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miércoles, julio 03, 2024

VIAJE AL PASADO (décimo cuarta entrega)

      



         La relación entre los dos amigos y las dos jóvenes aguateras fue creciendo con el correr de los días y se fue consolidando un lazo de amistad.

A tal punto llegó su relación que las chicas los invitaron a su casa en el pueblo y le presentaron a sus padres y su hermano.

El pueblo era un conjunto de no más de cincuenta casas bajas y muy pequeñas realizadas con ladrillos de barro y yeso con techo de palos y ramas; dos gruesos postes sostenían en el frente una tela blanca que el viento cálido del desierto batía sin cesar. 

El nombre de las hermanas era Mut como la Diosa de la creación y la maternidad y Maat en honor a la Diosa de la verdad.

Sus padres eran agricultores, y cuidaban animales de corral.





En homenaje a la visita se preparó una cena con legumbres, verduras, cerveza y pan; la familia de las hermanas era muy amable; allí se enteraron que las dos chicas que fueron maltratadas por esos soldados en el campamento; eran ellas y al muchacho que las quiso defender y le pegaron era su hermano. 

La mesa rústica de madera se colocó bajo el toldo exterior y se encendieron dos antorchas para iluminar.

Era complicado pero no imposible poder entender el idioma de la familia; las chicas eran excelentes traductoras con un sin número de señas y expresiones que a todos les causaba gracia.

En esos días Esteban y Juan aprendieron cómo era el funcionamiento de aquella sociedad, los agricultores como los padres de las hermanas constituían la base del sistema. Debían entregar parte de la producción al Faraón y este con sus escoltas recorría frecuentemente los campos para garantizar el cumplimiento de la entrega de estos tributos y contabilizar las cabezas de ganado. Los campesinos además, cuando los necesitaban, debían trabajar en la construcción de los enormes monumentos; este no era el caso del padre de las hermanas porque era muy mayor, pero sus hijos sí debían hacerlo. La madre de Mut y Maat, era el pilar fundamental de la familia, su función era la de educar a los hijos en las diferentes tareas, realizar los quehaceres de la casa, trabajar en el telar realizando las prendas y ser la principal consejera para resolver todos los conflictos de los integrantes de la familia. Bien se podría decir que la madre era un ser sagrado para los Egipcios. 

Una tarde que soplaba un viento muy cálido, las hermanas llevaron a Esteban y Juan a la orilla del río Nilo.


Para los Egipcios el río Nilo era mucho más que un curso de agua dulce, era el proveedor fundamental de su sociedad; lo consideraban el Dios Hapi; pensaban que era el reflejo terrenal de la vía láctea. Era además su principal vía de comunicación. 


F.B.


Las actividades que se desarrollaban en la superficie y en los márgenes del río los sorprendió: hombres construyendo embarcaciones, otros navegando transportando piedras, animales, mercadería y un grupo de mujeres realizando algún tipo de ceremonia en agradecimiento. El río Nilo era el gran mercado, la columna vertebral de Egipto, en donde vibraban las transacciones, la cultura y la vida.





Mut y Maat, le indicaron a Esteban y Juan que las siguieran, las hermanas los llevaron a lo alto de una gran piedra en donde se podía ver majestuosamente aquella febril actividad; de pronto, la gente comenzó a agruparse en las orillas del río y las embarcaciones que allí estaban comenzaron a dejar espacio para que una enorme barcaza adornada con exisitos figuras y colores muy llamativos pudieran pasar; era el faraón Keops y su esposa Meritites I.





Ambas celebridades pasaron reflejando en su caras el enorme poder que tenían, sin mirar siquiera a su pueblo que los saludaba y aclamaba. Cuatro barcos, dos adelante y dos detrás, con soldados armados los custodiaban. 

—¿Quienes son?  —le preguntó Esteban a Mut— 

¡Khufu!, ¡Khufu!, gritó la joven señalando con su mano a la magnífica procesión que surcaba el agua.

