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jueves, abril 11, 2024

¿EXISTE EL DINERO? (segunda entrega)

          




Cuando llegó el viernes, entró a la oficina con el aliento contenido y sus manos sudadas, cuando miró, allí estaba pegado en el mismo lugar otro con un nombre que decía “VTECH”;  Cuando miró su reloj eran las tres y cuarenta cinco, restaban quince minutos para el cierre, realizó el mismo procesos del fin de semana anterior, y dos minutos antes del cierre completó la operación; compró por 500 dólares acciones de esa empresa. 

El lunes a la noche cuando llegó a su oficina, después de hacer su primer ronda, encendió su computadora y la sorpresa lo dejó paralizado de la emoción, las acciones que compró el viernes subieron 32 puntos, no lo podía creer si los datos de esos papelitos amarillos seguían dando esos pronósticos, en pocos meses sería millonario, pero se presentaba un inconveniente, para que le liquidarán su dinero necesitaba tener una cuenta corriente. 

Ese mismo día lunes, no durmió y esperó que abriera el banco, cuando realizó la consulta se encontró con otro problema adicional, para poder abrir una cuenta corriente necesitaba tener una garantía hipotecaria, esto era una barrera muy difícil de cruzar; si su hermana le tuviera confianza…pero esto era un imposible, ella jamás le permitiría poner en riesgo la única casa que era de sus padres. Fue entonces que buscando en internet encontró un banco en Panamá que le resolvía todos sus problemas a la velocidad de la luz, después de chatear con un operador y completar unas planillas digitales, como por arte de magia, le dieron su nombre de cliente y su clave para poder operar su flamante cuenta corriente con la que podía realizar todas las operaciones que necesitaba, es decir: depósito, transacciones e incluso solicitar créditos, cómodamente desde su computadora. Benemérito estaba preparado para ser millonario. 

Los papelitos amarillos con nombres de empresas estaban siempre en el mismo lugar todos los viernes a la noche indefectiblemente; el mecanismo era siempre el mismo, la empresa que estaba escrita allí, cotizaba en bolsa y sus acciones durante los últimos diez minutos de la rueda del viernes subían entre veinte y treinta puntos, después Benemérito vendía las mismas el lunes y su dinero se transfería a su cuenta corriente; la cual aumentaba su volumen exponencialmente. En los primer dos meses llegó a tener doscientos mil dólares, y a partir de ese momento se enfrentaba a otros agradables inconvenientes; como por ejemplo: como hacer para disfrutar su dinero siendo un humilde cuidador nocturno de una fábrica, no se podía volver rico de la noche a la mañana, pero tampoco podía perder ese trabajo, los datos de los papelitos amarillos eran indispensables para continuar con sus inversiones. 

Todas las noches cuando llegaba a la fábrica, el vigilador diurno, un taciturno hombre bajo de gorra, con cara enjuta, barba de algunos días y zapatos de seguridad le abría la puerta contigua al portón principal que daba a la playa de los contenedores, lo saludaba sin más preámbulos o siquiera intercambiar algún comentario, solo se limitaba a entregarle un  manojo de llaves y se retiraba en bicicleta fumando hasta que la lucecita roja trasera se perdía en la obscuridad de la noche.

