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jueves, junio 20, 2024

VIAJE AL PASADO (vigecimatercera entrega)

               Durante la época de Ludovico Sforza duque de Milán otra de las ciudades más importantes de Italia era Florencia en donde ejercía su poder una poderosa  familia de banqueros; los Medici; fervientes amantes de las artes en donde prestigiosos artistas como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel y Botticelli, convirtieron a Florencia en el centro del Renacimiento.

La relación más importante de Leonardo Da Vinci con la familia Medici fue con Lorenzo de Medici; durante este período podemos nombrar alguna de sus producciones pictóricas: La adoración de los magos, La anunciación, El bautismo de cristo, Virgen de las Rocas, La Gioconda, entre otros trabajos. 











F.B.


               La relación de amistad de Esteban y Juan con Leonardo se incrementó con el paso del tiempo, al punto de pasar a ser ambos ayudantes del maestro; se encargaban de buscar las plantas, las tierras y las piedras con las que Leonardo realizaba sus colores, el taller de Leonardo era un laboratorio en el cual conseguía componer  tonalidades inéditas. A pesar de no ir más a la obra de los Sforza ambos amigos entablaron una amistad con Giulia y Laura; todas las tardes paseaban por la ciudad, y los días de descanso salían a recorrer los alrededores. Esa vida placentera duró hasta que las relaciones de Ludovico Sforza con los Galos o Franceses se pusieron tensas, al extremo que la familia de las hermanas Giulia y Laura decidieron ir a vivir a Florencia; la casualidad hizo que Leonardo también producto de una encomienda, decidiera abrir su taller también allí.






—Tengo que decirles algo importante estimados amigos  —le dijo una noche Leonardo a Esteban y Juan—  hoy me ha dicho con pesar mi amigo Ludovico Sforza que no me podrá encomendar otros nuevos trabajos por la situación con los Galos; por lo cual en cuanto termine el mural de la Última cena me recomienda que trasladar mi estudio a Florencia; allí, un rico comerciante que se llama Francesco del Giocondo, hace un tiempo me ha solicitado un trabajo, desea un retrato de su esposa  Lisa Gherardini; también en esa ciudad un hombre muy importante que se llama Lorenzo de Medici, me ha mandado llamar, por todo lo cual creo que en Florencia tendré un nuevo horizonte para poder hacer todo aquello que me gusta. Espero que ustedes me acompañen para seguir ayudándome.

—Desde ya te decimos que te acompañaremos estimado Leonardo —les respondió Esteban—

—Podemos coordinar para ir junto con nuestras amigas Giulia y Laura  —dijo Juan.

—Me parece bien estimados amigos —respondió Leonardo— pero tengan en cuenta que el viaje es peligroso y muy largo; nos puede llevar Manuel, que es un carrero al que conozco, no podré llevar todo lo que tengo aquí, elegiré lo más importante. Descansaremos en los monasterios que nos quedan de paso, no obstante algunas noches tendremos que dormir en el camino.

         Cuando todo el viaje estuvo organizado en la madrugada de un hermoso día de primavera una enorme carreta tirada por una yunta de robustos caballos de tiro se detuvo frente al Palacio Real, donde se encontraba el taller de Leonardo, los tres amigos cargaron todo lo que se pudo, dejando lugar para que Gulia y Laura estuvieran cómodas; ellos tres irían en el pescante junto con el carrero.

Al finalizar se colocó una lona que cubría toda la carreta para proteger a los ocupantes y la carga de la lluvia.

El viaje comenzó con todas las expectativas de una aventura, el camino no se encontraba en buen estado, y los viajeros sufrían un incómodo traqueteo. No obstante, el paisaje era deslumbrante, praderas verdes tapizadas de flores silvestres, árboles que comenzaban a brotar, y el alboroto de pájaros que parecían estar enloquecidos de alegría por esa suave brisa y el sol. 

Cuando comenzó a  bajar el sol de ese primer día, decidieron parar para pasar la noche en una loma desde la que se podía ver un amplio valle verde. Los hombres se dedicaron a buscar leña para encender una fogata y las dos hermanas prepararon lo que habían traído para comer. 

Era una espléndida noche de luna llena y la fogata brindaba el clima justo para charlar.

—Siempre me pregunté cómo será posible que la luna brille tan maravillosa  —comentó Manuel que solo sabía de caballos, carretas y caminos.

Esto le dio pie a Leonardo para explayarse de toda su sabiduría al respecto.

—En realidad estimado amigo, la luna no tiene brillo propio, solo posee agua en la que se refleja los rayos del sol; pero es más complejo decir esto de las miles y miles de estrellas que he podido comprobar que se mueven siguiendo un patrón muy extraño y complejo. (En aquellos tiempos todavía se pensaba que el sol giraba en torno a la tierra)





Tanto Esteban como Juan, a pesar de morirse de ganas de explicarle a Leonardo sus conocimientos, no podían hacerlo, porque temían que dar información del futuro, a un cerebro como el de Leonardo, podría llegar a cambiar drásticamente el curso de la  historia.

Esteban que estaba siempre deslumbrado por todo lo que dijera Leonardo le preguntó a propósito, para incentivar la conversación:

—Lo que a mí siempre me sorprende es saber cómo pueden volar los pájaros y nosotros no.

