzar; si su hermana le tuviera confianza…pero esto era un imposible, ella jamás le permitiría poner en riesgo la única casa que era de sus padres. Fue entonces que buscando en internet encontró un banco en Panamá que le resolvía todos sus problemas a la velocidad de la luz, después de chatear con un operador y completar unas planillas digitales, como por arte de magia, le dieron su nombre de cliente y su clave para poder operar su flamante cuenta corriente con la que podía realizar todas las operaciones que necesitaba, es decir: depósito, transacciones e incluso solicitar créditos, cómodamente desde su computadora. Benemérito estaba preparado para ser millonario. 

Los papelitos amarillos con nombres de empresas estaban siempre en el mismo lugar todos los viernes a la noche indefectiblemente; el mecanismo era siempre el mismo, la empresa que estaba escrita allí, cotizaba en bolsa y sus acciones durante los últimos diez minutos de la rueda del viernes subían entre veinte y treinta puntos, después Benemérito vendía las mismas el lunes y su dinero se transfería a su cuenta corriente; la cual aumentaba su volumen exponencialmente. En los primer dos meses llegó a tener doscientos mil dólares, y a partir de ese momento se enfrentaba a otros agradables inconvenientes; como por ejemplo: como hacer para disfrutar su dinero siendo un humilde cuidador nocturno de una fábrica, no se podía volver rico de la noche a la mañana, pero tampoco podía perder ese trabajo, los datos de los papelitos amarillos eran indispensables para continuar con sus inversiones. 

Todas las noches cuando llegaba a la fábrica, el vigilador diurno, un taciturno hombre bajo de gorra, con cara enjuta, barba de algunos días y zapatos de seguridad le abría la puerta contigua al portón principal que daba a la playa de los contenedores, lo saludaba sin más preámbulos o siquiera intercambiar algún comentario, solo se limitaba a entregarle un  manojo de llaves y se retiraba en bicicleta fumando hasta que la lucecita roja trasera se perdía en la obscuridad de la noche.

Cuando Benemérito recorría la planta entre esas enormes máquinas que no tenía ni idea para qué servían,  todo estaba en silencio y solo se escuchaba el ruido de sus pasos; siempre pensaba que cuando todos esos equipos estuvieran en funcionamiento harían un ruido infernal, cuando ingresaba a los vestuarios podía ver unos doscientos armarios con sus respectivos candados, e imaginaba la cantidad de obreros que allí guardaban sus escasas pertenencias para después perder sus días por un sueldo paupérrimo sin entender con qué facilidad ganaba él su dinero. La playa de los contenedores era una especie de ladrillos multicolores gigantescos apilados y prolijamente alineados dejando angostas calles de paso entre esos cubos metálicos que una grúa apilaba en cinco pisos de altura. El recorrido por la planta lo hacía siempre por los mismos lugares, imaginando que las cámaras, las cuales conocía su ubicación, lo filmaban y registraban para que alguien controlara su trabajo, el cual, era correspondido con un sobre que alguien dejaba puntualmente sobre su escritorio con el dinero de la quincena. Lo que tenía muy en claro Benemérito era que su trabajo de cuidador debía ser minucioso y excelente para no perderlo bajo ningún concepto. Cuando el sistema de compra y venta de acciones se convirtió en rutina, decidió realizar sus primeras inversiones, por empezar ya había saldado la deuda con su hermana y todos los meses le daba una cantidad de dinero suficiente para mantener a sus padres bien cuidados; también formalizó la relación con su novia y compró un pequeño departamento en Puerto Madero en cuya cochera guardaba un deportivo automóvil Alfa Romeo Stelvio color rojo. El mecanismo de su traslado desde Puerto Madero a Villa Celina donde se encontraba la fábrica lo realizaba en dos etapas, la primera, muy bien vestido, manejando su lujoso automóvil hasta una cochera, y desde allí, después de cambiarse con ropas acordes a un vigilador, se subía a su bicicleta para llegar a su puesto de trabajo. Un miércoles de Julio, cuando llegó a la fábrica, como siempre el inmutable hombre de gorra le entregó las llaves y se retiró, después de ubicarse en su oficina realizó la primera ronda, al regresar, comió, tomó un café y encendió su computadora para ver el saldo de su cuenta, con satisfacción la brillante pantalla le mostraba en su saldo la cantidad de ochocientos mil dólares. Cuando estaba disfrutando de ver esa abultada cifra en su cuenta corriente a su nombre, apareció en la pantalla una publicidad del banco que le ofrecía incrementar su dinero poniéndolo a trabajar en un fondo común de inversión que le daría aproximadamente como mínimo un 9 por ciento mensual, pudiendo retirar su dinero en el momento que quisiese; después de pensarlo, al regresar de su ronda, aceptó la propuesta y transfirió la mitad de todo su capital en el fondo Seguridad Renta Plus América. A las dos de la mañana de ese día cuando estaba recorriendo con su linterna un corredor oscuro que  unía el taller de mantenimiento con el de soldadura, le pareció ver algo que pasó muy rápido al final del mismo; durante todo el tiempo que llevaba trabajando allí, unos once meses, siempre se sintió confiado porque la fábrica parecía una fortaleza como para que alguien pudiera entrar desde fuera, pero también imaginó que eran muchos los operarios que allí trabajaban y alguno podría quedarse en algún lugar escondido esperando la noche con alguna intención no buena; también lo que le pareció ver podría ser un gato tratando de atrapar un ratón. No obstante fue a buscar el revólver que estaba bajo llave en su escritorio, el cual jamás imaginó necesitar, después de comprobar que estuviera cargado se dirigió nuevamente a ese sector y lo recorrió minuciosamente, pero no vio nada extraño, solo un par de guantes de trabajo que alguien había olvidado sobre una mesa de hierro. 

