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martes, mayo 14, 2024

TRES PAREJAS Y UN MOZO INDISCRETO

 



Juan Carlos Aguirre Melgarejo, jubilado, ex diplomático, ex profesor de política exterior, separado.

Alejandro Azopardo Martínez, jubilado, ex diputado, ex juez de paz, soltero.

Enrique Zapiola, jubilado, ex empresario textil, viudo.

Los tres amigos compartían la mesa de siempre en un antiguo bar de Boedo, tan antiguo como ellos. La conversación del día se centraba en la situación del continente Africano habiendo sido la cuna de la civilización humana; el día anterior habían desarrollado la compleja situación mundial entre las potencias que poseen armamento nuclear.

—Deberíamos ser todos negros y el mundo sería más equilibrado —dijo Juan Carlos, llamando al mozo para pedir otra vuelta de café.

—Si todos hubiéramos sido negros no hubieran existido los esclavos, ni quien trabajara en las plantaciones de algodón, azúcar y tabaco —respondió Enrique agregando— y probablemente yo no hubiera tenido una fábrica textil, y tampoco estaríamos tomando café.

—Eso que dicen son solo conjeturas imposibles de adivinar, la historia es lineal; es decir un acontecimiento provoca el acontecimiento siguiente, y así hasta el presente. —dijo Alejandro.

—Yo estoy en desacuerdo con esa teoría, en mi opinión el curso de la historia se puede cambiar con cierta facilidad; sólo es necesario tener creatividad y contactos a nivel mundial —retrucó Juan Carlos, retorciendo la punta de su blanco bigote. 

—No es tan simple mi querido amigo, para cambiar el curso de la historia se necesita, contactos, poder y dinero, sin esas tres cosas es imposible. —le respondió Alejandro acomodándose su insustituible moño azul que contrastaba con su impecable camisa celeste..

—Yo creo que para poder cambiar la historia lo único que cuenta es el dinero, con él, se puede comprar voluntades, miles de ellas, cuanto más dinero, más personas se acercarán a palmearte la espalda y las mujeres, no nos olvidemos de ellas, se enamoran de los hombres ricos con más facilidad. —respondió Enrique, entregando al mozo su pasillo vacío, mientras éste servía nuevamente los tres cafés. 

—Las mujeres, tú has dado en el clavo mi apreciado Enrique, si deseamos cambiar el mundo, las mujeres son el problema no la solución, basta con observar a la iglesia, que no por casualidad las han tenido bajo control durante más de dos mil años. —dijo Juan Carlos con una sonrisa irónica retorciendo la otra punta de su bigote. 

—Las mujeres son nuestro sentido de la vida —dijo Alejandro revolviendo su café— sin ellas nuestra existencia sería una tortura indescriptible.

—Miren quien habla —respondió Juan Carlos acomodándose el chaleco— un soltero empedernido.

—A si es, yo jamás he podido conformar una pareja, pero no ha sido por mi culpa, lamentablemente  la mujer que conquistó mi corazón no sentía lo mismo por mí. —dijo Alejandro. 

—Justamente, esa es una de las cuestiones en donde las mujeres nos dominan, nosotros nos enamoramos de ellas, y ellas nos utilizan, y de ser necesario nos descartan sin inmutarse; como van las cosas en menos de cien años el mundo será dominado por las mujeres y nosotros seremos sus esclavos en el mejor de los casos. —enfatizó Juan Carlos.

—No exageres  Juan Carlos —respondió Enrique— pongamos las cosas en su justa medida; durante siglos el hombre ha subyugado a la mujer, y recién ahora les estamos dando el espacio que se merecen, te agregaría, que el problema que estamos teniendo es que cada vez con más intensidad ellas están ocupando cargos que antes fueron cubiertos exclusivamente por nosotros y esto nos inquieta. 

—Así es —reafirmó Alejandro— además debemos reconocer que en muchos aspectos son superiores a nosotros, sin ir más lejos ellas saben enfrentar las contingencias de la vida sin descuidar la crianza de sus hijos, en cambio nuestra idiosincrasia nos hace dar vueltas para afrontar cualquier trabajo que consideramos está por debajo de nuestra capacidad; todos pretendemos ser jefes, pero no indios.

