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martes, julio 09, 2024

VIAJE AL PASADO (octava entrega)

               Todo lo que estaba en el entorno de Esteban y Juan, se disolvió como si hubieran estado soñando.

De inmediato se encontraron en un lugar de altas montaña, con picos nevados, y una persistente llovizna los mojaba de piez a cabeza; instintivamente quisieron encontrar a sus dos amigas y su familia, pero en ese lugar no había nadie, solo se escuchaba el sonido de un viento persistente y helado. 

—¡Sol, Luna!, ¡¿dónde están?!, —gritó Esteban con un nudo en su garganta.  

—¡Chicas, ¿están por aquí?!  —grito Juan con la esperanza de verlas.


       El enorme metero impactó con la tierra liberando una energía catastrófica, la onda expansiva dio vuelta la tierra en tan solo diez segundos devastando todo a su paso, después, fuertisimos terremotos hicieron temblar la corteza del planeta y casi al mismo tiempo cientos de volcanes se activaron expulsando miles de toneladas de lava.

El pueblo de Sol y Luna desapareció en un instante.






Una profunda amargura inundó a los dos amigos; nada podían hacer; quedaron separados de sus apreciadas amigas y su familia por algo inexpugnable; el tiempo. Comenzaron a caminar sin rumbo por un sendero que bordeaba un precipicio del que no se podía saber su profundidad por estar cubierto de una espesa niebla; siguieron caminando hasta que la llovizna dejó de caer y entre las nubes salió un rayo de sol que iluminó un valle por el cual corría un río. 

—Lo mejor será tratar de bajar al valle —dijo Esteban. 

—Estoy de acuerdo, allí tendremos agua.

El descenso no fue simple, tenían que bajar por una ladera muy empinada que tenía piedras sueltas, un descuido podía llegar a ser fatal; por fin lo lograron y llegaron a un sendero que bordeaba el río mucho más caudaloso de lo que imaginaban. Decidieron caminar río abajo, y al poco tiempo de hacerlo vieron a un hombre anciano sentado sobre una gran piedra en una posición muy especial, tenía sus piernas cruzadas y sus brazos extendidos con los dedos pulgar e índice tocándose. 





Cuando llegaron a un pocos metros, Juan lo saludó, pero el hombre no dijo una sola palabra, después de un rato, bajó sus brazos y sin mirarlos dijo:

—Hola forasteros se que ustedes vienen de muy lejos.

Esteban no entendía cómo supo sin mirarlos que eran dos personas, si el único que habló fue Juan.

—Supe que eran dos personas, porque soy ciego y tengo un olfato muy desarrollado. 

Ambos amigos quedaron perplejos, porque aparte de su desarrollado olfato, sabía lo que pensaban.

¿Usted señor lee la mente?  —preguntó Esteban.

—Así es forasteros, no solo leo la mente, conozco muchas otras cosas, por ejemplo se que ustedes son viajeros del tiempo, hace varios años que supe que vendrían, hoy fue ese día que esperaba con ansias. 

Los dos amigos quedaron sorprendidos por lo dicho de ese hombre ciego, fue una sorpresa, no sabían qué decir. Esteban pensó que lo mejor sería tomarlo como algo normal. 

—¿En qué lugar y tiempo, nos encontramos señor?  —preguntó Esteban.

—Estamos en la época del Emperador Qin Shi Huang, en la región de Yinshan. —Dijo el hombre ciego— les recomiendo que vayan al pueblo que está río abajo, y pidan hablar con el señor Xe, de parte mía, mi nombre es Xu; y digan que usted son los que esperábamos. 

Después de decir esto el anciano se colocó nuevamente en la posición que estaba y no dijo una sola palabra más. 

Los dos amigos se alejaron bastante confundidos, ese encuentro con el anciano fue algo inesperado y muy sorprendente, sumado a que hablaba en su mismo idioma, esto era inexplicable. 

