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viernes, abril 12, 2024

¿EXISTE EL DINERO? (tercer entrega final)

 



            Por esto, Benemérito decidió realizar algunas inspecciones en la fábrica; cuando llegó a su oficina en su ronda del día martes se dirigió al sector de las duchas del personal, y lo primero que le llamó su atención fue que no había resabios de vapor, ni siquiera alguna ducha aún húmeda, entonces abrió una canilla y con sorpresa comprobó que no salía agua, recorrió todo el lugar y evidentemente no estaba abastecido por agua; después fue a los armarios y pudo comprobar que todos los candados tenían el mismo tamaño y la misma marca, eran unos doscientos cincuenta candados iguales. Pensando en todo esto regresó a su oficina y se le ocurrió entrar a la oficina administrativa a la cual siempre la controló desde el corredor vidriado; cuando entró le llamó la atención que todo su equipamiento, escritorios, asientos, computadoras, lapiceros, incluso los cestos que estaban vacíos, parecían nuevos sin uso, por último, abrió uno de los ficheros y estaba completamente vacío, controló otro, y también lo estaba; evidentemente allí nadie había trabajado jamás. Benemérito se sentía desorientado, no podía entender esto; luego recorrió la oficina del gerente y pudo comprobar que también en los cajones del escritorio no había un solo papel, excepto en el primero de arriba que tenía varios blocs de esos papelitos amarillos que alguien siempre dejaba allí pegado pero ahora sin indicar ninguna empresa.

Su razonamiento lo llevaba a que la única persona que tenía la posibilidad de entrar a las oficinas era el misterioso y poco comunicativo hombre que trabajaba en el turno anterior a él; pero más allá de eso, lo que alteró su ánimo era suponer que esa fábrica no estaba funcionando. Pero algo así era imposible, ¿quién puede armar una fábrica inmensa con máquinas, depósitos y oficinas para no ponerla en funcionamiento?, ¿por qué motivo?. Por último, sin encontrar una explicación a lo que estaba ocurriendo, se dirigió a la playa de contenedores y tomó algunas fotografías; después fue a su computadora y buscó en el buscador el nombre de la fábrica, el cartel sobre el ingreso solo decía “Fábrica metalúrgica”, entonces puso ese nombre y agregó su ubicación “Villa Celina”, pero ninguna fue la respuesta, su fábrica no poseía una página en internet. Se le ocurrió buscar en el buscador de calles Google Maps, y puso la calle y la dirección, lo incomprensible fue que no podía acceder a ver el frente, la imagen solo llegaba a una de las esquinas del predio que era de cuatro manzanas, cerrado por un muro de cuatro metros de alto con alambres de púas en la parte superior. Nada de todo esto era mínimamente comprensible, en apariencia estaba trabajando durante casi un año, en un lugar fantasma. Vino a su mente el día que lo contrataron, en donde solo una voz se contactó con él departe de su amigo, y le dijo que no necesitaba realizar ninguna entrevista previa porque su amigo era una garantía de confianza y se necesitaba cubrir ese puesto en horario nocturno lo antes posible, así fue como comenzó a trabajar sin tener contacto con nadie excepto con el vigilador con el que jamás pudo intercambiar dos palabras. Al día siguiente se le ocurrió ir a la fábrica más temprano para investigar, pero no podía llegar con su automóvil a un lugar fabril y quedarse vigilando, entonces decidió alquilar una camioneta con vidrios polarizados. Llegó alrededor de las once de la mañana, y se detuvo en la calle previa al ingreso, desde allí podía ver si alguien entraba o salía. El barrio era fabril, todas las calles tenían paredones altos sin ventanas, y las veredas tenían malezas altas que evidentemente nadie se preocupaba de cuidar. Durante la espera, el portón principal no se abrió y nadie entró ni salió en ningún momento, evidentemente nadie trabajaba allí. Ya estaba por retirarse cuando un camión que tenía un contenedor se aproximó y se detuvo haciendo chirriar sus frenos frente al portón principal, al cabo de unos instantes de la puerta pequeña salió el vigilador con su gorra inconfundible y fumando, habló unas palabras con el chófer, y después este le abrió el portón, cuando el camión ingresó Benemérito pudo sacar un par de fotografías de ese contenedor en donde se podía leer impreso en grandes letras verdes “Solar City”; después al cabo de treinta minutos, el mismo camión salió con otro contenedor de la empresa MAERSK, con su característico logo de su estrella blanca y fondo azul, después de maniobrar se retiró pasando por al lado de la camioneta de Benemérito, y este le sacó algunas fotografías, obviamente el origen de los contenedores no le decían mucho porque lo importante era saber qué contenido transportaban. 

