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viernes, junio 21, 2024

VIAJE AL PASADO (vigésimasegunda entrega)

            Cuando Esteban y Juan entraron en la vieja cuadra de panadería el lugar era deprimente, por el techo agujereado ingresaban varios rayos de sol; señal que cuando lloviera pasaría el agua, y en la pila de leña varios ratones se escabulleron por los huecos. 




—Que agradable lugar,  —dijo Juan con ironía—  en mi vida he visto algo peor.

—Al menos tenemos un techo,  —respondió Esteban mirando hacia arriba. 

—Si, es muy cierto amigo, tenemos un hermoso techo agujereado, por el cual cuando llueva pasará el agua a raudales  —dijo Juan— ahora comprendo el motivo por el cual el dueño no quiso cobrarnos por esto. 

—Lo mejor será arreglarlo, subiremos con esa escalera que está allí  —dijo Esteban comprobando que no estuviera podrida.

Cuando ambos amigos se encontraban realizando esa tarea el dueño de casa que se llamaba Jaime, apareció con dos tazones de sopa caliente, pan, queso, una jarra con vino, un farol y dos gruesas mantas de lana.

—Aquí tienen señores, —dijo el hombre con una sonrisa, dejando la bandeja sobre un tonel—  hoy invita la casa, mañana no.

Cuando la noche llegó, Juan encendió leña en un brasero para que el lugar estuviera más agradable y también el farol que con su mortecina luz proyectaba la sombra de ambos sobre las viejas paredes de madera. Después, el cansancio le fue ganando a la charla. 

—¡Señores, ya es hora, el trabajo espera!  —grito el dueño de casa, trayendo dos tazas de caldo caliente y algo de pan.

Ambos jóvenes despertaron y le agradecieron a aquel señor por la amabilidad de pensar en su desayuno, el cual les cayó de maravillas. 

Cuando llegaron al lugar de trabajo, un encargado les indicó a Esteban y a Juan que su tarea sería abastecer con ladrillos y argamasa a diez albañiles que estaban levantando paredes; estos rudos hombres colocaban ladrillos con una facilidad y velocidad que asombraba.









En varias oportunidades, solo por el hecho de bromear, y viendo que Esteban y Juan eran jóvenes y no eran muy prácticos, varios de esos hombres subidos al andamio les gritaban:

—¡más rápido!, ¡más rápido!, ¡necesito ladrillos!; ¡vamos chicos, ahora necesito argamasa! y al verlos a Esteban y Juan que a pesar de correr no llegaban a abastecerlos, se reían a carcajadas. 

Cuando se dieron cuenta que el centro de la gracia eran ellos, también se rieron; el secreto de su trabajo era que debían acarrear más cantidad de ladrillos por cada viaje para que estos expertos colocadores no se queden sin material. 

Si bien el trabajo era pesado y rudo, existía un clima de camaradería entre todos los trabajadores muy bueno.

Al mediodía se sintió sonar una campana que avisaba la hora del almuerzo; todos los obreros se dirigieron a una amplia sala con mesas y bancos en donde había un aroma delicioso proveniente de la cocina que habría más aún el apetito. Esteban y Juan se sentaron junto al señor carpintero dueño de la casa en donde dormían. 





—Ya verán amigos lo que les he dicho  —dijo el hombre sacándose su gorra— allí vienen Giulia y Laura, ellas mismas sirven su exquisito guiso.

Al verlas, los dos amigos las reconocieron de inmediato como siempre ocurría; eran las mismas personas que ya conocían desde tiempos remotos; la misma sensación; siempre hermanas; de profesiones y en situaciones distintas, en ese momento eran las cocineras del Castillo Sforzesco.

Cuando Laura se acercó a Esteban y Juan para llenar sus platos, primero los miró, después sonrió y dijo:

—Ustedes dos me parecen caras conocidas, pero no puedo recordar de donde, ¿son de aquí?.

—No, somos forasteros  —dijo Juan— aún no conocemos a nadie, pensamos poder establecernos, si nos permiten hacerlo. 

—Si son trabajadores y se portan bien, los aceptaremos, ¿no es cierto señor Jaime? —dijo la joven sonriente— dirigiéndose al hombre que les daba albergue. 

—El señor Jaime nos dijo que la comida que se vende en este bodegón  es la mejor de todo Milán, nos pareció una apreciación desmedida.  —dijo Esteban irónicamente. 

—Tendrán que comprobarlo, por ustedes mismos  —dijo Giulia que estaba cerca— hoy por suerte para ustedes no estamos cobrando. 

Todos rieron.

Los días venideros fueron apacibles; cuando llegó el viernes después del trabajo ambos amigos decidieron dar un paseo por los alrededores de la ciudad, al tomar por un camino que tenía unas vistas impresionantes a medida que se subía, al llegar a lo más alto, vieron a un hombre sentado sobre una roca que parecía observar solo el paisaje, para después anotar algo en un papel.







—Amigo mío  —dijo Esteban a Juan— si no me equivoco estaremos por hablar con el hombre más fabuloso e impresionante de todos los tiempos.

—Ya imagino a quien te refieres.

Cuando ambos se acercaron a esa persona, esta se dio vuelta para verlos.

