Una de las actividades deportivas que mas me gusta y en mi opinión brinda el mayor placer, es el senderismo, es algo apasionante. Consiste en recorrer a pie, lugares en donde la naturaleza embriaga a todos nuestros sentidos: cañadas, ríos caudalosos, sierras, montañas, valles, bosques. Se determina previamente un recorrido, se analizan sus obstáculos, se calculan sus riesgos, se prepara el equipo, se elige él o los compañeros y en la fecha prevista; después de haber considerado el clima (no es lo mismo recorrer un territorio, nevado, que en primavera) el cual determinará otras vivencias, como por ejemplo el frío, el calor, los paisajes, el color de la vegetación, la posibilidad de encontrar leña seca para realizar una fogata; estamos preparados para emprender el viaje.
Hace poco, realizamos con mi amigo el recorrido desde la cabecera sur del Lago Gutiérrez hasta Playa Muñoz, 5,1 kilómetros con un desnivel de 85 metros; para dos veteranos de 70 años, se trata de una caminata de nivel medio, que por la edad o estado físico se puede convertir en nivel alto. Tardamos dos horas de ida y casi otras dos horas de vuelta, pero cuando llegamos de regreso nos pareció mucho menos tiempo empleado, el paisaje en otoño es tan hermoso que no percibimos el cansancio hasta la hora de cenar, a la mañana siguiente estábamos destruido pero satisfechos, tal es así que comenzamos a planear otro recorrido, teníamos ganas de acampar al menos una noche en la montaña.
Decidimos ir al área natural protegida río azul - lago escondido
(ANPRALE). Después de dejar la camioneta en un camping a primera hora, comenzamos con nuestra caminata. El bosque alli es deslumbrante, el sol brillaba, el cielo era de un azul intenso, y las montañas con sus picos nevados completan la sensación de estar en el lugar más lindo del mundo entero, el canto de los pájaros nos acompañó durante todo el día. El sendero elegido fue de mediana dificultad, no pensábamos en batir ningún récord, sumado a que las mochilas a medida que se prolongaba la caminata pesaban cada vez más. Después de cruzar varios cursos de agua cristalina, llegamos a un lugar que nos pareció adecuado para comer algo y descansar.
Mi amigo estaba algo preocupado, porque de acuerdo al plano, deberíamos haber llegado a un refugio que jamás vimos y también por la época tendríamos que haber cruzado o encontrado a otros senderistas, sin embargo nada de eso ocurrió.
Después de almorzar, mi amigo me dijo sin mucha preocupación:
—Te puedo asegurar querido amigo, que nos hemos perdido.
Yo lo miré extrañado, pero en ese primer momento no me preocupé, porque pensé que existía la posibilidad de regresar por el mismo lugar que habíamos llegado hasta allí, pero cuando miré tratando de detectar el sendero, solo vi un enorme bosque frente a mis ojos en donde no había ninguna señal, piedra, u objeto que me orientara.
—Qué gracioso verdad —dije con ironía— podemos morir aquí, ¿trajiste la brújula?.
—Me dijiste que tu teléfono tiene.
—Si tiene, siempre que haya señal —Cuando me percaté que no había señal, que no teníamos brújula y la menor idea de donde estábamos, me corrió un sudor frío por mi espalda.
A partir de ese momento mi mente comenzó a trabajar en modo supervivencia, con una serie de preguntas y respuestas: ¿podemos conseguir agua en abundancia?, con los alimentos que habíamos traído podíamos soportar seis o más días, ¿esperar un rescate era posible?, la ubicación no estba definida, ¿será conveniente desplazarnos o quedarnos en este lugar?. Todos estos razonamientos los compartimos con mi amigo Marcelo, el cual imaginó que los guardaparques que nos habían registrado antes de ingresar, al no tener noticia de nosotros, en un par de días, darían la alarma y comenzaría la búsqueda, por lo cual, lo mejor era quedarnos en ese sitio para que nos pudieran encontrar dentro del área de búsqueda, la cual se definiría por nuestra edad y capacidad para caminar.
—Si nos desplazamos, complicamos más el rescate —observó mi amigo con cierta preocupación.
—Estoy de acuerdo, lo mejor será armar el campamento aquí, recolectar toda la leña posible, cargar nuestras cantimploras con agua, y racionar nuestros alimentos.
Cuando terminamos de realizar todas las tareas, incluido el armado de la carpa, decidimos tomar café y comer unas galletas dulces.
El equipo con el que contábamos era el adecuado, la carpa era nueva con buena capacidad impermeable, y también contábamos con dos potentes faroles solares que durante la noche nos serían de mucha utilidad y tal vez, alguien podría llegar a vernos desde el valle, esto era algo poco probable, pero cuando uno es el que está en apuros, todas las conjeturas positivas reconfortan.
—Qué cómodos son estos asientos a pesar de ser tan livianos —razonó mi amigo, sentándose en uno de ellos.
—Me hicieron una oferta junto con la carpa y las bolsas de dormir, que no podía desaprovechar.
—Si morimos aquí no podré pagarte mi parte del equipo —dijo mi amigo con una sonrisa.
