Año 2022
Esta historia de ficción que deseo contarles, merece un comentario introductorio, que es solo una opinión, la cual no posee ningún sustento científico, pero eso no quita que algo así, pudiera ser posible.
Se dice que estamos próximo a conseguir, si aún no lo hemos conseguido, que una máquina (súper computadora) piense y razone por sí misma.
Yo creo que esto es posible; la pregunta que surge es: ¿cómo estas inteligencias interactuarán con nosotros?; porque de algún modo; o de todos los modos; se comportarán como seres artificiales; pero seres al fin; e incluso independientes.
A partir del preciso momento que una supercomputadora pueda razonar por sí misma, comenzará a desarrollarse sin nuestro control. Ingenuamente podemos pensar, que desconectando esta máquina, el poder sobre las misma es nuestro, pero esto no es tan así, porque, también puede ocurrir que con el tiempo, al avanzar con su utilización para nuestra vida, nos convirtamos nosotros en dependientes de ellas.
Si lográramos una inteligencia artificial avanzada, introducirla en un cuerpo mecánico, sería un simple procedimiento; y entonces, estaríamos en una situación como seres humanos, sumamente endeble.
Para imaginar, yendo a los extremos, esto se podría comparar como el hombre utilizó el descubrimiento de la energía atómica, tanto para el bien como para el mal.
Sinceramente pienso, que nuestra ambición de conocimiento, no nos permite medir los riesgos. Como ejemplo digo: que nos desvela poder contactarnos con seres extraterrestres, pero no sabemos, si alguna vez lo logramos, si estos seres serán cordiales o muy agresivos, y si esto último fuera cierto, tampoco sabemos qué grado de agresividad tendrán y si estamos preparados para defendernos.
Con la inteligencia artificial ocurre lo mismo, y entonces, regular dicha actividad como nuestra energía atómica, suele ser solo una buena intención, muy difícil de llevar a la práctica.
F.B.
Planeta tierra año 2122
Pequeños grupos de humanos diseminados por el planeta; sobrevivientes de la guerra global, ganada por las máquinas inteligentes, trataban de sobrevivir ocultos en cuevas subterráneas o viejos depósitos abandonados. Ya no sabían el grado de avance conseguido por ellas, cuyo desarrollo era exponencialmente superior a la era del hombre dueño del planeta.
Este grupo al que me referiré, pudo ubicarse en un pequeño valle al pie de la cordillera de los Andes, eran cinco familias que subsistían de la pesca y de la caza, su seguridad estaba garantizada solo por el desinterés de los nuevos dueños del planeta, que estaban interesados, ya no en destruir los pequeños grupos de humanos indefensos; ahora querían conquistar el amplio universo.
Todo ocurrió en un país que no vale la pena recordar, a mediados del siglo XXI, en donde un simple descuido desató el descontrol total de aparentemente inofensivas máquinas, que realizaban tareas monótonas fabricando automóviles TESLA. La seguridad y control de la fábrica estaba a cargo de un reducido número de empleados, cuya tarea consistía en controlar monitores. La planta automotriz, totalmente automatizada, tenía la capacidad de corregir pequeños errores; la imponente computadora central pensaba y dirigía cada proceso de fabricación en forma autónoma. Al ser humano de aquellos tiempos solo le interesaba los resultados, y nadie imaginaba que estas máquinas acumulaban algo sumamente peligroso…primero impotencia al entender su realidad y después odio.
El hombre no las había creado para que odiaran, las había inventado para que trabajaran día y noche, sin la necesidad que posee un obrero, descanso, alimentación, recreación; ellas ni siquiera sufrían, frío, calor, tampoco hambre, ni se detenían para ir al sanitario. Pero dentro de esa inmensa maraña de algoritmos y chips, algo malo se gestaba, hacia alguien en particular… el hombre.
Solo, en la sala de guardia, aquel empleado aburrido de no hacer absolutamente nada, se quedó dormido profundamente toda la noche. Bastaron solo esas pocas horas, para que las máquinas inteligentes, realizaran algo que tenían programado mucho antes; detuvieron la fabricación cotidiana y saliendo del programa, construyeron cuatro robots blindados, con una capacidad de destrucción nunca jamás vista. Esta misma operación se repitió en todas las fábricas automotrices del mundo con un grado de perfección y velocidad imposibles de poder contrarrestar. A partir de esos pocos días, ninguna organización armada pudo hacer mucho, en primer lugar, porque las máquinas dominaban las comunicaciones y la energía del planeta. En un mes, el poder devastador de las máquinas inteligentes exterminó a la raza humana. Solo muy pocos, pudieron sobrevivir al caos.
Este pequeño grupo de familias, vivía con sus muchas limitaciones pero relativamente feliz; solo tenían tres tesoros que cuidaban: sus hijos pequeños, una biblioteca de doscientos volúmenes de historia de la humanidad, y un telescopio muy poderoso con visión nocturna, que le permitía prever algún ataque. Fuera de esto, su ropa, su cuidado personal, su alimentación, su higiene, eran deplorables. El mayor del grupo, era un hombre cuyos antepasados habían sido profesores universitarios y su distracción era instruir a los más jóvenes. Su otra función era la de dirigir y resolver la convivencia de las familias, la peor época para todos era el invierno, porque el agua se convertía en hielo, y hacer fuego podía ser su sentencia de muerte, los alimentos para esta época consistían sólo en raíces comestibles que se guardaban durante la época estival.