Cuando Benemérito recorría la planta entre esas enormes máquinas que no tenía ni idea para qué servían,  todo estaba en silencio y solo se escuchaba el ruido de sus pasos; siempre pensaba que cuando todos esos equipos estuvieran en funcionamiento harían un ruido infernal, cuando ingresaba a los vestuarios podía ver unos doscientos armarios con sus respectivos candados, e imaginaba la cantidad de obreros que allí guardaban sus escasas pertenencias para después perder sus días por un sueldo paupérrimo sin entender con qué facilidad ganaba él su dinero. La playa de los contenedores era una especie de ladrillos multicolores gigantescos apilados y prolijamente alineados dejando angostas calles de paso entre esos cubos metálicos que una grúa apilaba en cinco pisos de altura. El recorrido por la planta lo hacía siempre por los mismos lugares, imaginando que las cámaras, las cuales conocía su ubicación, lo filmaban y registraban para que alguien controlara su trabajo, el cual, era correspondido con un sobre que alguien dejaba puntualmente sobre su escritorio con el dinero de la quincena. Lo que tenía muy en claro Benemérito era que su trabajo de cuidador debía ser minucioso y excelente para no perderlo bajo ningún concepto. Cuando el sistema de compra y venta de acciones se convirtió en rutina, decidió realizar sus primeras inversiones, por empezar ya había saldado la deuda con su hermana y todos los meses le daba una cantidad de dinero suficiente para mantener a sus padres bien cuidados; también formalizó la relación con su novia y compró un pequeño departamento en Puerto Madero en cuya cochera guardaba un deportivo automóvil Alfa Romeo Stelvio color rojo. El mecanismo de su traslado desde Puerto Madero a Villa Celina donde se encontraba la fábrica lo realizaba en dos etapas, la primera, muy bien vestido, manejando su lujoso automóvil hasta una cochera, y desde allí, después de cambiarse con ropas acordes a un vigilador, se subía a su bicicleta para llegar a su puesto de trabajo. Un miércoles de Julio, cuando llegó a la fábrica, como siempre el inmutable hombre de gorra le entregó las llaves y se retiró, después de ubicarse en su oficina realizó la primera ronda, al regresar, comió, tomó un café y encendió su computadora para ver el saldo de su cuenta, con satisfacción la brillante pantalla le mostraba en su saldo la cantidad de ochocientos mil dólares. Cuando estaba disfrutando de ver esa abultada cifra en su cuenta corriente a su nombre, apareció en la pantalla una publicidad del banco que le ofrecía incrementar su dinero poniéndolo a trabajar en un fondo común de inversión que le daría aproximadamente como mínimo un 9 por ciento mensual, pudiendo retirar su dinero en el momento que quisiese; después de pensarlo, al regresar de su ronda, aceptó la propuesta y transfirió la mitad de todo su capital en el fondo Seguridad Renta Plus América. A las dos de la mañana de ese día cuando estaba recorriendo con su linterna un corredor oscuro que  unía el taller de mantenimiento con el de soldadura, le pareció ver algo que pasó muy rápido al final del mismo; durante todo el tiempo que llevaba trabajando allí, unos once meses, siempre se sintió confiado porque la fábrica parecía una fortaleza como para que alguien pudiera entrar desde fuera, pero también imaginó que eran muchos los operarios que allí trabajaban y alguno podría quedarse en algún lugar escondido esperando la noche con alguna intención no buena; también lo que le pareció ver podría ser un gato tratando de atrapar un ratón. No obstante fue a buscar el revólver que estaba bajo llave en su escritorio, el cual jamás imaginó necesitar, después de comprobar que estuviera cargado se dirigió nuevamente a ese sector y lo recorrió minuciosamente, pero no vio nada extraño, solo un par de guantes de trabajo que alguien había olvidado sobre una mesa de hierro. 

El viernes como siempre ingresó en la oficina del gerente y allí estaba el curioso e invalorable papelito amarillo con el nombre de una empresa, TESLA. 

Cuando el viernes terminó su jornada, tuvo que esperar quince minutos a su desconocido colega de gorro de lana y cara insulsa que llegó en su bicicleta, el cual ni siquiera se disculpó por el retraso; el último intercambio de palabras eran sus respectivos saludos.

—Buenas. —dijo el hombre recibiendo las llaves.

—Buenas —le respondió Benemérito dándoselas. Allí terminaba toda su relación laboral a pesar de los meses transcurridos, estuvo a punto de decirle lo de la sombra a aquel descortés individuo, pero decidió no decir nada.

Lo bueno para Benemérito venía durante los fines de semana, los cuales los pasaba junto a su novia en su cabaña ubicada en la costa Atlántica; allí disfrutaban largas caminatas en la playa o en el bosque, y durante la noche invernal recostados frente al hogar encendido escuchando música. Comenzaron a planear un viaje por Europa para realizarlo durante sus vacaciones en el verano; viajarían en un crucero de lujo, las inversiones podían esperar y el fondo común de inversiones continuaría trabajando para él. 