En el regreso a su casa pensó que tenía dos opciones, una era continuar con la misma operación de todos los fines de semana, y seguir eligiendo empresas al azar que cotizaban en bolsa y le brindaban enormes ganancias, sin pensar en otra cosa extraña, o averiguar de qué se trataba todo aquello. Si elegía esta última opción, debía de hablar en serio de todo con aquel hombre que era un total desconocido y sabía evidentemente mucho más que él de esa fábrica sin empleados; excepto ellos dos… sin considerar el intruso que vio aquella noche.

Esa semana Benemérito continuó trabajando como siempre, porque no sabía si alguien lo controlaba desde las cámaras instaladas las cuales podía observar encendidas. Cuando llegó el viernes escribió como siempre en aquel papel otra empresa cualquiera que buscó en internet que cotizan en bolsa, eligió “Telecom”; antes del cierre de la jornada, como ocurría siempre, las acciones de dicha empresa se dispararon abruptamente diecisiete puntos; el lunes vendería para transferir una vez más su dinero a su cuenta. 

Después de pensarlo muy bien,  Benemérito decidió hablar con su reemplazo y lo haría ese mismo día. 

Cuando el taciturno hombre de gorra llegó Benemérito lo encaró decididamente.

—Creo que usted y yo tenemos que hablar.

—¿Sobre qué? —le dijo este dejando su bicicleta recostada en la pared.

—Sobre lo que usted ya sabe —le dijo Benemérito cerrando la puerta. 

—Mire, le voy a decir algo para que le quede claro —le dijo ese hombre con su mirada fría y salvaje —yo aquí cumplo hace más de dos años con mi trabajo por el cual me pagan sin hacer preguntas, por lo cual le recomiendo que continuemos así para evitar inconvenientes. 

—¿A qué inconvenientes se refiere? —le preguntó Benemérito con cierta preocupación. 

—Solo le diré una cosa, antes que usted, trabajaba un hombre bastante joven que quiso averiguar cosas que no eran de su incumbencia; de pronto no lo vi más y apareció usted.

—No entiendo por qué señor, señor, ni siquiera sé su nombre.

—Víctor, ¿y usted?

—Benemérito, señor Víctor —le respondió pensando que al menos pudo lograr romper esa fría relación. 

—Mire Benemérito, mejor será que todo siga igual, usted con lo suyo, y yo con lo mío, mientras menos conjeturas realicemos mejor para ambos, ¿no le parece?

Benemérito entendió que se encontraba en un punto muerto, y que algo de razón tenía este misterioso hombre, por lo cual decidió por el momento dejar todo así.

—Como usted diga señor, mejor dejemos todo como está.  —Después de decir esto Benemérito se retiró a su casa.

Durante todo el mes de agosto, la rutina continuó y su cuenta bancaria siguió aumentando, todos los días disfrutaba ingresando a su cuenta y viendo su saldo. Una noche en la fábrica, cuando abrió la página de su banco de Panamá, se encontró con un aviso que cubría casi toda la pantalla que decía “Este sitio se encuentra en reparación disculpe las molestias”; en un primer momento esto no le causó molestia alguna, pero después de varios intentos por ingresar a la página y no poder hacerlo se empezó a impacientar. Esa madrugada cuando llegó a su casa, intentó nuevamente desde su computadora y una vez más el decepcionante aviso se lo impedía. Su novia lo notó angustiado, trató de calmarlo, hasta que por fin pudo descansar. 

