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jueves, mayo 09, 2024

EL FALLIDO TRUCO DEL MAGO ORSINI

 


            Esta historia que quiero contarles, corresponde a la época en la que los circos se trasladaban en caravanas formadas por pesados carros tirados por caballos, siempre por caminos de tierra, es decir, hace mucho; mucho; tiempo; tanto; que pocos recuerdan lo que esa noche ocurrió. 


         La enorme carpa del circo iluminada, con sus colores rojo, verde y blanco, hacía crecer el entusiasmo por ver la función a decenas de niñas y niños acompañados por sus padres; todos hablaban en voz alta, gritaban y reían. Un enorme cartel mostraba la principal atracción que se comentaba en periódicos y de boca en boca por todo el país; “El famoso mago Orsini realizará la difícil prueba de teletransportación a su secretaria”.

Cuando la función comenzó, la banda de música irrumpió con su tema tradicional y comenzaron a desfilar acróbatas, trapecistas, equilibristas, payasos y zanqueros, mientras el público reía y festejaba. 

En la carreta del mago, él y su secretaria en la ficción, pero su esposa en la vida real, se preparaban para salir a escena. 

—Después de esta temporada iremos a París, y después a Roma, y por fin realizaremos unas vacaciones por Suiza, ¿te gusta querida? —le dijo el mago a su esposa colocándose su capa y su galera.

—Me encanta amor, por fin has logrado estar en lo más alto de tu carrera —le respondió ella con su atuendo lleno de lentejuelas multicolor— tu nombre ya se puede leer en todos los periódicos de Europa.

—Todo lo que soy mi amor, te lo debo a ti —después de decir esto el mago le dio un beso a su bellísima esposa en los labios. 

El trabajo de los magos consiste en saber realizar un truco que el público no pueda descubrir a pesar de  saber que es un engaño; eso les pasa a los mayores, en cambio a los chicos esta destreza los deja perplejos.

Esa noche el famoso mago Orsini salió al escenario junto a su esposa y recibió un larguísimo recibimiento entre gritos y aplauso, después de realizar algunos trucos menores, como transformar un pañuelo en un conejo que sale de su galera, o hacer que quede suspendida en el aire una mesa con candelabros encendidos; todos esperaban la atracción principal, que consistía en trasladar a su secretaria desde una caja vertical en donde la joven entraba parada, a otra igual ubicada a diez pasos de distancia una de otra.

En un intervalo prolongado en donde se apagaban todas las luces, al encenderlas, las dos cajas doradas aparecieron para el asombro y las exclamaciones del público. 

Con amplios ademanes el mago abrió la pesada cortina de terciopelo azul, luego, la joven muchacha ingresó con gracia y saludando al público, después, el mago completó la primera parte del truco cerrando la cortina de gruesa tela. A partir de ese momento comenzaron a resonar los redoblantes que brindaban una sensación de intriga inigualable; con su varita mágica en la mano, y haciendo volar con elegancia su capa, después de unos instantes, abrió de golpe nuevamente la cortina en donde había ingresado su secretaria y ella ya no estaba, la exclamación del público se escuchó en todo el lugar; a continuación, el joven mago dando unos pasos largos se acercó a la segunda caja, los tambores continuaban sonando; cuando de golpe se detuvieron para que la culminación de la prueba fuera contundente; en la otra caja como es sabido, debía de aparecer la graciosa joven con una amplia sonrisa y el público estallaría en aplausos.

Pero cuando el mago de cara al público, abrió la cortina de terciopelo azul, se llevó la mayor sorpresa de toda su vida, en lugar de escuchar los aplausos, gritos y vivas, solo sintió un profundo silencio; el mago no comprendió en un primer momento que pasaba, pero al mirar a donde debería estar su esposa riendo, no había nadie. En ese momento no pudo entender cómo se produjo el error, pero frente al público no podía hacer nada. El director del circo que estaba atento al espectáculo, entendió que algo falló, y entonces, dio una orden rápida; se apagaron las luces, se retiró de inmediato los accesorios del mago, y cuando se encendieron nuevamente, el escenario se iluminó y el público pudo ver a los payasos haciendo morisquetas y la orquesta tocando la melodía de siempre, esto hizo olvidar la actuación fallida del mago Orsini.