—Buenas tardes caballero  —dijo Esteban, no sabría decirnos donde podemos encontrar algún lugar para tomar agua.

—Para tomar agua —dijo aquel hombre— pueden seguir caminando aproximadamente una hora y encontrarán una pequeña cascada de la mejor agua cristalina de todo Milán…pero si desean tomar un buen trago del mejor vino tinto de Lombardía, yo les puedo ofrecer un poco.

Tanto Esteban como Juan se rieron con ganas, y se sentaron junto a aquel señor jovial que debería tener unos cuarenta años. La charla se prolongó alternando el vino del hasta ahora desconocido, con un queso excelente que también les convidó. 

—¿Les gusta caminar por esta naturaleza?  —preguntó el solitario dibujante guardando sus escritos.

—Así es  —dijo Juan—. 

—Yo soy un amante y estudioso de la naturaleza, me gusta observar y aprender de ella, creo que todo lo que nos rodea nos quiere decir algo que nosotros los humanos no llegamos a comprender  —así comenzó la charla con ese hombre amante de la naturaleza que les convidó vino y queso. 

Cuando Esteban y Juan le contaron que estaban trabajando en el Castillo Sforzesco  este les dijo que él también.

—-Me encomendaron realizar una colosal estatua en bronce de un caballo  —dijo el hombre— es un trabajo enorme en donde estoy creando un nuevo método de fundición; este es el dibujo de como será. 





Después de decir esto sacó de su bolso de cuero un manojo de papeles y se los mostró a Esteban y Juan, allí pudieron ver asombrados el dibujo de un magnífico animal, junto con otros dibujos de pájaros. La charla se prolongó y en un momento aquel dibujante de caballos y aves les dijo algo que los dejó perplejos. 

—Siempre he tenido un sueño que pienso que en el futuro alguien podrá hacerlo. 

—¿Qué sueño?  —le preguntó Juan. 

—Me gustaría poder viajar en el tiempo, conocer el futuro, daría uno de mis brazos para saber cómo será. 

Esteban se mordió la boca, para no contarle; no obstante esto le dijo.

—Tal vez el hombre pueda hacerlo algún día.

—Quiero mostrarles mi taller, —dijo el señor poniéndose de pie con agilidad— , está en el Palacio Real. 





—Aún no nos hemos presentado —dijo Esteban— 

—Tienes razón, mi nombre es Leonardo Da Vinci, —dijo el hombre— ¿y el de ustedes?.

—Mi amigo Juan, y yo me llamo Esteban. 

Cuando los tres regresaron, Leonardo los llevó a que conocieran su estudio; cuando Esteban y Juan ingresaron en el taller de uno de los hombres más inteligentes de todos los tiempos, quedaron impactados y deslumbrados; allí había maquetas de extraños aparatos, dibujos, esquemas, cuadros, escritos, herramientas colocadas sobre grandes mesas de madera, pinceles junto a enormes paletas de colores; era el lugar de trabajo de un sabio; poder estar charlando con ese hombre vital y alegre para Esteban y Juan era un privilegio incalculable.





—Les mostraré lo que aquí realizo  —dijo Leonardo— este es mi lugar de trabajo, aquí creo mis invenciones, dibujo todo lo que me interesa de la naturaleza, y también pinto retratos de bellas mujeres como esta. 

Después de aproximarse a un caballete que estaba cubierto por una tela, al retirarla, para sorpresa de Esteban y Juan allí estaba el famoso cuadro de La dama del armiño.

—Esta hermosa mujer amigos, es Cecilia Gallerani la amante de Ludovico el Moro, Duque de Milán , mi mejor amigo.






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jueves, junio 20, 2024

VIAJE AL PASADO (vigecimatercera entrega)

               Durante la época de Ludovico Sforza duque de Milán otra de las ciudades más importantes de Italia era Florencia en donde ejercía su poder una poderosa  familia de banqueros; los Medici; fervientes amantes de las artes en donde prestigiosos artistas como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel y Botticelli, convirtieron a Florencia en el centro del Renacimiento.

La relación más importante de Leonardo Da Vinci con la familia Medici fue con Lorenzo de Medici; durante este período podemos nombrar alguna de sus producciones pictóricas: La adoración de los magos, La anunciación, El bautismo de cristo, Virgen de las Rocas, La Gioconda, entre otros trabajos. 











F.B.


               La relación de amistad de Esteban y Juan con Leonardo se incrementó con el paso del tiempo, al punto de pasar a ser ambos ayudantes del maestro; se encargaban de buscar las plantas, las tierras y las piedras con las que Leonardo realizaba sus colores, el taller de Leonardo era un laboratorio en el cual conseguía componer  tonalidades inéditas. A pesar de no ir más a la obra de los Sforza ambos amigos entablaron una amistad con Giulia y Laura; todas las tardes paseaban por la ciudad, y los días de descanso salían a recorrer los alrededores. Esa vida placentera duró hasta que las relaciones de Ludovico Sforza con los Galos o Franceses se pusieron tensas, al extremo que la familia de las hermanas Giulia y Laura decidieron ir a vivir a Florencia; la casualidad hizo que Leonardo también producto de una encomienda, decidiera abrir su taller también allí.