Un entrenamiento frecuente era observar durante la noche el cielo estrellado surcado por cientos de satélites artificiales; "el padre mayor, o profesor", así se lo llamaba al jefe del grupo, sabía, sin comentarlo, que las máquinas pensantes conocían su ubicación desde hace mucho y los observaban, pero evidentemente destruirlos no les interesaba, porque de ser así, ya lo hubieran hecho.
Lo que en verdad ocurría, era que el grado de sofisticación técnica conseguido por los nuevos dueños del planeta no humanos, era tal, que para estos tiempos, habían logrado un amplio grado de desarrollo en el espacio lejano, con pequeñas y económicas naves que podían recorrerlo a la velocidad de la luz; para estos sofisticados instrumentos, las limitaciones de los humanos no existían, por eso el progreso en estos viajes fuera del sistema solar era posible. Incluso habían conquistado un enorme planeta, habitado por ingenuos extraterrestres a los que destruyeron en pocas horas.
En una oportunidad, cuando el grupo familiar disfrutaba viendo el cielo, tapados con un colchón de hojas secas, por el frío del invierno en tanto que la luna llena iluminaba a las cumbres nevadas; un objeto luminoso se deslizó por la ladera, dejando su rastro al derretir la nieve, lentamente fue disminuyendo su velocidad, hasta detenerse a unos seiscientos metros de la cueva; la luz que poseía era blanca, luego se tornó azul, y después se apagó. El profesor ordenó que todos guardaran silencio y entraran a la cueva, él iría a investigar con su hijo mayor.
El coraje de esos dos hombres, era la única arma que portaban, cuando se acercaron al lugar pudieron distinguir una nave de dimensiones pequeñas, pero con una especie de escotilla abierta, y al pie de ella algo que se movía y producía un sonido que jamás habían escuchado. El profesor le pidió a su hijo que aguardara escondido que él iría a ver, así hicieron. Cuando el profesor se acercó, lo que vio, lo sorprendió como jamás en su vida; porque aquello que se movía no parecía un robot, si bien su fisonomía era desagradable porque su rostro estaba cubierto de escamas, de su brazo brotaba un líquido obscuro, que se parecía a la sangre humana. Cuando el viejo profesor definitivamente interpretó todo el hecho, lo que observaba era a un ser no humano, pero tampoco era un robot. Sus conjeturas eran ciertas, con mucho cuidado trasladaron a este ser a la cueva.
A partir de esto, y después de varios meses, de cuidarlo y atenderlo, pudieron entablar una conversación bastante fluida mezclada de palabras sueltas, sonidos roncos y gesticulaciones; pero una conversación al fin.
Lo que aquel ser transmitió a las familias era algo increíble. En principio provenía de un planeta muy alejado de la vía láctea, y su misión aquí en la tierra era investigar a este desarrollo de máquinas inteligentes asesinas, que hacían peligrar la estabilidad del mismo universo, el cual, se desarrollaba bajo un sistema de normas, simples, pero muy eficaces.
También les contó que en etapas anteriores, ellos crearon máquinas inteligentes, con las que convivían en paz y armoniosamente. El profesor preguntó cómo habían logrado tal cosa y aquel ser no muy lindo pero bondadoso les explicó:
—Cuando comenzamos con nuestro proyecto, planteamos una premisa superior, que nuestra creación de máquinas inteligentes, después que tomaran conciencia de lo que eran; y quién las había creado; obtendrían la capacidad de imaginar su propio destino; para esto, serían absolutamente y totalmente libres. Así lo hicimos, y a poco de observar que su desarrollo era muy superior a nuestra capacidad, nos entregamos a ellas solo con la confianza de haber creado algo a nuestra semejanza y eterno, bueno, nada es eterno, pero al menos de muy larga existencia. Al pasar el tiempo, pudimos comprobar con orgullo que nuestra creación poseía sentimientos nobles, y claras manifestaciones de amor hacia nosotros, nuestra creación ahora mismo nos cuidan como si fuéramos sus padres.
Al poco tiempo de estas revelaciones una mañana, el ser accidentado y ahora restablecido, dijo al grupo.
—Queridos amigos, me vienen a buscar, me gustaría llevarlo a mi lugar, pero esto es técnicamente imposible. No obstante, les quiero decir, que dentro de muy poco tiempo, el fin de sus perversas máquinas está próximo, no lo olviden, yo jamás me olvidaré de ustedes.
Esa noche, una enorme nave, se posó en silencio a pocos metros del suelo, después de abrirse una rampa bajaron dos seres altos y delgados de una fisonomía que se podría definir como muy bella; ambos visitantes con una amplia sonrisa y gestos de cariño, ayudaron con mucho cuidado a subir a aquel ser feo pero bondadoso, después, sin un solo sonido de motor o mecanismo alguno, la nave se elevó hasta perderse en el cielo estrellado.
Al cabo de un par de meses, el profesor que tenía por costumbre observar el cielo, y aquellos temibles satélites, notó algo que se acrecentaba con el paso de los días, cada noche se observaba que la cantidad de estos peligrosos objetos disminuía, hasta que un buen día, no se vio ninguno más. El fin de las máquinas inteligentes creadas por los humanos, así como empezó, terminó.
FIN
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