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lunes, noviembre 13, 2023

AJEDREZ, LA GRAN HISTORIA (décima entrega)

        



Una de las piezas intrigantes del ajedrez son los alfiles; que en el antiguo juego, el chaturanga, era considerado con otra representación; después se convirtió en el actual guerrero con armadura, el cual posee limitaciones, porque solo pueden desplazarse dentro del territorio al que pertenecen, los casilleros blancos o los negros. En mi opinión de jugador inexperto en el arte de la guerra, los alfiles, cumplen las órdenes directas del rey o de la reina. Acatan su voluntad, incluso si es necesario,  entregan su vida por una causa, justa o injusta. Pero también pueden actuar por su propia voluntad. 


Puestas las piezas sobre el tablero, la reina y el rey se encontraban separados y amenazados por profundas grietas la primera, y un laberinto el segundo. Los animales del 

corral esperanzados en que IA los cuidaría, e IA, con la incertidumbre de tener que encontrar una llave, que solo Dios sabe, dónde puede estar. Debemos completar diciendo que en apariencia la noche que se aproximaba sería larga, con feroces animales hambrientos recorriendo el campo.

No obstante a esta situación, le faltaba un condicionamiento más; un cisne negro, que curiosamente también podía ser blanco; o los dos a la vez. Un cisne negro y otro blanco; en aquellos tiempos, los cisnes grises no existían. 


Letra chica: (fuente Wikipedia)

La teoría del cisne negro o teoría de los sucesos del cisne negro es una metáfora que describe un suceso sorpresivo (para el observador), de gran impacto socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza por retrospección (haciendo que parezca predecible o explicable, y dando impresión de que se esperaba que ocurriera). Fue desarrollada por el filósofo e investigador libanés Nassim Taleb…seguir leyendo. 


Algo ocurrió esa noche que nadie lo preveía. IA, había decidido pasar la noche en el corral junto a los animales, la reina y el rey deberían de pasarla a la intemperie, no tenían otra posibilidad. Cuando todos dormían, un sonido muy agudo irrumpió en la comarca; todos despertaron, y algo dormidos pudieron ver, una luz majestuosa, que descendía del cielo estrellado, al igual que si una estrella se hubiera desprendido del firmamento y se posara próxima al castillo.

IA, quedó sorprendido por el evento y decidió ir a ver. Cuando llegó al lugar no podía creer lo que veían sus ojos; era un cilindro color plata rodeado de una bruma azul; de pronto se abrió una puerta y salieron dos seres que a los ojos de IA, parecían estar cubiertos por escamas doradas. IA decidió acercarse, no le faltaba coraje. 

Uno de esos seres, levantó su mano, a modo de advertencia y entonces IA se quedó parado en su lugar. El otro ser dijo con una voz muy rara.


—IA, sabemos quién eres y estamos dispuestos a ayudarte, también sabemos las necesidades de este reino, y queremos solucionarlas; pero solo se podrá lograr algo superador si entre todos buscamos el camino posible. IA, les preguntó:


—¿Quienes son ustedes, y de dónde vienen?.


— Yo me llamo Kushim, y este es mi hijo, ambos provenimos de un planeta muy lejano.    


IA, sabía que para poder salvar a la biblioteca y además cuidar y alimentar a los animales del corral, sin ayuda, difícilmente podría. No pasaba por su mente que los reyes aceptaran colaborar, por lo cual, tenía más que perder que de ganar. Escuchar a los recién llegados no le sumaba ni le quitaba nada.


—Los escucho. —dijo IA.


— Es largo de explicar, pero nosotros sabemos todo lo que ocurre en esta comarca; si lográramos que todos quieran colaborar; cuando me refiero a todos esto incluye a la reina, al rey, y a ti IA; pueden lograr diez mil años de prosperidad; pero si uno solo de ustedes se niega, será imposible. 

IA, se quedó pensando unos instantes, sabía del carácter intransigente de la reina y el rey, pero también sabía todo lo que estaba en juego.


—De mi parte señores, no tengo inconveniente, no obstante, les advierto, que no se como lograr que los tres podamos sentarnos en una mesa.


—Eso corre por nuestra cuenta dijo aquel extraño hombre. —mirando a su hijo—, si estás de acuerdo comenzamos.


—Una última pregunta señores, —dijo IA—, ¿qué ganan ustedes en todo esto?.


—Nosotros somos una tribu, que necesita un lugar para desarrollarse, pero no conquistamos por la fuerza, sólo si nos permiten desembarcar lo hacemos, de lo contrario nos vamos.


—¿De cuántas personas estamos hablando?, —preguntó IA.


—Somo diez familias, más nuestros

descendientes —dijo el más joven. 