—Tengo que decirles algo importante estimados amigos  —le dijo una noche Leonardo a Esteban y Juan—  hoy me ha dicho con pesar mi amigo Ludovico Sforza que no me podrá encomendar otros nuevos trabajos por la situación con los Galos; por lo cual en cuanto termine el mural de la Última cena me recomienda que trasladar mi estudio a Florencia; allí, un rico comerciante que se llama Francesco del Giocondo, hace un tiempo me ha solicitado un trabajo, desea un retrato de su esposa  Lisa Gherardini; también en esa ciudad un hombre muy importante que se llama Lorenzo de Medici, me ha mandado llamar, por todo lo cual creo que en Florencia tendré un nuevo horizonte para poder hacer todo aquello que me gusta. Espero que ustedes me acompañen para seguir ayudándome.

—Desde ya te decimos que te acompañaremos estimado Leonardo —les respondió Esteban—

—Podemos coordinar para ir junto con nuestras amigas Giulia y Laura  —dijo Juan.

—Me parece bien estimados amigos —respondió Leonardo— pero tengan en cuenta que el viaje es peligroso y muy largo; nos puede llevar Manuel, que es un carrero al que conozco, no podré llevar todo lo que tengo aquí, elegiré lo más importante. Descansaremos en los monasterios que nos quedan de paso, no obstante algunas noches tendremos que dormir en el camino.

         Cuando todo el viaje estuvo organizado en la madrugada de un hermoso día de primavera una enorme carreta tirada por una yunta de robustos caballos de tiro se detuvo frente al Palacio Real, donde se encontraba el taller de Leonardo, los tres amigos cargaron todo lo que se pudo, dejando lugar para que Gulia y Laura estuvieran cómodas; ellos tres irían en el pescante junto con el carrero.

Al finalizar se colocó una lona que cubría toda la carreta para proteger a los ocupantes y la carga de la lluvia.

El viaje comenzó con todas las expectativas de una aventura, el camino no se encontraba en buen estado, y los viajeros sufrían un incómodo traqueteo. No obstante, el paisaje era deslumbrante, praderas verdes tapizadas de flores silvestres, árboles que comenzaban a brotar, y el alboroto de pájaros que parecían estar enloquecidos de alegría por esa suave brisa y el sol. 

Cuando comenzó a  bajar el sol de ese primer día, decidieron parar para pasar la noche en una loma desde la que se podía ver un amplio valle verde. Los hombres se dedicaron a buscar leña para encender una fogata y las dos hermanas prepararon lo que habían traído para comer. 

Era una espléndida noche de luna llena y la fogata brindaba el clima justo para charlar.

—Siempre me pregunté cómo será posible que la luna brille tan maravillosa  —comentó Manuel que solo sabía de caballos, carretas y caminos.

Esto le dio pie a Leonardo para explayarse de toda su sabiduría al respecto.

—En realidad estimado amigo, la luna no tiene brillo propio, solo posee agua en la que se refleja los rayos del sol; pero es más complejo decir esto de las miles y miles de estrellas que he podido comprobar que se mueven siguiendo un patrón muy extraño y complejo. (En aquellos tiempos todavía se pensaba que el sol giraba en torno a la tierra)





Tanto Esteban como Juan, a pesar de morirse de ganas de explicarle a Leonardo sus conocimientos, no podían hacerlo, porque temían que dar información del futuro, a un cerebro como el de Leonardo, podría llegar a cambiar drásticamente el curso de la  historia.

Esteban que estaba siempre deslumbrado por todo lo que dijera Leonardo le preguntó a propósito, para incentivar la conversación:

—Lo que a mí siempre me sorprende es saber cómo pueden volar los pájaros y nosotros no.

—Yo he estudiado mucho el vuelo de los pájaros y más importante que sus alas y poder volar es poder entender cómo pueden planear; creo que si pudiera descubrir esa maravillosa obra de la naturaleza, poder planear, el hombre lograría también volar.

—Si usted lo dice maestro  —dijo Juan sirviendo más vino— es seguro que el hombre alguna vez podrá volar, no me cabe duda que tenemos todo frente a nuestros ojos, la naturaleza nos lo muestra, como usted bien nos enseñó, pero seguimos sin entender lo que nos quiere decir.

—Así es estimado amigo, nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus inventos nada falta y nada es superfluo. —dijo Leonardo esa noche entre amigos.

—Espero fervientemente que el hombre jamás pueda volar  —dijo muy seriamente Manuel — si eso fuera posible nosotros los carreros nos moriríamos de hambre.

Todos rieron. 

A la madrugada del siguiente día las hermanas reavivaron el fuego para calentar una exquisita sopa mientras los hombres enganchaban los caballos a la pesada carreta; después de desayunar continuaron el viaje. 

Resultó ser otra jornada muy dura hasta que al atardecer llegaron a un viejo monasterio.






Allí los recibió un monje muy amable que los condujo después de atravesar un patio rodeado por una galería con columnas y arcos de medio punto, a las habitaciones. Estas eran muy austeras pero para pasar la noche resultaban más que suficiente. 