—La verdad estimados amigos —dijo Juan Carlos sonriendo— con hombres como ustedes ellas nos dominarán mucho antes de lo que yo pensaba. 

En el otro extremo del bar, ocuparon una mesa tres señoras mayores, compatibles en edad con los tres integrantes del club de jubilados:

Gloria Rodríguez de Pérez, llevaba un pañuelo de seda azul, ex profesora de música, ahora jubilada y viuda; Sofía Rodríguez de García, ex profesora de literatura, jubilada y viuda, llevaba puesto un suéter de hilo blanco y Blanca Iñiguez, ex empleada,  separada, ahora jubilada, lucía un pulover de cuello alto color negro.

—Estamos en un mundo en donde los jóvenes no desean compromisos, por eso no se quieren casar, no está mal, creo que disfrutan más de la juventud que los de nuestra generación —dijo Blanca llamando al mozo.

—Yo creo que les gusta vivir en una zona de confort adolescente hasta pasando los cuarenta  —respondió Sofía, haciendo reír a sus dos amigas.

—Las equivocadas fuimos nosotras que nos inculcaron el deber de llegar al altar inmaculadas, mientras los hombres iban de fiesta en fiesta. —Dijo Gloria, pidiéndole al mozo te con mazas para tres.

Después de tomar el pedido, el mozo, que era un desfachatado sinvergüenza y estaba aburrido, conociendo a los clientes hacía años, tanto a los tres jubilados como a las señoras, decidió escribir en una servilleta:


Caballero de bigote blanco, invita a la dama de pañuelo azul, a compartir una mesa y separarnos de nuestros respectivos grupos de amigos, con la posibilidad de entablar una conversación, más entretenida.

Cordialmente Juan Carlos.


Cuando el mozo llevó la bandeja con el pedido de las tres señoras, con elegancia y fingido disimulo le entregó a Gloria la servilleta con la esquela; la señora sorprendida, la leyó y después miró detenidamente a la mesa de los tres hombres, pudiendo observar con más detenimiento al de los bigotes blancos. 

—Chicas, no me van a creer esto —dijo Gloria en voz baja doblando la servilleta.

—¿qué pasó? —dijeron al unísono ambas amigas.

—El señor aquel, no miren ahora por favor, de bigote blanco, me ha invitado a que compartamos una mesa —les contó Gloria a sus amigas sonrojada— jamás me ha ocurrido algo así, ¿me pueden decir que debo hacer?.

Blanca con disimulo miró hacia la mesa de los hombres, ubicó al de bigote blanco y después dijo:

—Me parece un excelente partido, es robusto, alto, elegante y buen mozo.

—No digas tonterías Blanca, a mi edad, no me parece lógico. 

—A nuestra edad querida mía, lo más lógico es hacer lo ilógico. —respondió Sofía, las tres señoras rieron.

El mozo, que continuaba con su plan de entretenimiento a bajo costo, ahora redactó otra carta dirigida a Juan Carlos:


Señora de pañuelo azul, lo invita a compartir una mesa para poder charlar de temas entretenidos. 

Gloria


Continuando con su plan, se la dio a Juan Carlos guiñandole el ojo. Cuando Juan Carlos la leyó miró de inmediata a la señora, y quedó impactado al observar a un mujer muy elegante y de rostro jovial; jamás una mujer se le había insinuado en forma tan desinhibida y contundente; quedó perplejo, al punto que no sabía que hacer.

—Jamás me ocurrió algo así en toda mi vida —dijo Juan Carlos entregando la esquela a sus amigos para que la pudieran leer.

—Esto si que es una bomba para alguien que desea mantener a las mujeres alejadas. —le respondió Alejandro con sorna.

—Amerita otra vuelta de café más tres bebidas virtuosas. —dijo Enrique con una sonrisa, llamando al mozo. 

—Sinceramente no creo estar preparado para comenzar una relación, a pesar que debo admitir que la señora es muy atractiva, pero haberme escrito una carta tan directa no me parece muy correcto de su parte. —dijo Juan Carlos a sus amigos, poniendo su mejor cara de diplomático y acomodando el pañuelo del bolsillo superior de su saco. 