—¿De quién se trata? —le preguntó su amigo.

—Aunque no lo puedas creer estamos viendo al faraón Keops, jamás imaginé poder verlo en persona, esto es un sueño. 

Si bien la vida del pueblo egipcio era ruda; el trabajo en las grandes construcciones era agotador, sumado a los tórridos días, también la agricultura y el cuidado del ganado insumia mucho tiempo y esfuerzo, la familia de Mut y Maat, gozaban de momentos de felicidad. 

Poco a poco, tanto Esteban como Juan, producto del trabajo pesado que realizaban, en la cantera o en el campo, fueron adquiriendo una musculatura importante, y llegó un momento, en el que el sacrificio que sufrieron durante los primeros tiempos por el trabajo rudo; se tornó en un entretenimiento que les agradaba. 

Los desayunos en familia, antes de ir a sus puestos de trabajo, los disfrutaban; todos reían cuando Juan se burlaba de su amigo por como usaba las herramientas o como tomaba su caldo caliente. 

Una madrugada que Esteban y Juan aún dormían, los despertó una serie de gritos y corridas que se escuchaban provenir de la cocina. Cuando fueron a ver, tanto las hermanas como su familia trabajaban apresuradamente subiendo todo lo que se pudiera a mesas y estantes. El padre y su hermano, salieron con palas para reunirse con vecinos, que también portaban herramientas.

—¿Qué sucede?  —preguntó Juan preocupado.

—¡Iteru¡, ¡Iteru! —gritaban las hermanas. 

—De inmediato Esteban entendió lo que ocurriría; era el agua del Nilo que se aproximaba.

A pesar de causar muchísimo daño, las inundaciones del río Nilo eran necesarias para que la producción del campo fuera buena, el agua del Nilo dejaba sedimentos muy nutritivos para las plantaciones. 

Los hombres del pueblo se organizaban para contener la fuerza del agua que cubría todo a su paso, realizando canales y contención, llevando a los camellos y otros animales a lugares altos, para que allí pudieran comer; todos los años había que soportar una inundación, pero esta contrariedad se soportaba por saber que las cosechas gracias a ella serían muy buenas y abundantes. 

Cuando la inundación pasó, todo volvió a la normalidad y nuevamente se continuaron haciendo ofrendas al río más importante de la vida de los egipcios; el Nilo.

Mut y Maat, les dijeron una mañana a Esteban y Juan que comenzarían los preparativos para el festejo de Sham el-Nessim, que quiere decir: “oler la brisa” , por el cual se honraba a la primavera. Todas las familias después de trabajar, comenzaron a preparar abundantes cantidades de comida, que consistía en pescado, verduras y huevos pintados; para el festejo se armó en la calle principal entre las cabras y las gallinas largas mesas para reunirse durante varias noches celebrando esta fiesta tradicional. 

Mut y Maat, les enseñaron Esteban y Juan a pintar los huevos y les enseñaron el significado de hacerlo. Se consideraba que el huevo era el símbolo de la fertilidad y de renovación de la vida, cuanto el que pintaba se concentraba en la tarea, también se conectaba con los dioses que lo bendecían trayendo prosperidad a toda su familia. 





La fiesta comenzaba después de atender las tareas indispensables del campo, que no se podían abandonar, para después disfrutar de las reuniones con la familia y los vecinos. No faltaba un grupo de músicos que amenizaban las frescas noches a la luz de las antorchas tocando flautas y haciendo sonar sus tambores.


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martes, julio 02, 2024

VIAJE AL PASADO (decimoquinta entrega)

       Desde siempre se vincula a la civilización Egipcia con sus momias, esto se debe a que eran especialistas en proteger el cuerpo de los muertos, fundamentalmente a los de la familia real y sacerdotes, porque pensaban que al morir, su vida continuaba en otra dimensión; o mejor dicho que la vida solo era una paso previo a la eternidad, para lo cual los dioses debían de reconocer su cuerpo, por eso momificaban y realizaban tumbas colosales, como las pirámides, que eran tan grandes como el poder de su morador, el todopoderoso faraón. 