—Estamos en una época de grandes cambios políticos y culturales, de China, —dijo Esteban— es el tiempo de la construcción de la gran muralla para defenderse de los pueblos nómadas del norte, los Xiongnu. 





Es difícil imaginar la construcción de algo tan descomunal para conseguir vivir en paz. Se dice que se utilizaron unos 3900 millones de ladrillos, más otros materiales de relleno, se tardó en realizar varios siglos, durante distintas dinastías siempre con el mismo objetivo, defenderse de los peligrosos invasores. 

—De acuerdo a lo que he leído  —dijo Juan— estamos en el siglo III antes de Cristo. 

—Ahí está el pueblo Juan, no es muy grande, yo diría que viven una veintena de familias.

Cuando llegaron a las primeras casas un grupo de chicos salió a su encuentro recibiendolos como a personas muy conocidas y esperadas; sin que ellos dijeran nada los condujeron a una pequeña casa, una vez allí, los dejaron frente a la puerta y se fueron. 

Cuando la puerta se abrió salió un señor mayor de rostro jovial, el cual se inclinó ante ellos, y después los hizo pasar, pidiéndoles por favor que dejen sus zapatos afuera.





Cuando entraron a ese lugar, reinaba una paz que emocionaba, todos los muebles y objetos de la pequeña casa estaban colocados respetando un equilibrio evidente, un gran ventanal, dejaba observar un patio con una pequeña cascada que caía sobre un pequeño espejo de agua cristalina que emitía un sonido monótono al caer.





El interior de la casa poseía unas divisiones de una madera muy bella y papel traslúcido, el piso también de madera brillaba. 

El hombre los invitó a que se sentaran en el piso en torno a una mesa muy baja, en donde un brasero encendido les permitió que sus prendas se secaran.

Cuando el idioma es un impedimento para la comunicación entre personas, un recurso posible es la representación gráfica de ideas, el dibujo.

Aquel hombre dueño de casa, fue a buscar una pequeña pizarra de madera y una tiza y en ella dibujó a una mujer seguida de un nombre al que pronunció en voz alta, “Jiu”.

Inmediatamente de otra habitación se acercó una señora con cuatro tazas de té; al colocar la fuente en la mesa, el señor dijo: “Jiu”, e indicándose a sí mismo dijo “Xe”. Esteban interpretó perfectamente la presentación y después dijo:

—Yo me llamo Antonio y mi amigo, Juan.

Xe, sonrió satisfecho, y después todos disfrutaron de esa sabrosa y aromática infusión con gusto a miel.

Cuando terminaron, la mujer se retiró con las tazas después de hacer una cordial reverencia. 

El dueño de casa se puso de pie y se paró frente a un altar, que tenía una esfinge rodeada de flores y encendió una vela; después hizo una reverencia. Al regresar a la mesa dibujo en la pizarra una luna en cuarto menguante, otra en cuarto naciente y otra llena, después un sol, y por último una flecha que llegaba a un círculo. Cuando terminó de dibujar, miró a ambos y los señaló con su mano, y después señaló ese círculo en su dibujo, que debería ser un planeta.

Los dos amigos entendieron la pregunta y se miraron para establecer una respuesta razonable. 

—Si señor Xe, venimos de lejos —como Esteban sabía que no entendía su idioma, señaló con su dedo ese pequeño círculo de la pizarra y sonrió. 

Esto provocó para Xe una profunda satisfacción y alegría que se vio reflejada en su rostro. Después dibujó a dos niñas y escribió dos palabras diciendo en voz alta “Fen, An”, desde una de las paredes de la habitación se deslizó un liviano panel y se hicieron ver dos mujeres muy jóvenes, evidentemente eran las hijas de Xe.





Cuando los dos amigos las vieron,  nuevamente el contacto de sus miradas les provocó la curiosa sensación de que ya las conocían desde hace mucho tiempo.