El viernes como siempre ingresó en la oficina del gerente y allí estaba el curioso e invalorable papelito amarillo con el nombre de una empresa, TESLA. 

Cuando el viernes terminó su jornada, tuvo que esperar quince minutos a su desconocido colega de gorro de lana y cara insulsa que llegó en su bicicleta, el cual ni siquiera se disculpó por el retraso; el último intercambio de palabras eran sus respectivos saludos.

—Buenas. —dijo el hombre recibiendo las llaves.

—Buenas —le respondió Benemérito dándoselas. Allí terminaba toda su relación laboral a pesar de los meses transcurridos, estuvo a punto de decirle lo de la sombra a aquel descortés individuo, pero decidió no decir nada.

Lo bueno para Benemérito venía durante los fines de semana, los cuales los pasaba junto a su novia en su cabaña ubicada en la costa Atlántica; allí disfrutaban largas caminatas en la playa o en el bosque, y durante la noche invernal recostados frente al hogar encendido escuchando música. Comenzaron a planear un viaje por Europa para realizarlo durante sus vacaciones en el verano; viajarían en un crucero de lujo, las inversiones podían esperar y el fondo común de inversiones continuaría trabajando para él. 

Una noche cuando realizaba su ronda en la fábrica, todo el taller de soldadura estaba en penumbras, con su linterna iluminó parte de aquel enorme lugar, y de pronto en el fondo escuchó un ruido extraño, cuando iluminó ese sector nuevamente algo se movió y con seguridad no era un gato, esta vez llevaba el revólver y gritó fuerte:

—¡Quien anda ahí! —De pronto entre las sombras detrás de unos tambores salió alguien corriendo muy ágil y se perdió entre los contenedores, Benemérito trató de seguirlo, pero no pude encontrar a nadie, algo agitado regresó a su oficina pensando dejar un informe por escrito y solicitando que repararan la iluminación de ese taller; era la primera vez en todo el tiempo de trabajo allí que ocurriría un evento raro. A partir de ese día comenzaron a suceder cosas extrañas, o tal vez, empezó a descubrir ciertos hechos en los que no había prestado atención antes. Cuando llegó el horario de salida, y se encontró con su poco grato compañero, le contó lo ocurrido y le dijo que todo estaba escrito en su informe, este hombre lo miró a los ojos y dijo secamente.

—Bueno, hasta mañana —eso fue todo el comentario y entró en la fábrica. 

Benemérito se dijo para sí, que nunca más le diría nada a ese maleducado.

Al día siguiente, el mismo desagradable compañero de tareas, le entregó las llaves de la fábrica y como siempre no intercambió una sola palabra. 

Esa noche ocurrieron tres cosas que Benemérito no alcanzó a entender, en primer lugar cuando realizó la recorrida como de costumbre, el taller de soldadura continuaba en penumbras, pensó que tal vez la gente de mantenimiento fuera descuidada, pero le llamaba la atención que siendo un lugar en donde la actividad principal es soldar, no tuviera energía eléctrica, salvo que la iluminación nocturna estuviera en otro circuito; por lo general siempre llevaba la comida de su casa en un recipiente, pero esa noche compró una hamburguesa en un local de comidas rápidas que quedaba de paso, cuando fue a tirar el papel y la caja de cartón a un gran contenedor del patio, al abrir la tapa este no tenía basura de ningún tipo, es más, parecía nuevo sin uso; y su última sorpresa fue, cuando en otra de sus rondas pudo ver que aún estaban en el mismo lugar ese par de guantes que alguien olvidó. 

Cuando llegó el viernes y encendió la luz de la oficina del gerente el papelito con la información que siempre estaba pegado en computadora, esta vez no estaba; pensó que el hombre podría haber tomado unos días de descanso, ese viernes no le dio demasiado importancia y espero pacientemente al otro viernes, la semana por algún motivo se le hizo larga; cuando el día tan esperado llegó, la desepción fue grande cuando vio que el papel amarillo estaba alli pegado en la computadora pero no había nada escrito en él; esto no sabía como interpretarlo, entonces se sentó frente al amplio escritorio del gerente a pensar, y después de un rato se le ocurrió algo. Fue a su oficina, tomó su linterna y se dirigió a la playa de contenedores, una vez allí, eligió uno al azar y anotó su nombre, después regresó a la oficina del gerente y escribió en el pequeño papel ese nombre. Luego desde su computadora, invirtió cien mil dólares en acciones de esa empresa, lo único que podía pasar es perder algo de dinero, probar era una opción. Cuando el lunes abrió la bolsa de Hong Kong, a las tres horas, las acciones de esa empresa elegida por él subieron cuarenta puntos… ¡cuarenta puntos!. Benemérito no salía de su asombro, durante su regreso a casa pensaba algo que maduraba en su cabeza hacía unos días, esto era, ¿en que empresa estaba trabajando como vigilador?. 

La primera conclusión fue que con la única persona de carne y hueso que él tenía contacto, era con el taciturno vigilador que como él, también tenía acceso los fines de semana a la oficina del contador, esto lo llevaba a preguntarse ¿quién puso un papel en blanco en el mismo lugar de siempre?.


Continuará 



google.com,pub-133997539388153,

DIRECT, f08c47fec0942fa0