La cena se realizaba en el comedor principal en donde fuentes humeantes ubicadas a lo largo de una austera mesa  anticipaban con su aroma un grato momento. Todos los monjes eran hombres grandes incluidos el abad. Después de que este agradeciera los alimentos, le dio la bienvenida a los huéspedes. 

La cena se realizó en silencio, cuando se finalizó, todos se retiraron a sus aposentos excepto, el Abad, Leonardo, Esteban y Juan.

Esa noche ambos amigos tuvieron la oportunidad de escuchar una conversación y un cambio de pareceres entre el Abad y Leonardo apasionante e inolvidable.

La interesante charla la comenzó el Abad, el cual tenía una rígida estructura de conocimiento sobre teología, pero también su mente estaba muy atenta y abierta a las nuevas ideas que se comenzaban a vislumbrar; la fuerza del Renacimiento era algo que ya no se podía detener.

Sentado en un cómodo sillón de la pequeña sala de reuniones iluminada por un candelabro, el Abad le preguntó a los tres huéspedes presentes:

—¿Creen ustedes en Dios?






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miércoles, junio 19, 2024

VIAJE AL PASADO (vigesimacuarta entrega)

               La pregunta del Abad sorprendió a Esteban y a Juan; ambos dijeron que por supuesto creían en Dios, pero Leonardo, miró fijamente al anciano y le dijo:

—Yo soy un incansable observador de la naturaleza, del cielo nocturno, de la lluvia, del viento, de los pájaros, del rayo y de nuestros sentimientos; también me asombra las matemáticas, la absoluta perfección de funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero Dios es en mi opinión alguien demasiado inmenso para poder al menos poder imaginarlo por nosotros. 





Desde nuestra arrogancia pensamos que alguna vez podremos controlar a la naturaleza; o conocer a Dios; sin entender que somos tan pequeños ante ella, que si no existieramos,  ella continuaría adelante en su infinito desarrollo sin nuestra presencia. 

Por esto, sin lugar a duda creo en Dios; pero no creo en la magnificencia del hombre.

El anciano Abad, le respondió:

—Toda mi vida la he puesto al servicio del Señor, estudiando y meditando, con la esperanza que al final del camino al menos obtendría alguna respuesta; pero ahora que mi vida se está por terminar, tengo muchas más preguntas sin respuesta, y esto crea en mí, la sensación de haber tomado el camino equivocado. 

—El camino que elegimos señor Abad —dijo Leonardo—  creo yo que no tiene que ver con Dios, él solo nos ha colocado en la naturaleza para que nosotros tomemos nuestras propias decisiones. Con el mayor respeto a su investidura y sabiduría muy reverendo Padre Abad, yo pienso que también la fe, es ese otro sentimiento que nos permite continuar por el camino elegido confiando que es el correcto. 

—¿Qué piensan ustedes sobre la muerte?; les pido que me digan la verdad de lo que ustedes creen, no lo que imaginan que me gustaría escuchar.  —dijo el anciano Abad, palpando con su mano el pesado crucifijo que tenía en su pecho.

Esteban y Juan se sintieron muy alejados de poder dar su parecer; era preferible solo escuchar a dos hombres inteligentes y contemporáneos hablando sinceramente. 

—La muerte señor Abad, como usted bien sabe —dijo Leonardo— solo puede ser comprendida por nosotros los humanos; los animales, las plantas, no tienen esa carga en sus vidas. Creo yo; que allí sí, intervino Dios, ¿por qué motivo nos creó con esa carga que nos acompaña desde que tenemos uso de la razón?, ¿por qué nos ha revelado que existe un principio y un final?...me animo a decir que nos dejó un encargo para realizar, que no llegamos a comprender acabadamente. Tal vez ese recado sea que tenemos una misión que cumplir, pero la pregunta sin respuesta es ¿cuál es esa misión?.

Yo creo que lo que nos quiere decir, es que la vida es un mecanismo muy delicado y equilibrado que puede extinguirse con facilidad, del mismo modo que el fuego destruye en muy poco tiempo y sin piedad, un bosque que tardó cientos de años en crecer. Quizás señor Abad, Dios nos colocó en la naturaleza para ser fieles custodios de este sistema exquisito, que es la vida que nos rodea. 

El anciano Abad se quedó en silencio un largo rato, como si estuviera recordando su vida, sus creencias, sus dudas, sus preguntas sin respuesta. 

—Eres muy inteligente Leonardo Da Vinci  —dijo el anciano, poniéndose de pie— a tal punto que todo lo que hemos hablado esta noche aquí, lo dejaré por escrito para aquellos que vendrán, agregando mis reflexiones; creo que hoy, Dios me ha enviado su respuesta, en boca de un joven brillante; les deseo buena vida a los tres, y no me cabe duda que ustedes han elegido el camino correcto.

Después de decir esto el Abad se retiró y los tres huéspedes no lo volvieron a ver.

Al día siguiente continuó el viaje, fueron cuatro días rudos pero soportables; por fin pudieron ver a lo lejos la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore; habían llegado a la culta, tumultuosa y fantástica Florencia. 

            





En aquella época Florencia estaba dominada por la poderosa familia Medici, pero tenían unos adversarios muy peligrosos que pretendían controlar la ciudad, los Pazzi.