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lunes, julio 08, 2024

VIAJE AL PASADO (novena entrega)

              Tanto Esteban como Juan estaban experimentando una serie de hechos muy traumáticos y a su vez sorprendentes; de un momento a otro perdieron una familia a la que apreciaban, la de Sol y Luna; después, el reloj los transporta a un lugar a miles de kilómetros de distancia del anterior y en un momento del pasado también a miles de años, o siglos de separación; sumado a la absoluta sorpresa de ser recibidos como visitantes a los que se estaba esperando; incluso el hombre anciano, se refirió a ellos como viajeros del tiempo; y para colmar todas las expectativas les presentan a dos chicas, hermanas, a semejanza de Sol y Luna, por las que sintieron una sensación de haberlas conocido desde hace mucho tiempo. Pero ninguno de los dos estuvo jamás en algún lugar de Oriente.

Después de la reunión con el señor Xe, un criado o ayudante de la casa los llevó a otra casa muy similar, en donde le explicaron siempre con señas, que allí podían vivir.

—Creo que por hoy tengo suficiente —dijo Juan exausto— me acostaré a descansar, no sé tú. 

—Yo también  —dijo Esteban abrumado— este día ha sido demasiado para mí, tengo sensaciones mezcladas entre tristeza y asombro.

 


Algo de historia que debemos saber y también convendría ampliar, porque son hechos deslumbrantes realizados por la inteligencia y tenacidad del hombre.


Uno de los productos que se desarrolló en tiempos remotos del pueblo Chino, fue la seda, cuya fibra la produce un insecto, el gusano de seda (Bombyx mori). Las características de las telas de seda, gracias a su altísima calidad y prestaciones, ha sido un producto codiciado en todo el mundo, hasta el presente.

Pero su comercialización no solo benefició a sus productores, también permitió el desarrollo de otros aspectos que beneficiaron a China. 

Con el nombre de “ruta de la seda” se entiende el desarrollo que su comercialización provocó en otras regiones; y como esto benefició a China dándole: Prosperidad económica, desarrollo de ciudades, intercambio de tecnologías, difusión de la cultura China, enriquecimiento cultural, fortalecimiento del imperio, expansión territorial, relaciones diplomáticas etc. 

Es muy impresionante lo que un pequeño e insignificante gusano ha hecho con su trabajo diario e ininterrumpido a una cultura milenaria como la  China.





Otra de las cosas que formaban parte de la cultura China era tomar té; pero no se tomaba como una degustación, cumplía otras funciones. 

El té era mucho más que una simple bebida. Era un símbolo de salud, conexión con la naturaleza y simplicidad.

Un descubrimiento Chino fue la pólvora, este explosivo trasladado por la ruta de la seda provocó acontecimientos trascendentales. Al principio se utilizó con fines festivos pero rápidamente se convirtió en un poderoso elemento con fines bélicos.

Su impacto en la historia fue muy importante en la guerra, en la industria y en la colonización. 

En aquellos remotos tiempos de la historia de China se desarrollaron muchas cosas de importancia y magnitud como lo son:

La pólvora, el papel, la imprenta y la brújula. 

La gran muralla, su construcción, propósito y significado.

La ruta de la seda cómo conectó a China con el resto del mundo.

La filosofía confuciana y su influencia en la sociedad china.



A este mundo de cambios y desarrollos de muchísima importancia desembarcaron Esteban y Juan de su viaje por el tiempo. Pero por esas cosas del destino, el pueblo que les tocó en suerte, o porque alguien desconocido lo quiso así, ciertas personas influyentes, tal vez por sus creencias religiosas, esperaban su llegada. Para ellos eran viajeros del tiempo, desde un primer momento los trataron como personas de la nobleza. 





Cuando despertaron esa mañana, en sus habitaciones entraba una luz agradable y una brisa con aroma a flores silvestres, una amplia ventana les permitía ver un valle verde entre montañas que era excepcional.

Un joven asistente se presentó y les indicó el lugar donde había una gran piscina con agua tibia para que pudieran asearse, después los agasajó con un desayuno compuesto por una sopa espesa exquisita y frutas, luego apareció otro asistente con un par de prendas para vestirlos. 