—Yo he estudiado mucho el vuelo de los pájaros y más importante que sus alas y poder volar es poder entender cómo pueden planear; creo que si pudiera descubrir esa maravillosa obra de la naturaleza, poder planear, el hombre lograría también volar.

—Si usted lo dice maestro  —dijo Juan sirviendo más vino— es seguro que el hombre alguna vez podrá volar, no me cabe duda que tenemos todo frente a nuestros ojos, la naturaleza nos lo muestra, como usted bien nos enseñó, pero seguimos sin entender lo que nos quiere decir.

—Así es estimado amigo, nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus inventos nada falta y nada es superfluo. —dijo Leonardo esa noche entre amigos.

—Espero fervientemente que el hombre jamás pueda volar  —dijo muy seriamente Manuel — si eso fuera posible nosotros los carreros nos moriríamos de hambre.

Todos rieron. 

A la madrugada del siguiente día las hermanas reavivaron el fuego para calentar una exquisita sopa mientras los hombres enganchaban los caballos a la pesada carreta; después de desayunar continuaron el viaje. 

Resultó ser otra jornada muy dura hasta que al atardecer llegaron a un viejo monasterio.






Allí los recibió un monje muy amable que los condujo después de atravesar un patio rodeado por una galería con columnas y arcos de medio punto, a las habitaciones. Estas eran muy austeras pero para pasar la noche resultaban más que suficiente. 

La cena se realizaba en el comedor principal en donde fuentes humeantes ubicadas a lo largo de una austera mesa  anticipaban con su aroma un grato momento. Todos los monjes eran hombres grandes incluidos el abad. Después de que este agradeciera los alimentos, le dio la bienvenida a los huéspedes. 

La cena se realizó en silencio, cuando se finalizó, todos se retiraron a sus aposentos excepto, el Abad, Leonardo, Esteban y Juan.

Esa noche ambos amigos tuvieron la oportunidad de escuchar una conversación y un cambio de pareceres entre el Abad y Leonardo apasionante e inolvidable.

La interesante charla la comenzó el Abad, el cual tenía una rígida estructura de conocimiento sobre teología, pero también su mente estaba muy atenta y abierta a las nuevas ideas que se comenzaban a vislumbrar; la fuerza del Renacimiento era algo que ya no se podía detener.

Sentado en un cómodo sillón de la pequeña sala de reuniones iluminada por un candelabro, el Abad le preguntó a los tres huéspedes presentes:

—¿Creen ustedes en Dios?






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miércoles, junio 19, 2024

VIAJE AL PASADO (vigesimacuarta entrega)

               La pregunta del Abad sorprendió a Esteban y a Juan; ambos dijeron que por supuesto creían en Dios, pero Leonardo, miró fijamente al anciano y le dijo:

—Yo soy un incansable observador de la naturaleza, del cielo nocturno, de la lluvia, del viento, de los pájaros, del rayo y de nuestros sentimientos; también me asombra las matemáticas, la absoluta perfección de funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero Dios es en mi opinión alguien demasiado inmenso para poder al menos poder imaginarlo por nosotros. 





Desde nuestra arrogancia pensamos que alguna vez podremos controlar a la naturaleza; o conocer a Dios; sin entender que somos tan pequeños ante ella, que si no existieramos,  ella continuaría adelante en su infinito desarrollo sin nuestra presencia. 

Por esto, sin lugar a duda creo en Dios; pero no creo en la magnificencia del hombre.

El anciano Abad, le respondió:

—Toda mi vida la he puesto al servicio del Señor, estudiando y meditando, con la esperanza que al final del camino al menos obtendría alguna respuesta; pero ahora que mi vida se está por terminar, tengo muchas más preguntas sin respuesta, y esto crea en mí, la sensación de haber tomado el camino equivocado. 

—El camino que elegimos señor Abad —dijo Leonardo—  creo yo que no tiene que ver con Dios, él solo nos ha colocado en la naturaleza para que nosotros tomemos nuestras propias decisiones. Con el mayor respeto a su investidura y sabiduría muy reverendo Padre Abad, yo pienso que también la fe, es ese otro sentimiento que nos permite continuar por el camino elegido confiando que es el correcto. 

—¿Qué piensan ustedes sobre la muerte?; les pido que me digan la verdad de lo que ustedes creen, no lo que imaginan que me gustaría escuchar.  —dijo el anciano Abad, palpando con su mano el pesado crucifijo que tenía en su pecho.

Esteban y Juan se sintieron muy alejados de poder dar su parecer; era preferible solo escuchar a dos hombres inteligentes y contemporáneos hablando sinceramente. 

—La muerte señor Abad, como usted bien sabe —dijo Leonardo— solo puede ser comprendida por nosotros los humanos; los animales, las plantas, no tienen esa carga en sus vidas. Creo yo; que allí sí, intervino Dios, ¿por qué motivo nos creó con esa carga que nos acompaña desde que tenemos uso de la razón?, ¿por qué nos ha revelado que existe un principio y un final?...me animo a decir que nos dejó un encargo para realizar, que no llegamos a comprender acabadamente. Tal vez ese recado sea que tenemos una misión que cumplir, pero la pregunta sin respuesta es ¿cuál es esa misión?.