—¡Pero vamos hombre!, no le de vueltas al asunto, es una oportunidad única que me encantaría ser el protagonista, ¿que puede usted perder con solo conversar con una dama?. —le respondió Alejandro, pidiéndole al mozo, tres cafés y tres whiskies.

Mientras en la mesa de los hombres, se reflexionaba sobre esta situación; las tres señoras estaban algo más que alborotadas por semejante propuesta, tan directa por parte de un apuesto caballero. 

—Yo creo que debes ir despacio, paso a paso, para saber que intenciones tiene el caballero  —le dijo Blanca a su amiga.

—Chicas, a nuestra edad, yo diría que no hay tiempo que perder, oportunidades así no se dan todos los días  —enfatizó Sofía— pero te recomiendo no demostrar demasiado interés, espera sus movimientos. 

En la mesa de los hombres, Juan Carlos ya había tomado la decisión; después de tomar un buen trago de whisky, se paró decidido y encaró hacia la mesa de las señoras.

—Allí viene, allí viene, es más alto de lo que yo imaginaba —dijo Gloria en voz baja.

—Mantén la calma querida y espera que él hable  —le dijo Sofía. 

—Buenas tardes señoras, me presento, mi nombre es Juan Carlos Aguirre Melgarejo, y he recibido una petición por parte de usted —dijo Juan Carlos mirando a Gloria, la cual no entendió la frase de la petición, pero la esquela era más que clara, y entonces, después de presentarle a sus dos amigas, se puso de pie y le preguntó qué mesa le agradaría ocupar.

—La que usted guste, —le dijo Juan Carlos.

Entonces, la señora tomando su cartera, se dirigió a una frente al ventanal; Juan Carlos con una soltura de diplomático, separó la silla de la mesa para que la señora se pudiera sentar, y después se sentó frente a ella. A partir de ese momento; después de pedirle al mozo té para dos, comenzó una conversación tan fluida y animada que duró el resto de sus vidas; incluyendo, paseos, viajes, idas al teatro, cenas, y lo más importante para una excelente e indestructible relación de pareja. 

Ah; me olvidaba; la misma estrategia utilizó el mozo para con las otras dos parejas, con un resultado asombroso.




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jueves, mayo 09, 2024

EL FALLIDO TRUCO DEL MAGO ORSINI

 


            Esta historia que quiero contarles, corresponde a la época en la que los circos se trasladaban en caravanas formadas por pesados carros tirados por caballos, siempre por caminos de tierra, es decir, hace mucho; mucho; tiempo; tanto; que pocos recuerdan lo que esa noche ocurrió. 


         La enorme carpa del circo iluminada, con sus colores rojo, verde y blanco, hacía crecer el entusiasmo por ver la función a decenas de niñas y niños acompañados por sus padres; todos hablaban en voz alta, gritaban y reían. Un enorme cartel mostraba la principal atracción que se comentaba en periódicos y de boca en boca por todo el país; “El famoso mago Orsini realizará la difícil prueba de teletransportación a su secretaria”.

Cuando la función comenzó, la banda de música irrumpió con su tema tradicional y comenzaron a desfilar acróbatas, trapecistas, equilibristas, payasos y zanqueros, mientras el público reía y festejaba. 

En la carreta del mago, él y su secretaria en la ficción, pero su esposa en la vida real, se preparaban para salir a escena. 

—Después de esta temporada iremos a París, y después a Roma, y por fin realizaremos unas vacaciones por Suiza, ¿te gusta querida? —le dijo el mago a su esposa colocándose su capa y su galera.

—Me encanta amor, por fin has logrado estar en lo más alto de tu carrera —le respondió ella con su atuendo lleno de lentejuelas multicolor— tu nombre ya se puede leer en todos los periódicos de Europa.

—Todo lo que soy mi amor, te lo debo a ti —después de decir esto el mago le dio un beso a su bellísima esposa en los labios. 

El trabajo de los magos consiste en saber realizar un truco que el público no pueda descubrir a pesar de  saber que es un engaño; eso les pasa a los mayores, en cambio a los chicos esta destreza los deja perplejos.