Cuando estuvieron listos, los dos asistentes, los condujeron por una callejuelas del pueblo que eran muy pintorescas hasta llegar a una casa muy antigua, cuando entraron estaba el señor Xe, que los saludó inclinándose con mucho respeto; los dos amigos reiteraron el saludo también inclinándose y después los hizo pasar a un amplio recinto en donde había una señora y tres hombres todos mayores. De inmediato los cuatro se inclinaron ante su presencia y Esteban y Juan reiteraron el saludo respetuosamente.

El señor Xe, después se retiró dejando al grupo a solas. Lo que ocurrió allí, los dos amigos ni remotamente se lo podrían llegar a imaginar; estas cuatro personas podían intercambiar frases e ideas con ellos sin hablar, solo mirándolos a los ojos.

“Los estamos esperando desde hace muchísimos años” —dijo la señora.

“Estamos agradecidos por su visita” —dijo el más anciano. 

Esteban miró a Juan, absorto, y le dijo en voz baja:

—Lo mejor será decir toda la verdad, creo que estas personas poseen una mente muy superior.

—Coincido Esteban, cuenta toda la historia con lujo de detalles. 

“Eso es lo que pretendemos conocer de ustedes, viajeros del tiempo”, dijo el señor más alto sin hablar, solo mirando a Esteban.

Después que Esteban contó toda la experiencia desde el descubrimiento del reloj incluido lo vivido con Sol y Luna; los cuatro ancianos se miraron y nuevamente la señora dijo:

“Son muchas las cosas que queremos preguntarles, pero en primer lugar quisiéramos conocer ese artefacto al que ustedes le dicen reloj”.

Esteban de inmediato lo sacó de su bolsillo y se los mostró al grupo; estos, lo miraron sin tocarlo como quien observa una revelación astral.

“Ustedes han sido elegidos por el dueño del universo”, dijo sin hablar el señor más alto. 

“Son muy afortunados por haber sido elegidos”,  —dijo el señor que hasta ese momento no había hablado— “pero la responsabilidad que el dueño de todo les ha dado, no deja de ser una carga enorme”.

“Creemos que sí”  —dijo Esteban— “pero cuando decidimos hacerlo, éramos mayores como ustedes, y no teníamos nada que perder, sin embargo, aún no somos muy conscientes de que debemos hacer, que es lo más correcto”.

“Lo más correcto es hacer todo lo que sus nobles corazones les indiquen”  —dijo el hombre más anciano— “el dueño de todo les dio esa responsabilidad por algún motivo.

“Creo que tenemos mucho tiempo para saber más cosas”, —dijo la señora— “no queremos agotarlos, ustedes son nuestros huéspedes. Nuestra única inquietud, es saber qué cosas son las mejores para nuestro pueblo, con eso nos conformamos, no nos interesa ni el poder de la naturaleza, u otra riqueza, somos personas de bien que pretendemos que nuestras familias sean felices viviendo de lo que la naturaleza nos brinda”. 

“De nuestra parte, les diremos todo aquello que sabemos”  —dijo Juan.

“Nos gustaría en primer lugar que las hijas del señor Xe les muestren todo nuestro pueblo, —dijo el señor más alto— “y el trabajo que hacemos, también queremos que vean nuestro proyecto más ambicioso, la muralla, que no se terminará durante nuestras vidas. Por ahora nada más, esperamos que su estadía sea confortable”.

Después de terminada la reunión, el señor Xe, vino a buscarlos y les indicó que el almuerzo estaba preparado en su casa.








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domingo, julio 07, 2024

VIAJE AL PASADO (décima entrega)

             Esa mañana el día se presentó magnífico, el sol calentaba los campos verdes y ondulados y las montañas se veían imponentes. Las dos hijas del señor Xe, Fen y An, montadas en dos bellísimos caballos, fueron a buscar muy temprano a Esteban y Juan con dos potros para ellos.