Yo creo que lo que nos quiere decir, es que la vida es un mecanismo muy delicado y equilibrado que puede extinguirse con facilidad, del mismo modo que el fuego destruye en muy poco tiempo y sin piedad, un bosque que tardó cientos de años en crecer. Quizás señor Abad, Dios nos colocó en la naturaleza para ser fieles custodios de este sistema exquisito, que es la vida que nos rodea. 

El anciano Abad se quedó en silencio un largo rato, como si estuviera recordando su vida, sus creencias, sus dudas, sus preguntas sin respuesta. 

—Eres muy inteligente Leonardo Da Vinci  —dijo el anciano, poniéndose de pie— a tal punto que todo lo que hemos hablado esta noche aquí, lo dejaré por escrito para aquellos que vendrán, agregando mis reflexiones; creo que hoy, Dios me ha enviado su respuesta, en boca de un joven brillante; les deseo buena vida a los tres, y no me cabe duda que ustedes han elegido el camino correcto.

Después de decir esto el Abad se retiró y los tres huéspedes no lo volvieron a ver.

Al día siguiente continuó el viaje, fueron cuatro días rudos pero soportables; por fin pudieron ver a lo lejos la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore; habían llegado a la culta, tumultuosa y fantástica Florencia. 

            





En aquella época Florencia estaba dominada por la poderosa familia Medici, pero tenían unos adversarios muy peligrosos que pretendían controlar la ciudad, los Pazzi.

A tal punto llegó este enfrentamiento, que los Pazzi, pretendieron llegar a su objetivo drásticamente…matando a Lorenzo y Giuliano de Medici.  El atentado se realizó durante una ceremonia en el Duomo; pero el destino tomó otro rumbo del que los asesinos imaginaron. 


F.B.


En muy poco tiempo Giulia y Laura consiguieron trabajo en la cocina de la  casa de los Medici, en donde Leonardo también comenzó a ser un invitado frecuente para la familia. Esteban y Juan continuaron con su trabajo de asistentes y durante su tiempo libre paseaban con sus dos amigas, disfrutando con las magníficas obras de arquitectura que tenía la ciudad y las obras de arte que encontraban a cada paso.

—Estamos invitados a una misa que se celebrará en la catedral  —les dijo Leonardo una mañana a Esteban y Juan que estaban terminando de acomodar el taller—  allí podrán ver de cerca a Lorenzo y Giuliano de Medici, lleven a sus amigas, porque estarán presentes las familias más ricas de Florencia. 

Cuando al día siguiente Esteban y Juan fueron a la catedral con sus amigas, sólo pudieron llegar al atrio, porque la multitud que había agolpada les impedía ingresar. Al terminar la ceremonia el público comenzó a dar paso a Lorenzo y Giuliano que salían muy sonrientes seguidos de señoras y señores de la nobleza Florentina. 

El asombro de ver a tan corta distancia a los integrantes de la familia Medici fue una experiencia maravillosa para Esteban, hasta que de pronto le gritó desesperado a su amigo Juan:

—¡Juan, no lo recordaba, van a tratar de matar a los Medici!

—¿Cuándo?   —preguntó su amigo, pensando que se trataba de una broma.

—¡En este preciso momento!.

Dos hombres que estaban mezclados con el público se interpusieron al paso de los hermanos Médici y sin decir una sola palabra sacaron de entre sus ropas puñales; la primer embestida fue contra Giuliani, que recibió dos puñaladas en el tórax y cuando el otro agresor intentó hacer lo mismo con Lorenzo, Juan desvió el curso del brazo asesino de una patada, mientras Esteban sostuvo al asesino de Guiliani del cuello el cual arrojaba puñaladas al aire sin parar.





Por fin otros hombres intervinieron resguardando a Lorenzo que solo estaba desconcertado, y después los dos agresores quedaron controlados y sujetos por varios hombres; lamentablemente Giuliano quedó ensangrentado y tendido en el suelo; murió a los pocos instantes. 

El lamentable hecho hizo que invitaran a los pocos días, después de las exequias de Giuliano, a Esteban y Juan a una entrevista con Lorenzo en la que Leonardo estaba presente.





Cuando ambos amigos llegaron al palacio estaban tan asombrados que no podían creer lo que estaban viviendo. 

—¿Imaginabas algo así?  —le preguntó Juan a Esteban antes de ingresar al imponente palacio Medici - Riccardi

—Jamás imaginé tal cosa.

Al llegar al portón principal dos sirvientes los acompañaron a la reunión; después de atravesar dos patios, ingresaron en un salón que ostentaba un hogar impresionante, al cabo de unos instantes se abrió una puerta doble de la que salieron Leonardo muy sonriente y otro hombre de rasgos delicados, después de los saludos protocolares, los cuatro hombres se sentaron frente a frente en unos sillones de madera repujada.

El que comenzó a hablar con un tono de voz muy firme pero a la vez delicada, fue Lorenzo, el hombre más poderoso y rico de toda Florencia, que dirigiéndose a Esteban y a Juan les dijo:

—Señores; a ustedes dos, les debo estar vivo; ¿como puedo retribuir tal cosa?.






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martes, junio 18, 2024

VIAJE AL PASADO (vigésimaquinta entrega)

                  Ante esta pregunta de boca  del hombre más poderoso y rico de Florencia, Esteban y Juan quedaron sin respuesta.

—Señor Lorenzo  —comenzó diciendo Esteban— nosotros somos amigos de su amigo Leonardo, le ayudamos con gusto en sus trabajos, y lo que hemos hecho por usted lo haría cualquier persona por su amigo, por lo cual nada nos debe. 