Esa noche el famoso mago Orsini salió al escenario junto a su esposa y recibió un larguísimo recibimiento entre gritos y aplauso, después de realizar algunos trucos menores, como transformar un pañuelo en un conejo que sale de su galera, o hacer que quede suspendida en el aire una mesa con candelabros encendidos; todos esperaban la atracción principal, que consistía en trasladar a su secretaria desde una caja vertical en donde la joven entraba parada, a otra igual ubicada a diez pasos de distancia una de otra.

En un intervalo prolongado en donde se apagaban todas las luces, al encenderlas, las dos cajas doradas aparecieron para el asombro y las exclamaciones del público. 

Con amplios ademanes el mago abrió la pesada cortina de terciopelo azul, luego, la joven muchacha ingresó con gracia y saludando al público, después, el mago completó la primera parte del truco cerrando la cortina de gruesa tela. A partir de ese momento comenzaron a resonar los redoblantes que brindaban una sensación de intriga inigualable; con su varita mágica en la mano, y haciendo volar con elegancia su capa, después de unos instantes, abrió de golpe nuevamente la cortina en donde había ingresado su secretaria y ella ya no estaba, la exclamación del público se escuchó en todo el lugar; a continuación, el joven mago dando unos pasos largos se acercó a la segunda caja, los tambores continuaban sonando; cuando de golpe se detuvieron para que la culminación de la prueba fuera contundente; en la otra caja como es sabido, debía de aparecer la graciosa joven con una amplia sonrisa y el público estallaría en aplausos.

Pero cuando el mago de cara al público, abrió la cortina de terciopelo azul, se llevó la mayor sorpresa de toda su vida, en lugar de escuchar los aplausos, gritos y vivas, solo sintió un profundo silencio; el mago no comprendió en un primer momento que pasaba, pero al mirar a donde debería estar su esposa riendo, no había nadie. En ese momento no pudo entender cómo se produjo el error, pero frente al público no podía hacer nada. El director del circo que estaba atento al espectáculo, entendió que algo falló, y entonces, dio una orden rápida; se apagaron las luces, se retiró de inmediato los accesorios del mago, y cuando se encendieron nuevamente, el escenario se iluminó y el público pudo ver a los payasos haciendo morisquetas y la orquesta tocando la melodía de siempre, esto hizo olvidar la actuación fallida del mago Orsini.

El que jamás pudo olvidar esa función fue el joven mago.

El truco era un viejo y conocido sistema en donde un piso falso se abría para que la persona que desaparecería pudiera trasladarse a la otra caja por debajo del escenario, sin que el público pudiera ver el ardid. Aquella noche el contrariado Orsini supuso que a su mujer le había ocurrido algo allí debajo, cuando fue a ver, no la pudo encontrar, la siguió buscando por todos los rincones del circo, pero su amada esposa no estaba, parecía que el acto de magia esta vez se cumplió, pero quedó a mitad de camino.

Obviamente Orsini tuvo que reconocer que su mujer se había ido de su lado, lo había abandonado; jamás pensó que esa mujer a la que amaba con toda su alma lo dejaría en medio de su actuación como si se hubiera querido burlar de él. 

Los años que siguieron fueron muy difíciles para Orsini, el golpe de haber sido abandonado por su mujer jamás lo pudo superar; esa noche fue la última vez que trabajo de mago, su promisoria carrera ese día se truncó para siempre. 

Después de trabajar de cualquier cosa que le permitiera comer, decidió llevar todas sus pertenencias a su casa familiar que era una mansión abandonada, vieja y llena de ratones, cerca de un pueblo en el sur de Italia. Un enorme carro llegó una mañana y dos corpulentos hombres, bajaron y acomodaron en un amplio galpón todos los accesorios de cuando Orsini trabajaba de mago; entre esas cosas acomodaron las dos cajas con las que Orsini realizó la más amarga actuación de su vida.

Los años pasaron y Orsini fue envejeciendo, solo utilizaba de la enorme y sombría casa una habitación próxima a la cocina; durante el día cuidaba su pequeña quinta, y por las noches frente al fuego, aún recordaba esos días de plenitud y felicidad junto a su mujer; habían pasado cincuenta años, y ese viejo solitario, triste y amargado, todavía podía escuchar el sonido del aplauso de su público y el rostro de su hermosa mujer saludando con su sonrisa inolvidable. 