Los cuatro salieron a recorrer la comarca; lo primero que les impactó a Esteban y Jusn, fue el esmero y cuidado con el que los campesinos trabajaban la tierra y cuidaban sus cultivos; todo el lugar se aprovechaba con esmero; se podía sentir el amor que esos campesinos le tenían a su tierra. Trabajar la tierra era fundamental para la subsistencia de las familias.





Tanto Fen como An, tenían la sorprendente capacidad de comunicarse con su mente y sus señas. Resultaron ser dos simpáticas y magníficas anfitrionas, eran muy inteligentes, y sus comentarios eran muy didácticos para los jóvenes forasteros. 

Después de recorrer varios kilómetros de campos agrícolas, también visitaron lugares en donde se criaban ovejas.





Después de cruzar un río caudaloso, atravesaron un campo de ripio y llegaron a un lugar en donde se construía un nuevo pueblo, varios obreros con mucho esmero y conocimiento de su profesión; levantaban muros de ladrillos mientras otros hombres que eran carpinteros, preparaban grandes vigas de madera y tallados exquisitos. El trabajo era febril con la pasión de aquellos que aman su profesión. 






Al mediodía Fen y An les dijeron que comerían algo que ellas trajeron; a la sombra de un frondoso árbol extendieron una manta en el piso, y la hermanas sirvieron algo para comer y tomar. La charla fue muy agradable, las chicas le explicaron con lujo de detalles cómo era la vida cotidiana de su pueblo, sus fiestas, sus costumbres. La fiesta que más disfrutaban era la fiesta de la primavera, porque todas las familias realizaban comidas en el campo y todo renacía y estallaba en miles de colores y fragancias, hasta los pájaros y las abejas estaban felices. 

Por el camino que descendía de las montañas, vieron llegar un hombre montado en su imponente corcel, el cual tenía un aspecto muy gallardo e imponente; era el jefe de los guerreros que vigilaban la construcción de la gran muralla; cuando pasó frente a los jóvenes se detuvo para saludar a las dos hermanas y enviarle un saludo a su padre.





Las chicas le presentaron a sus visitantes diciendo que venían de muy lejos. El soldado después de saludarlos respetuosamente les dijo que fueran a visitar la construcción, la cual no estaba lejos de allí. 

Las hermanas le explicaron a Esteban y Juan, en qué consistía la gran muralla y con qué fin la realizaban; no se imaginaban que sus visitas sabían mucho más sobre la gran muralla que ellas.





“Antes de ir a la muralla, nos queda de paso la casa de una de nuestras mejores amigas, —dijo Fen sin hablar con solo mirar a los ojos de los forasteros— “el padre es un señor que trabaja de algo que todos aquí respetamos”

—Que trabajo es ese  —preguntó Juan con curiosidad.

—Trabaja pensando  —dijo con naturalidad An.

—¿pensando?  —dijo asombrado Esteban.

“Si, pensando, el señor piensa y medita que debemos hacer para que todo nuestro pueblo viva cada día mejor, y nuestra descendencia mejor aún que nosotros”. —dijo Fen— “el padre de nuestra amiga que es muy respetado en la comarca, nos ha dicho que en el futuro, las mujeres serán iguales a los hombres; esta creencia le trajo muchos problemas, porque todos sabemos que el hombre es superior a la mujer, es el proveedor, y nosotras debemos de respetar su autoridad; pero más allá de eso el señor es un ejemplo; con sus propias manos construyó su casa la cual nos explicó que la realizó pensando en la elegancia que no es lo mismo que la opulencia. Cuando la vean se darán cuenta.

Después de recorrer un sendero entre plantaciones y pequeños bosques, pasaron frente a un pastor que  cuidaba sus ovejas.

“Allí está” —dijo Fen señalando una pequeña cabaña, rodeada de arbustos.

Cuando se acercaban a la casa, su ingreso era por un camino de piedras, flanqueado por plantas y flores que guardaban un orden muy singular, parecía que tuviera una melodía invisible. Del interior de la casa salió una chica corriendo y abrazó con alegría a Fen y An. Después de realizar una reverencia a Esteban y Juan, dijo en su idioma:

—¡Adelante!, ¡adelante!, sean bienvenidos.