F.B.






Como hemos dicho el río Nilo era la fuente de vida principal del pueblo Egipcio, pero en una oportunidad una sequía sin precedentes azotó a la población rural. 

La misma continuó inclemente hasta convertir al río Nilo en un surco de agua escuálido que no abastecía a la superficie sembrada ni a la población, convirtiéndo el agua en un bien muy escaso. 

Si la brutal sequía se prolongaba, se perdería la cosecha de ese año, los animales se morían por falta de agua y las familias no tendrían que comer.

Dada esta situación extrema, el faraón decidió suspender los trabajos de los grandes monumentos para ahorrar comida y agua, combustible indispensable para mantener fuertes a los trabajadores. 





En la mesa familiar de Mut y Maat, se comenzó a racionar los alimentos y el agua, pero las reservas estaban próximas a terminarse. 

Tanto Esteban como Juan se dedicaban gran parte del día a ir a buscar agua que traían desde el río dentro de cántaros de barro. En la orilla los pobladores se acumulaban con desesperación para conseguir cargar en sus recipientes el vital elemento pero esto ocasionaba muchas veces fuertes discusiones y peleas.

La madre de las hermanas oraba todos los días a los dioses para que la lluvia viniera, pero parecía como si estos no tuvieran deseos de escuchar sus plegarias.

Una tarde, en que el calor era insoportable, todas las mujeres del pueblo marcharon en procesión al río con la firme convicción de no regresar a sus hogares si la lluvia no venía; pasaron tres largos días, y llegó un momento en que las de mayor edad no soportaban estar en pie y se tendían en el piso a esperar la muerte.

La angustia y la desesperación se transformó en resignación y muchas comprendian que los dioses querrían por algún motivo que este fuece su destino, y por lo tanto había que aceptarlo. Pero esa última tarde, empezó a soplar una brisa más fría que la habitual, y aguas arriba se empezaron a formar algunas nubes que pocos instantes se convirtieron en negros nubarrones que cubrieron el cielo, y una copiosa lluvia fría empezó a caer.





Las agotadas mujeres comenzaron a llorar de alegría extendiendo sus brazos y mirando hacia el cielo gris mientras sus rostros y sus cuerpos se empapaban con el vital elemento. Una parte de la cosecha se salvó junto con un gran número de animales. La lluvia fue abundante y duró cuatro días, después de los cuales un intenso verde cubrió los campos en señal que la vida continuaba. 

Los trabajos en los grandes monumentos se reanudaron; pero todo cambió cuando se corrió la voz que se avecinaba una gran batalla; pueblos nómadas del desierto, los beduinos, preparaban sus fuerzas para asestar un duro golpe al pueblo del faraón Keops. El sistema de defensa del faraón era organizar a los jóvenes para llevarlos a luchar o fabricar armas; a Esteban y Juan les tocó ir a trabajar a los talleres junto al hermano de Mut y Maat, porque este tenía mucha experiencia en la construcción de arcos y flechas; esto le permitió a los dos amigos no tener que ir a pelear con el riesgo que ello implicaba, no obstante, si los agresores ganaban, el destino para todo el pueblo egipcio sería incierto, porque estos pueblos eran conocidos por su salvajismo.





Cuando se desató la guerra, todas las familias del pueblo de Mut y Maat, estaban abocadas a preparar cestas de comida y agua para los guerreros, estas vituallas se transportaban a lomo de camello; pero las noticias que llegaban del frente de batalla no eran alentadoras, muchos hombres del pueblo no regresaron, pero al menos, su sacrificio, no fue en vano porque después de diez intensos y cruentos días, los guerreros egipcios lograron que los agresores se dispersaran en las inmensidad del desierto. Cuando todo terminó, el faraón ordenó que se festejará el triunfo durante varios días en todos los pueblos de su dominio.