El que jamás pudo olvidar esa función fue el joven mago.

El truco era un viejo y conocido sistema en donde un piso falso se abría para que la persona que desaparecería pudiera trasladarse a la otra caja por debajo del escenario, sin que el público pudiera ver el ardid. Aquella noche el contrariado Orsini supuso que a su mujer le había ocurrido algo allí debajo, cuando fue a ver, no la pudo encontrar, la siguió buscando por todos los rincones del circo, pero su amada esposa no estaba, parecía que el acto de magia esta vez se cumplió, pero quedó a mitad de camino.

Obviamente Orsini tuvo que reconocer que su mujer se había ido de su lado, lo había abandonado; jamás pensó que esa mujer a la que amaba con toda su alma lo dejaría en medio de su actuación como si se hubiera querido burlar de él. 

Los años que siguieron fueron muy difíciles para Orsini, el golpe de haber sido abandonado por su mujer jamás lo pudo superar; esa noche fue la última vez que trabajo de mago, su promisoria carrera ese día se truncó para siempre. 

Después de trabajar de cualquier cosa que le permitiera comer, decidió llevar todas sus pertenencias a su casa familiar que era una mansión abandonada, vieja y llena de ratones, cerca de un pueblo en el sur de Italia. Un enorme carro llegó una mañana y dos corpulentos hombres, bajaron y acomodaron en un amplio galpón todos los accesorios de cuando Orsini trabajaba de mago; entre esas cosas acomodaron las dos cajas con las que Orsini realizó la más amarga actuación de su vida.

Los años pasaron y Orsini fue envejeciendo, solo utilizaba de la enorme y sombría casa una habitación próxima a la cocina; durante el día cuidaba su pequeña quinta, y por las noches frente al fuego, aún recordaba esos días de plenitud y felicidad junto a su mujer; habían pasado cincuenta años, y ese viejo solitario, triste y amargado, todavía podía escuchar el sonido del aplauso de su público y el rostro de su hermosa mujer saludando con su sonrisa inolvidable. 

Una tarde de invierno que estaba cortando leña, sintió un fuerte dolor en su pecho y sus piernas se aflojaron, con dificultad pudo llegar a su casa; pero este episodio le advirtió que su final se aproximaba. Al otro día un impulso inexplicable le hizo ir al galpón en donde se encontraban todas aquellas viejas cosas de su pasado de mago; sobre una mesa, tapada por el polvo, estaba su galera, su vieja capa y la varita mágica con la que había ilusionado a miles de personas; después de colocarse su antiguos atuendos, miró a las dos cajas que todavía sostenían sus telas de terciopelo azul, ahora rasgadas y desteñidas; recordando nítidamente aquella noche. Cansado y enfermo le dio la espalda a esos viejos trastos que constituían su pasado glorioso. Cuando estaba por irse de allí, sintió una voz que recordaba con pasión. 

—Mi amor, ¿qué pasó? 

Cuando se dio vuelta sobresaltado por su emoción, pudo ver parada frente a él, a su grácil y joven esposa, como si para ella el tiempo no hubiera transcurrido que lo miraba con preocupación. Cuando quiso acercarse para hablar, poder abrazarla y comprender lo ocurrido, su corazón no pudo soportar la emoción y se detuvo en ese instante, llevando al menos en sus ojos el rostro de su bella y joven esposa.


OCHO AÑOS DESPUÉS 


El ayudante del notario del pueblo llegó al lugar para poder encontrar al dueño de la finca, el señor Orsini; el joven recorrió la vieja casa abandonada y no vio nada extraño, más allá de telarañas y muebles podridos, por último decidió ir hasta el galpón, cuando entró allí, lo que vio en un primer momento lo espantó. Allí en el piso se veían tendidos dos esqueletos juntos, uno en su mano esquelética sostenía una galera y estaba envuelto en una capa, el otro, más pequeño, lo cubría un vestido de lentejuelas. Lo asombroso e inexplicable, era que estaban tomados de la mano; como si se hubieran quedado dormidos.

Lo que el notario no supo es que la prueba de magia se completó por fin, pero por algún motivo del destino; demasiado tarde.



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