Lorenzo de Medici se quedó pensando un instante y después dijo mirando a Leonardo:  —Pues entonces haré lo siguiente estimado Leonardo, tus dos amigos a partir de hoy comenzarán a trabajar para mi, tú tendrás que conseguir otros ayudantes.

De inmediato con una sonrisa Leonardo respondió:  —Usted manda estimado señor Lorenzo, a un Medici, no se lo puede contradecir. 

—Bien,  —dijo Lorenzo— mañana mismo a primera hora estará aquí un carruaje para llevarlos a la fattoria más grande que poseo en la Toscana, cuyo administrador es grande y ya desea retirarse; a partir de este momento ustedes serán los nuevos encargados de llevar adelante todo lo que allí realizamos; que les advierto es mucho, pero se compensa con la vida que les espera, además tengo entendido que tienen ustedes dos amigas que me encantaría si se pueden hacer cargo de la cocina.

El trato se formalizó con un apretón de manos y un sirviente trajo queso y vino para consumar la relación. 



A la mañana siguiente Giulia, Laura, Esteban y Juan partieron rumbo a una nueva vida con la alegría de los jóvenes al comenzar una nueva aventura. 



Cuando llegaron a la casona de la fattoria, un grupo de empleados los recibieron como si fueran los dueños; bajo un frondoso árbol del enorme patio, del cual se podía ver las suaves laderas con hileras interminables de vides, corrales, quintas y plantaciones; se colocó una larga mesa con mantel blanco repleta de alimentos del lugar.

El viejo administrador, después de presentarle una a uno a todos los colaboradores, les explicó a grandes rasgos todo el funcionamiento, con el compromiso de recorrer todas las áreas con las diversas producciones en el transcurso de los siguientes días. 

La mujer del amable hombre se llevó a Giulia y Laura para mostrarle la cocina, la huerta, las habitaciones, la pequeña capilla y obviamente el gallinero. 

La casona era enorme, todas las habitaciones del primer piso estaban conectadas por una terraza en donde la vista era majestuosa.

El comedor tenía un hogar en donde se podía entrar parado y el mobiliario era de madera repujada; cuando los amplios ventanales se abrían, las blancas cortinas de lino se movían siguiendo el compás de la brisa primaveral.


Un enjambre de abejas, recorría los canteros repletos de flores. La vida transcurría allí, lenta, confortable, pausada y sin sobresaltos. El trabajo del establecimiento era diverso; la siembra de los campos, las cosechas, la atención de los viñedos. En la época de la vendimia, una vez que se terminaba el envinado en las barricas, se hacía una fiesta en donde sobre una larga mesa se servían varios platos, comenzando con una sopa reconfortante como la ribollita, seguida de un plato principal de carne, como un estofado de jabalí, también pappardelle con salsa de conejo y para finalizar, una selección de quesos locales, frutas frescas y un buen vaso de Chianti, luego se bailaba hasta altas horas de la noche.

No todo era tan simple, el trabajo variaba durante las estaciones del año, y la responsabilidad de llevar adelante toda la fattoria duraba todo el año; no obstante, los cuatro jóvenes, Giulia, Laura, Esteban y Juan, encontraban momentos para estar distendidos charlando y riendo. 

Laura se llevaba muy bien con Juan y Giulia con Esteban, pero surgió algo que es frecuente y normal entre los jóvenes.

Una noche, cuando las dos hermanas se fueron a descansar, Esteban y Juan se quedaron solos charlando. 

—Debo decirte algo querido amigo  —dijo Juan mirando el brasero aún encendido— creo que me estoy enamorando de Laura. 

—Estamos en el mismo problema amigo mío  —Yo, ya estoy enamorado de Giulia.

Los dos jóvenes se quedaron callados, sabiendo ambos que este sentimiento era un inconveniente irremediable.

—Ya sé lo que me dirás amigo  —le dijo Juan a Esteban—.

—Ambos lo sabemos  —agregó Esteban— este no es nuestro tiempo, y nuestro sentimiento por ellas, si bien no está prohibido, no podemos llevarlo adelante, interferir en sus vidas es imposible. 

—Jamás me imaginé que nos ocurriría tal cosa  —continuó Juan.

—Yo tampoco  —respondió Esteban— pero debemos afrontar esto del mejor modo aunque nos duela; pensemos que ellas estarán siempre con nosotros, y dejemos que puedan ser felices y continuar con el destino que les ha tocado. 

—Tienes razón Esteban, ¿Te parece bien si nos fuéramos después de navidad?.

—Estoy de acuerdo Juan, les diremos que Leonardo nos pidió algo urgente, e inventaremos algo; les dolerá al principio; pero son jóvenes y lo superarán. 

Para navidad faltaba un mes y el sentimiento que sentían Esteban y Juan, era recíproco por parte de Giulia y Laura, pero no desde ahora, su sentimiento venía de la época que trabajaban en la cocina del palacio Sforza. 

Durante todo ese mes antes de navidad, los cuatro jóvenes pudieron disfrutar de largas caminatas por el campo, y graciosas charlas bajo el cielo estrellado contemplando esa luna que invita a los jóvenes enamorados a soñar despiertos.