A pesar que la normalidad se había conseguido nuevamente, un nueva situación comenzó a madurar en la mente de muchos hombres; por los retrasos durante la sequía y después la guerra; la gran pirámide del faraón Keops, para su gusto, estaba muy retrasada; por lo que estableció redoblar el esfuerzo, con jornadas de trabajo más extensas y despiadadas; esto provocó un gran número de accidentes producto de la fatiga y el enorme calor. Hasta que un grave accidente se llevó la vida de cinco jóvenes al caer un andamio. Esto provocó malestar y una revuelta enorme, la cual fue sofocada por los soldados del faraón a fuerza de latigazos. A partir de esas jornadas, fue creciendo un malestar en gran parte del pueblo.

—Esto se está convirtiendo en una tortura —le dijo Esteban a Juan cuando comenzaba a darle forma a una enorme piedra— estamos trabajando desde que despunta el sol hasta que cae.

—Muchos están muy enojados por el trato, algunos me dijeron que no soportan más  — dijo Esteban mientras afilaba su cincel— pero no tienen a dónde ir, este es su lugar y el de sus familias; solo pretenden que las condiciones de trabajo cambien. 

—De acuerdo a lo que he leído  —dijo Esteban, mientras descansaba un instante para tomar agua— el faraón Keops tenía un carácter muy irascible y podía llegar a extremos de mandar a matar a todo aquel que no hiciera lo que él ordenaba.

—Me temo que esto no terminará en nada bueno  —dijo Juan en voz baja, mirando a un soldado que lo estaba vigilando por hablar con su amigo; que en estos últimos días estaba prohibido hacerlo— a propósito, siempre llevas el reloj contigo.

—Así es amigo, pero por ahora mejor continuemos trabajando para evitar represalias  —le dijo Esteban a su amigo, continuando con la infinita secuencia de golpes de martillo para dar forma a la interminable cantidad de bloques de piedra que tenía por delante.

Esa misma noche cuando los dos amigos regresaban exhaustos de trabajar, sucedió un hecho muy desagradable. En la casa de las hermanas Mut y Maat, había un grupo de tres soldados sentados en la mesa familiar haciéndose atender por la chicas, ejerciendo su autoridad, porque tenían la potestad de matar a quien quisieran; habían tomado de más y estaban muy groseros y cargosos, sin la intención de irse.

Cuando vieron a Esteban y Juan, de muy mal modo les ordenaron que se fueran. Los dos amigos para evitar una situación más peligrosa hicieron caso pero se quedaron vigilando para cuidar a sus amigas. En un momento, uno de los hombres, el que estaba más borracho, se quiso propasar con Maat, y esto provocó la reacción del padre de las hermanas; fue entonces que otro hombre le propinó un golpe tal, al anciano, que lo dejó desmayado en el piso con su cabeza sangrando. El hermano de las hermanas se abalanzó sobre el agresor, y le clavó un cuchillo en el muslo, provocando que este diera un grito desgarrador, cuando los otros soldados quisieron reaccionar, no pudieron porque Esteban y Juan los sostuvieron de sus brazos; el hermano de las chicas de un salto se subió a la mesa y con su hacha de piedra le propinó a los dos sinvergüenzas un rotundo golpe en sus cabezas dejándolos tendidos en el suelo.

Cuando el padre de Mut y Maat, despertó al ver lo ocurrido le dijo a sus hijos:

—Tienen que huir ahora mismo con Esteban y Juan, porque cuando esto llegue a oídos del faraón vendrán a matarlos.

—¿Y mamá, y tú?  —preguntó angustiada y llorando Mut.