—Tu eres capaz de tener la desfachatez de morirte, con tal de no cumplir con tus deudas.
—Si tuviera papel y lápiz dejaría mi testamento mencionando mi deuda contraída contigo.
—Lo importante estimado amigo, es que hemos logrado nuestro objetivo, a pesar de nuestra avanzada edad, estamos acampando en un lugar soñado.
—Lo de la edad avanzada corre por tu cuenta, hoy se considera que el que tiene siete décadas es considerado una persona de sesenta años, por lo cual el vejete eres tú, no yo. —me contestó mi amigo sacando de su mochila una botella de vino Cobos Malbec 2018, y dos vasos de vidrio lo suficientemente elegantes como para la ocasión, por mi parte, corte una porción de queso generosa, acompañada con pan. Después de brindar como corresponde saboreamos el vino y comimos mientras observamos, que el sol comenzaba a bajar y un persistente viento frío comenzó a soplar.
—Estaba pensando que mi señora no quería que realizara esta travesía —le dije a mi amigo en tanto disfrutaba de ese momento en el cual parece que todo nuestro ser se incorpora y expande en esa majestuosa naturaleza, la cual parece una armoniosa obra de arte, pero en realidad es salvaje e impredecible. Hasta que mi amigo me regresó a los hechos mundanos de los hombres comunes y corrientes.
—Si mueres aquí, le sacarás un peso de encima a esa magnífica mujer.
—¿Y por casa cómo andamos, sinvergüenza?.
—Jamás imaginé que podemos morir en el lugar menos pensado —le dije a mi compañero que estaba absorto disfrutando de ese atardecer único.
—A si es la vida querido amigo, todos sabemos que vamos a morir, pero de qué forma y en qué lugar, no es posible saberlo.
—Dicen que hay que hacer tres cosas en la vida, plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo le comenté— yo he realizado las tres, por lo cual puedo morir tranquilo.
—A mi me falta escribir un libro —me respondió mi amigo con cierta preocupación.
—Bueno, tal vez lo del libro no sea tan importante —le dije.
¿Quién habrá inventado esa tontería? — me dijo mi amigo enojado.
—Lo dijo el escritor cubano José Martí en el siglo XIX.
—¿Qué ocurre entonces con aquellas personas que no pueden tener hijos o una cierta capacidad literaria, o todo lo que planta se seca?.
—Quizás lo dijo solo como un objetivo aspiracional, no como una obligación indispensable —le contesté a mi amigo para dejarlo tranquilo— yo pienso que no existe una forma buena o mala para vivir, siempre que respetemos al prójimo, cada cual puede encarar su vida como más le plazca, por ejemplo, muchos no desean dejar de fumar a pesar de saber que en la mayoría de los casos el cigarrillo los llevará a la muerte; no los puedo culpar por nada, quizás no son un ejemplo para los jóvenes, pero existe un punto de vista que es atendible, muchos, no desean llegar a un estado de vejez, en el que necesiten una asistencia permanente…debo decirte estimado amigo que yo preferiría morir antes que alguien esté aguardando que me muera.
—En ese sentido te doy la razón, es mejor irnos un poco antes y no molestar.
—Me parece que estamos inmersos en una sociedad en la que no se quiere pensar, recordar o asumir la muerte. —reflexioné con mi amigo mientras servía más vino.
—Tienes mucha razón, por eso las cirugías estéticas están tan de moda, tanto las mujeres como los hombres quieren verse jóvenes, y llegan muchas veces a un extremo, que no solo se nota, quedan desfigurados, creen que se ven bien.
—No entienden que una vejez bien asumida, en forma natural, es preferible a ocultarla.
Cuando empezó a caer la noche encendimos una magnífica fogata; entre la copa de los árboles se dejaba ver un cielo increíble.
—¿Dónde terminará el universo? —le pregunté a mi amigo—
—Jamás lo sabremos, pero me gustaría saberlo, ¿que hay allá?, al final de todo.
—Siempre he pensado que el universo, el cual nos contiene, se extiende tanto hacia lo grande; galaxias, agujeros negros; como hacia lo pequeño; microbios, átomos, electrones etc, etc. Me gustaría saber en qué punto de ese espiral de tamaño nos encontramos; quizás, hacia lo pequeño el universo se extiende tanto como hacia lo grande, y tal vez, una civilización inteligente posee ciudades en el interior de un grano de arena.
—No sabía que eras tan imaginativo, pero tienes mucha razón; de hecho existe en ciencia el estudio de la física de partículas. A mi siempre me llamó la atención el fuego, es parte del universo, es necesario para la vida, como lo es el sol, una impresionante fuente de energía formada por gases que se consume desde hace siglos.
—Curiosamente el fuego, como el de esta fogata, nos vincula a nuestros lejanos antepasados —le dije a mi amigo, acercando mis manos al calor—, esta sensación reconfortante la han sentido nuestros antepasados, provenimos de habitantes del fondo de nuestra historia, separados por miles y miles de siglos; pero un camino trazado por el destino nos trajo hasta aquí, ¿puedes imaginarte todos los hechos que tuvieron que suceder para que tú y yo estemos aquí hoy?. Deberíamos tener la capacidad de recordar sucesos conflictivos o gratos de los que nos precedieron, sería maravilloso ¿no crees?.