Al entrar a esa casa ambos amigos comprendieron a qué se refería Fen, con eso de la elegancia: todo lo que allí había estaba colocado en un orden espacial muy estudiado, nada quedaba librado al azar, todos los muebles y alfombras tenían su espacio; tampoco había cosas sueltas por cualquier lugar; todo estaba en perfecto orden y equilibrio, pero no era una casa lujosa, todos los muebles eran de madera muy rústicos, con algunos tallados muy simples.





Un señor apareció con una niña en sus brazos junto a una mujer, eran los padres de la amiga de Fen y An. Después de las presentaciones, el dueño de casa los hizo pasar a una galería trasera desde la que se apreciaba un jardín en el cual parecía que la naturaleza se hubiera concentrado allí para realizar un obra de arte; todo brindaba una sensación de paz enorme, incluidos un pequeñísimo pájaros amarillos que disfrutaban bañándose en una fuente.





En esa galería la familia anfitriona sirvió el té y después el dueño de casa utilizó a Fen y An como traductoras y les preguntó a los forasteros:

 —¿Les gusta la comarca? 

—Lo que hemos visto hasta ahora, incluyendo su hermosa casa, nos ha parecido todo muy sorprendente  —dijo Esteban.

—¿Han visto ya la construcción de la muralla?

—Aún no, pero iremos a verla.

—Es nuestro proyecto más ambicioso,  —dijo el padre—  lo estamos realizando para el hombre del futuro, cuando esté terminada tendrá aproximadamente más de 40.000 Li. Pero cuando los que nos siguen la terminen, sus familias podrán vivir en paz sin el peligro del ataque de los nómades del norte, los Xiongnu.

La charla continuó muy amena y el señor se dio cuenta que los amigos forasteros sabían muchas cosas que a él le interesaba, por ese motivo los invitó para que regresaran, lo antes posible, para hablar más sobre el trabajo que él realizaba.

Después de despedirse de esa hermosa familia, la cual se quedó en la puerta de su casa saludando a los cuatro invitados; continuaron su viaje rumbo a la muralla. 

—Llegaremos de noche a la construcción  —dijo Fen.

—Entonces no veremos cómo es el trabajo que allí se realiza  —dijo Esteban. 

—Podremos verlo, porque se trabaja de día y de noche  —respondió An.

Cuando el sol terminó de caer, comenzaron a subir por un estrecho sendero realizado por una ladera; cuando llegaron a una superficie plana, desmontaron; desde allí se podía ver toda la construcción. 

Era algo inimaginable, como mínimo se observaban a cien hombres que transportaban en pesados carros, ladrillos, piedras y tierra, pasando entre enormes fogatas que iluminaban toda el área en donde la actividad era febril, como si se tuviera que terminar mañana. En las cercanías, los hornos de ladrillos con sus columnas de humo, le brindaban a la obra la sensación de ser un coloso insuperable. 

Esteban y Juan quedaron absortos ante semejante esfuerzo humano. Si bien conocían la historia y el motivo de la construcción de la gran muralla China, verla en plena construcción, les resultó algo muy superior a lo pensado.

Al regreso, recorrieron una tramo de la muralla terminada. Verla recién concluida fue para Esteban y Juan, un privilegio que no hubieran imaginado en toda su vida, privilegio que les brindó ese misterioso reloj que alguien, por algún motivo, lo arrojó al océano. 






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sábado, julio 06, 2024

VIAJE AL PASADO (decima primer entrega)

                A la mañana siguiente, muy temprano,  recién despuntado el sol, unos fuertes golpes en la puerta de la casa de Esteban y Juan los despertó sobresaltados; cuando abrieron, el padre de Fen y An, junto con los cuatro ancianos del consejo estaban parados con cara de angustia y preocupación. La señora mayor les dijo:

—Necesitamos que se presenten de inmediato ante el emperador, una carroza los está esperando para llevarlos, quiere verlos mañana mismo.

