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martes, abril 09, 2024

¿EXISTE EL DINERO? (primera entrega)

 



¿Qué es el dinero?, muchos dirán que es algo muy simple de describir, podemos decir que es un instrumento de transacción de mercaderías, de trabajo, de bienes, de servicios, etc. También, otros dirán que es el medio para todo lo que alguien necesita para vivir y desarrollarse, o el medio para conseguir todos los lujos y derroches imaginables.

Permítanme decir que estas respuestas no son muy precisas, quiero dar un ejemplo: en los bancos de todo el mundo se guardan y protegen miles y miles de millones de dólares (para hablar de una moneda conocida por casi todos) pero en nuestro mundo actual de internet, las grandes y pequeñas transacciones se realizan virtualmente, es decir nosotros podemos ver en nuestras pantallas las cifras que pagamos o cobramos por un producto o servicio, sin tocar un solo billete, o mejor dicho, cuando estas transacciones que se realizan en todo el planeta a la velocidad de la luz por decenas de miles de millones de dólares por minuto sin que la montaña de los dólares depositados se mueva; o al menos si se mueven o no, lo desconocemos; podemos aproximarnos a decir que el mundo entero se mueve sin trasladar o tocar un solo billete físico (siempre considerando negocios legales). Entonces, vuelvo a la pregunta inicial: ¿qué es el dinero?.

Yo me arriesgo a decir que el dinero actual de nuestro mundo es solo un impulso eléctrico que se plasma en una pantalla, pero que en realidad no existe, y menos aún tiene un respaldo sólido y creíble. Sin duda los especialistas en inversiones monetarias, dirán que todas las operaciones y transacciones bursátiles son transparentes y legales, y que las pequeñas transacciones que realizamos a diario como comprar un libro también lo son. Puede ser, pero lo que le ocurrió a Benemérito García de la Torre, pone en dudas todo el sistema de transacciones de dinero en forma virtual, dentro de nuestro vastísimo y amplio mundo.


F.B.


Benemérito era un joven cuyo estado económico era de deplorable para abajo, pero lo curioso era que no se deprimía con facilidad, esto le permitía mantener una larga cantidad de consumos no abonados en el bar de su barrio, y en un bodegón de mala muerte para poder alimentarse y seguir viviendo, gracias a que la hija del dueño estaba enamorada de él. Sus padres eran muy mayores los cuales vivían con su hermana que como el común de las mujeres responsables, trabajaba para ayudarlos y evitar que su hermano se acercara a solicitar préstamos que jamás devolvió. Esta situación lo ubicaba a Benemérito en un hijo ausente, irresponsable, vago, y demás epítetos con los que su hermana lo describía cuando se acordaba que tenía un hermano, y su magros ingresos no le alcanzaban para sostener a sus ancianos padres, sus remedios, los impuestos de la casa, los alimentos y todo el resto de gastos que se necesita para vivir dignamente.

Cuando esa mañana de lunes Benemérito se sentó en la mesa de siempre en el bar de siempre, para pedir lo de siempre, el mozo de siempre, que lo conocía de cuando era un adolescente le dijo:

—Benerito, el dueño, es decir mi jefe, es decir, Don Felipe, me dijo que te diga, que se terminó el crédito; si fuera por mí, vos sabes que te aprecio, pero incluso me dijo que si se me ocurriría pagarte el desayuno me despedía, el viejo se levantó de mal humor, para colmo son las diez de la mañana y vos sos el primer cliente que entra. —le dijo el mozo con cierta vergüenza y en voz baja—, si querés te doy plata y vas al café de la avenida. 

—No te preocupes Gonza, esto me pasa por ser un vago de mierda, lo tengo bien merecido —con bronca e impotencia Benemérito se fue del bar.

A veces pasan cosas simples que pueden cambiar estructuras profundas, esa mañana Benemérito comprendió que su vida era un desastre, algo tenía que hacer, así no podía continuar. Es curioso como gente de la misma condición social se ayudan con sus escasos recursos mucho más que otras personas de mejor nivel de vida. Benemérito no tenía un peso, empezó a caminar sin rumbo varias cuadras, cuando vio a un grupo de jóvenes que limpiaban vidrios de automóviles por la propina; decidió acercarse y hablar con ellos.

—Hola, me permitirían ayudar, estoy desesperado, necesito unos pesos.

El mayor de los tres jóvenes que allí estaban observó que Benemérito era un muchacho bastante bien vestido y distaba de ser pobre como ellos.

—¿Que pasó, te echaron del nido?, —le dijo en tono burlón. 

—Algo así —le respondió Benemérito con tristeza.