Los preparativos para la fiesta de navidad comenzaron una semana antes; se realizaría una misa en la capilla a la que asistiría Lorenzo de Medici y su mujer, y después se celebraría la conmemoración con una cena en la terraza principal. Giulia y Laura programaron un menú para la ocasión. Todo el personal de la Fattoria compartirían la misma mesa con Lorenzo y su familia. Dos días antes llegó Leonardo y ayudó a sus amigos con las tareas previas para la celebración. 

El veinticinco por la mañana, Giulia y Laura agasajaron a Esteban y Juan con un desayuno de reyes que sirvieron en la cocina. Ambas tenían vestidos que habían realizadas con sus propias manos para la ocasión y lucían en su cabello una pequeñas flores silvestres de color blanco, parecían dos novias preparadas para ingresar al altar. 

Tanto a Esteban como a Juan ya les resultaba triste su partida, la cual sabían que sería muy dolorosa para ellas, pero no existía otra solución.

Esa última noche que ambas parejas charlaron y rieron pensando en un futuro, que no pertenecía ni a Esteban ni a Juan; porque su destino estaba muy lejos de ese lugar de ensueño, fue maravillosa para los cuatro, pero al mismo tiempo muy triste para los dos amigos; esa noche era la última noche que compartirían con las dos jóvenes. 




Al día siguiente muy temprano Estaban y Juan les dijeron a las esperanzadas y risueñas jóvenes que tenían que partir solo por unos días para ayudar a Leonardo con un trabajo. La carroza partió y las dos muchachas se quedaron saludando desde el portal de la casa hasta que el carruaje se perdió de vista. 

Cuando la carreta llegó al río en donde se encontraba la parte alta del acantilado, ya era de noche, entonces los dos amigos fingieron una discusión, ofuscados le perdieron al cochero que pare, cuando el carro se detuvo , ambos se bajaron y continuaron simulando gritos e insultos, después, se perdieron de vista en la oscuridad, luego buscaron dos grandes piedras y las arrojaron simultáneamente al río y se ocultaron; el cochero pensando que se habían caído al agua, bajo con un farol para ver qué había ocurrido, pero ya no los encontró. 


Esteban y Juan lo observaban en silencio desde su escondite hasta que el pobre cochero desesperado regresó a la fattoria para avisar de la tragedia. 

—Ya es hora de irnos Esteban, hagámoslo ya, antes de que me arrepienta. 

Esteban asintió con su cabeza, tomó el reloj entre sus manos y le dio cuerda.


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lunes, junio 17, 2024

VIAJE AL PASADO (última entrega)

 —No lo puedo creer Esteban, este es el barrio por el que tantas veces caminamos con ellas.

—A pocas cuadras de aquí está su casa  —dijo Esteban mirando esa Arboleda en donde disfrutó los mejores años de su vida.


—Vamos a verlas  —dijo Juan entusiasmado.

—Todavía no querido amigo, no sabemos en qué año estamos y podemos cometer el grave error de estar en dos lugares al mismo tiempo, quizás por solo un día o una hora; debemos de corroborar que hemos llegado a nuestro tiempo exacto.

—Si, comprendo  —respondió Juan— pero si estamos en dos lugares al mismo tiempo, ¿cómo resolveremos esta situación?.

—No lo sé Juan, sinceramente algo así me preocupa, tengo miedo que debamos recorrer el tiempo en forma indefinida; estaríamos atrapados en una especie de burbuja de la que no sabemos cómo poder escapar.

—Podemos hacer una cosa  —dijo Juan— primero averigüemos qué día es  hoy, después observemos nuestra apariencia para saber si se condice con la fecha, si todo está bien, vayamos a mi casas. 

—Si tienen razón, pero te advierto que nos encontraremos con tus padres, y el golpe emocional será enorme. 

—Si, ya lo pensé  —respondió Juan— pero es el destino que nos puso en esta situación; salgamos de nuestra duda, vayamos a ese quiosco de diarios.

Cuando ambos amigos se acercaron a leer las primeras planas de los periódicos comprobaron que era el día 20 de Diciembre de 1965 y se mostraba en la portada de los diarios la foto del equipo de Boca Junior como bicampeón del fútbol argentino, habiendo ganado al equipo  de Atlanta 3 a 1 en la Bombonera. 


—Esto nos indica Juan que debemos tener yo 22 años y tu 23; tu apariencia es la correcta; y agrego un detalle que no le había dado importancia, me acuerdo de  esta remera que llevo puesta y también de estos zapatos. 

—¡Yo también Esteban! recuerdo esta ropa, creo que el reloj nos ubicó en el lugar y en el tiempo exacto que él dispuso, evidentemente no realiza nada al azar  estamos muy cerca de mi casa, es mediodía y te acordarás que mi padre era hincha de Boca, por lo cual hoy comeremos asado; ¡vamos!.

Cuando entraron a la casa de Juan, la mesa estaba tendida en la galería, el padre frente a la humeante parrilla, y de pronto de la cocina salió la madre de Juan con un plato en su mano con algo para acompañar el tradicional aperitivo. 

Cuando Juan la vio, se quedó mudo de la emoción, miles de recuerdos golpearon su mente, en aquel lugar, en esa galería viendo a su padre en la parrilla. Su hijo se acercó a ella emocionado, la abrazó y la besó en su mejilla.