—No se preocupen hijos, a nosotros no nos harán nada, estamos viejos, los querrán atrapar a ustedes; no pueden dejar pasar algo así; tienen que dar un ejemplo a los demás hombres del pueblo porque nadie puede enfrentarlos sin recibir un castigo ejemplar. Preparemos los camellos y lleven toda la comida y el agua que puedan; tendrán que vivir en el desierto como nómades, pero eso es preferible a morir.





El padre y la madre despidieron a sus hijos acongojados; porque también sabían que enfrentar el desierto era algo muy peligroso. 







lunes, julio 01, 2024

VIAJE AL PASADO (decimosexta entrega)

           El desierto del Sahara, hoy, es el más grande del mundo, ocupando gran parte del norte de África. Su tamaño es comparable al de los Estados Unidos o China. 

Vivir allí es posible pero muy riesgoso, porque puede haber durante el día temperaturas de cincuenta grados centígrados y bajar por las noches muchísimo. También su fauna no es amigable con el hombre, porque habitan víboras venenosas, escorpiones y arañas peligrosas como la llamada viuda negra.

Contar con agua en el Sahara es la diferencia entre la vida y la muerte para los seres humanos. Se estima que un adulto sano puede llegar a vivir sin agua entre tres a cinco días, a diferencia de los camellos que pueden soportar sin beber agua, por increíble que parezca, varias semanas. 

En aquellas remotas épocas del faraón Keops, hace 4500 años, existían tribus nómades algunas muy hostiles y otras no, las cuales habitaban el Sahara; pero también debemos decir que estudios recientes  realizados por Paleoclimatólogos, Geólogos, Paleontólogos y Arqueólogos, afirman que el Sahara no era como hoy lo conocemos; en aquellos tiempos era verde, poseía praderas y una abundante cantidad de árboles.

No obstante estimado lector, viajar por el tiempo tiene sus complicaciones y suele ocurrir que aspectos de tiempo y espacio se confundan; o se superpongan; con las consecuencias lógicas y variedad de conflictos que esto provoca en las historias, que además se distorsionan al ser transmitidas de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Por este capricho imposible de resolver de mi parte, en aquel tiempo remoto de Mut y Maat, ellas  transitaban por el desierto, como es hoy, un infierno de dunas en constante movimiento. 


F.B.


Mut, Maat, el hermano de ellas que se llamaba Nadab, Esteban y Juan, montados sobre camellos, comenzaron uno de los caminos más tristes que puede tener una mujer o un hombre, su destierro; lejos de su hogar, de sus seres queridos su destino era incierto.

Los tres hermanos egipcios conocían muy bien los peligros del desierto, Esteban y Juan también, pero solo por haberlo leído; su provisión de agua era para siete días, pero si por algún motivo se perdían y no lograban llegar al primer oasis el cual indicaba un viejo camino de tribus nómades, estarían en graves problemas. 





Esa primer noche transcurrió tranquila, la temperatura había descendido mucho, pero todos tenían gruesas mantas para el frío, el cielo brindaba un espectáculo imponente, e incluso Juan logró que las dos chicas rieran con una de sus graciosas ocurrencias. 






Cuando el sol comenzó a despuntar retomaron el camino pero a media mañana se levantó un persistente viento que fue escalando hasta convertirse en tormenta; la finísima arena de los médanos les pegaba con fuerza en sus caras, no podían ver absolutamente nada, debieron dejar que los camellos se orientaran para que no perderse y encontrar el camino.





Por fin el viento se calmó y pudieron continuar, pero a poco de andar sobre una duna muy alta un hombre los observaba. Cuando Nadab lo vio supo quién era de inmediato.

—Es un explorador de alguna tribu que no me inspira confianza; recorren el desierto para asaltar a los comerciantes. Seguramente no está solo. Lo mejor será continuar sin demostrar temor.

El hombre misterioso los acompañó un largo rato siempre a una distancia prudencial; hasta que en un momento, hizo una señal y frente a los cinco jóvenes aparecieron unos cincuenta hombres sobre un médano, que no se veían pacíficos. 