Una tarde de invierno que estaba cortando leña, sintió un fuerte dolor en su pecho y sus piernas se aflojaron, con dificultad pudo llegar a su casa; pero este episodio le advirtió que su final se aproximaba. Al otro día un impulso inexplicable le hizo ir al galpón en donde se encontraban todas aquellas viejas cosas de su pasado de mago; sobre una mesa, tapada por el polvo, estaba su galera, su vieja capa y la varita mágica con la que había ilusionado a miles de personas; después de colocarse su antiguos atuendos, miró a las dos cajas que todavía sostenían sus telas de terciopelo azul, ahora rasgadas y desteñidas; recordando nítidamente aquella noche. Cansado y enfermo le dio la espalda a esos viejos trastos que constituían su pasado glorioso. Cuando estaba por irse de allí, sintió una voz que recordaba con pasión. 

—Mi amor, ¿qué pasó? 

Cuando se dio vuelta sobresaltado por su emoción, pudo ver parada frente a él, a su grácil y joven esposa, como si para ella el tiempo no hubiera transcurrido que lo miraba con preocupación. Cuando quiso acercarse para hablar, poder abrazarla y comprender lo ocurrido, su corazón no pudo soportar la emoción y se detuvo en ese instante, llevando al menos en sus ojos el rostro de su bella y joven esposa.


OCHO AÑOS DESPUÉS 


El ayudante del notario del pueblo llegó al lugar para poder encontrar al dueño de la finca, el señor Orsini; el joven recorrió la vieja casa abandonada y no vio nada extraño, más allá de telarañas y muebles podridos, por último decidió ir hasta el galpón, cuando entró allí, lo que vio en un primer momento lo espantó. Allí en el piso se veían tendidos dos esqueletos juntos, uno en su mano esquelética sostenía una galera y estaba envuelto en una capa, el otro, más pequeño, lo cubría un vestido de lentejuelas. Lo asombroso e inexplicable, era que estaban tomados de la mano; como si se hubieran quedado dormidos.

Lo que el notario no supo es que la prueba de magia se completó por fin, pero por algún motivo del destino; demasiado tarde.



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sábado, mayo 04, 2024

EL ARTE DE VENDER

 


El espejo le devolvía una figura respetable, su corbata roja perfectamente alineada con el cuello de su camisa blanca, el saco azul oscuro y el pañuelo en el bolsillo al tono de la corbata; una última mirada a sus zapatos bien lustrados; y su pelo negro limpio y corto con la raya al costado. La contextura física de Ignacio que era elegante por ser delgado y alto le brindaba confianza; estaba listo para la entrevista. 

Llegó a la empresa puntual como era su costumbre, subió por el ascensor al piso décimo y cuando entró a la amplísima oficina pudo observar que solo había una secretaria trabajando en su computadora; después de presentarse la joven mujer le dijo que se sentara, que el gerente lo atendería en unos minutos; los minutos de espera fueron cuarenta y cinco, pero para Ignacio el empleo merecía la pena.

Por fin la secretaria lo hizo pasar a otra oficina más pequeña en donde estaba sentado detrás de su escritorio un señor de impecable traje gris y corbata, luciendo un par de gemelos de oro, al igual que su impactante reloj pulsera.

—¿El señor Ignacio García, verdad? —le preguntó ese hombre leyendo el currículum que tenía ante sus ojos, al que no era necesario preguntarle si era el dueño de la empresa, su aspecto lo decía todo.

—Sí señor.

—Tome asiento por favor. —le dijo el gerente recostandose en su sillón, y mirándolo muy seriamente — tiene usted idea señor García de la envergadura de esta empresa.

—Por supuesto señor, es más, yo soy un entusiasta de las carreras de automóviles y conozco toda la historia de la prestigiosa empresa Mercedes Benz y las fantásticas carreras ganadas con el piloto más famoso del mundo nuestro Manuel Fangio, con la inolvidable flecha de plata. —Le dijo Ignacio sonriendo con su cara jovial,  a aquel señor que lo observaba.