Cuando despertó cerca del mediodía antes de almorzar se sentó en su escritorio, abrió su computadora, buscó la página del banco y se distendió porque el molesto aviso ya no estaba, después, escribió su clave de acceso, se abrieron todas las funciones, marcó la de su cuenta corriente y lo que vio por poco lo infarta, su saldo estaba en cero. En un primer momento pensó que por error había ingresado en otra cuenta, por esto, cerró la página y repitió el proceso, el resultado era inequívoco: saldo cero. Con desesperación buscó en el fondo de inversión en donde tenía depositados u$s 3.400.000, cuando vio el saldo allí también, el mismo estaba en cero. Su desesperación fue tal que pegó un grito que espantó a su novia que lo estaba esperando para almorzar. 

Desesperado buscó los números de teléfonos del banco y llamó, al cabo de unos instantes eternos, una voz femenina lo atendió; tratando de mantener la calma Benemérito explicó lo sucedido diciendo que debía ser un error. La empleada le pidió un minuto, y al cabo de un momento le preguntó:

—¿Usted es el señor Benemérito García de la Torre?

—Así es —respondió Benemérito, más tranquilo, entendiendo que estaba allí registrado y que se aclararía todo el error.

—Aquí figura señor, que usted en el día de ayer, realizó una transferencia para comprar acciones de una empresa por el total de su saldo, incluso de su depósito en el fondo de inversión, dejando todos sus saldos en cero. —le dijo esa voz con simplicidad y contundencia. 

—¡No es cierto señorita, —gritó Benemérito desesperado— yo no compré acciones en el día de ayer, tiene que haber un error!

—Le reitero señor, esto es lo que a mí me figura en sus movimientos. 

—Yo le reitero a usted señorita que eso es falso, y no hice ninguna transferencia, es más, ni siquiera pude ingresar al sitio del banco porque estuvo todo el día en reparación. 

—No señor, nuestro sistema no ha tenido ningún tipo de falla durante el día de ayer; lo único que puedo hacer es comunicarlo con legales, para que le puedan solucionar su problema.

Después de hablar con no menos de cinco personas Benemérito no pudo hacer nada, todo su dinero había sido transferido a una empresa de la cual no tenían posibilidad de darle el nombre, por todo lo cual, la única posibilidad era que presentara por escrito todo el reclamo en la sucursal de Panamá para que ingrese a legales, y de ese modo tratar de que le solucionaran su problema. A Benemérito se le habían esfumado más de seis millones de dólares en un solo día, consiguiendo como última respuesta la voz de una grabación que le dijo amablemente:

—Gracias por comunicarse con nosotros, le pedimos por favor si puede completar una encuesta antes de cortar.

En un arranque de desesperación Benemérito arrojó su teléfono con tal violencia que rompió el vidrio de una mesa ratona. Su mujer contemplaba todo aquello llorando también desesperada.

Con su mente turbada, decidió ir a la fábrica a tratar de encontrar alguna solución o respuesta, fue directamente con su automóvil y lo paró frente al portón, se bajó y tocó el timbre de la puerta que sonaba como una sirena distante, lo hizo varias veces esperando que el misterioso Víctor saliera, pero nadie salió a pesar de quedarse allí esperando y tocando ese timbre mil veces durante horas.

Cuando regresaba a su casa decepcionado y en banca rota, pensó que de toda su fortuna solo le había quedado su departamento y el lujoso auto que manejaba, los cuales no podría mantener; todos sus sueños  de viajes y placeres desaparecieron en pocas horas; manejando con su mente confusa, un semáforo se puso en rojo y entonces detuvo su marcha; un limpiavidrios se le acercó con una sonrisa; era el mismo que una vez lo había ayudado; Benemérito revisó sus bolsillos y solo le quedaban doscientos dólares, abrió su ventanilla y se los dio a aquel joven que se quedó petrificado mirándolo, y solo le dijo:

—Gracias amigo.



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