—Toma, te presto las herramientas por tres horas, voy un rato al bar para descansar —después de decir esto le dio la botella de agua con detergente, el secador y un trapo. 

Cuando Benemérito empezó a realizar la tarea, los primeros clientes que pararon sus automóviles frente al semáforo en rojo fueron todos indiferentes a sus señas, pero mientras esperaba que el semáforo volviera a encender su luz roja, consideró hacer su oferta con una sonrisa; increíblemente esto le dio un resultado inesperado, de cada cinco candidatos aceptaban cuatro, todo un éxito, e incluso, un remisero le llegó a dar un billete en lugar de monedas. Al cabo de las tres horas, tenía sus bolsillos llenos de monedas, y varios billetes; cuando regresó el muchacho que le prestó los implementos, Benemérito después de agradecerle, le dijo cuánto le debía y aquel joven desgarbado y con sus zapatillas rotas le dijo.

—Nada amigo, cuando seas rico, tirarme una soga. —después de decirle esto, el tránsito se detuvo y nuevamente se lanzó sobre los posibles clientes ofertando el servicio sin mirarlo más. 

Después de ese día, de malas y buenas, Benemérito cambio de actitud frente a su vida; en cuanto llegó al bar de siempre, se acercó al mostrador donde se encontraba Don Felipe y vacío todo el contenido de sus bolsillos, una montaña de monedas y algunos billetes y le dijo a dueño:

—Aquí tiene Don Felipe, quizás no cubra mi cuenta, pero le juro que le pagaré el resto cuanto antes.

Don Felipe con su cara de nada, le dijo al mozo:

—¡Servile al caballero lo de siempre, se le abrió el crédito! —después, juntó las monedas y los billetes sin contarlos y los guardó en la caja; sin mirarlo a Benemérito cerrando la caja le dijo en voz baja —gracias por el cambio.

Benemérito dormía de lunes a viernes en el hall de un edificio de oficinas muy lujoso gracias al sereno que era su amigo de la infancia, y los sábados y domingos, en otro hall, el de aeroparque; esa misma noche le pidió a su amigo si le conseguía un trabajo de sereno donde fuera. El lunes siguiente Benemérito recibía las instrucciones en su flamante empleo como sereno en una fábrica metalúrgica. La tarea consistía en recorrer la planta cada media hora, los depósitos, los talleres, y el patio de contenedores, después regresar a una pequeña oficina en donde debía observar cinco pequeños monitores que correspondían a las cámaras de vigilancia de otras zonas de la fábrica, estos tenía una alarma de movimientos, por lo cual no era necesario estar observandolos constantemente; estaba autorizado sólo a leer si le gustaba, no a dormir obviamente. 

En la oficina contigua a la que utilizaba él, había otra bastante grande con un escritorio con sillón que impresionaba, Benemérito tenía la obligación de recorrer todos los lugares. 

Una noche, cuando su material de lectura se terminó por no encontrarlo atractivo, quiso probar con otra cosa, fue entonces que ingresó en esa oficina en cuya puerta lucía una plaquita de bronce que decía “gerente financiero”, se paró frente a una biblioteca con una veintena de libros que en sus lomos se leía: “Sociedades anónimas”, “Crédito e inversión”, “Seguros”, “Importaciones”, “curvas de inversiones”, “Acciones de grandes empresas” y otra serie de títulos que para él, después de hojear algunos, eran como si estuvieran escritos en arameo. Por fin se decidió a sentarse en su escritorio y encender su computadora para después de pensar frente a la página de Google, escribió:

“¿Cómo hacerse rico?”, después de encontrar una página interesante apretó “enter”, y el resultado fue un largo escrito que comenzaba así:

“El secreto no está en los ingresos, sino en las márgenes de ganancia. Aquí están las siete revelaciones…

Cuando Benemérito empezó a leer este material quedó fascinado, era un discurso claro y sencillo que lo atrapó, a partir de ese día, el tiempo muerto de su trabajo lo llenaba estudiando y tomando apuntes de esas curvas multicolores, que indican datos y porcentajes con recomendaciones de todo tipo. Al cabo de tres meses, llegó al punto de inflexión que lo entusiasmaba, estaba listo para realizar una inversión modesta, pero real, comprando una sola acción de una empresa china, de la cual no sabía ni siquiera que fabricaba. Su entusiasmo era enorme, pero para poder invertir necesitaba ser titular de una tarjeta de crédito…con fondos suficientes y tener un domicilio legal; el domicilio era la casa de sus padres, pero no tenía tarjeta. 

Cuando cobró su sueldo esa quincena se dirigió a un banco, realizó el trámite correspondiente, firmó todos los papeles y salió con una flamante tarjeta, en la que había depositado toda su quincena, 150 dólares. 