—Se ha enterado, no sabemos cómo, que ustedes son viajeros del tiempo, —dijo el hombre mayor con su voz agitada—  si mañana no están en su presencia, vendrán a matarnos a nosotros.

—¿Por qué harían algo así? —preguntó Juan angustiado. 

—Porque ocultar algo de tanta importancia es considerado una traición y eso solo se paga con la muerte  —dijo el anciano. 

Los dos amigos acataron de inmediato lo que le indicaron; cuando salieron a la calle, los esperaban veinte robustos soldados cuyas armas y sus caras infundían muchísimo respeto. Después de subir a la carroza, la misma junto con la custodia, salió rápidamente sin otro trámite. 

—Esto no me lo esperaba  —dijo Esteban, comprobando que llevaba el reloj en su bolsillo. 

—Yo tampoco —dijo Juan—, ¿qué le diremos al emperador?… que por lo que veo, maneja la comarca con mano de hierro… ¿Qué pasará si no queda conforme con lo que le decimos?

—Lo mejor es decir la verdad —dijo Esteban… o al menos gran parte de la verdad.


En la antigua China existían creencias como el Yin y el Yang que incluso llegan hasta nuestros días y es muy difícil no estar de acuerdo; también la creencia de la vida después de la muerte para lo cual se pensaba que había que estar preparado. Eso mismo pensaba el emperador Qin Shi Huang, para lo cual se estaba preparando con anticipación, prueba de ello es la realización del impresionante “Ejército de terracota” que consistió en realizar en arcilla cocida 8000 estatuas emulando soldados, más carros y caballos, en un tamaño algo mayor a lo normal, con la peculiaridad y laboriosidad artística de ser todas sus caras y gestos distintos. 








El viaje para ver al emperador fue vertiginoso, solo se detenían en puestos ubicados a lo largo de caminos polvorientos para realizar un recambio de los caballos y después se continuaba raudamente.

Un sirviente les trajo en dos oportunidades a Esteban y Juan algo para comer y tomar, sin decir una sola palabra. 

Al atardecer del segundo día el viaje concluyó, dos soldados le indicaron que los acompañaran; cuando Esteban y Juan vieron el exterior del palacio del emperador se sorprendieron por su magnificencia.





Para llegar al lugar donde se encontraba la máxima autoridad, tuvieron que atravesar no menos de seis puertas, las cuales estaban custodiadas por muchos soldados. Por fin llegaron a una sala no muy grande en donde los hicieron esperar. Cuando se abrió la última puerta pudieron ver al final de una larga alfombra que debían recorrer, a un hombre sentado en una lujosa poltrona, custodiado por diez soldados fuertemente armados.






Los dos soldados que acompañaban a Esteban y Juan, le indicaron que se acercaran al emperador; cuando estuvieron a pocos metros, este levantó su mano para indicarles que se detuvieran; en ese momento los dos amigos se inclinaron con respeto, después con un gesto casi imperceptible de su cabeza el poderoso emperador hizo que un hombre se acercara, era el traductor, también con la extraña capacidad de comunicarse solo con su mente.

—Dice el emperador Qin, si ustedes son en verdad viajeros del tiempo, y si es así, que lo demuestren de algún modo.

Esteban y Juan quedaron algo descolocados con la pregunta; porque en un primer momento no sabían cómo dar prueba de su origen del futuro. Fue entonces que a Esteban se le ocurrió decir esto:

—Señor emperador, lo único que podemos dar como prueba es nuestra palabra, sobre hechos que para ustedes aún no han ocurrido, por lo cual es muy difícil, que nos puedan creer, no obstante solo diré dos cosas. La primera es que su ambicioso proyecto de la construcción de la gran muralla, tardará mucho tiempo en ser terminada, pero lograrán el objetivo propuesto, y quedará como un legado indeleble de su tenacidad y esfuerzo como ejemplo para los pueblos de todo el mundo; pueblos con los que ustedes se relacionarán gracias a la ruta de la seda extendiendo mucho más su prestigio.