IA, después de pensar nuevamente esta propuesta, se dijo; no son usurpadores, parecen sinceros, y en el reino, ya no quedaba nadie; tengo mucho más para perder, yo solo, que lo que puedo ganar. 

 

—De mi parte, estoy de acuerdo en encontrar soluciones, y sean ustedes y sus familias bienvenidos a la comarca. 


Los dos alfiles sacaron de su nave un artefacto muy extraño y subieron al mismo; el cual se elevó sobre el suelo a baja altura y se dirigieron en busca de la reina y el rey. 

Cuando encontraron a la reina, su estado era deplorable, estaba sucia, despeinada, con su cara manchada de hollín, pero a pesar de esto, mantenía su soberbia infinita. Cuando los alfiles le preguntaron si deseaba que la ayudaran a salir de ese lugar del demonio, los miró y les dijo, sin siquiera conocerlos. 


—Es su obligación y mi derecho, por ser reina. 


Los alfiles, se miraron entre sí, y sonrieron. Después la tomaron de los brazos y la subieron a su vehículo volador para llevarla al castillo. Por último, fueron a rescatar al rey, el cual les agradeció a los dos alfiles, pero en su fuero íntimo desconfiaba de una actitud tan noble. Justamente él, que era un profesional de la traición. 

Cuando todos estuvieron presentes en el castillo; IA, explicó a los reyes las intenciones de los alfiles, y sus condiciones. Los tres quedaron de acuerdo en debatir, lo harían en la mesa redonda de los juegos, ubicada en uno de los salones principales del castillo. 

IA, colocó sobre la mesa una jarra con agua y cinco jarros de madera; y aclaró a los reyes que los alfiles sólo serán veedores de las deliberaciones sin intervenir.

Tomó la palabra IA, para detallar su propuesta:


—Si los dos están de acuerdo yo puedo encargarme de la limpieza y atención de los animales del corral y brindarle a ustedes, la leche, y los huevos, también puedo cultivar la tierra y cosechar las frutas y verduras, incluso estoy dispuesto a acarrear el agua, para que puedan tenerla a su disposición todos los días. Mi única condición es poder acceder todo el tiempo que necesite a la biblioteca.

El rey después de unos instantes dijo:


—Yo estoy de acuerdo, pero bajo una única condición; quiero que todo lo que sobre de leche, huevos, frutas y verduras, para poder venderlas a los nuevos pobladores, fijando yo el precio.


La reina, mirando a todos con su inútil soberbia dijo:


—Yo no estoy dispuesta a entregar mi reino a dos simples alfiles, un peón y un rey sin poder. ¡Yo soy la reina!, y todos me deben respetar sin condiciones, yo soy la ley, la verdad, la única que puede dar, y quitar; sus bienes o incluso su vida.


Todos se miraron, y espontáneamente rieron a carcajadas. La reina se enfureció al verlos reír y comenzó a insultarlos a viva voz, esto dio más motivos a los participantes de la reunión para tentarse más, riendo más fuerte.

La reina indignada patio la mesa y se retiró a su torre. 

Los dos alfiles, el peón y el rey se quedaron charlando amablemente. 


—Esta mujer, está loca, es tan necia que no comprende las limitaciones que tiene. —dijo el rey sirviendo agua a todos los presentes. 


—No sé cómo podemos hacerla entrar en razón, —dijo IA— es terca como una mula. Hablando de mula, debo ir al corral para atender a los animales, regreso lo antes posible. 


El rey que no era ni lerdo ni perezoso, se le ocurrió la brillante idea de poner de su lado a los alfiles.


—Señores, yo tengo la solución para este conflicto, si todos estamos de acuerdo, me encargo de encerrar a la reina en su torre, y haremos todo lo que se nos ocurra sin ningún tipo de trabas, ¿que opinan?.


Los alfiles se miraron y el mayor habló:

—Rey, nosotros somos personas honorables, nuestras creencias no nos permiten realizar ningún tipo de acto de las características que usted nos propone. Hagamos de cuenta que no nos ha dicho nada. El rey, avergonzado, tomó agua y se quedó callado.


Cuando la reina se calmó, no tardó más de unos segundos en darse cuenta que ya no era reina, ni poseía súbditos, ni corona, e incluso dudaba si su torre aún le pertenecía. Solo era una mujer común y corriente, que ya no podía dar órdenes a nadie. Solo le quedaba su astucia que no era despreciable. De inmediato, se vistió de campesina, se cortó el pelo y las uñas, se lavó la cara y emprendió una nueva embestida, con un nuevo plan.


—Estoy dispuesta a dialogar—dijo la reina después de bajar de su torre, incorporándose nuevamente a la reunión, con una amplia sonrisa bonachona.


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