—SI, si, perfecto señor García, pero este trabajo es para vender los automóviles de más alta gama que tiene la empresa, a esta agencia vienen personas del extranjero, de mucho dinero, muy exigentes, a comprar una joya de la industria automotriz; poco les importa las carreras del siglo pasado, eso es solo historia; a esta gente usted les está ofreciendo no solo un automóvil, usted les está ofreciendo un símbolo de poder; no se si me entiende. 

—Como no lo voy a entender señor —le dijo Ignacio erguido en su asiento, colocando sus dos manos sobre el escritorio—; toda mi vida he vendido autos.

—No me diga, —le dijo algo sorprendido el gerente— ¿en qué empresa? 

—La última fue en una familiar que llevábamos adelante con un primo mío en la ruta 8 cerca de la autopista del Buen Aire, pero de autos usados. —respondió Ignacio orgulloso. 

El gerente con cara de pocos amigos tomando nuevamente el papel le dijo:

—Mire García, le voy a ser franco, su currículum no cumple con nuestras expectativas, nosotros necesitamos alguien que sepa al menos hablar Inglés, un buen manejo de Excel, algo de contabilidad, e incluso un cierto conocimiento sobre algunos lugares de Buenos Aires, como vinotecas, hoteles, restaurantes exclusivos; es decir, no se ofenda; nuestros vendedores tienen que ser jóvenes de cierta cultura general, que le permita en la negociación de la venta entablar charlas de igual a igual con el cliente; y usted está lejos de eso, no obstante debo decirle que lo único en lo que mide usted bien, es en su presencia, su vestimenta es elegante y sobria.

Ignacio se quedó mirando a su interlocutor siempre con su cara gentil y su sonrisa luminosa y al cabo de unos instantes le dijo.

—Señor, le quisiera pedir una oportunidad, permítame brindarle durante quince días una demostración de mi capacidad como vendedor, si durante ese tiempo yo no concreto ninguna venta, me iré y usted no me debe nada, ¿qué le parece?.

El gerente se le quedó mirando, y también recordando que le habían pedido completar el plantel de vendedores cuanto antes, y no podía conseguir a nadie. Entonces levantándose de su sillón y extendiendo su mano para saludarlo, dijo.

—Trato hecho señor García, usted tiene su oportunidad. 

En el salón de exposiciones de la concesionaria solo se exponía un único automóvil, el Mercedes-AMG E 53 4MATIC + color negro...no pregunten el precio porque es de mala educación, solo diré que es muy elevado. Este dato no es menor, Ignacio lo tenía muy presente, el noventa y cinco por ciento de los compradores efectivos, no preguntan por el valor, excepto para extender el cheque. 

Los primeros dos días Ignacio solo se limitó a observar, sus compañeros de trabajo eran dos jóvenes, compinches ellos, que en ese primer momento lo mantenía al nuevo integrante del equipo a cierta distancia, bastante lejana, ni siquiera se preocuparon en enseñarle el lugar o los procedimientos de trabajo por las posibles ventas, tampoco le dijeron dónde quedaba el baño de los empleados. Esto a Ignacio lo tenía sin cuidado, en un pequeño recorrido descubrió dónde estaba el sanitario, la cafetera y lo más importante; la empleada encargada de extender los recibos de anticipos o compras.

Durante esos dos días pudo notar que sus engreídos compañeros, tenían algunas falencias muy evidentes, una de ellas era hacerles  bromas sutiles a las damas jóvenes que venían solas, de las que contabilizó un total de seis, las señoritas concurrían por la mañana pero ninguna concretó una sola compra. Otra de las notorias características de ellos era que cuando faltaban diez minutos para el fin de la jornada estaban desesperados por irse, y en una oportunidad, llegó un cliente diez minutos antes de cerrar y el desinterés por vender hizo que el posible comprador se fuera muy ofuscado. 

Ignacio después de hacer todos sus análisis decidió comenzar a vender.

Un día viernes, quince minutos antes del cierre, paró en el estacionamiento de la agencia una camioneta embarrada hasta el techo; sus compañeros le pidieron si podía hacerse cargo, en cuanto Ignacio aceptó, ambos desaparecieron. 

De la camioneta bajó un hombre bajo con boina y zapatos de trabajo, al verlo Ignacio imaginó la estrategia de su discurso, cuando entró al local con su mejor sonrisa y predisposición dijo:

—Buenas noches señor, gracias por confiar en nosotros, ¿a quién le va a regalar esta joya insuperable de la mecánica, a su mujer, o a un hijo?.