Una noche cuando realizaba su ronda en la fábrica, todo el taller de soldadura estaba en penumbras, con su linterna iluminó parte de aquel enorme lugar, y de pronto en el fondo escuchó un ruido extraño, cuando iluminó ese sector nuevamente algo se movió y con seguridad no era un gato, esta vez llevaba el revólver y gritó fuerte:

—¡Quien anda ahí! —De pronto entre las sombras detrás de unos tambores salió alguien corriendo muy ágil y se perdió entre los contenedores, Benemérito trató de seguirlo, pero no pude encontrar a nadie, algo agitado regresó a su oficina pensando dejar un informe por escrito y solicitando que repararan la iluminación de ese taller; era la primera vez en todo el tiempo de trabajo allí que ocurriría un evento raro. A partir de ese día comenzaron a suceder cosas extrañas, o tal vez, empezó a descubrir ciertos hechos en los que no había prestado atención antes. Cuando llegó el horario de salida, y se encontró con su poco grato compañero, le contó lo ocurrido y le dijo que todo estaba escrito en su informe, este hombre lo miró a los ojos y dijo secamente.

—Bueno, hasta mañana —eso fue todo el comentario y entró en la fábrica. 

Benemérito se dijo para sí, que nunca más le diría nada a ese maleducado.

Al día siguiente, el mismo desagradable compañero de tareas, le entregó las llaves de la fábrica y como siempre no intercambió una sola palabra. 

Esa noche ocurrieron tres cosas que Benemérito no alcanzó a entender, en primer lugar cuando realizó la recorrida como de costumbre, el taller de soldadura continuaba en penumbras, pensó que tal vez la gente de mantenimiento fuera descuidada, pero le llamaba la atención que siendo un lugar en donde la actividad principal es soldar, no tuviera energía eléctrica, salvo que la iluminación nocturna estuviera en otro circuito; por lo general siempre llevaba la comida de su casa en un recipiente, pero esa noche compró una hamburguesa en un local de comidas rápidas que quedaba de paso, cuando fue a tirar el papel y la caja de cartón a un gran contenedor del patio, al abrir la tapa este no tenía basura de ningún tipo, es más, parecía nuevo sin uso; y su última sorpresa fue, cuando en otra de sus rondas pudo ver que aún estaban en el mismo lugar ese par de guantes que alguien olvidó. 

Cuando llegó el viernes y encendió la luz de la oficina del gerente el papelito con la información que siempre estaba pegado en computadora, esta vez no estaba; pensó que el hombre podría haber tomado unos días de descanso, ese viernes no le dio demasiado importancia y espero pacientemente al otro viernes, la semana por algún motivo se le hizo larga; cuando el día tan esperado llegó, la desepción fue grande cuando vio que el papel amarillo estaba alli pegado en la computadora pero no había nada escrito en él; esto no sabía como interpretarlo, entonces se sentó frente al amplio escritorio del gerente a pensar, y después de un rato se le ocurrió algo. Fue a su oficina, tomó su linterna y se dirigió a la playa de contenedores, una vez allí, eligió uno al azar y anotó su nombre, después regresó a la oficina del gerente y escribió en el pequeño papel ese nombre. Luego desde su computadora, invirtió cien mil dólares en acciones de esa empresa, lo único que podía pasar es perder algo de dinero, probar era una opción. Cuando el lunes abrió la bolsa de Hong Kong, a las tres horas, las acciones de esa empresa elegida por él subieron cuarenta puntos… ¡cuarenta puntos!. Benemérito no salía de su asombro, durante su regreso a casa pensaba algo que maduraba en su cabeza hacía unos días, esto era, ¿en que empresa estaba trabajando como vigilador?. 

La primera conclusión fue que con la única persona de carne y hueso que él tenía contacto, era con el taciturno vigilador que como él, también tenía acceso los fines de semana a la oficina del contador, esto lo llevaba a preguntarse ¿quién puso un papel en blanco en el mismo lugar de siempre?.


Continuará 



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