—Estamos perdidos  —dijo Mut aterrorizada.

—Mantengamos la calma, —dijo Esteban palpando con su mano el reloj que llevaba colgado al cuello, sabiendo que podía utilizarlo, pero no sin antes poner a salvo a sus amigos.

Alguien del grupo de nómades dio una orden, y en un instante los cinco jóvenes quedaron rodeados por estos no amigables hombres.

Estaban en sus manos, sin decir una sola palabra el grupo comenzó a desplazarse hacia algún lugar, siendo los cinco jóvenes sus presas de caza. 

Después de una larga jornada, al atardecer, llegaron a un campamento en donde el olor de los animales se mezclaba con el aroma de los calderos con comida puestos sobre el fuego; mujeres y niños descalzos miraban la novedad que traían los cazadores del desierto como curiosidad. 







Una vez allí, los hicieron bajar de sus camellos y los ubicaron en una carpa en cuya entrada se colocaron dos hombres con sus cimitarras en mano; nadie podía entrar o salir de ese lugar. 

—¿Qué harán con nosotros? —preguntó Juan a Nadab.

—Es difícil de saberlo, existen unas tribus que son más sanguinarias que otras; por el momento no podemos hacer nada  —decía Nadab, mirando hacia afuera por una rotura en la tela de la carpa— he sabido por boca de un amigo, cuando en una oportunidad fue capturado por un grupo de nómades, que lo mantuvieron durante un año trabajando para ellos, hasta que un dia le dieron un camello y le dijeron que se fuera, sin darle explicaciones. 

Durante tres días nadie se comunicaba con ellos, solo les daban una fuente de barro con carne de cordero hervida, pan y agua; hasta que una tarde se presentó ante ellos una mujer que por su lujosa vestimenta no era alguien común y muy desesperada les pidió si podían hacer algo por sus dos hijos que estaban muy enfermos. La mujer resultó ser la esposa del jefe de la tribu, la cual sabía que los egipcios dominaban el arte de curar.

Cuando ante el requerimiento de la mujer, los cinco amigos entraron en una carpa muy grande, se encontraron con un espectáculo desolador; dos chicos muy chicos, una niña y un niño, estaban en el suelo cubiertos por unas mantas, mientras un anciano, quemaba unas hojas que producían un olor desconocido. Mut y Maat, se acercaron a los niños en tanto la madre desesperada los miraba. De inmediato cuando los tocaron se dieron cuenta que volaban de fiebre. 

—Están muy afiebrados  —dijo Mut— debemos de tratar de bajarles la temperatura con compresas de agua fría.

De inmediato, a pedido de la madre, trajeron un cántaro con agua y tela  de algodón. Mientras las hermanas les colocaban las compresas en la frente a los chicos, Nadab comenzó a buscar algo en el piso.

—¿Qué buscas?,  —le preguntó Esteban con curiosidad.

—Me parece que ya sé lo que puede ser que tengan estas criaturas. —dijo Nadab corriendo de lugar alfombras y objetos dispersos, levantando jarrones y moviendo con su pie la arena.

—¡Aquí está la causa!, —dijo Nadeb con un sonrisa, después de correr la punta de la alfombra donde estaban tendidos los chicos; levantando del piso algo con su dedo índice y pulgar. Cuando mostró lo que tenía todos quedaron horrorizados; era una enorme araña negra que movía sus patas con desesperación. 

—Es una viuda negra —dijo Mut, más distendida.





—Seguramente los viene picando hace muchos días  —dijo Maat, mirando a la madre de los chicos, que al ver esto salió corriendo. 

Al instante, ingresó a la carpa un hombre alto y moreno, que los miró una a uno, con una cara de mil demonios, para después mirar la araña que movía sus patas en la mano de Nadeb; era el padre de los chicos y jefe de la tribu; por fin, después de comprender lo que pasaba en su rostro se dibujó una amplia sonrisa que mostró su reluciente y blanca dentadura.