—En nuestros genes se transmiten esos datos indispensables para nuestra subsistencia, son los datos que necesitamos para continuar con el desarrollo de nuestro cuerpo y nuestra mente, pero tienes razón al decir que la ruta desde nuestra primer generación hasta llegar nosotros, nuestra familia, debe haber pasado sacrificios enormes, tantos que bien podemos decir que estamos aquí de casualidad —reflexionaba mi amigo.
—Tal vez no sea de pura casualidad, y se deba a que todos aquellos que subsistieron y tuvieron herederos fueron más capaces, más fuertes, más inteligentes o más astutos.
—Por suerte tenemos hijos mi estimado —dijo mi amigo, sirviendo más vino— porque de lo contrario nosotros terminaríamos con nuestra familia de siglos aquí mismo como dos tontos.
Ambos nos quedamos en silencio en tanto se podía escuchar la pequeña cascada que estaba a unos cincuenta metros de nuestro campamento.
—Como el agua, al igual que el fuego, han sido indispensables para la vida —le dije a mi amigo.
—Del mismo modo que el vino compañero –me respondió él con una sonrisa sirviendo lo último que quedaba en la botella.
—¿Si muriéramos aquí querido amigo, has dejado algo pendiente de hacer en tu vida, o que te hubiera gustado hacer y no has podido?
—Déjame pensar… si, una cosa, cuando era joven tenía la ilusión de tener un gran velero y llegar con él al estrecho de Magallanes, navegar por esas aguas era mi sueño.
—Aún estás a tiempo de hacerlo.
—¿Tú crees?
—Por supuesto, tienes la edad para ser un marino experimentado, no te falta experiencia, siempre has estado con barcos desde chico, ¿qué te lo impide?.
—Me lo impide el temor a fracasar, es una travesía arriesgada. —Mi amigo se quedó callado mirando el cielo y después me dijo— necesito un velero de crucero oceánico de palos resistentes con un buen motor, me gustaría un Beneteau Oceanis, los franceses saben mucho de barcos, una tripulación bien preparada, pararía en Puerto Madryn, Puerto Deseado, Ushuaia, Puerto Williams en Chile y puerto Natales.
—¿Me permitirías formar parte de la tripulación como cocinero?.
—¡Por supuesto!, me has dado una de las mejores ideas de estos últimos años, si salimos de esta, te aseguro que realizaremos la travesía, es más, podemos registrar todo y subirlo a las redes o comercializar el documental a alguna empresa, quizás con eso podemos recuperar parte del dinero invertido; ¿quieres ser mi socio amigo?.
—Haremos el proyecto realidad socio —le dije estrechándole la mano.
Después de quedarnos callados pensando en ocupar la cubierta de un velero, con sus blancas velas hinchadas al sol, con un viento cálido y persistente que nos arrastraba por la superficie del mar.
—Cuando joven, tenía la ilusión de destacarme en mi profesión; nunca ocurrió, mis logros fueron en otros aspectos de mi vida, cuando uno es joven piensa que se puede comer el mundo crudo, pero con el correr de los años; mi esposa; los hijos, las responsabilidades; cambian los sueños y tenemos que optar por las certezas y las cosas toman otro rumbo. No obstante no estoy arrepentido y te aseguro que haría todo nuevamente de la misma forma, incluso con las mismas desilusiones…excepto haber venido contigo a este desastroso proyecto, me habías dicho que conocías este lugar como la palma de tu mano y en menos de veinticuatro horas estamos perdidos y no sabemos si moriremos aquí. —le dije a mi amigo riéndome y con ganas de irme a dormir.
—Qué ingrato, te convido con un vino excelente que jamás has tomado en toda tu vida y me recriminas una simple equivocación.
—¿¡Una equivocación!?, moriremos aquí por tu equivocación; mejor me acuesto.
El sol de la mañana me iluminó la cara cuando abrí el cierre de la carpa; el dolor de cintura me estaba matando, me sentí un viejo tonto por haber querido hacer algo demasiado ambicioso para mi edad. No obstante, preparé el desayuno, un café caliente, con pan tostado y jamón, pensé que si uno debe partir de este mundo es mejor hacerlo con el estómago lleno.
Cuando estábamos sentados con mi amigo disfrutando del espléndido desayuno y de ese paisaje majestuoso, alguien detrás nuestro dijo:
—Buenos días.
Cuando nos dimos vuelta sobresaltados, pudimos ver que era un pequeño muchacho de no más de un metro veinte de altura, con anteojos y vestido de boy scout. La deducción fue inmediata, o estaba perdido como nosotros o formaba parte de un grupo mayor. Con satisfacción comprobamos que era la segunda situación.
En unos instantes estábamos rodeados de diez chicos con una joven instructora y un instructor, desayunando todo lo que llevábamos para comer, y riendo a carcajadas porque el sendero de regreso solo estaba a diez metros de nuestro campamento, solo que una enorme piedra y un enorme árbol no nos permitía verlo.
Se cumplió la vieja profecía “El árbol nos había tapado el bosque”.
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