—Aquí tienen chicos, salame, queso, y aceitunas …¡Gordo veni!. —dijo la madre de Juan alegre y simpática como siempre lo fue. .

Cuando el padre de Juan se aproximó, al ver a su hijo y a Estaban comenzó a cantar con una sonrisa: ¡boca campeón!, ¡boca campeón!.

Los dos amigos fueron y lo abrazaron, el padre de Juan sentándose dijo:

—¡Qué partido!, ¡le hicimos tres golazos!. 

Ese almuerzo fue para Juan y Esteban un reencuentro con su pasado muy gratificante, les costaba concentrarse en lo que decían los padres de Juan, pero aún faltaba algo para completar ese día. 

—Esta tarde vendrá a casa a tomar el té mi amiga Elisa con sus hijas  —dijo la madre de Juan mientras servía el postre.

De inmediato Esteban y Juan recordaron todo; el reloj los trajo al mismo día en que conocieron a sus respectivas compañeras para toda su vida, Miriam y Nora.



Ahora recordaban perfectamente todos los detalles de esos días; su primer encuentro no había sido muy afortunado, les había parecido que las hijas de Elisa eran dos chicas engreídas, pero cuando asistieron a ese baile que se realizó en su casa, las cosas cambiaron a tal punto que bailaron toda la tarde con ellas, Esteban con Miriam y Juan con Nora.

Cuando ese primer encuentro se produjo, Esteban y Juan sintieron sensaciones encontradas, por un lado la alegría de volver a vivir algo tan trascendente como lo es el amor de toda su vida, pero también una profunda nostalgia porque conocían de antemano cómo será todo lo que vendrá, tanto lo bueno como lo malo, y además, comprender que estaban de regreso de un viaje absolutamente increíble que ellos se animaron a realizar.

A los pocos días de estar viviendo en ese tiempo de sus vidas recientes, surgió algo que no esperaban. Más allá que ambos amigos disfrutaban de todos aquellos momentos inolvidables, justamente esa particular situación de recordar cada momento, cada frase, cada palabra; le quitaba a la experiencia de vivir algo que es fundamental; la sorpresa. Saber lo que nos va a ocurrir en el día de mañana convierte a nuestra vida en algo tedioso, es como si tuviéramos que realizar una tarea monótona todos los días de nuestras vidas; jamás disfrutaremos de algo novedoso, porque nada es nuevo, perdemos ese placer por saber qué nos depara el futuro. 

Una noche después de despedirse de sus novias, y caminando de regreso a su casa dijo Juan:

—Querido amigo, este sueño no podemos llevarlo adelante, ya sabemos lo que ocurrirá mañana, la semana próxima, o el año que viene; porque no podemos cambiar nada; y eso estimado amigo le quita todo el encanto a la vida, creo que debemos hacer algo; pero no se que podemos hacer.

—Yo siento lo mismo Juan, no podemos continuar con esto; ayer no podía dormir y estuve pensando algo. Cuando encontré el reloj lo rescaté del mar, entonces me pregunté: si alguien lo usó como lo hicimos nosotros, ¿quién fue?, ¿por qué lo arrojó al mar?; o tal vez lo perdió en un naufragio, por accidente… creo tener una respuesta: tal vez el que arrojó este reloj al mar quiso quedarse en ese lugar del tiempo, decidió que eso era preferible a continuar en un viaje siendo un forastero perpetuo de un tiempo y lugar que no le pertenece. …Esteban se quedó meditando un largo rato sosteniendo y mirando el reloj entre sus manos.

—Quizás nosotros podamos hacer lo mismo Juan, y entonces…

—Entonces si hacemos lo mismo quedaremos ubicados en el tiempo que nos corresponde vivir. —reflexionó Juan— quiero querido amigo, quedarme aquí, en este momento del tiempo que fue mi vida, y poder gozar nuevamente mi juventud como la primera vez; deseo que mi mente borre todo mi futuro y continuar a partir de aquí. 

 —¡Exactamente querido amigo!, creo que tenemos que hacer eso, porque de lo contrario nuestra vida será una tortura constante. No se puede vivir conociendo el futuro, resulta ser como un castigo; he pensado que este fin de semana cuando vayamos al Tigre, durante el viaje que realizamos en lancha, lo que haremos será deshacernos del reloj. Dios sabrá si hacemos lo correcto.



Ese último domingo del comienzo de una nueva etapa para Esteban y Juan fue un día espléndido, los cuatro llegaron al puerto y contrataron una lancha pasajera para pasar un día al aire libre, ellas estaban más radiantes que el sol. Cuando la lancha pasó frente a la casa museo de Sarmiento, Juan le hizo una seña a Esteban, y éste, disimuladamente tomó el prodigioso reloj, lo besó, y después lo arrojó al agua.

Cuando las aguas del río recibieron este enigmático artefacto, en ese preciso instante, Juan y Esteban continuaron charlando y riendo con sus jóvenes novias, imaginando que pasarían un día inolvidable; y así fue, pero ahora sin recordar nada; absolutamente nada; de aquél fantástico viaje por el tiempo: el ancestral cataclismo en la cordillera; el antiguo y misterioso Egipto; la inexpugnable muralla China; la tribu nómade;  el filósofo Sócrates; el poderoso Lorenzo de Medici; el fantástico Leonardo Da Vinchi; pasaron en ese mismo momento a ser solo parte de los mudos libros de historia, ocupando algún lugar en sombrías biblioteca olvidadas; porque Esteban y Juan, volvieron a ser los dos alegres jóvenes de 22 y 23 años; los cuales tenían nuevamente una vida por delante con un futuro repleto de sorpresas, satisfacciones, y también tristezas; pero todas desconocidas, porque el reloj del tiempo quedó allí; perdido en las profundidades de un torrentoso río; que lo llevará de regreso al mar hasta que otra persona lo encuentre en una playa por casualidad…¿me pregunto y les pregunto estimado lector, será por casualidad que ocurren ciertas cosas?