A la mañana siguiente los chicos se despertaron y le dijeron a su madre que tenía hambre y sed; la mujer al entender que estaban recuperados los abrazó llorando de alegría. 

A partir de ese día, todo cambió; los cinco amigos pasaron de su condición de cautivos de la tribu, a ser los principales amigos del jefe y su mujer.


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domingo, junio 30, 2024

VIAJE AL PASADO (decimoséptima entrega)

           Desde épocas remotas han existido tribus nómades en el desierto del Sahara, su constante desplazamiento se debe a que no pueden permanecer en un lugar porque el clima del desierto es tan hostil, que deben buscar agua y pasto para sus animales y alimentos para sus familias constantemente, porque en los oasis los recursos se agotan rápidamente. 

Por este motivo sus viviendas son carpas ligeras que se arman y desarman con facilidad para ser transportadas.

Su medio de transporte son los animales como los camellos, caballos o burros. Su dieta está compuesta por carne, leche, dátiles y otros frutos.


F.B.


       La tribu que albergó a los cinco amigos, resultó ser pacífica. El trabajo que debían realizar, no era muy pesado, consistía en cuidar de los animales, reparar las telas de las carpas y se incrementaba cuando el jefe que se llamaba Caleb, ordenaba que era hora de partir a otro lugar. 





Cuando el momento de partir llegaba, todos en el campamento se abocaban a desarmar sus carpas y cargarlas en sus camellos, para después emprender el viaje. Las jornadas en el desierto en busca de otro oasis eran agotadoras, podían estar trasladándose varios días hasta encontrar agua y comida para sus animales; por las noches se descansaba al aire libre soportando el frío intenso; en cuanto amanecía se retomaba el viaje para aprovechar que el sol no era tan fuerte. 

Los cinco amigos disfrutaban de sus charlas durante las noches en torno a una fogata después de cenar. 







—Extraño a mis padres  —dijo Mut, mirando el fuego.

—Yo también hermana,  —le respondió Maat, abrazándola—, lo que más me mortifica es pensar que estamos tan lejos de ellos y no podemos saber cómo están, sumado a que me duele el alma con solo imaginar que quizás no los volveremos a ver nunca más, no podemos regresar a nuestro hogar porque seríamos apresados y después nos matarían. 

—Mejor es pensar que llevamos a nuestros padres con nosotros  —dijo Nadab para reconfortarse— no me digan por qué, pero yo presiento que volveremos a verlos.

—No deben perder las esperanzas  —dijo Esteban— el tiempo pasa, y muchas veces las cosas se olvidan, ustedes no mataron a nadie, su hermano solo hirió a un sinvergüenza borracho, porque si no lo hacía no sabemos qué hubiera ocurrido. 

—Es muy cierto —dijo Juan— y además piensen que no son los culpables de nada, el destino quiso que tengan que pasar por esto, deben ser fuertes y reponerse. 

—Por suerte la tribu de Caleb es pacífica y todos nos aprecian  —dijo Esteban. 

—Todos menos uno  —dijo Nadab con una sonrisa pícara. 

—Si es cierto —dijo Esteban— al viejo chamán le gustaría comernos crudos, después de lo de la araña, su prestigio de sanador quedó por el piso.

Todos rieron. 

Estaban hablando todo esto, cuando de pronto, llegó alguien que no acostumbraba a visitarlos para charlar, era Caleb, que se sentó en el piso junto a ellos.





—Debo decirles algo muy importante —dijo el jefe de la tribu mientras en sus negros ojos se reflejaba el fuego— acaba de llegar nuestro explorador, al cual envié a que observara nuestro próximo destino, del cual estamos a un dia de viaje, pero lamentablemente no me trajo buenas noticias; el oasis está ocupado por una de las tribus más peligrosas que merodean estos lugares. No nos queda más comida ni agua para soportar muchos días o ir a otro lugar; esto nos obliga a tener que pelear por el agua; con el riesgo que implica para nuestras familias, pero ustedes no tienen nada que ver con nuestros problemas, por lo cual, es mi obligación decirles que están libres de hacer lo que deseen; si les parece, pueden irse ahora mismo de aquí. Les deseo que los dioses de la naturaleza los protejan.