A tal punto llegó este enfrentamiento, que los Pazzi, pretendieron llegar a su objetivo drásticamente…matando a Lorenzo y Giuliano de Medici.  El atentado se realizó durante una ceremonia en el Duomo; pero el destino tomó otro rumbo del que los asesinos imaginaron. 


F.B.


En muy poco tiempo Giulia y Laura consiguieron trabajo en la cocina de la  casa de los Medici, en donde Leonardo también comenzó a ser un invitado frecuente para la familia. Esteban y Juan continuaron con su trabajo de asistentes y durante su tiempo libre paseaban con sus dos amigas, disfrutando con las magníficas obras de arquitectura que tenía la ciudad y las obras de arte que encontraban a cada paso.

—Estamos invitados a una misa que se celebrará en la catedral  —les dijo Leonardo una mañana a Esteban y Juan que estaban terminando de acomodar el taller—  allí podrán ver de cerca a Lorenzo y Giuliano de Medici, lleven a sus amigas, porque estarán presentes las familias más ricas de Florencia. 

Cuando al día siguiente Esteban y Juan fueron a la catedral con sus amigas, sólo pudieron llegar al atrio, porque la multitud que había agolpada les impedía ingresar. Al terminar la ceremonia el público comenzó a dar paso a Lorenzo y Giuliano que salían muy sonrientes seguidos de señoras y señores de la nobleza Florentina. 

El asombro de ver a tan corta distancia a los integrantes de la familia Medici fue una experiencia maravillosa para Esteban, hasta que de pronto le gritó desesperado a su amigo Juan:

—¡Juan, no lo recordaba, van a tratar de matar a los Medici!

—¿Cuándo?   —preguntó su amigo, pensando que se trataba de una broma.

—¡En este preciso momento!.

Dos hombres que estaban mezclados con el público se interpusieron al paso de los hermanos Médici y sin decir una sola palabra sacaron de entre sus ropas puñales; la primer embestida fue contra Giuliani, que recibió dos puñaladas en el tórax y cuando el otro agresor intentó hacer lo mismo con Lorenzo, Juan desvió el curso del brazo asesino de una patada, mientras Esteban sostuvo al asesino de Guiliani del cuello el cual arrojaba puñaladas al aire sin parar.





Por fin otros hombres intervinieron resguardando a Lorenzo que solo estaba desconcertado, y después los dos agresores quedaron controlados y sujetos por varios hombres; lamentablemente Giuliano quedó ensangrentado y tendido en el suelo; murió a los pocos instantes. 

El lamentable hecho hizo que invitaran a los pocos días, después de las exequias de Giuliano, a Esteban y Juan a una entrevista con Lorenzo en la que Leonardo estaba presente.





Cuando ambos amigos llegaron al palacio estaban tan asombrados que no podían creer lo que estaban viviendo. 

—¿Imaginabas algo así?  —le preguntó Juan a Esteban antes de ingresar al imponente palacio Medici - Riccardi

—Jamás imaginé tal cosa.

Al llegar al portón principal dos sirvientes los acompañaron a la reunión; después de atravesar dos patios, ingresaron en un salón que ostentaba un hogar impresionante, al cabo de unos instantes se abrió una puerta doble de la que salieron Leonardo muy sonriente y otro hombre de rasgos delicados, después de los saludos protocolares, los cuatro hombres se sentaron frente a frente en unos sillones de madera repujada.

El que comenzó a hablar con un tono de voz muy firme pero a la vez delicada, fue Lorenzo, el hombre más poderoso y rico de toda Florencia, que dirigiéndose a Esteban y a Juan les dijo:

—Señores; a ustedes dos, les debo estar vivo; ¿como puedo retribuir tal cosa?.






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martes, junio 18, 2024

VIAJE AL PASADO (vigésimaquinta entrega)

                  Ante esta pregunta de boca  del hombre más poderoso y rico de Florencia, Esteban y Juan quedaron sin respuesta.

—Señor Lorenzo  —comenzó diciendo Esteban— nosotros somos amigos de su amigo Leonardo, le ayudamos con gusto en sus trabajos, y lo que hemos hecho por usted lo haría cualquier persona por su amigo, por lo cual nada nos debe. 

Lorenzo de Medici se quedó pensando un instante y después dijo mirando a Leonardo:  —Pues entonces haré lo siguiente estimado Leonardo, tus dos amigos a partir de hoy comenzarán a trabajar para mi, tú tendrás que conseguir otros ayudantes.

De inmediato con una sonrisa Leonardo respondió:  —Usted manda estimado señor Lorenzo, a un Medici, no se lo puede contradecir. 

—Bien,  —dijo Lorenzo— mañana mismo a primera hora estará aquí un carruaje para llevarlos a la fattoria más grande que poseo en la Toscana, cuyo administrador es grande y ya desea retirarse; a partir de este momento ustedes serán los nuevos encargados de llevar adelante todo lo que allí realizamos; que les advierto es mucho, pero se compensa con la vida que les espera, además tengo entendido que tienen ustedes dos amigas que me encantaría si se pueden hacer cargo de la cocina.