El señor lo miró muy serio y después respondió:

—¿Cómo sabe usted que quiero este automóvil para regalarlo?.

—Me atreví a decirlo porque usted me parece que no es de las personas que deseen este tipo de automóviles. 

—¿Y por qué no?, si me puede usted decir. —dijo el señor algo molesto. 

—Porque usted es una persona de trabajo que por lo general solo invierte en máquinas, o campos de producción agrícola, o cualquier otra cosa que le permita crecer a su empresa, pero jamás invertiría para usted en un auto de lujo. —el cliente se lo quedó mirando unos instantes, y después dijo.

—Debo decirle que usted es un excelente observador, ha acertado, quiero este vehículo para regalar.

Comprador y vendedor se estrecharon las manos y sonrieron.

—Dígame señor, donde desea usted que se lo entreguemos, con un gran moño blanco en el techo, el cual obviamente corre por nuestra cuenta. —le dijo Ignacio con su cara jovial.

—Bien, —dijo el hombre sacando su chequera—, el de mi hija en un country en Pilar, y el de mi señora en Barrio Norte.

—No entiendo —dijo Ignacio— ¿quiere que lo llevemos a dos lugares?

—Si, obviamente —dijo aquel cliente sin perturbarse— uno es para el cumpleaños de mi señora y el otro es para la fiesta de egresada de mi hija.

Ignacio por poco se cae de espaldas, en tan solo quince minutos pudo vender dos autos de alta gama; cuando le entregó el cheque a la cajera que era una joven muy simpática esta le dijo.

—No te puedo creer, te aseguro que jamás vendimos dos autos en tan poco tiempo, has batido el récord. 

—Es solo un golpe de suerte —le respondió Ignacio con cara de experto. 

A la mañana siguiente Ignacio llegó quince minutos tarde y cuando entró al local estaban esperándolo el gerente y los dos vendedores parados en el medio del salón. 

—Señor García, —comenzó diciendo el gerente—, quiero que le explique en detalle todo lo referente a su excepcional venta de ayer a estos dos sujetos, a ver si aprenden al menos un poco.

Ignacio se sorprendió por la indicación del gerente, pero solo para desquitarse del maltrato de los primeros días por parte de esos dos engreídos, dijo con voz y cara  de experto:  —No se preocupe señor, los voy a sacar buenos.

A partir de esa venta vinieron muchas otras, en su mayoría concretadas por él. Ignacio contaba con una ventaja que él solo sabía; venderle un auto o camionetas usadas a alguien que juntó el dinero durante diez años, es mucho más difícil que al que le sobra el dinero para comprar o incluso regalar un automóvil de altísima gama.

Un lunes por la mañana muy temprano llegó un hombre en una moto de alta cilindrada, sus dos compañeros aún no habían llegado, costumbre muy frecuente en ellos. Después de sacarse el casco el posible comprador, entró al local e Ignacio lo saludó habiendo ya estudiado al candidato y su estrategia de venta.

—Después de una prolongada charla sobre las características del automóvil, caballos de fuerza, torque, tapizado, caja automática y lo principal, su elegancia; Ignacio terminó su discurso diciéndole  en voz baja a su cliente.

—Pero permítame que le diga señor, el grave problema que tiene este vehículo. —el hombre puso cara de intriga y preguntó:

—¿Qué problema tiene?.

—El problema es, que cuando usted llegue a todos los elegantes lugares  a los que frecuenta, manejando esta máquina que es una joya, sus conocidos lo van a envidiar poniéndose verdes; y eso, nuestra firma no puede solucionarlo. 

El hombre se rió con ganas y sacando su tarjeta bancaria Negra de American Express dijo:

—Precisamente para eso lo quiero comprar.




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jueves, mayo 02, 2024

INFORTUNIO

 


El lugar:


Puente Pueyrredón 


Grupo A:


Cientos de manifestantes encapuchados con estandartes y palos, gritando cánticos de protesta y haciendo estallar bombas de estruendo ensordecedoras. 