Es misma noche en su oficina de sereno, después de la segunda ronda, encendió su computadora, abrió la página, completó el formulario cargó los datos de su tarjeta y compró una acción de 100 dólares, debería esperar a que cerrara la bolsa a las cuatro de la mañana en Hong Kong y ver el resultado. Cuando el reloj de su oficina indicaba la hora establecida abrió su computadora, sus manos sudaban por la emoción, verificó las acciones de dicha empresa y su sorpresa fue mayúscula, las acciones habían subido nueve puntos porcentuales, es decir que ahora tenía en su haber 109 dólares; de acuerdo a lo que había estudiado dichas acciones podrían seguir subiendo casi con seguridad durante las dos próximas jornadas. Benemérito esperó el tiempo establecido sin ver que ocurría y una vez cumplido compró que las mismas subieron 27 puntos, por lo cual ahora contaba con 127 dólares, es decir que había ganado 27 dólares en tres días, su corazón latía con tanta fuerza que por poco se desmaya; no obstante se tranquilizó y realizó la última etapa del ejercicio, vender, y eso hizo.

Después de unos días la hermana de Benemérito atendió a un cartero que le entregó una pequeña caja termo sellada color negro, diciéndole que era para el señor Benemérito García de la Torre; su hermana que lo conocía quedó extrañada pero lo llamó igual para informarle del envío. 

—Me haces un favor hermana, abrela y dime que contiene —la hermana de Benemérito cuando abrió el paquete y contó el dinero, no lo podía creer.

—Me podes decir en qué andas,  lo único que me falta es que te metan preso, te juro que no te voy a llevar ni una fruta a la cárcel, aquí hay 127 dólares, ¿de donde carajo lo sacaste?  —le dijo su hermana indignada. 

—No pienses mal hermanita, estoy trabajando en una empresa importante, es solo una pequeña comisión, y la modalidad de pago es así, no te preocupes y toma el dinero a cuenta de todo lo que te debo.

—No te creo una sola palabra, pero si me mentís te aseguro que la que te lleva a la cárcel soy yo. —después de decir esto su hermana le cortó el teléfono. 

La vida suele darnos gratas sorpresas, pero lo que le faltaba experimentar y saber  a Benemérito era inimaginable. 

A medida que pasaban los meses, esta gimnasia de invertir 100 dólares se repitió con algunas pérdidas, otras ganancias y algunos empates; pero una cosa era el mundo real, y otra era invertir el día viernes con el diario del lunes. 

Un viernes Benemérito algo aburrido en su puesto, se sentó en el escritorio del gerente para saber que se sentía, allí estuvo un rato, frente a la computadora apagada, cuando leyó distraídamente un papelito pegado en el monitor color amarillo que decía “WH GROUP”; no le dio mayor importancia, y se retiró a su pequeña oficina; cuando comenzó a realizar la quinta ronda de esa noche, al llegar al patio de los contenedores, ocurrió algo inesperado, tres contenedores que estaban allí depositados color verde, tenían el nombre escrito en grandes letras blancas de ese pequeño papelito amarillo “WH GROUP”. Fue entonces que a Benemérito se le ocurrió la idea más importante de toda su chatisima vida. Abrió su computadora y busco de acuerdo a lo que había estudiado a esta empresa del papelito, para ver si tenía alguna posibilidad de comprar una acción, y lo increíble sucedió, por 600 dólares podría comprar algunas; eran todos sus ahorros, faltaba aún media hora para que cerrara la bolsa, y entonces compró; a la hora estipulado la bolsa de Hong Kong cerró puntual, espero con el corazón en la boca cinco minutos y se fijó la cotización, no lo podía creer, había aumentado 35, 5 puntos, de la emoción pegó un brinco en su silla y se pegó la rodilla contra la mesa, pero el dolor era ínfimo con respecto a su alegría; había ganado en media hora 213 dólares, más de lo que ganaba en toda una quincena. El lunes cuando abrió la bolsa, vendió de inmediato.

A la semana siguiente, con paciencia y prudencia cumplió con su trabajo en forma ejemplar, lo que le interesaba era ver el viernes otro papelito amarillo en la computadora apagada de la oficina del gerente. Cuando llegó el viernes, entró a la oficina con el aliento contenido y sus manos sudadas, cuando miró, allí estaba pegado en el mismo lugar otro con un nombre que decía “VTECH”;  Cuando miró su reloj eran las tres y cuarenta cinco, restaban quince minutos para el cierre, realizó el mismo procesos del fin de semana anterior, y dos minutos antes del cierre completó la operación; compró por 500 dólares acciones de esa empresa. 


Continuará 



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