FIN 







sábado, mayo 04, 2024

EL ARTE DE VENDER

 


El espejo le devolvía una figura respetable, su corbata roja perfectamente alineada con el cuello de su camisa blanca, el saco azul oscuro y el pañuelo en el bolsillo al tono de la corbata; una última mirada a sus zapatos bien lustrados; y su pelo negro limpio y corto con la raya al costado. La contextura física de Ignacio que era elegante por ser delgado y alto le brindaba confianza; estaba listo para la entrevista. 

Llegó a la empresa puntual como era su costumbre, subió por el ascensor al piso décimo y cuando entró a la amplísima oficina pudo observar que solo había una secretaria trabajando en su computadora; después de presentarse la joven mujer le dijo que se sentara, que el gerente lo atendería en unos minutos; los minutos de espera fueron cuarenta y cinco, pero para Ignacio el empleo merecía la pena.

Por fin la secretaria lo hizo pasar a otra oficina más pequeña en donde estaba sentado detrás de su escritorio un señor de impecable traje gris y corbata, luciendo un par de gemelos de oro, al igual que su impactante reloj pulsera.

—¿El señor Ignacio García, verdad? —le preguntó ese hombre leyendo el currículum que tenía ante sus ojos, al que no era necesario preguntarle si era el dueño de la empresa, su aspecto lo decía todo.

—Sí señor.

—Tome asiento por favor. —le dijo el gerente recostandose en su sillón, y mirándolo muy seriamente — tiene usted idea señor García de la envergadura de esta empresa.

—Por supuesto señor, es más, yo soy un entusiasta de las carreras de automóviles y conozco toda la historia de la prestigiosa empresa Mercedes Benz y las fantásticas carreras ganadas con el piloto más famoso del mundo nuestro Manuel Fangio, con la inolvidable flecha de plata. —Le dijo Ignacio sonriendo con su cara jovial,  a aquel señor que lo observaba.

—SI, si, perfecto señor García, pero este trabajo es para vender los automóviles de más alta gama que tiene la empresa, a esta agencia vienen personas del extranjero, de mucho dinero, muy exigentes, a comprar una joya de la industria automotriz; poco les importa las carreras del siglo pasado, eso es solo historia; a esta gente usted les está ofreciendo no solo un automóvil, usted les está ofreciendo un símbolo de poder; no se si me entiende. 

—Como no lo voy a entender señor —le dijo Ignacio erguido en su asiento, colocando sus dos manos sobre el escritorio—; toda mi vida he vendido autos.

—No me diga, —le dijo algo sorprendido el gerente— ¿en qué empresa? 

—La última fue en una familiar que llevábamos adelante con un primo mío en la ruta 8 cerca de la autopista del Buen Aire, pero de autos usados. —respondió Ignacio orgulloso. 

El gerente con cara de pocos amigos tomando nuevamente el papel le dijo:

—Mire García, le voy a ser franco, su currículum no cumple con nuestras expectativas, nosotros necesitamos alguien que sepa al menos hablar Inglés, un buen manejo de Excel, algo de contabilidad, e incluso un cierto conocimiento sobre algunos lugares de Buenos Aires, como vinotecas, hoteles, restaurantes exclusivos; es decir, no se ofenda; nuestros vendedores tienen que ser jóvenes de cierta cultura general, que le permita en la negociación de la venta entablar charlas de igual a igual con el cliente; y usted está lejos de eso, no obstante debo decirle que lo único en lo que mide usted bien, es en su presencia, su vestimenta es elegante y sobria.

Ignacio se quedó mirando a su interlocutor siempre con su cara gentil y su sonrisa luminosa y al cabo de unos instantes le dijo.

—Señor, le quisiera pedir una oportunidad, permítame brindarle durante quince días una demostración de mi capacidad como vendedor, si durante ese tiempo yo no concreto ninguna venta, me iré y usted no me debe nada, ¿qué le parece?.

El gerente se le quedó mirando, y también recordando que le habían pedido completar el plantel de vendedores cuanto antes, y no podía conseguir a nadie. Entonces levantándose de su sillón y extendiendo su mano para saludarlo, dijo.

—Trato hecho señor García, usted tiene su oportunidad. 

En el salón de exposiciones de la concesionaria solo se exponía un único automóvil, el Mercedes-AMG E 53 4MATIC + color negro...no pregunten el precio porque es de mala educación, solo diré que es muy elevado. Este dato no es menor, Ignacio lo tenía muy presente, el noventa y cinco por ciento de los compradores efectivos, no preguntan por el valor, excepto para extender el cheque. 