Grupo B:


Batallón de policías con equipo de disuasión con la orden de no permitir el paso de los manifestantes, con una retaguardia compuesta por 2 carros hidrantes.


Ocasional mediador:


Un vendedor de choripan y cerveza luciendo gorro y remera de boca, con su equipo de trabajo constituido por un carro y su moto; ubicado en una muy mala situación entre ambos grupos, con riesgo cierto de perder todo su capital si se desata la trifulca.


Periodismo:


Un camión blanco, con sus cámaras sobre su techo y el reportero comentando en vivo la tensa situación. 


Conflicto:


El vendedor entendiendo su endeble situación trata a viva voz de apaciguar los ánimos, yendo con gestos desesperados de un lado al otro de los dos grupos en pugna.

En un momento lamentable e inesperado, alguien arroja una piedra que impacta en un policía y lo hiere. Esto desata lo que el humilde vendedor quería evitar, los dos bandos chocan y se entabla una batalla campal en donde vuelan palos y piedras de un lado y perdigones y gases del otro. El primer poderoso chorro de uno de los hidrantes empapa de piez a cabeza al fatigado mediador ocasional, el cuál termina desparramado en el piso.

Después que los manifestantes fueron dispersados, todo volvió a la normalidad; lamentablemente la moto del vendedor quedó destrozada y el carro desapareció del lugar.

En el noticiero de la tarde, el reportero describió todo el incidente y agregó que hubo un solo detenido. En la imagen se observaba a un hombre que era arrastrado tomado de sus brazos por dos policías robustos; se podía apreciar que el infortunado vestía una remera y gorra de boca…si, era el improvisado mediador.



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miércoles, mayo 01, 2024

SOLO UN SUSTO




           Lugar: 

Parada de colectivo en algún lugar del gran Buenos Aires. 


Hora: 5 AM


Personajes:

  1. Una mujer mayor con mochila sobre su pecho, de pelo recogido, que espera el colectivo para ir a su trabajo.

  2. Mujer joven, con mochila en su espalda, y una bolsa en su mano.


—Qué horario horrible para estar esperando el colectivo —le dijo B a A.

—Si, muchas veces sueño en que soy rica y me viene a buscar un remis, y después me río sola, porque si fuera rica, no tendría que seguir yendo a la fábrica —le dice A a B que ríe con ganas.

—Mi sueño es estar casada con un jugador de fútbol y tener que recorrer todo el mundo en avión, y hospedarnos en los hoteles más lujosos; pero todo dura hasta que me llama mi novio que es panadero. —Ahora ríe con ganas A.

Una luz se ve a lo lejos, parece ser de una moto.

—Me parece que estamos jodidas, le dice B a A, esa moto viene del barrio bajo.

—Mantengamos la calma, si son motochorros no pongamos resistencia, mejor es darle todo, le dijo B a A.

Al cabo de unos instantes la moto se acerca y baja la velocidad frente a la parada.

B reconoce al hombre y dice aliviada 

—No te preocupes es mi hijo.

—Hola ma, te vengo a avisar que hay paro de colectivos. 



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HOMBRES DE CORBATA

 



  1. Hombre elegante de corbata azul 

  2. Hombre delgado de corbata roja

  3. Hombre calvo sin corbata de saco de lana tejido.


—El tipo es un vende humo —dijo (A)

—Pero sabes qué pasa, —respondió (B), la plata la puso él.

—Y a mi que carajo me importa —dijo ofuscado (A)

—A mi si me importa, porque si sale mal nos vamos todos al carajo —dijo (B)

—Yo no firmé nada  —dijo (A) con tranquilidad.

—Ahí llega —dijo (B)

(C) entró al bar y se dirigió a la mesa en donde estaban (A) y (B), después de saludarlos se sentó y le pidió al mozo una agua mineral. (A) sacó de su carpeta unos papeles y los colocó sobre la mesa. (C) sin leerlos firmó todo notoriamente nervioso, después (B) le entregó un paquete termosellado en el que se observaban dólares, (C) ocultó el dinero bajo su pullover, tomó un sorbo de agua, saludó a los dos hombres y se retiró. 

(A) y (B) se miraron y (A) dijo:

—Listo, ya entró, ahora solo resta esperar a que no pueda pagar su deuda.




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