El trato se formalizó con un apretón de manos y un sirviente trajo queso y vino para consumar la relación. 



A la mañana siguiente Giulia, Laura, Esteban y Juan partieron rumbo a una nueva vida con la alegría de los jóvenes al comenzar una nueva aventura. 



Cuando llegaron a la casona de la fattoria, un grupo de empleados los recibieron como si fueran los dueños; bajo un frondoso árbol del enorme patio, del cual se podía ver las suaves laderas con hileras interminables de vides, corrales, quintas y plantaciones; se colocó una larga mesa con mantel blanco repleta de alimentos del lugar.

El viejo administrador, después de presentarle una a uno a todos los colaboradores, les explicó a grandes rasgos todo el funcionamiento, con el compromiso de recorrer todas las áreas con las diversas producciones en el transcurso de los siguientes días. 

La mujer del amable hombre se llevó a Giulia y Laura para mostrarle la cocina, la huerta, las habitaciones, la pequeña capilla y obviamente el gallinero. 

La casona era enorme, todas las habitaciones del primer piso estaban conectadas por una terraza en donde la vista era majestuosa.

El comedor tenía un hogar en donde se podía entrar parado y el mobiliario era de madera repujada; cuando los amplios ventanales se abrían, las blancas cortinas de lino se movían siguiendo el compás de la brisa primaveral.


Un enjambre de abejas, recorría los canteros repletos de flores. La vida transcurría allí, lenta, confortable, pausada y sin sobresaltos. El trabajo del establecimiento era diverso; la siembra de los campos, las cosechas, la atención de los viñedos. En la época de la vendimia, una vez que se terminaba el envinado en las barricas, se hacía una fiesta en donde sobre una larga mesa se servían varios platos, comenzando con una sopa reconfortante como la ribollita, seguida de un plato principal de carne, como un estofado de jabalí, también pappardelle con salsa de conejo y para finalizar, una selección de quesos locales, frutas frescas y un buen vaso de Chianti, luego se bailaba hasta altas horas de la noche.

No todo era tan simple, el trabajo variaba durante las estaciones del año, y la responsabilidad de llevar adelante toda la fattoria duraba todo el año; no obstante, los cuatro jóvenes, Giulia, Laura, Esteban y Juan, encontraban momentos para estar distendidos charlando y riendo. 

Laura se llevaba muy bien con Juan y Giulia con Esteban, pero surgió algo que es frecuente y normal entre los jóvenes.

Una noche, cuando las dos hermanas se fueron a descansar, Esteban y Juan se quedaron solos charlando. 

—Debo decirte algo querido amigo  —dijo Juan mirando el brasero aún encendido— creo que me estoy enamorando de Laura. 

—Estamos en el mismo problema amigo mío  —Yo, ya estoy enamorado de Giulia.

Los dos jóvenes se quedaron callados, sabiendo ambos que este sentimiento era un inconveniente irremediable.

—Ya sé lo que me dirás amigo  —le dijo Juan a Esteban—.

—Ambos lo sabemos  —agregó Esteban— este no es nuestro tiempo, y nuestro sentimiento por ellas, si bien no está prohibido, no podemos llevarlo adelante, interferir en sus vidas es imposible. 

—Jamás me imaginé que nos ocurriría tal cosa  —continuó Juan.

—Yo tampoco  —respondió Esteban— pero debemos afrontar esto del mejor modo aunque nos duela; pensemos que ellas estarán siempre con nosotros, y dejemos que puedan ser felices y continuar con el destino que les ha tocado. 

—Tienes razón Esteban, ¿Te parece bien si nos fuéramos después de navidad?.

—Estoy de acuerdo Juan, les diremos que Leonardo nos pidió algo urgente, e inventaremos algo; les dolerá al principio; pero son jóvenes y lo superarán. 

Para navidad faltaba un mes y el sentimiento que sentían Esteban y Juan, era recíproco por parte de Giulia y Laura, pero no desde ahora, su sentimiento venía de la época que trabajaban en la cocina del palacio Sforza. 

Durante todo ese mes antes de navidad, los cuatro jóvenes pudieron disfrutar de largas caminatas por el campo, y graciosas charlas bajo el cielo estrellado contemplando esa luna que invita a los jóvenes enamorados a soñar despiertos.

Los preparativos para la fiesta de navidad comenzaron una semana antes; se realizaría una misa en la capilla a la que asistiría Lorenzo de Medici y su mujer, y después se celebraría la conmemoración con una cena en la terraza principal. Giulia y Laura programaron un menú para la ocasión. Todo el personal de la Fattoria compartirían la misma mesa con Lorenzo y su familia. Dos días antes llegó Leonardo y ayudó a sus amigos con las tareas previas para la celebración. 

El veinticinco por la mañana, Giulia y Laura agasajaron a Esteban y Juan con un desayuno de reyes que sirvieron en la cocina. Ambas tenían vestidos que habían realizadas con sus propias manos para la ocasión y lucían en su cabello una pequeñas flores silvestres de color blanco, parecían dos novias preparadas para ingresar al altar. 

Tanto a Esteban como a Juan ya les resultaba triste su partida, la cual sabían que sería muy dolorosa para ellas, pero no existía otra solución.