Y lo segundo que le puedo decir es, que usted tiene garantizada su existencia en el más allá gracias a ese ejército que está formando para que lo acompañe.

Después que Esteban terminó de decir esto, el emperador, durante un buen rato mantuvo su cara inexpresiva; esto no le brindaba mucha confianza a los dos amigos, existía el riesgo que los tomaran como unos farsantes con consecuencias muy riesgosas. Pero por fin aquel poderoso hombre inmutable sonrió y todos los allí presentes también. Después por intermedio del traductor dijo:

—El emperador quiere saber, cómo saben de su ejército de terracota, si el mismo es un secreto, solo lo conocen los artistas que allí trabajan, que no pueden salir de los talleres, ni siquiera para estar con sus familias hasta que la labor esté terminada.

—Su secreto señor emperador  —dijo Juan, que había estudiado mucho sobre ese tema— se descubrió después de muchísimo tiempo, para ser preciso tuvieron que transcurrir, ochocientos treinta y nueve mil quinientos amaneceres, fue descubierto por casualidad por unos agricultores que trabajaban precisamente aquí. 

El emperador después de esta respuesta se puso de pie y le dijo a Esteban y Juan que lo acompañaran a tomar el té; lo hicieron en un jardín que parecía un sueño en la tierra. Esa reunión fue muy confidencial entre el poderoso hombre y los ahora reconocidos viajeros del tiempo, el emperador dio la orden a su custodia que se mantuvieran lejos, excepto a su traductor.

—El emperador quiere saber algo del futuro que puedan contarle que sea deslumbrante. 

Esteban se quedó pensando unos instantes y después dijo lo siguiente:

—Quizás señor emperador podamos aprender juntos con respecto a un tema de gran importancia,  nuestras generaciones del futuro no se ponen de acuerdo si ustedes conocen o no a un enorme lugar en la tierra que está donde cae el sol, aquí en la tierra, después del océano. 

Cuando el traductor le dijo esto al emperador éste contestó:

—Sabemos que el mundo que pisamos no termina en el horizonte, pero algunas expediciones que hemos enviado a explorar jamás regresan, por esto no quisimos insistir para no molestar a la naturaleza, mucho es lo que tenemos que hacer aquí mismo.

—-Comprendo señor emperador, si usted lo desea puedo decirle sobre ese interrogante.

—El emperador dice, —dijo el traductor— que prefiere no saber para dejar las cosas en su lugar, no es aconsejable levantar ciertas piedras.

—Comprendemos perfectamente señor, —dijo Esteban— si lo desea puedo decirle algo sobre la luna.

—Hazlo —dijo el traductor— el emperador quiere saber.

—Después de mucho esfuerzo y perseverancia, —dijo Esteban— el hombre pudo pisar la luna, y debo decirle que su pueblo, también lo logró. 

—¿Cómo pudimos lograr tal cosa? preguntó intrigado el emperador, mirando a los ojos a los viajeros.

—Aunque usted no lo crea, la pólvora que ustedes utilizan para sus festejos, se fue perfeccionando a un grado extremo tal, que se hicieron enormes flechas de acero, que se lanzaron desde la tierra y pudieron llegar a la luna con tripulantes a bordo.

El emperador, después de esta revelación quedó extasiado a tal punto que les dijo a los viajeros si querían quedarse a vivir en su palacio, que serían tratados como consejeros, en la misma condición que sus propios hijos.

Ambos amigos se miraron, pero una decisión así deberían de evaluarla con calma, porque ser un consejero en la antigua China, implicaba también asumir grandes responsabilidades en un mundo de enfrentamientos bélicos constantes.

—Le pedimos con todo respeto señor emperador, —dijo Juan— que nos permita evaluar su ofrecimiento. 

—Por supuesto —dijo el emperador distendido—, no obstante esta noche y mañana serán mis anfitriones.


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