Después de decir esto el jefe se paró y se fue. 

Esta novedad tomó tan de sorpresa al grupo de jóvenes que no supieron qué contestar; todos se miraron entre sí perplejos, pensando que otro nuevo peligro se avecinaba. 

—Yo estoy dispuesto a pelear junto a estos hombres  —dijo Nadab— son gente pacífica y nos tratan bien; pero lo que yo piense no necesariamente tiene que involucrarlos a ustedes.

—Donde tú vayas, yo iré hermano —dijo Maat.

—Yo también si es necesario voy a pelear junto a ustedes. —agregó Maat.

—Tanto Esteban como Juan sabían que ellos dos poseían el reloj si se presentaba una situación riesgosa, tenían la posibilidad de utilizarlo, pero con la triste situación que esta posibilidad no incluía a sus tres amigos los cuales se habían convertido en parte de su propia familia. 

Esa noche cuando se retiraron a descansar, Esteban y Juan se quedaron hablando en su carpa.

—Nuevamente nos encontramos en un dilema que ya conocemos —le dijo Juan a su amigo.

—Así es —respondió Esteban— tener el privilegio de poder viajar por el tiempo tiene aspectos muy dolorosos, a medida que transitamos por él, conocemos a personas a las que les tomamos aprecio y después las perdemos.

—Es como experimentar muchos presentes al mismo tiempo —dijo Juan.

—Exactamente apreciado amigo, o experimentar varias vidas.

—Justamente estaba pensando en eso —dijo Juan— quizás nunca morimos, y la vida es un devenir de acontecimientos o de vidas, que comienzan cuando nacemos y termina cuando morimos, pero que siempre nuestro Ser es el mismo.

—Después de experimentar esto que estamos viviendo con este viaje fabuloso, llego a la conclusión de que lo que tú dices es muy posible —dijo Esteban— es más, quizás el reloj no nos hace viajar por el tiempo; este artefacto solo nos hace recordar lo que hemos vivido en otras épocas. 

—Tienes muchísima razón querido amigo —incluso, si por algún motivo perdiéramos la vida; nuestro Ser, continuaría al instante existiendo en otro presente, en otro tiempo, y esto ocurriría, hasta el final de los tiempos. 

—Tu razonamiento es muy verosímil  —dijo Esteban—, yo agregaría que al ser nosotros viajeros del tiempo, tengamos en cuenta que venimos del futuro; pero en este nuestro presente aquí, viviendo con un antiquísimo pueblo nómade; ese futuro del cual provenimos no existe todavía, e incluso si de algún modo el reloj nos lleva nuevamente a ese futuro del que venimos; no sabemos si este será igual al que conocíamos.

Ambos amigos se quedaron callados pensando en la oscuridad de su carpa, en algún lugar del inmenso desierto; y también, en algún lugar de la vastísima historia. 


Poder definir que significa el “Ser”, es algo que se ha planteado el hombre por siglos, Filósofos de diversas corrientes han tratado de responder esta pregunta: ¿Qué es el Ser?.

Solo a los efectos de establecer la importancia de su significado, estimado lector, recomiendo que aquel que le interese continúe investigando en lo que escribieron  los filósofos como por ejemplo Sócrates (Atenas, 470 a. C.-399 a. C) el cual no desarrolló una teoría exhaustiva sobre el Ser en el sentido metafísico, su filosofía giraba en torno a la idea de que el “Ser” más auténtico se encuentra dentro de cada individuo. A través del conocimiento de sí mismo y de la búsqueda de la virtud, el ser humano podía acercarse a una comprensión más profunda del Ser.


F.B.






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