Esa última noche que ambas parejas charlaron y rieron pensando en un futuro, que no pertenecía ni a Esteban ni a Juan; porque su destino estaba muy lejos de ese lugar de ensueño, fue maravillosa para los cuatro, pero al mismo tiempo muy triste para los dos amigos; esa noche era la última noche que compartirían con las dos jóvenes. 




Al día siguiente muy temprano Estaban y Juan les dijeron a las esperanzadas y risueñas jóvenes que tenían que partir solo por unos días para ayudar a Leonardo con un trabajo. La carroza partió y las dos muchachas se quedaron saludando desde el portal de la casa hasta que el carruaje se perdió de vista. 

Cuando la carreta llegó al río en donde se encontraba la parte alta del acantilado, ya era de noche, entonces los dos amigos fingieron una discusión, ofuscados le perdieron al cochero que pare, cuando el carro se detuvo , ambos se bajaron y continuaron simulando gritos e insultos, después, se perdieron de vista en la oscuridad, luego buscaron dos grandes piedras y las arrojaron simultáneamente al río y se ocultaron; el cochero pensando que se habían caído al agua, bajo con un farol para ver qué había ocurrido, pero ya no los encontró. 


Esteban y Juan lo observaban en silencio desde su escondite hasta que el pobre cochero desesperado regresó a la fattoria para avisar de la tragedia. 

—Ya es hora de irnos Esteban, hagámoslo ya, antes de que me arrepienta. 

Esteban asintió con su cabeza, tomó el reloj entre sus manos y le dio cuerda.


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lunes, junio 17, 2024

VIAJE AL PASADO (última entrega)

 —No lo puedo creer Esteban, este es el barrio por el que tantas veces caminamos con ellas.

—A pocas cuadras de aquí está su casa  —dijo Esteban mirando esa Arboleda en donde disfrutó los mejores años de su vida.


—Vamos a verlas  —dijo Juan entusiasmado.

—Todavía no querido amigo, no sabemos en qué año estamos y podemos cometer el grave error de estar en dos lugares al mismo tiempo, quizás por solo un día o una hora; debemos de corroborar que hemos llegado a nuestro tiempo exacto.

—Si, comprendo  —respondió Juan— pero si estamos en dos lugares al mismo tiempo, ¿cómo resolveremos esta situación?.

—No lo sé Juan, sinceramente algo así me preocupa, tengo miedo que debamos recorrer el tiempo en forma indefinida; estaríamos atrapados en una especie de burbuja de la que no sabemos cómo poder escapar.

—Podemos hacer una cosa  —dijo Juan— primero averigüemos qué día es  hoy, después observemos nuestra apariencia para saber si se condice con la fecha, si todo está bien, vayamos a mi casas. 

—Si tienen razón, pero te advierto que nos encontraremos con tus padres, y el golpe emocional será enorme. 

—Si, ya lo pensé  —respondió Juan— pero es el destino que nos puso en esta situación; salgamos de nuestra duda, vayamos a ese quiosco de diarios.

Cuando ambos amigos se acercaron a leer las primeras planas de los periódicos comprobaron que era el día 20 de Diciembre de 1965 y se mostraba en la portada de los diarios la foto del equipo de Boca Junior como bicampeón del fútbol argentino, habiendo ganado al equipo  de Atlanta 3 a 1 en la Bombonera. 


—Esto nos indica Juan que debemos tener yo 22 años y tu 23; tu apariencia es la correcta; y agrego un detalle que no le había dado importancia, me acuerdo de  esta remera que llevo puesta y también de estos zapatos. 

—¡Yo también Esteban! recuerdo esta ropa, creo que el reloj nos ubicó en el lugar y en el tiempo exacto que él dispuso, evidentemente no realiza nada al azar  estamos muy cerca de mi casa, es mediodía y te acordarás que mi padre era hincha de Boca, por lo cual hoy comeremos asado; ¡vamos!.

Cuando entraron a la casa de Juan, la mesa estaba tendida en la galería, el padre frente a la humeante parrilla, y de pronto de la cocina salió la madre de Juan con un plato en su mano con algo para acompañar el tradicional aperitivo. 

Cuando Juan la vio, se quedó mudo de la emoción, miles de recuerdos golpearon su mente, en aquel lugar, en esa galería viendo a su padre en la parrilla. Su hijo se acercó a ella emocionado, la abrazó y la besó en su mejilla.

—Aquí tienen chicos, salame, queso, y aceitunas …¡Gordo veni!. —dijo la madre de Juan alegre y simpática como siempre lo fue. .

Cuando el padre de Juan se aproximó, al ver a su hijo y a Estaban comenzó a cantar con una sonrisa: ¡boca campeón!, ¡boca campeón!.

Los dos amigos fueron y lo abrazaron, el padre de Juan sentándose dijo:

—¡Qué partido!, ¡le hicimos tres golazos!. 

Ese almuerzo fue para Juan y Esteban un reencuentro con su pasado muy gratificante, les costaba concentrarse en lo que decían los padres de Juan, pero aún faltaba algo para completar ese día. 

—Esta tarde vendrá a casa a tomar el té mi amiga Elisa con sus hijas  —dijo la madre de Juan mientras servía el postre.

