La relación entre los dos amigos y las dos jóvenes aguateras fue creciendo con el correr de los días y se fue consolidando un lazo de amistad.
A tal punto llegó su relación que las chicas los invitaron a su casa en el pueblo y le presentaron a sus padres y su hermano.
El pueblo era un conjunto de no más de cincuenta casas bajas y muy pequeñas realizadas con ladrillos de barro y yeso con techo de palos y ramas; dos gruesos postes sostenían en el frente una tela blanca que el viento cálido del desierto batía sin cesar.
El nombre de las hermanas era Mut como la Diosa de la creación y la maternidad y Maat en honor a la Diosa de la verdad.
Sus padres eran agricultores, y cuidaban animales de corral.
En homenaje a la visita se preparó una cena con legumbres, verduras, cerveza y pan; la familia de las hermanas era muy amable; allí se enteraron que las dos chicas que fueron maltratadas por esos soldados en el campamento; eran ellas y al muchacho que las quiso defender y le pegaron era su hermano.
La mesa rústica de madera se colocó bajo el toldo exterior y se encendieron dos antorchas para iluminar.
Era complicado pero no imposible poder entender el idioma de la familia; las chicas eran excelentes traductoras con un sin número de señas y expresiones que a todos les causaba gracia.
En esos días Esteban y Juan aprendieron cómo era el funcionamiento de aquella sociedad, los agricultores como los padres de las hermanas constituían la base del sistema. Debían entregar parte de la producción al Faraón y este con sus escoltas recorría frecuentemente los campos para garantizar el cumplimiento de la entrega de estos tributos y contabilizar las cabezas de ganado. Los campesinos además, cuando los necesitaban, debían trabajar en la construcción de los enormes monumentos; este no era el caso del padre de las hermanas porque era muy mayor, pero sus hijos sí debían hacerlo. La madre de Mut y Maat, era el pilar fundamental de la familia, su función era la de educar a los hijos en las diferentes tareas, realizar los quehaceres de la casa, trabajar en el telar realizando las prendas y ser la principal consejera para resolver todos los conflictos de los integrantes de la familia. Bien se podría decir que la madre era un ser sagrado para los Egipcios.
Una tarde que soplaba un viento muy cálido, las hermanas llevaron a Esteban y Juan a la orilla del río Nilo.
Para los Egipcios el río Nilo era mucho más que un curso de agua dulce, era el proveedor fundamental de su sociedad; lo consideraban el Dios Hapi; pensaban que era el reflejo terrenal de la vía láctea. Era además su principal vía de comunicación.
F.B.
Las actividades que se desarrollaban en la superficie y en los márgenes del río los sorprendió: hombres construyendo embarcaciones, otros navegando transportando piedras, animales, mercadería y un grupo de mujeres realizando algún tipo de ceremonia en agradecimiento. El río Nilo era el gran mercado, la columna vertebral de Egipto, en donde vibraban las transacciones, la cultura y la vida.
Mut y Maat, le indicaron a Esteban y Juan que las siguieran, las hermanas los llevaron a lo alto de una gran piedra en donde se podía ver majestuosamente aquella febril actividad; de pronto, la gente comenzó a agruparse en las orillas del río y las embarcaciones que allí estaban comenzaron a dejar espacio para que una enorme barcaza adornada con exisitos figuras y colores muy llamativos pudieran pasar; era el faraón Keops y su esposa Meritites I.
Ambas celebridades pasaron reflejando en su caras el enorme poder que tenían, sin mirar siquiera a su pueblo que los saludaba y aclamaba. Cuatro barcos, dos adelante y dos detrás, con soldados armados los custodiaban.
—¿Quienes son? —le preguntó Esteban a Mut—
¡Khufu!, ¡Khufu!, gritó la joven señalando con su mano a la magnífica procesión que surcaba el agua.
—¿De quién se trata? —le preguntó su amigo.
—Aunque no lo puedas creer estamos viendo al faraón Keops, jamás imaginé poder verlo en persona, esto es un sueño.
Si bien la vida del pueblo egipcio era ruda; el trabajo en las grandes construcciones era agotador, sumado a los tórridos días, también la agricultura y el cuidado del ganado insumia mucho tiempo y esfuerzo, la familia de Mut y Maat, gozaban de momentos de felicidad.
Poco a poco, tanto Esteban como Juan, producto del trabajo pesado que realizaban, en la cantera o en el campo, fueron adquiriendo una musculatura importante, y llegó un momento, en el que el sacrificio que sufrieron durante los primeros tiempos por el trabajo rudo; se tornó en un entretenimiento que les agradaba.
Los desayunos en familia, antes de ir a sus puestos de trabajo, los disfrutaban; todos reían cuando Juan se burlaba de su amigo por como usaba las herramientas o como tomaba su caldo caliente.
Una madrugada que Esteban y Juan aún dormían, los despertó una serie de gritos y corridas que se escuchaban provenir de la cocina. Cuando fueron a ver, tanto las hermanas como su familia trabajaban apresuradamente subiendo todo lo que se pudiera a mesas y estantes. El padre y su hermano, salieron con palas para reunirse con vecinos, que también portaban herramientas.
—¿Qué sucede? —preguntó Juan preocupado.
—¡Iteru¡, ¡Iteru! —gritaban las hermanas.
—De inmediato Esteban entendió lo que ocurriría; era el agua del Nilo que se aproximaba.
A pesar de causar muchísimo daño, las inundaciones del río Nilo eran necesarias para que la producción del campo fuera buena, el agua del Nilo dejaba sedimentos muy nutritivos para las plantaciones.
Los hombres del pueblo se organizaban para contener la fuerza del agua que cubría todo a su paso, realizando canales y contención, llevando a los camellos y otros animales a lugares altos, para que allí pudieran comer; todos los años había que soportar una inundación, pero esta contrariedad se soportaba por saber que las cosechas gracias a ella serían muy buenas y abundantes.
Cuando la inundación pasó, todo volvió a la normalidad y nuevamente se continuaron haciendo ofrendas al río más importante de la vida de los egipcios; el Nilo.
Mut y Maat, les dijeron una mañana a Esteban y Juan que comenzarían los preparativos para el festejo de Sham el-Nessim, que quiere decir: “oler la brisa” , por el cual se honraba a la primavera. Todas las familias después de trabajar, comenzaron a preparar abundantes cantidades de comida, que consistía en pescado, verduras y huevos pintados; para el festejo se armó en la calle principal entre las cabras y las gallinas largas mesas para reunirse durante varias noches celebrando esta fiesta tradicional.
Mut y Maat, les enseñaron Esteban y Juan a pintar los huevos y les enseñaron el significado de hacerlo. Se consideraba que el huevo era el símbolo de la fertilidad y de renovación de la vida, cuanto el que pintaba se concentraba en la tarea, también se conectaba con los dioses que lo bendecían trayendo prosperidad a toda su familia.
La fiesta comenzaba después de atender las tareas indispensables del campo, que no se podían abandonar, para después disfrutar de las reuniones con la familia y los vecinos. No faltaba un grupo de músicos que amenizaban las frescas noches a la luz de las antorchas tocando flautas y haciendo sonar sus tambores.