Los primeros dos días Ignacio solo se limitó a observar, sus compañeros de trabajo eran dos jóvenes, compinches ellos, que en ese primer momento lo mantenía al nuevo integrante del equipo a cierta distancia, bastante lejana, ni siquiera se preocuparon en enseñarle el lugar o los procedimientos de trabajo por las posibles ventas, tampoco le dijeron dónde quedaba el baño de los empleados. Esto a Ignacio lo tenía sin cuidado, en un pequeño recorrido descubrió dónde estaba el sanitario, la cafetera y lo más importante; la empleada encargada de extender los recibos de anticipos o compras.

Durante esos dos días pudo notar que sus engreídos compañeros, tenían algunas falencias muy evidentes, una de ellas era hacerles  bromas sutiles a las damas jóvenes que venían solas, de las que contabilizó un total de seis, las señoritas concurrían por la mañana pero ninguna concretó una sola compra. Otra de las notorias características de ellos era que cuando faltaban diez minutos para el fin de la jornada estaban desesperados por irse, y en una oportunidad, llegó un cliente diez minutos antes de cerrar y el desinterés por vender hizo que el posible comprador se fuera muy ofuscado. 

Ignacio después de hacer todos sus análisis decidió comenzar a vender.

Un día viernes, quince minutos antes del cierre, paró en el estacionamiento de la agencia una camioneta embarrada hasta el techo; sus compañeros le pidieron si podía hacerse cargo, en cuanto Ignacio aceptó, ambos desaparecieron. 

De la camioneta bajó un hombre bajo con boina y zapatos de trabajo, al verlo Ignacio imaginó la estrategia de su discurso, cuando entró al local con su mejor sonrisa y predisposición dijo:

—Buenas noches señor, gracias por confiar en nosotros, ¿a quién le va a regalar esta joya insuperable de la mecánica, a su mujer, o a un hijo?.

El señor lo miró muy serio y después respondió:

—¿Cómo sabe usted que quiero este automóvil para regalarlo?.

—Me atreví a decirlo porque usted me parece que no es de las personas que deseen este tipo de automóviles. 

—¿Y por qué no?, si me puede usted decir. —dijo el señor algo molesto. 

—Porque usted es una persona de trabajo que por lo general solo invierte en máquinas, o campos de producción agrícola, o cualquier otra cosa que le permita crecer a su empresa, pero jamás invertiría para usted en un auto de lujo. —el cliente se lo quedó mirando unos instantes, y después dijo.

—Debo decirle que usted es un excelente observador, ha acertado, quiero este vehículo para regalar.

Comprador y vendedor se estrecharon las manos y sonrieron.

—Dígame señor, donde desea usted que se lo entreguemos, con un gran moño blanco en el techo, el cual obviamente corre por nuestra cuenta. —le dijo Ignacio con su cara jovial.

—Bien, —dijo el hombre sacando su chequera—, el de mi hija en un country en Pilar, y el de mi señora en Barrio Norte.

—No entiendo —dijo Ignacio— ¿quiere que lo llevemos a dos lugares?

—Si, obviamente —dijo aquel cliente sin perturbarse— uno es para el cumpleaños de mi señora y el otro es para la fiesta de egresada de mi hija.

Ignacio por poco se cae de espaldas, en tan solo quince minutos pudo vender dos autos de alta gama; cuando le entregó el cheque a la cajera que era una joven muy simpática esta le dijo.

—No te puedo creer, te aseguro que jamás vendimos dos autos en tan poco tiempo, has batido el récord. 

—Es solo un golpe de suerte —le respondió Ignacio con cara de experto. 

A la mañana siguiente Ignacio llegó quince minutos tarde y cuando entró al local estaban esperándolo el gerente y los dos vendedores parados en el medio del salón. 

—Señor García, —comenzó diciendo el gerente—, quiero que le explique en detalle todo lo referente a su excepcional venta de ayer a estos dos sujetos, a ver si aprenden al menos un poco.

Ignacio se sorprendió por la indicación del gerente, pero solo para desquitarse del maltrato de los primeros días por parte de esos dos engreídos, dijo con voz y cara  de experto:  —No se preocupe señor, los voy a sacar buenos.

A partir de esa venta vinieron muchas otras, en su mayoría concretadas por él. Ignacio contaba con una ventaja que él solo sabía; venderle un auto o camionetas usadas a alguien que juntó el dinero durante diez años, es mucho más difícil que al que le sobra el dinero para comprar o incluso regalar un automóvil de altísima gama.

Un lunes por la mañana muy temprano llegó un hombre en una moto de alta cilindrada, sus dos compañeros aún no habían llegado, costumbre muy frecuente en ellos. Después de sacarse el casco el posible comprador, entró al local e Ignacio lo saludó habiendo ya estudiado al candidato y su estrategia de venta.

—Después de una prolongada charla sobre las características del automóvil, caballos de fuerza, torque, tapizado, caja automática y lo principal, su elegancia; Ignacio terminó su discurso diciéndole  en voz baja a su cliente.

—Pero permítame que le diga señor, el grave problema que tiene este vehículo. —el hombre puso cara de intriga y preguntó:

—¿Qué problema tiene?.

—El problema es, que cuando usted llegue a todos los elegantes lugares  a los que frecuenta, manejando esta máquina que es una joya, sus conocidos lo van a envidiar poniéndose verdes; y eso, nuestra firma no puede solucionarlo. 

El hombre se rió con ganas y sacando su tarjeta bancaria Negra de American Express dijo:

—Precisamente para eso lo quiero comprar.




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