De inmediato Esteban y Juan recordaron todo; el reloj los trajo al mismo día en que conocieron a sus respectivas compañeras para toda su vida, Miriam y Nora.



Ahora recordaban perfectamente todos los detalles de esos días; su primer encuentro no había sido muy afortunado, les había parecido que las hijas de Elisa eran dos chicas engreídas, pero cuando asistieron a ese baile que se realizó en su casa, las cosas cambiaron a tal punto que bailaron toda la tarde con ellas, Esteban con Miriam y Juan con Nora.

Cuando ese primer encuentro se produjo, Esteban y Juan sintieron sensaciones encontradas, por un lado la alegría de volver a vivir algo tan trascendente como lo es el amor de toda su vida, pero también una profunda nostalgia porque conocían de antemano cómo será todo lo que vendrá, tanto lo bueno como lo malo, y además, comprender que estaban de regreso de un viaje absolutamente increíble que ellos se animaron a realizar.

A los pocos días de estar viviendo en ese tiempo de sus vidas recientes, surgió algo que no esperaban. Más allá que ambos amigos disfrutaban de todos aquellos momentos inolvidables, justamente esa particular situación de recordar cada momento, cada frase, cada palabra; le quitaba a la experiencia de vivir algo que es fundamental; la sorpresa. Saber lo que nos va a ocurrir en el día de mañana convierte a nuestra vida en algo tedioso, es como si tuviéramos que realizar una tarea monótona todos los días de nuestras vidas; jamás disfrutaremos de algo novedoso, porque nada es nuevo, perdemos ese placer por saber qué nos depara el futuro. 

Una noche después de despedirse de sus novias, y caminando de regreso a su casa dijo Juan:

—Querido amigo, este sueño no podemos llevarlo adelante, ya sabemos lo que ocurrirá mañana, la semana próxima, o el año que viene; porque no podemos cambiar nada; y eso estimado amigo le quita todo el encanto a la vida, creo que debemos hacer algo; pero no se que podemos hacer.

—Yo siento lo mismo Juan, no podemos continuar con esto; ayer no podía dormir y estuve pensando algo. Cuando encontré el reloj lo rescaté del mar, entonces me pregunté: si alguien lo usó como lo hicimos nosotros, ¿quién fue?, ¿por qué lo arrojó al mar?; o tal vez lo perdió en un naufragio, por accidente… creo tener una respuesta: tal vez el que arrojó este reloj al mar quiso quedarse en ese lugar del tiempo, decidió que eso era preferible a continuar en un viaje siendo un forastero perpetuo de un tiempo y lugar que no le pertenece. …Esteban se quedó meditando un largo rato sosteniendo y mirando el reloj entre sus manos.

—Quizás nosotros podamos hacer lo mismo Juan, y entonces…

—Entonces si hacemos lo mismo quedaremos ubicados en el tiempo que nos corresponde vivir. —reflexionó Juan— quiero querido amigo, quedarme aquí, en este momento del tiempo que fue mi vida, y poder gozar nuevamente mi juventud como la primera vez; deseo que mi mente borre todo mi futuro y continuar a partir de aquí. 

 —¡Exactamente querido amigo!, creo que tenemos que hacer eso, porque de lo contrario nuestra vida será una tortura constante. No se puede vivir conociendo el futuro, resulta ser como un castigo; he pensado que este fin de semana cuando vayamos al Tigre, durante el viaje que realizamos en lancha, lo que haremos será deshacernos del reloj. Dios sabrá si hacemos lo correcto.



Ese último domingo del comienzo de una nueva etapa para Esteban y Juan fue un día espléndido, los cuatro llegaron al puerto y contrataron una lancha pasajera para pasar un día al aire libre, ellas estaban más radiantes que el sol. Cuando la lancha pasó frente a la casa museo de Sarmiento, Juan le hizo una seña a Esteban, y éste, disimuladamente tomó el prodigioso reloj, lo besó, y después lo arrojó al agua.

Cuando las aguas del río recibieron este enigmático artefacto, en ese preciso instante, Juan y Esteban continuaron charlando y riendo con sus jóvenes novias, imaginando que pasarían un día inolvidable; y así fue, pero ahora sin recordar nada; absolutamente nada; de aquél fantástico viaje por el tiempo: el ancestral cataclismo en la cordillera; el antiguo y misterioso Egipto; la inexpugnable muralla China; la tribu nómade;  el filósofo Sócrates; el poderoso Lorenzo de Medici; el fantástico Leonardo Da Vinchi; pasaron en ese mismo momento a ser solo parte de los mudos libros de historia, ocupando algún lugar en sombrías biblioteca olvidadas; porque Esteban y Juan, volvieron a ser los dos alegres jóvenes de 22 y 23 años; los cuales tenían nuevamente una vida por delante con un futuro repleto de sorpresas, satisfacciones, y también tristezas; pero todas desconocidas, porque el reloj del tiempo quedó allí; perdido en las profundidades de un torrentoso río; que lo llevará de regreso al mar hasta que otra persona lo encuentre en una playa por casualidad…¿me pregunto y les pregunto estimado lector, será por casualidad que ocurren ciertas cosas?



FIN